19 de abril de 2021

Manifiesto Incierto 3. La muerte de Walter Benjamin y la jaula de Ezra Pound

 

Manifiesto incierto 3. La muerte de Walter Benjamin y la jaula de Ezra Pound. Frédéric Pajak. Errata Naturae, 2021. Traducción de Regina López Muñoz

El proyecto Manifiesto incierto de Frédéric Pajak, un intento de comprensión del siglo XX desde una perspectiva no historicista, llega, tras los volúmenes subtitulados Con Walter Benjamin, soñador abismado en el paisaje Volumen I) y Nadja, André Breton y Walter Benjamin bajo el cielo de París a su tercera entrega, La muerte de Walter Benjamin y la jaula de Ezra Pound (Manifeste incertain. Volume III, 2013).

«Bosquecillos parduzcos desperdigados por campos de tierra, arañados por el arado de los tractores. A lo lejos parpadean las turbinas eólicas, la envidia de los pilones encorvados, y de los viejos postes también, tirando de sus cordeles fatigados. A veces, y de pronto, vistos desde el tren a toda velocidad, conglomerados de chalés nuevos, la punta de una fábrica, un almacén, y luego, otra vez, por encima de un reborde de fango, árboles en hibernación, dedos descuartizados bajo el cielo comido de guata usada en la linde del mes de enero. El mundo se calla y nosotros esculpimos su silencio. Escayolas informes, esqueletos de la elocuencia, contamos nuestras palabras muertas, aglutinadas en la puerta de la boca».

Siguiendo el método establecido en los volúmenes anteriores y con esa sabia mezcla de texto y dibujo, Pajak estructura su relato mediante tres planos narrativos: los últimos meses de vida de Walter Benjamin; la personalidad excesiva, en todos los sentidos, de Ezra Pound; y, sobrevolando a ambos pero con idéntico protagonismo, las intervenciones del narrador.

A mediados de 1940, Hitler deja de contemporizar y lanza la ofensiva; la solución americana desaparece. Después de deambular por Francia, Walter Benjamin se acerca a la frontera de Banyuls y, en compañía de otros refugiados, emprende el camino hacia España. En Port Bou son retenidos por las autoridades en el Hotel de Francia y conminados a volver. Decidido a no regresar al país ocupado, toma una sobredosis de morfina y muere a las pocas horas, el 26 de septiembre de 1940.

Pound lleva media vida vagabundeando por Europa, incapaz de encontrar una ubicación definitiva. En Italia, cae bajo el hechizo de Mussolini, con el que comparte un agrio y furibundo antisemitismo, y medra por convertirse en su consejero áulico. Finalizada la guerra, es recluido en un campo de concentración (encerrado en la jaula del título), acusado de traición; de la cárcel al sanatorio, es trasladado a Estados Unidos; una vez liberado, regresa inmediatamente a Italia.

Pajak lleva a cabo un hiriente ajuste de cuentas con la sociedad del espectáculo, de la búsqueda de la satisfacción inmediata y del enterramiento de la autoexigencia.

«Somos los herederos, muy a nuestro pesar, de las ideologías del siglo XX. Nos parecemos a sus internos alelados, estancados en la negación de sus ilusiones aún tibias. No queremos aceptar esas creencias caducadas, porque sabemos de sobra la plaga que fueron, todas, sin excepción: nacionalistas, comunistas, fascistas. De ese montón de dogmas esfumados subsiste, no obstante, una ideología moderna. Sin valerse de las ideologías pasadas, lleva sus huellas, ciertas manías, costumbres o estratagemas. Pero esa ideología moderna se prohíbe ser una ideología. Se esfuerza por parecer libre de todo lo que constituía una ideología, y sabe dar el pego. A fuerza de máscaras y negativas logra hacer dudar de su existencia. Podríamos arrancarla de su sombra para hacerla confesar: no fallaría. Aunque declarase alto y claro de qué está hecha, de qué pensamientos inconfesables, de qué ambición, de qué sed de hegemonía, no ganaríamos nada. Porque si la ideología no se manifiesta es porque no le hace falta. A diferencia del cristianismo, del comunismo o del fascismo, se zafa de la pompa y el terror. No nos obliga ni a rezar ni a callarnos. Se ha insinuado por todas partes, hasta en las cosas más insignificantes. Se expresa a retazos, y entre murmullos. No aparece jamás en bloque, de cara. No la identificamos, o la identificamos mal. Tergiversa, trapacea, se engalana con la mayor confusión posible. Se siente como en casa entre el bullicio. Imperceptible, insidiosa, se ha colado en nuestro lenguaje, en nuestros hábitos, en nuestros juicios y en nuestra percepción de la realidad, empezando por la Historia. Sin embargo, es precisamente de esa Historia, de ese movimiento entre pasado, presente y futuro, de lo que quiere privarnos la ideología moderna. Omite a propósito el pasado para revolcarse mejor en el presente, un presente que debe hacer olvidar el futuro, cueste lo que cueste. El futuro: no olvidemos que las ideologías del siglo XX se empeñaron en olvidar el presente para olvidarse en la promesa de un futuro, forzosamente mejor, forzosamente radiante».

Mezcla de escritura y dibujo en mutua interdependencia: la volatilidad de la palabra, maleable, inconcreta, manipulable, interpretable, soberbia, y la persistencia del dibujo, resistente, preciso, independiente, categórico y humilde.

Otros recursos relativos al ciclo en este blog:

Notas de Lectura de Manifiesto incierto 1

Notas de Lectura de Manifiesto incierto 2

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