16 de julio de 2012

El sentido interrogativo


Traducción de Albert Fuentes

El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define la voz "mago", en su primera acepción, como "adj. Dicho de una persona: Versada en la magia o que la practica", mientras que "prestidigitador" es "(Del fr. prestidigitateur). m. y f. Persona que hace juegos de manos y otros trucos." Obviando la excluyentemente valorativa referencia a una actividad que se apoya en la mentira y la disimulación con respecto a un "arte" antiguo, tan respetado como desconocido, es posible que ambos términos tengan una traslación a la calificación de algunos escritores que, a lo largo de la historia de la literatura, han tergiversado en sentido usual de la obra literaria como una propuesta estilística permanente o como simple experimento; así, se pueden encontrar "magos" que han hechizado a sus lectores mediante propuestas que "valiéndose de ciertas palabras... han producido resultados contrarios a las leyes naturales" [de la definición que da el DRAE de la voz "magia"] de la novela, como Lawrence Sterne (The Life and Opinions of Tristram Shandy, Gentleman, 1759) François Rabelais (Les Cinq Livres de Gargantua et Pantagruel, 1532-1564) o Miguel de Cervantes (El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, 1605-1615), y "prestidigitadores" que, mediante "trucos" estilísticos han conseguido materializar ante nuestros propios ojos una realidad alternativa; por ejemplo, Georges Perec (Je me souviens, 1978), David Foster Wallace (Brief Interviews with Hideous Men, 1999), Julio Cortázar (Rayuela, 1963) o, salvando las distancias que la consideración pública y crítica marcan, Padgett Powell, con este inclasificable El sentido interrogativo, cuyo título original (The Interrogative Mood: A Novel?, 2009), con esa pregunta que la edición en castellano no recoge, nos da una idea del reto ante el que el autor nos enfrenta: la muy europea tradición de las constricciones (Raymond Queneau en sus Exercices de style, 1947; Georges Perec, de nuevo, en La disparition, 1969; o Màrius Serra en Mon once, 1996) se amplía con esa nueva aportación norteamericana que consiste, básicamente, en "¿una novela?" compuesta en exclusiva por preguntas, una de las formulaciones del lenguaje más directas: nada, ninguna forma estilística, ni siquiera el imperativo, interpela tanto como una pregunta.

"¿Te queda claro a qué me refiero? ¿Te queda claro por qué te hago todas estas preguntas?"


Esta apostilla al título parece destinada a repasar y, tal vez, reformular, y van..., la definición de novela; 


"¿El número de cosas que te interesan supera el número de cosas que no te interesan?"


en este caso, por ejemplo, no está claro que quepa hablar de la existencia de un narrador al uso, a menos que se trate de un narrador-preguntador, 


"¿Te apetece preguntarme algo? ¿Tines curiosidad por saber qué voy a hacer con las respuestas que me has dado? ¿Crees que puedo confeccionar algún tipo de "perfil" significativo sobre ti? ¿Crees que tú, o alguien, podría realizar un perfil de este tipo sobre mi persona a partir de las preguntas que te he hecho?"


ya que se supone que no es el autor el interesado (¿o sí? pero, ¿para qué?) 


"¿Cómo te llamas? ¿Qué intenciones tienes con respecto a mí?


en saber tantas cosas del atónito lector. 


"¿Preferirías mantener relaciones sexuales con una persona alta, rubia y alemana o con una persona alta, rubia y sueca?"


Incluso en el caso de que ese narrador enmascarado exista efectivamente, ignoramos qué es lo que pretende (el narrador siempre tiene una intención, oculta o evidente, esa es una convención de la novela clásica) martilleándonos con sus preguntas, a veces directas y explícitas


"¿Qué tal es ser tu? [...] ¿Eres imbécil, según tú? [...] Si estuvieras postrado en una cama de hospital, ¿aceptarías los favores sexuales de una enfermera?""


a veces tan generales que requerirían otro libro para poder responderlas.


"¿La inteligibilidad va en función de la inteligencia del orador, del oyente o de ambos? ¿Está sobrevalorada?"


Tal vez la propuesta consista en que si una frase afirmativa o negativa cualquiera puede llegar a formularse como respuesta a una pregunta no explícita, sea posible escribir ¿una novela? que sólo contenga preguntas... 


"¿Te estoy haciendo perder el tiempo? ¿Me lo estás haciendo perder a mí? ¿Puede considerarse que la vida es y no es una pérdida de tiempo? ¿Crees que los que no lo pierden salen mejor parados que los que sí lo pierden?"


Sin embargo, esta constricción debe influir en la reformulación de la relación del lector con el libro: usualmente, somos nosotros como lectores los que planteamos preguntas al libro que estamos leyendo y tal vez toda novela no sea más que un conjunto de respuestas; pero ¿qué sucede cuando es el libro el que formula preguntas al lector? 


"¿Seríamos más felices si tuviéramos algo que no tenemos, o si nos dijeran algo que no nos han dicho, o si hiciéramos algo que no hemos hecho, o si no tuviéramos algo que sí tenemos?"


El mismo proceso de lectura, que consiste en la decodificación de los signos y de la información contenidos en el texto, se ve exigido con la construcción de un significado que queda únicamente apuntado; 


"¿Sabes a qué se debe que la libertad no salga gratis?"


en este caso, parece que lo que se propone es un cambio en el papel del lector, ya que la duda que sobrevuela la lectura de El sentido interrogativo es cuál es la novela que estamos leyendo, si el listado de las preguntas del escurridizo pseudo-narrador 


""¿Sabes cocinar? ¿Sabes pelear? ¿Sabes mentir? ¿Hay algo que sepas hacer bien?"


o las supuestas respuestas del lector. Si este artefacto es una novela, cabe preguntarse cuál es el límite de la ficción, dónde estará esa supuesta frontera que parece más lejos cuanto más nos acercamos a ella.


"¿Ha llegado la hora de que me vaya? ¿Ya hemos terminado? ¿Te lo has pasado igual de bien que yo?"


En todo caso, propuestas teóricas aparte, hace tiempo que este lector no se divertía tanto con un libro; no se lo pierdan, Padgett Powell es genial.


"¿Te vas ahora? ¿Sí? ¿Te importaría?"
Padgett Powell presenta El sentido interrogativo en la sede de Éditions Rue Fromentin. Publicado por Librairie Mollat.

10 de julio de 2012

Ahogos



"Experimento, contra la estupidez de mi tiempo, olas de odio que me asfixian. La mierda me llega hasta la boca, como en las hernias estranguladas. Pero voy a conservarla, esa mierda, fijarla, endurecerla. Quiero hacer con ella una pasta con la que embadurnaré el siglo XIX, igual que los indios doran las pagodas con boñigas de vaca".
Carta de Gustave Flaubert a Louis Bouilhet, 30 de Septiembre de 1855; citada en Razones y osadías, edición de Jordi Llovet

2 de julio de 2012

De libros, librerías y cultura

Hemos mantenido una conversación con Toni Sala, escritor y amigo, acerca de la literatura, los libros, las librerías y la cultura, cuyo extracto ha publicado el diario El Punt Avui+ en su  columna La Crònica de Barcelona. A continuación, la transcripción del artículo:



LA CRÒNICA
DE BARCELONA

Joan Flores

La literatura és fonamental. No serveix per guanyar diners, això no, però, una vida sense literatura, en el camp de l'alimentació, seria com una vida on et nodrissis només amb unes pastilles que tinguessin els components bàsics necessaris per sobreviure. Una vida amb literatura és una vida amb cuina i plats que necessiten elaboració. No hi ha un substitut d'això. O llegeixes Henry James, per dir un cas extrem, o aquest exercici no el pots fer. La literatura ens forma com a persones. Incorpores com a pròpies experiències alienes. M'emprenya molt ser apocalíptic. El llibre de paper té els dies comptats. També em podria equivocar, però crec que no. Des de fa 4.000 anys llegim igual. El canvi d'ara és que una pantalla connectada a internet ja és una altra cosa, els nous mitjans ens canvien la manera de llegir. Això d'arribar a casa, posar la llum tènue i passar dues hores sense que res et molesti s'està acabant, perquè al mateix dispositiu hi tens correu electrònic, música, Google, t'embrancaràs per l'hiperespai... El que em preocupa de veritat és que la manera de llegir està canviant. Això és el que portarà a la finalització del llibre.
El percentatge de literatura de veritat és molt petit. Sovint mires les taules de novetats i fan pena. Darrerament m'ha agafat la dèria dels grecs i llatins, i tinc la sensació que al segle V ja s'havia escrit tot i ja es podia donar la literatura per acabada... La gent que llegeix conscientment continuarà llegint, i en suport paper. Però hi ha molt de lector ocasional. I aquest tipus està en procés de desaparició. I en un país en què la meitat de gent no llegeix més d'un llibre l'any, perdre'ls és important. Però no hi ha cap voluntat política de fomentar la cultura. Quan sento a parlar d'indústria cultural ja em poso la mà a la cartera. Ara potser tocaran l'IVA dels llibres. Sempre anem a igualar-nos a Europa només en el pitjor.
Les llibreries desapareixen a marxes forçades. Quan han de renegociar el lloguer del local, tanquen, perquè Loewe o Dior paguen molt més. Se'n tanquen més que no pas se n'obren. Jo crec en el paper de les llibreries. Són la darrera baula, i la més dèbil. Els editors i els escriptors d'una manera o altra sobreviuran. Però la veritable democratització de la cultura escrita és a les llibreries.