24 de octubre de 2012

Nada. Retrato de un insomne

Traducción de Rubén Martín Giráldez

"El sueño nos mantiene limpios, nos concede un cierto descanso durante el lapso de tiempo en que el aire cobra vida bajo nuestros pies y a nuestro alrededor."

Vaya por delante el hecho de que debe constituir un reto para un escritor narrar la insulsa vida cotidiana, registrar su sucesión de estados repetida infinitamente con una cadencia tan constante como aburrida. Por más que la literatura universal tenga registrados intentos saldados con éxito notable, hallar la magia de la repetición, saber encontrar novedad en el previsible vaivén del péndulo, explotar literariamente los intentos de escapar del vacío, como sucede en la tendencia infantil a escuchar siempre el mismo cuento, la misma canción, ver la misma película, es una constricción que, la fin y al cabo, experimenta el sentido de reconocer y reconocerse en la repetición.

En un mundo en permanente movimiento, no hay lugar para lo que se queda quieto: como en la paradoja del viajero del tren, desde nuestro asiento percibimos como móvil todo lo que "pasa" por nuestra ventana: los montes, los edificios y ese niño apoya en su bicicleta que nos mira boquiabierto desde el paso a nivel... Tal es nuestra percepción; y sea la teoría de la relatividad general o la disposición de nuestra conciencia, lo cierto es que el ser humano no parece llevarse bien con la sensación de estatismo: panta rei.

Estas y otras reflexiones son las que ha provocado en este reseñista la lectura de Nada. Retrato de un insomne (Nothing: A Portrait of Insomnia, 2011), primer texto publicitado como de no ficción del norteamericano Blake Butler. Obviando sus obras precedentes (Ever (2009), la nouvelle que significó su debut literario; Scorch Atlas (2010), un libro de relatos, y There Is No Year (2011), una novela), desafortunadamente inéditas en castellano, Butler se revela como un escritor de raza, respecto del cual los lectores de cierta edad debemos soslayar el prejuicio de su juventud. Su dominio del ritmo narrativo es más que notable, y la facilidad para cambiar de registro, sorprendente: la sucesión constante de fragmentos "informativos", redactados con un estilo profesional -aunque, acertadamente, sin la barrera del argot médico al uso- y de largas incursiones autobiográficas, que constituyen el verdadero meollo del libro, en períodos interminable, suponen un formidable reto para el lector despistado, y confirman una dotación para la literatura extravagante y paradójicamentemente interesante.

Tal vez no sea extravagante, pero sí paradójica la misma clasificación de Nada; las nuevas corrientes nominalistas -aunque no literarias pues, aparte de los recursos que el ciberespacio ha facilitado a la narrativa, hablar de innovaciones absolutas en el campo de los subgéneros literarios es más que arriesgado: una novela confeccionada a base de correos electrónicos, ¿dejará de ser una novela epistolar?- adoran la invención de calificativos algunos de los cuales, llevados al extremo, se diría que desean circunscribirse a una sola obra para resaltar una supuesta innovación -palabra fetiche- o una originalidad que, realmente, tiene siglos de tradición; en todo caso, el hecho de que Nada se vea como un ensayo, unas memorias, una obra de auto-ficción o cualquier calificativo estrambótico que se le quiera adjudicar es absolutamente irrelevante; en mi caso, desde una postura más bien escéptica, dudo incluso que ésta sea una obra de no-ficción estrictamente hablando, igual que lo dudo, por ejemplo, de las Memorias de ultratumba de Chateaubriand o de Patrimonio de Philip Roth. En todo caso, quiero decir, me da igual: lo que me importa es que se trata de un artefacto cuyo mérito principal es la sabia combinación de un premeditado -e interesado y parcial, ahí reside gran parte del éxito del intento- ensayo sobre el insomnio y de la experiencia propia de la alteración del sueño; y, además, con una broma implícita: que el narrador emplea las horas de insomnio escribiendo un libro sobre el insomnio, un particular y productivo solipsismo.
A lo largo de sus páginas, sorprende esa inacabable e hipnótica verborrea incontinente que recuerda, el algunos momentos, el monólogo de El Innombrable, pero hablan también con voz propia los fragmentos autorreferentes, no tanto de monólogo interior como de cierto "diálogo interior"; el narrador se habla, se pregunta, y se responde es una interminable corriente de diálogo sin conclusión posible, como una partida de ajedrez contra uno mismo en la que la única escapatoria de la cinta de Moebius es que, en el papel de uno de los contendientes, el jugador haga trampa, "se olvide" de cubrir la amenaza del "adversario" o intente "engañarlo" mediante una maniobra de distracción:

"... ¿Eso lo he dicho ya? Sí, ya lo he dicho. Lo he dicho tantas veces y tan dentro de mi cabeza que me cuesta distinguir cuál es la palabra que está a punto de manar y qué sitio es cuál y quién soy yo, incluso."

Me aburren soberanamente los sueños de los demás: no soporto esos textos que se echan a perder por la incontinencia del narrador en contar lo que ha soñado, afectando con frecuencia gravemente el ritmo narrativo, para que el lector, supuestamente, especule con sus posibles significados; y también las obras literariamente intrascendentes que consisten casi exclusivamente, como en el caso de los diversos surrealismos, en exponer los desvaríos -por definición- oníricos de sus protagonistas. Sólo los relatos de los sueños de pacientes sometidos a psicoanálisis son entretenidos, aunque no por los sueños en sí, sino por los delirios de los intérpretes. Butler le da la vuelta a esos casos cuando, como consecuencia de su incapacidad para dormir, hace protagonista de Nada no a los sueños sino a su ausencia, y el resultado es mucho más interesante: es infinitamente mejor para el lector, como diría el sentido común y deberían recoger las convenciones narrativas, saber qué sucede cuando no se puede dormir que cuando se duerme. En este caso, el autor fija su mirada en una ingente variedad de temas, relacionados con el insomnio o no, como sus miedos nocturnos durante la infancia, la demencia senil de su padre, su biblioteca. las relaciones con sus compañeros de clase, y un largo y prometedor etcétera, un inventario de tal amplitud que justifica el subtítulo del original en inglés: "A Portrait of Insomnia", y no "Retrato de un insomne", como se ha subtitulado la edición es castellano. Descartado pues el recurso de explicar sus sueños, el sistema estilístico para bucear en el insomnio roza el autoanálisis; no el psicoanalítico -exento, por tanto, de cualquier atisbo de interpretación-, sino el que consiste en parar, callarse, aislarse y escuchar el propio cuerpo, hacer conscientes desde los procesos orgánicos -macrocosmos- hasta los movimientos de las células -microcosmos-; interrogar incluso al propio cerebro, mediante las herramientas que proporciona el mismo, en una paradójica espiral de difícil resolución, acerca del desarrollo de los pensamientos, en el extremo de la auto-referencia.

"Con la cabeza incrustada entre los pliegues de la almohada, el contenido de mi cráneo me parece muy pesao y caliente, como si un campo de grasa zumbase bajo mi piel, una luciérnaga a punto de darme una descarga eléctrica. No quiero pensar este pensamiento, pero entonces él me piensa a mí con más intensidad. Por eso mismo no os puedo explicar mejor nada al respecto."

El enemigo es, pues, esa "nada" invasiva y potente, y el campo de batalla, la noche, cuya quietud y ausencia de luz parecen su precursor:

"Durante años he ido sorteando mi propio infortunio, decidido a permanecer a flote en cualquiera que fuese el espacio de vigilia que mi cerebro tuviese a bien cederme. Sin embargo, a medida que la organización doméstica fracasaba y el tiempo se dilataba, la longitud de la noche comenzó a crecer hasta convertirse en algo todavía un poco más insoportable y aborrecido en su nuevo alcance, noche tras noche, noche en la noche."

Se hacen presentes también estudiadas y detalladas -y pertinentes- referencias a películas, con una fijación con "El resplandor" de Stanley Kubrick; y a libros: informativas en las partes referentes al insomnio sus variantes y sus consecuencias, y especialmente definitorias en los autores de ficción, con su admirado David Foster Wallace -a la memoria del cual dedica el libro, circunstancia no irrelevante- a la cabeza.

Nada es un libro que merece la pena ser leído no porque sea original, sino porque su planteamiento transversal ofrece una solución narrativa imaginativa y desafiante. No se lo pierdan y, si pueden, recuperen alguna de sus obras anteriores -que ignoro si están en proceso de edición en castellano- y sus intervenciones en los bloga "HTML Giant" y "Gilles Deleuze Committed Suicide and So Will Dr. Phil";  verán que Butler es un escritor cuya variedad de registros merece un puntual y detallado seguimiento.

4 de octubre de 2012

Barrio perdido

Traducción de Adoración Elvira Rodríguez

"La vida es una sucesión de ciclos... y de vez en cuando uno regresa a la casilla de salida."

La presencia de Patrick Modiano en este blog es recurrente; es de agradecer que distintas editoriales de variado pelaje, de un tiempo a esta parte, hayan "redescubierto" (olvidando u obviando ese antiguo y anacrónico prejuicio hacia todo lo que venía del otro lado de los Pirineos) para los lectores en castellano a este autor fundamental en las letras francesas contemporáneas.

El lector que se acerque por primera vez a Modiano puede tener la sensación de que el francés escribe siempre la misma novela... Sus leit motiv, la memoria, el pasado, la ocupación, parecen confirmarlo; pero, después de profundizar un poco en sus obras, salvando la primera impresión, se descubre a un escritor polifacético (en sentido estricto) que, si acaso, mantiene a lo largo de su obra, y teniendo en cuenta la fecha de publicación de cada novela, pues la evolución es evidente, un tono característico que si, efectivamente,  le hace "reconocible", no por eso es menos magnífico.

No hace falta, sin embargo, tener en cuenta ese décalage temporal por lo que se refiere a Barrio perdido (Quartier perdu, 1985) a pesar de los veintitantos años desde su publicación. El Modiano que encontramos es un escritor en plena forma, el primera persona, que pone en escena a un narrador que es el protagonista principal de la acción- un narrador que habla en presente, tal vez para reforzar la distancia temporal entre la acción del relato y las raíces de todo lo que acontece-, un escritor de novelas policíacas que regresa a París, con la excusa de una cita con su editor, a encontrarse -o, mejor dicho, lugar común en los textos del frances, reencontrarse- con una identidad que embarrancó en la ciudad veinte años antes.

Pero el protagonista no es el único: también lo es la ciudad de París, un "personaje" que ha vivido esos veinte años de ausencia del narrador como un cerrado paréntesis, como un cultivo aislado en una placa de Petri, y que ha evolucionado según un guión impredecible, una versión en pleno Siglo XX de ese rio heraclitiano en el que no podemos bañarnos dos veces. 

"Por mucho que me lo pregunte, no sé por qué esta noche he encallado, solo, en esa ciudad indiferente donde no queda nada de nosotros."

Todo viaje a la ciudad natal es un viaje al pasado; aquellos edificios que ya no existen si no en el recuerdo son los desaparecidos acompañantes de un individuo que desapareció con ellos.

"Tomar tierra en el París de antaño. Visitar las ruinas y rebuscar entre ellas los vestigios de uno mismo. Intentar responder a las preguntas que quedaron pendientes."

El paso del tiempo afecta del mismo modo a la ciudad -por más que ésta no solamente envejezca, sino que, sobre todo, se transforme- que a la gente con la que nos relacionamos en el pasado; sólo el espejismo de la conciencia, esa falsa percepción de que nosotros somos el mismo ser inmóvil y eterno, nos engaña con la sensación de permanencia, como si el paso del tiempo nos fuera ajeno, no tuviera nada que ver con nosotros, como si fuéramos un roca incólume a salvo de todos los elementos.

El pasado no son únicamente edificios que han permanecido impávidos al transcurso del tiempo... El pasado es también ese lugar donde habitan los espectros de nuestros actos menos asumibles, las alternativas desechadas, los hechos suspendidos, todos esos fantasmas preparados para revivir y perseguirnos buscando saldar cuentas, atentos a un mínimo gesto para volver a por nosotros.

"De niña trabajó en una película de éxito, cuando yo también era un niño de su misma edad. Y ahora, sin solución de continuidad, me la encuentro convertida en una cuarentona, como si el tiempo nos hubiese aplastado a ambos en unos segundos."

En el pasado ocurrieron hechos en los que nos vimos involucrados cuyo significado quedó en suspenso, y sobre los que ya no podemos hacer averiguaciones porque quedaron presos en el tiempo -viajar al pasado es acudir a una cita con alguien que nunca vendrá, como dice el narrador-, como esos insectos prehistóricos encerrados en una gota de ámbar, y cuyas claves debemos buscar, sin no queremos incurrir en anacronía, volviendo al tiempo en que sucedieron... Como en esas teorías de los universos múltiples, no se puede traspasar de uno a otro pues cada uno configura un sistema de dimensiones propio e intercambiable.

"[...] Yo tengo que descender a un pozo a buscar algo, a tientas, entre aguas negras."

Una peregrinación hacia hechos que ocurrieron veinte años atrás, borrados intencionadamente de la memoria -el pasado puede ser un lastre cuyo peso ingente impide avanzar- en busca de una explicación o, mejor, con la intención de rectificar unos hechos cuya conclusión no nos satisface; un último acarreo de la roca de Sísifo -¿acaso no pensaría Sísifo que cada acarreo era el último? ¿Habría seguido empujando su tortura de no ser así?- con la esperanza de romper la maldición.

"[...] Se me vienen a la mente todos los detalles de aquella noche de hace veinte años."

Modiano es estilo desprovisto de ornamentos, frases medidas que cortan como un cuchillo, información imprescindible, sin demoras, precisa pero completa, que no rerquiere la imaginación del lector, que no esconde nada que el lector tenga que adivinar; diálogos sucintos de expresión casi lacónica que a menudo ofrecen más información del personaje que cualquier explicación que pudiera obrar el narrador; y esas descripciones abocetadas que consiguen, en su elementaridad, ofrecer, sorprendentemente, toda la información relevante,

"Los sauces llorones se inclinan sobre el agua verdosa y estanca. Barcas. Pontones medio podridos. Entejados. Olor a lodo cocido por el sol."

y un final espectacular, que da sentido a las doscientas quince páginas del volumen y quita -¿quita?- toda esperanza.

Como ha quedado dicho, Quartier perdu es un libro de 1984, y la bibliografía posterior de Patrick Modiano ha dado, con posterioridad, obras memorables, pero contiene ya todas sus obsesiones; Modiano temprano, pero Modiano cien por cien: un placer lector revisitarlo.
Otros recursos relativos a Patrick Modiano en este blog:

2 de octubre de 2012

Derechos

"En la extensa enumeración de los derechos del hombre que la sabiduría del siglo XIX reemprende frecuentemente con marcada satisfacción, hay dos puntos muy importantes que han sido olvidados, que son el derecho a contradecirse y el derecho a irse."
Charles Baudelaire