El Día del Ajuste. Chuck Palahniuk. PRH, 2021 Traducción de Javier Calvo |
El Día del Ajuste (Adjustment Day, 2018), una novela en la que, después de algunos trabajos dubitativos y de un mortecino nivel literario, Palahniuk despliega sus dotes inventivas a la altura de sus mejores trabajos, se impulsa en las más desternillantes teorías de la conspiración y se sustenta en la tesis de que las grandes revoluciones han ocurrido siempre en épocas de superpoblación de hombres de menos de treinta años. Y es que la fantasía de la regeneración, una presunción recurrente en tiempos de crisis, siempre encuentra iluminados con ansias de llevar a término un movimiento de tabula rasa y la ilusión de recomenzar tras la implantación de unas nuevas coordenadas. La solución a esa superpoblación, tan antigua como el mundo, es desatar una guerra, con cualquier excusa y contra un país con el mismo problema, mandar a la confrontación a ese excedente y, de común acuerdo con el supuesto enemigo, acabar con él.
Pero esa es una solución antigua, anterior a la inmediatez de las comunicaciones actuales, del poder real de la televisión y de los medios digitales, del carácter viral de las redes sociales. Lo que antes se solucionaba con el recurso a una larga y costosa, económicamente hablando, y compleja, en el campo logístico, guerra abierta, puede concentrarse, si se ha llevado a término el trabajo de planificación adecuado, en una sola jornada; o, mejor aún, en una sola acción: El Ajuste. Además, no es imprescindible ningún gobierno para llevarla a cabo; es más, ese gobierno, todos los gobiernos, son, precisamente, el principal objetivo de esa revolución.
El Ajuste provoca una nueva organización política, una especie de dictadura aristocrática en la que los más favorecidos son los pioneros de la nueva reformulación, y una flamante organización territorial que designa un circunscripción específica para cada grupo ―Caucasia para los blancos, Negrotopía para los negros, Gaysia para los homosexuales―, con la prohibición expresa de residir en el lugar que no corresponde. Las consecuencias imprevisibles de la nueva política y de la acción revolucionaria ―individualmente, la presunta liberación acaba esclavizando a los sujetos; y, colectivamente, cada grupo se encarga de unas tareas específicas, y solo estas, que el nuevo Estado les exige―, son apenas daños colaterales que deben subordinarse a la acción principal.
A pesar de que la disidencia, en el marco de un país tan heterogéneo y excesivo como los Estados Unidos de América, ha alcanzado ya el nivel de tendencia, y la incorrección política se ha convertido en un fenómeno mainstream que, después de las exageraciones pasadas y presentes de la political correctness, es visto incluso con simpatía ―aunque con escaso humor, de forma parecida a como se ve a un excéntrico en un grupo de extravagantes―, Palahniuk ostenta ―es decir, disfruta de la posesión y se jacta de ello― la extraña virtud, no ya personificar el verso suelto en una composición reglamentaria, sino de ofender a todo el mundo ―el ofendible, claro―. Y es que la sátira, como bien sabe Palahniuk, está más próxima a la verdad que la apología.
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