30 de enero de 2019

Prendre refuge

Prendre refuge. Zeina Abirached y Mathias Enard . Casterman, 2018
Ubicado en dos lugares y en dos tiempos distintos, en Afganistán en los años previos a la IIGM y en Berlín en la actualidad, el cómic de Abirached y Énard explora dos historias de amor marcadas por ambos condicionantes: la recreación del encuentro junto al acantilado del valle afgano de Bamiyan -el lugar donde se ubicaban las dos estatuas gigantes de Buda destruidas por los talibanes en 2001- entre Annemarie Schwarzenbach y Ella Maillart; y el encuentro en el Berlín contemporáneo entre Karsten, un ciudadano alemán, y Neyla, una refugiada siria que no acaba de encontrar su lugar fuera de su entorno y de una familia dejada atrás y de la que hace tiempo que no sabe nada.

28 de enero de 2019

Las lágrimas

Las lágrimas. Pascal Quignard. Editorial Sexto Piso, 2019
Traducción de Silvio Mattioni
El conjunto de la obra narrativa de Pascal Quignard sostiene una estrecha relación con la leyenda y con el mito aunque su formulación práctica, su plasmación material en forma de libro se manifiesta, por lo común, a través de la alegoría: tras una composición esencial se desarrolla un tema cuya complejidad intelectual hunde sus raíces en el origen de la vida humana, de la civilización o de las artes, el germen a partir del cual se desarrollan los mitos fundacionales. Pero a diferencia de la doble lectura que propone Todorov con respecto a la alegoría, Quignard añade a la lectura literal -la lectura po-ética- y a la lectura analógica -la lectura ética-, el espacio existente entre ambas -similar a la escritura "intersticial" de Peter Handke-, que expresa sin intermediarios y de forma simultánea el sentido de su discurso y su motivación con respecto al tema, un qué y un por qué fundamentales para acceder con todas las garantías a la obra del francés.

Es cierto que Quignard subvierte el fraccionamiento clásico de planteamiento, desarrollo y conclusión, con lo que exige al lector una atención que va mucho más allá del simple seguimiento de una trama más o menos compleja; se trata mucho más de acceder, en lo posible, a una erudición desbordante y de aceptar, desde el principio, una inferioridad intelectual, como lector, que puede llevar al hastío pero que, una vez asumida, predispone a una goce especulativo difícil de igualar. Es curioso que haya quien considere la obra narrativa del normando situada en la frontera con la poesía cuando, en realidad, su exigencia intelectual la convierte en una de las producciones más desafiantes de la literatura contemporánea, imposible de disociar de otros dos escritores de su generación cuyos planteamientos éticos y estéticos coinciden en gran medida: Pierre Michon y Pierre Bergounioux.

Las lágrimas (Les larmes, 2016, Premio de Literatura André Gide en 2017) se desenvuelve teniendo en cuenta todos estos parámetros, y aunque la excusa sea la recreación del primer documento registrado escrito en la lengua de los francos, su desarrollo abarca desde el origen del código oral, su relación con los sonidos de la naturaleza, el entorno cultural de la Alta Edad Media, la contraposicion del mundo intelectual, mantenido en esos oasis de paz y contemplación que fueron los monasterios religiosos, y del mundo material de guerras y conquistas, de los movimientos de las frágiles fronteras y de los dominios imperiales, en un mundo en perpetua contienda que intentaba encontrar su destino a través de la muerte del enemigo.

Mientras la utilidad de la comunicación oral tuvo que ver con la satisfacción de las necesidades primarias y con la relación con los animales, la lengua, en forma de canto, surgió de una necesidad más lúdica que utilitarista, y primó su efecto musical. Con posterioridad, cuando la necesidad la convirtió en un medio de comunicación compleja y tuvo que expresar conceptos abstractos -especula Quignard con la posibilidad de que la lengua se inventara para nombrar cosas que no existen-, precisó de una articulación más precisa y sacrificó su capacidad lúdica en aras de la funcionalidad; es muy posible que, en realidad, la primera palabra expresada derivara de una orden o de una interjección. 

Las teselas de ese mosaico en el que Quignard reproduce toda una época las constituyen  algunos de los personajes relacionados con la vida intelectual y pública de los siglos VIII y IX en la tierra de los francos, y se centra el Nithard y Hartnid -hijos de Angilberto (posteriormente, rechazado por Carlomagno, retirado de la vida pública y nombrado padre abad de la Abadía de Saint-Riquier, y que pasará a la posteridad cristiana como San Angilberto) y Berta, hija de Carlomagno, concebidos, según la leyenda, sin conocimiento ni consentimiento del emperador-, gemelos de carácter opuesto y vidas aisladas, destinados por nacimiento a habitar dos orbes separados de la infinidad de mundos posibles, y a hacerlos complementarios para conseguir, con su imposible unión, la creación del mundo moderno. 
"Hay una habitación oculta en la casa de las mujeres, donde duermen. Ningún hombre tiene derecho a entrar en ella. Allí es donde se renueva la sociedad de los francos. Las Madres, a las que también llaman las Fuentes, conservan celosamente su secreto. Ellas se lo comunican a las muchachas en su adolescencia, y a partir de ese día las muchachas dejan de ser muchachas, pasan y se vuelven mujeres."
Nithard permanece en la corte, en la que llegará a ser consejero real y abad laico de la Abadía de Saint-Riquier como su padre, y es encargado de diversas tareas diplomáticas y bélicas, en el transcurso de una de las cuales fallece víctima de un hachazo en la cabeza; Quignard, en un desafiante juego de espejos, asocia a su personaje el Hermano Lucius, un monje erudito cuya biografía es complementaria a la de Nithard. Y Hartnid, la némesis de su hermano, viajero y mercenario, alejado del poder familiar; también él posee un personaje complementario, Sar, la mujer desconocida cuyo rostro ha quedado impreso en su mente y que buscará a lo largo del mundo conocido, una adivina cassandresca que profetiza a tan largo plazo que cuando formula su vaticinio nadie se la cree y cuando se cumple lo que ha anunciado nadie recuerda su profecía.

Como integrante del séquito de Carlos el Calvo, Nithard asiste a la firma de los Serments de Strasbourg, que sellaron la alianza entre Carlos II el Calvo y Luis II el Germánico contra Lotario, su hermano mayor, los tres hijos de Luis el Piadoso y nietos de Carlomagno.
"Nithard, que era el más letrado entre ellos -que en todo caso fue el primero entre ellos ya que escribió por primera vez la lengua que ahora yo escribo, puesto que inventó esta lengua anotándola una tarde en el campamento levantado en la nieve sobre la orilla del Ill-, la recitaba con dificultad."
Es necesario tener en consideración la dificultad de datar el nacimiento de una lengua, aunque se conozca su origen y pueda reconstruirse el proceso por el cual una, la antecedente, se convierte en otra; asimismo, conviene no olvidar la razón por la que una representación simbólica deja de ser efectiva y es sustituida por otra, que traduce el mundo mediante un nuevo sistema de signos -primero verbales, solo después escritos- que significa una nueva concepción del mundo y estrena una nueva forma de relacionarse primero con él, después con los semejantes.

Más fácil es certificar el primer registro escrito -siempre que sea realmente el primero, no el más antiguo que existe sino el más antiguo que se ha encontrado; y que el registro esté fechado-. Este documento, redactado el latín, fue traducido al germánico, con el fin de que los soldados de Luis entendieran lo que juraban, y a la lengua romance que hablaban los francos, traducción destinada a las tropas de Carlos el Calvo ; el testimonio escrito del tratado, fechado el 14 de febrero de 842, es la primera huella de la lengua francesa escrita. Políticamente, ese tratado quizás también significó el origen de la idea de Europa.
"Gregorio tuvo como continuador a Fredegario, Eginardo tuvo como continuador a Nithard, tales fueron los cuatro primeros escritores que redactaron las maravillas que cuentan la historia de los francos. Pero es verdad que escribir no consiste en levantar la mano hacia el cielo. Escribir no consiste para nada en bendecir. Escribir es bajar la mano al suelo o a la piedra, o al plomo, o a la piel, o a la página, y es anotar el mal."
Sin embargo, una lengua no alcanza su estatuto unificado hasta que no es el vehículo del arte; este cambio de disposición también tiene, en el caso del francés, una fecha. Según la leyenda, un pájaro salió volando del cuello de la decapitada Eulalia, la mártir barcelonesa que no quemó en la pira a la que la había condenado Maximianus por hereje, igual que sale un niño del sexo de su madre, igual que salió el francés del latín. El primer poema escrito en esa lengua está compuesto por veintinueve versos que recrean ese milagro y que empieza con el decasílabo "Buona pulcella fut Eulalia"; el 12 de febrero de 881, el último verso del poema, "in figure de colomb volat al ciel", echó a volar la nueva lengua como instrumento de expresión artística.

Al final de su vida, presto a morir, Hartnid echa en falta a dos personas: a su hermano Nirthad, caído en batalla treinta y tres años antes, y a Sar, la chamana que amó, allá en su juventud; y sufre, perseguido por los fantasmas de sus contemporáneos muertos, que le reprochan su inacción.

¿Por qué gran parte de los actos más heroicos se realizan en la proximidad de la muerte? Porque ya nada importa; porque es más importante la heroicidad que la vida; porque ese acto será más recordado si es el último; porque la medida de la heroicidad es mayor si cuesta la vida; porque después del hecho heroico ya solo cabe la desaparición.
"Caminamos hacia los gritos que se oyeron en el vientre negro de las madres hasta el día en que empezamos a ponernos de pie y a titubear en dirección a lo que interpretamos como tiernas sonrisas, a lo que descubrimos como bellos rostros de labios pintados que se volvían como señuelos debajo de grandes cabelleras huecas, encima de grandes vestidos huecos, como letras extrañas, mágicas, que embrujan."
Quignard obliga al lector a replantearse el concepto de ficción y, sobre todo, el de narratividad, al mismo tiempo que le exige la atención plena de aquellas tareas que no permiten ninguna distracción. La recompensa es incalculable.

Calificación: Hors catégorie

Anexo I
Genealogía de los gemelos Nithard y Hartnid
(Fuente: Wikipédia: https://fr.wikipedia.org/wiki/Nithard)

Charlemagne
Hildegarde de Vintzgau
Angilbert
Berthe
Louis le Pieux
Hartnid
Nithard
Lothaire
Louis II de Germanie
Charles II le Chauve


Anexo II
Les Serments de Strasbourg
(Fuente: Wikipédia: https://fr.wikipedia.org/wiki/Serments_de_Strasbourg)
El texto pronunciado por Luis el Germánico fue:
«Pro Deo amur et pro christian poblo et nostro commun salvament, d'ist di en avant, in quant Deus savir et podir me dunat, si salvarai eo cist meon fradre Karlo et in aiudha et in cadhuna cosa, si cum om per dreit son fradra salvar dift, in o quid il mi altresi fazet, et ab Ludher nul plaid nunquam prindrai, qui meon vol cist meon fradre Karle in damno sit.»
Y este el juramento de las tropas de Carlos el Calvo:
«Si Lodhuvigs sagrament, que son fradre Karlo iurat, conservat, et Karlus meos sendra de suo part non lostanit, si io returnar non l'int pois : ne io ne neuls, cui eo returnar int pois, in nulla aiudha contra Lodhuvig nun li iv er.» 
Anexo III
Séquence de sainte Eulalie
(Fuente: Wikipédia: https://fr.wikipedia.org/wiki/Séquence_de_sainte_Eulalie)


Buona pulcella fut Eulalia.
Bel auret corps bellezour anima.
Voldrent la ueintre li d[õ] inimi.
Voldrent la faire diaule servir
Elle nont eskoltet les mals conselliers.
Quelle d[õ] raneiet chi maent sus en ciel.
Ne por or ned argent ne paramenz.
Por manatce regiel ne preiement,
Niule cose non la pouret omq[ue] pleier.
La polle sempre n[on] amast lo d[õ] menestier.
E por[ ]o fut p[re]sentede maximiien.
Chi rex eret a cels dis soure pagiens.
Il[ ]li enortet dont lei nonq[ue] chielt.
Qued elle fuiet lo nom xr[ist]iien.
Ellent adunet lo suon element
Melz sostendreiet les empedementz.
Quelle p[er]desse sa uirginitet.
Por[ ]os suret morte a grand honestet.
Enz enl fou la getterent com arde tost.
Elle colpes n[on] auret por[ ]o nos coist.
A[ ]czo nos uoldret concreidre li rex pagiens.
Ad une spede li roueret tolir lo chief.
La domnizelle celle kose n[on] contredist.
Volt lo seule lazsier si ruouet krist.
In figure de colomb uolat a ciel.
Tuit oram que por[ ]nos degnet preier.
Qued auuisset de nos Xr[istu]s mercit
Post la mort & a[ ]lui nos laist uenir.
Par souue clementia.

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21 de enero de 2019

El Origen de los Brunistas

El Origen de los Brunistas. Robert Coover. Editorial Pálido Fuego, 2019
Traducción de José Luis Amores
El Origen de los Brunistas (The Origin of Brunists, 1966) es la primera novela publicada por Robert Coover y fue merecedora del Premio de la Fundación William Faulkner a la mejor primera novela.

El relato, cuya publicación de enmarca cronológicamente en plena década de los años 60 del siglo pasado, una época que vive el renacimiento de las sectas milenaristas y de las creencias sincretistas que dieron lugar a los movimientos  socio-religiosos agrupados bajo la denominación de New Age, se localiza en un poblado minero del medio oeste norteamericano en el que la mayoría de la población, religiosamente muy activa, depende económicamente de una explotación de carbón; y se centra en Giovanni Bruno -cuyo similitud onomástica con Giordano Bruno no es casual y sí, en cambio, una muestra de la fina ironía del autor-, un minero ocasional que, debido a su aislamiento personal y al nulo ascendiente que goza por parte de sus colegas, suele ser la diana de las burlas de sus compañeros, de sus bromas de machotes y de sus novatadas en la mina, un paisaje desolador de individuos palurdos, incultos y bestias pero, eso sí, o tal vez por eso, profundamente religiosos.


Una explosión en una galería provoca un derrumbamiento en el que sucumben, tras un largo aislamiento, casi un centenar de mineros. Sus familias, atónitas, asisten a los intentos de rescate con las esperanzas puestas en la ayuda de Dios y en la hipotética solidaridad de los accidentados.

"Las malas noticias vuelan como cuervos. Viajan por la radio, por teléfono, de boca en boca. Cubren y atraviesan las oscurecidas calles del pueblo. Revolotean, aletean, corren más que vuelan. Hace un frío propio de noche de enero pero nadie lo nota. Salen a la calle desabrigados para preguntar, para responder, para confirmar rumores. Las mujeres chillan y los vecinos se abaten sobre ellas, las meten a la fuerza en casas de tejas de madera entre temblores solícitos. Han muerto trescientos. Se han salvado todos. Dios socorrerá a los buenos. Todos los buenos han muerto. Aletean. Alteran. Los teléfonos se colapsan. ¡Por favor, dejen libre la línea! ¡Es una emergencia! La gente corre desguarnecida bajo las enredadas ramas de los adustos olmos, para confirmar su presencia. Nadie está solo. Las luces crean pliegues iluminados, las puertas se abren de golpe. Las radios inundan salas de estar y cocinas, se filtran en calles ajetreadas, guían coches. Un policía intenta hacerlos retroceder, pero ahora avanzan en una doble columna y no hay manera de volver. Todo se detiene. En todo coche se oye la misma música impasible, las llamadas insistentes, pero aún no se sabe nada. Se bajan ventanillas y los cuervos vuelven a revolotear."
La situación de emergencia hace aflorar lo mejor y lo peor de cada individuo; y esta regla rige tanto para los mineros que han sobrevivido a la explosión pero, encerrados por el derrumbamiento, buscan una salida de la mina, auxiliados por la esperanza de salvación y confortados por una fe esencial y primitiva pero eficaz, como para la gente de fuera, los parientes de los accidentados, los servicios de emergencia, las autoridades y los simples curiosos atraídos por la morbosidad excitante del hecho insólito.

La religiosidad básica y elemental, apoyada en la experiencia personal y en la ilusión de sostener una comunicación directa con un Dios con atribuciones taumatúrgicas, hace derivar la creencia hacia el  seguimiento incuestionado de una revelación de índole personal a un individuo que combina a la perfección, como en todos los casos similares, las escasas luces y una desmedida ambición personal. En ese contexto mental, no es extraño que aparezca una interpretación religiosa del desastre: o bien es debido a un castigo divino por el tipo de vida, alejada de la religión, de los habitantes del lugar; o bien una prueba definitiva de la fe en sus designios que separará definitivamente a los fieles de los infieles. Cualquiera de ambas interpretaciones -o incluso de forma simultánea- parecen entrar en consideración teniendo en cuenta la resolución del accidente: todos los compañeros del grupo en el que figuraba Bruno, después de algunas escenas que muestran la solidaridad de los accidentados leves con respecto a los más afectados por la explosión, solidaridad en la que, por cierto, no participa Bruno en ningún momento, han fallecido por envenenamiento de monóxido de carbono, mientras que él, milagrosamente -así parece indicarlo la visión de un Pájaro Blanco en la oscuridad de la mina- sale con vida.

Los hechos sucedidos pasan a un segundo plano cuando hay una buena historia que contar: el avispado director del periódico local -uno de los protagonistas principales de la novela- ve la posibilidad de una buena historia y toma cartas en el asunto. Este principio sobre el que se sustenta la prensa amarilla sirve también para la religión: no importan tanto los hechos como su interpretación, y el que consiga imponer la suya obtendrá toda suerte de beneficios, en particular el más preciado para ambos: la audiencia para una, la feligresía para la otra. 

La cuestión que subyace, en el plano más teórico, al fenómeno religioso versa acerca de los que son los cuatro puntos de apoyo que soportan la implantación de una creencia religiosa: la apelación a una profecía anterior a su propia existencia que pueda ser interpretada como vaticinio de su advenimiento; un hecho notorio de índole abstracta; una buena campaña de comunicación; y, en especial, un grupo relativamente numeroso de imbéciles.
"Además, para Ralph Himebaugh, el Uno, si su universo de partícula vociferantes podía describiese así, era la mancha de la muerte en su inconsciente expansión -el vacío no era hermoso sino negro- y Eleanor, la mistagoga, había proporcionado a Ralph, el querido discípulo, una nueva clase de fe: si esa mancha, lo que ella llamaba "densidad" u la "fuerza de oscuridad", era en efecto inconsciente y aleatoria, ¿cómo explicarse el sistema matemático que él mismo empleaba? Si todo era azaroso, ¿de dónde vencía el orden, por muy tenue que pudiera parecer? Si todo era irracional, ¿cómo explicar la razón? Como el día, ella cubría y penetraba la noche de él. ¿Es que no veía que debía haber una fuerza afirmativa, disciplinante, un ascendiente, en el universo? ¿Que si había oscuridad y densidad, también debía haber luz?"
Toda nueva creencia -u orientación, o escisión de una ya existente- se sustenta en el fenómeno del desplazamiento de la creencia. La religión no es un fenómeno aislado: cada nuevo dogma no se implanta en una tabula rasa, necesita un terreno abonado por, a nivel social, una antigua doctrina que haya ido perdiendo vigencia -un hecho excepcional puede actuar como catalizador aunque, en su origen, no parezcan relacionados de forma directa- y, en el plano personal, por una personalidad dependiente dispuesta a ser captada, una especie de predisposición psíquica para ser seducido; en ambos casos, el nuevo credo viene a rellenar un hueco más o menos reconocido, con lo que su implantación es tan rápida como incuestionable. En este aspecto, tanto la fe simple y elemental de toda la comunidad de West Condon en esa versión restringida del cristianismo puritano como la más compleja de la señora Norton en la entidad que denomina Domiron -y que, a pesar de derivar del cristianismo cumple la función de dios personal característica del evangelismo, e incluso la comunicación directa, aunque codificada, con su acólita- actúan como desencadenante de la aparición de un nuevo profeta.
"Eleanor [Norton] y Wylie volvieron a casa de los funerales del martes deprimidos y, por parte de ella, confusa. Tantas muertes a la vez, los mensajes irregulares y paradójicos que estaba recibiendo, el tiempo inclemente: Eleanor estaba asustada, se sentía débil y mareada ante el desafío, pero no podía resistir la emoción. El día anterior había intentado visitar al señor Bruno, el minero rescatado, pero le informaron que no había despertado del coma. Volvería a intentarlo al día siguiente, si acaso seguía vivo. Y ella estaba segura de que viviría. En aquel momento aún entendía bastante poco, pero estaba convencida de que Giovanni Bruno formaba parte de algún modo de todo ello."
Coover sabe que el mensaje -siempre que lo haya, circunstancia que no es tan frecuente como podría parecer- no es lo más importante; ni siquiera lo es el profeta -"un niño acosado convertido en psicópata adulto egocéntrico, oculto ahora, tras aquella repentina salpicadura de gloria; una pérdida de tiempo", en palabras de Miller, el editor del periódico local-, sino la audiencia. 
"El juego era lo que mantenía a Miller en marcha. Eso, y el apaciguamiento de mente y órganos. Miller percibía la existencia como una vaga concatenación de instantes separados y básicamente intrascendentes, cada uno coloreado por las acciones que le precedían, pero cada uno imbuido de una mínima libertad de maniobra propia. La vida era, pues, una serie de ajustes a tales acciones y, si uno mantenía sentido del humor y daba pie a tantas de dichas acciones como fuera posible, el ajuste era más fácil."
Y por esa razón, los papeles principales de la revangelización corren a cargo de la inspirada señora Norton, que representa los antecedentes y el efecto de la nueva profecía a nivel personal, y del señor Miller, que tiene a su cargo los aspectos subsecuentes y la publicidad de la nueva fe, unido, en su caso, con una poco espiritual admiración por la hermana del profeta, y tan atento a las noticias como a las vecinas disponibles.
"Miller, aunque no la había visto antes del desastre, la conocía: era el desconcertante epílogo a su época de erotismo estudiantil en el pueblo, de su fatuo gusto posterior por florecillas sin seso que se deterioraban al primer envite. Pese al tacto embriagador de sus tersos cuerpos adolescentes y al fragante calor de los sudorosos escarceos preliminares, la conquista acababa siempre en apatía; al final, cedían por falta de imaginación. Zafarse era penoso, pero rara vez difícil: curiosamente, eran ellas mismas las que por lo general le conducían a la siguiente. Se casaban por la razón por la que cedían, y cuando el consabido veneno de la progenie les amargaba la vida, no quedaba nada; unos pocos movimientos e instintos infantiles a los que se aferraban con aire ausente."
La estructura de la novela, coral en los personajes y tangencial en cuanto a la trama, contiene tres  capítulos centrales: las citas con el apocalipsis anunciado, aunque de forma harto imprecisa, por Bruno. En el primero de ellos, avanzado por el predicador fallecido en la mina -aunque de forma poco concreta, pero la predisposición de los fieles es incondicional-, el incumplimiento de la profecía no hace mella en la fe de los promotores -la fe es ciega y no entiende ni puede soportar decepciones-, y el rechazo del predicador que sustituyó al accidentado es interpretado como un ataque de envidia. Seguramente, se intentó precisar lo imprecisable, dirán los fieles, derrengados por la tensa espera del fin que no llegó, así que lo que hay que hacer es reformular la profecía de forma más oscura, si cabe, que la expresión inicial: ese papel es ya competencia directa de Bruno, que de este modo adquiere el papel de vate oficial, heredado directamente del predicador fallecido a través de la visión compartida del Pájaro Blanco.

Una vez fijada la nueva fecha para la manifestación, West Condon queda sumido en un somnoliento impasse en el que cada ciudadano aprovecha para ponerse al corriente en sus relaciones con sus prójimos y con Dios -cada cual con el suyo-. Esa otra reunión tiene lugar en el domicilio de Bruno, aún convaleciente, en la que se espera recibir, por fin, la buena nueva, después del fiasco de la primera, pero ahora convocada por una visión, igual de imprecisa que la anterior, del propio Bruno. Al igual que se modifica la fecha y la forma del mensaje, la incipiente creencia va también transformándose: es imprescindible que se vaya adaptando a los requerimientos sociales y, dado el nulo papel participativo en el negocio del causante de la revelación, de los personajes que llevan las riendas; el Dios cristiano se aleja del foco principal -el cristianismo oficial es muy celoso de su sistema de creencias y, además, tiene la jerarquía completa- y va tomando su lugar un espiritismo de baja intensidad con cierto matiz sincrético.
"-Justicia y salvación, la supuesta Segunda Venida, la enormemente recargada parábola de la Cruz, ángeles y demonios y pecado... ¡pecado! ¡Cielo santo! Al final, señor Miller, todos somos emanaciones del alma del mundo, ¿verdad? En última instancia todos participamos, guste o no, de lo que comúnmente se denomina lo divino, y el único pecado concebible en tal caso es la ignorancia obstinada de nuestra verdadera condición. ¿No es así?"
Pero el verdadero protagonista de la nueva religión, el desencadenante que dará nombre a la secta, tiene muy poco papel en la novela; Coover va desgranando la historia a través de los personajes responsables de su expansión; con ello, refuerza la idea de que el verdadero responsable es el entorno, mientras que Bruno es únicamente la excusa, el instrumento utilizado por aquellos para conseguir los fines deseados.
"La señora Norton volvió, buscó explicación escrita de Domiron, pero terminó por rendirse ante la escasa atención del público. Himebaugh se encogió en un rincón y miró a Bruno. Miller le daba vueltas al supuesto mensaje con que este había insuflado tal dramatismo en la reunión. La tumba es su mensaje. Sin sentido, y sin embargo cargado de implicaciones. Tumba podía interpretarse como seno, la palabra del poema de Bruno que Bonali había logrado recordar. Aunque, ¿tenía Bruno de veras en mente la nota de muerte de Ely Collins, como todos parecían asumir? Miller dudaba que el tipo entendiese siquiera que tal nota existía, se preguntaba incluso si comprendía el mero hecho de la muerte de Collins. Entonces, ¿adónde quería llegar? Si el tipo estaba en sus cabales, podía haber respondido a la pregunta de la noche, ¿qué significaba la venida de la luz?, con la palabra: Muerte; o: la resurrección de Cristo. Pero, ¿estaba de veras Giovanni Bruno en sus cabales? Francamente, Miller pensaba que no, no por lo que había visto hasta el momento. No, la explicación más plausible era que le habría oído algo en esa vena a la señora Norton, o a los demás presentes aquella noche, y había pergeñado su propia paráfrasis abreviada. Miller decidió echar una ojeada a los cuadernos de la señora Norton en cuanto fuera posible."
A pesar de que ninguno de los asistentes tiene una idea muy clara de la naturaleza del hecho que se espera, la expectación es máxima, y esa ilusión hace que cualquier suceso, por más trivial que sea, pueda ser interpretado como manifestación. Esto es exactamente lo que acaba sucediendo, aunque nada es tan concluyente como para zanjar de forma definitiva el asunto del mensaje, dejando de nuevo abiertas las posibilidades de interpretación, una opción que permite la posterior ampliación y seguimiento. La poca o nula precisión es favorable a la exégesis, y todas las creencias se apoyan en ella para ampliar la base de la fe y el número de adeptos. Esa época de incubación permite, por ejemplo, que el mensaje vaya calando y, en una comunidad reducida como la de West Condon, adquiera el carácter de asunto público y se extienda con muy poca oposición.
"¿Qué importa que se haya decretado discreción? El Espíritu se manifiesta mediante señales. Pues, de lo contrario, ¿cómo explicar las malvarrosas arrancadas de la viuda Wilson, el excremento en su porche, la firma de la "Mano Negra"? ¿O el robo del columpio del porche de la señora Lawson, la rata muerta dejada en el alféizar de su ventana? ¿La inexplicable muerte del perdiguero del señor Hall? Hemorragia interna, según el diagnóstico del doctor Norton, el veterinario local. ¿O cómo interpretar el cuchicheo feroz entre las viejas en la iglesia de St. Stephen? "Fatti dil diavolo!" ¿O el regreso de los chistes sobre San Pedro -Saint Píter, patrón de los pitos- en bares y a la salida de la iglesia los domingos? ¿O las paridas de los críos en los vestuarios del instituto? "¡Dios santo! ¿El fin del mundo ya y yo todavía casi virgen!" ¿Cómo si no entender las llamadas anónimas recibidas en casa del minero Bruno, la aparición en el diario local de historias raras sobre augures y magos medievales, las exaltadas prédicas contra la herejía lanzadas desde el púlpito de la Iglesia del Nazareno?"
La calidad del mensaje, a menudo, no es garantía suficiente de éxito, una situación que, en este caso, se ve agravada por la poca precisión conceptual y lo difuso del objetivo; además, la insuficiente credibilidad de algunos de los promotores y la indecisión del director del periódico, abrumado por asuntos colaterales al nuevo culto, llevan la Revelación a un punto muerto. Hace falta un nuevo catalizador, a poder ser que actúe desde campos ajenos a la creencia y que sea resultado de la combinación de diversos elementos: una nueva cita, la tercera, esta vez la definitiva, a la que se pueda conferir un poder de convocatoria ineludible; la aparición de un enemigo reconocible que refuerce la homogeneidad del grupo; y una traición, un Judas bíblico cuya maldad sea la prueba definitiva de la verdad de la revelación.
"Advirtió que su mente también se había preparado sutilmente para un final al día siguiente: el lunes había sido y era aún una fantasía. Los proyectos siempre tenían eso. Conformaban algo que parecía sólido y real, algo en lo que centrarse, pero siempre ocultaban esa espesa maraña de ambigüedades sin fin que eran lo único auténtico de este mundo."
La última y definitiva cita desata una espiral de acontecimientos inesperados, las diferencias se convierten en enemistades y la locura colectiva se adueña de las distintas facciones, maximizando los desacuerdos y saldando rencillas olvidadas: el apocalipsis -la revelación no ha revelado nada- no ha sido como esperaban los Brunistas -aunque Giovanni ha completado su propia serie de "Las Últimas Siete Palabras"- pero sí que ha acabado con la paz ciudadana. 
"En junio, los Nazarenos Reformados Seguidores de Giovanni Bruno de todo el mundo volvieron a esperar la Venida de La Luz. Era domingo, día siete, siete domingos despues del diecinueve de abril, pero esperaron hasta medianoche porque el día siguiente era ocho, y la ma de Elaine aún no había apartado esa idea del todo. Fue un acontecimiento extraordinario -aunque, según resultó, de nuevo un tanto simbólico-, hubo enormes concentraciones en todas partes, todas ellas cubiertas por televisiones, prensa y radio de todo el mundo: como si esa noche no hubiera ocurrido literalmente otra cosa en el mundo. De hecho, Elaine se sintió rara al leer los periódicos del día siguiente y descubrir que de hecho habían ocurrido muchas otras cosas. Y cosa rara: pese a lo emocionante que fue la reunión de su grupo y la importancia que ella tuvo en la misma, no dejó de sentirse toda la noche como si prefiriera verlo por la tele, como si fuera ahí donde aquello estaba sucediendo en realidad."
Una serie de Venidas, acabadas todas en fiasco, no solo no minan la solidez del grupo, sino que confirman su idea de seguir por el camino correcto: cada fracaso es visto como una victoria de su fe, cada nueva convocatoria significa una oportunidad para publicitar el mensaje y ampliar la comunidad de adeptos, y cada decepción supone una prueba superada que refuerza al colectivo.
"Todos se pusieron en pie y aplaudieron y vitorearon y lloraron y dijeron que tenía que dar ese discurso por televisión, pues seguro que nadie podría resistirse, y luego el obispo Clegg les condujo en ferviente rezo. Se habían puesto el nombre de Nazarenos Reformados Seguidores de Giovanni Bruno, pero esa noche decidieron volver al que el señor Miller les había puesto: los Brunistas."
Coover no sigue una narración lineal y cronológica sino que compone tantas líneas narrativas como escenarios -y, como consecuencia, personajes o grupos de personajes: no existen apenas escenas individuales (excepto los encuentros amorosos), todas las situaciones se exponen y se resuelven, narrativamente, en forma coral, extremo que refuerza la verosimilitud de unas situaciones insólitas- y tantas intervenciones como sean necesarias para enmarcar cada uno de los hechos en la acción central mediante la disolución de la trama principal en una serie de narraciones-satélite que la definen como unidad. Esa fragmentación, o, mejor dicho, esa multiplicidad de voces y de escenarios, hacen de El Origen de los Brunistas un mecanismo narrativo de altísima efectividad; Robert Coover escribió con posterioridad excelentes novelas, pero es indudable que esta es una de las mejores.

Calificación: *****/*****

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14 de enero de 2019

Bas-Lag

Bas-Lag es el territorio ficticio en el que transcurren tres novelas del escritor británico China Miéville, cuyo conjunto, debido a esa ubicación, recibe el nombre de Trilogía de Bas-Lag. Se trata de un territorio con acento mítico compuesto, en su parte conocida, por lo que parecen dos grandes continentes, Rohagi y Bered Kay Nev, separados por el Océano Hinchado, y un número considerable de islas. Su población está compuesta por multitud de especies -de las cuales la los humanos es la más numerosa- con gran variedad fisiológica, lenguajes particulares, características físicas propias y diversidad de inteligencias; la interacción entre la mayoría de ellas es muy común, y los beneficios de esas relaciones acostumbran a ser mutuos.

Los hechos narrados en la Trilogía ocurren en un tiempo propio, precedidos por una serie de episódicos históricos -guerras, migraciones, cataclismos- narrados en medio de las tramas principales como aclaraciones a hechos insólitos o como ampliaciones de sucesos inesperados; ese tiempo propio parece haber alcanzado un elevado nivel científico aunque no ha ido acompañado de su correspondencia técnica; por ejemplo, un científico está investigando acerca de la Teoría del Campo Unificado -a nivel Bas-Lag, por supuesto- pero, en cambio, las armas convencionales son arcos, flechas y pistolas de pedernal. Este aparente anacronismo, junto con otros detalles que se van desgranando a lo largo de las novelas, configuran un entorno retrofuturista y steampunk -al igual que en otras novelas del autor- que es una de sus características básicas. La otra, en el caso de las aglomeraciones urbanas, la atmósfera de pesadilla, el ambiente perturbado, enfermizo, no tanto posapocalíptico como degenerado, tras siglos de abandono, de gobiernos brutalmente corruptos, de asimilación de especies, inteligentes o no, que han ido dejando la huella de su envilecimiento y sumando anarquía al desorden y desechos a los residuos.

La Estación de Calle Perdido. Trilogía Bas-Lag I 


La Estación de la Calle Perdido. Bas-Lag I. China Miéville.  Ediciones B, 2017
Traducción de Carlos Lacasa Martín y Manuel Mata Álvarez-Santullano
La Estación de la Calle Perdido (Perdido Street Station, 2000) es la novela que inaugura la Trilogía, que sirve de introducción al mundo de Bas-Lag y que ubica al lector en ese universo  imaginario lleno de referencias desconocidas.

Isaac, un científico independiente y poco afortunado en sus investigaciones debido a su dispersión, y Lina, una khepis -una especie de insecto humanoide, o de ser humano insectoide- artífice de un arte peculiar, son una pareja que habitan en Nueva Crobuzón, una metrópoli-estado poblada por las más diversas formas de vida y regida por un gobierno municipal corrupto resultante del sistema alternante de partidos en el poder con programas idénticos, cuestionado por pequeñas bolsas de resistencia desconexas y desorganizadas e incapaces de hacer frente a las facciones dominantes, cuyo centro neurálgico y de comunicaciones es la Estación de Calle Perdido que da nombre a la novela.

"Las nubes se enroscaban en el malsano microclima de la ciudad. Parecía como si todo el tiempo de Nueva Crobuzon lo formara un inmenso huracán reptante centrado en el corazón de la urbe, en el colosal edificio mestizo que se alzaba en el núcleo de la zona comercial conocida como el Cuervo, coágulo de kilómetros de línea férrea y años de violaciones arquitectónicas: la estación de la calle Perdido."
Lina es contratada por Motley, una entidad híbrida que le asegura el trabajo y una retribución consistente, para que esculpa su imagen. Isaac, por su parte, es requerido por Yagharek, un garuda -un ser humanoide alado- mutilado a fin de que recupere sus alas perdidas que le permitan volver a volar; en su investigación emplea a un extraño ser que, después de una desconocida metamorfosis, se convierte en un depredador con la capacidad, en compañía de algunos congéneres que se encarga de liberar, de aterrorizar a la ciudad; sin embargo, y a pesar del peligro que se cierne sobre Nueva Crobuzon, parece que el origen de estos seres es un proyecto del gobierno, desechado por impracticable y vendido a un mafioso que no supo mantenerlo en secreto. Pero su poderío físico no es el atributo más peligroso:
"Las polillas asesinas no viven por completo en nuestro plano. Sus necesidades nutricionales se satisfacen con sustancias que no podemos medir [...]. Extraen los sueños de sus alas, inundan la mente, rompen los diques que retienen los pensamientos ocultos, los pensamientos culpables, las ansiedades, las delicias, los sueños... Y, entonces, cuando la mente está sabrosa y jugosa... la secan. El subconsciente es su néctar [...]. Beben el peculiar preparado resultante del pensamiento reflexivo, cuando los instintos y las necesidades y los deseos y las intuiciones se pliegan sobre sí mismos y reflexionamos sobre nuestros propios pensamientos, y después reflexionamos sobre el reflejo, en un ciclo sin fin [...]. Nuestros pensamientos fermentan como el más puro licor. Eso es lo que beben las polillas, Isaac. No la carne fofa y rezumante en la sartén que es el seso, sino el delicado vino de la sapiencia y la inteligencia mismas, el subconsciente. Sueños."
La liberación de las polillas da lugar a dos grupos de caza, cada uno con intenciones divergentes: el oficial, de los gobernantes, que quieren atraerlas y domesticarlas para que sirvan a sus propósitos de poder; y el de los ciudadanos, que quieren acabar con ellas para liberar sus sueños; para estas empresas, cada grupo cuenta con el auxilio de otras especies con las que comparten sus intenciones respectivas. Del éxito de una alternativa sobre la otra dependerá el futuro de Nueva Crobuzon.  

La Cicatriz. Trilogía Bas-Lag II 



La Cicatriz. Bas-Lag II. China Miéville.  Ediciones B, 2017
Traducción de Manual Mata Álvarez-Santullano
Seis meses después de los hechos narrados en La Estación de la Calle Perdido -año 1779 en la cronología Bas-Lag-, la acción de La Cicatriz (The Scar, 2002) se traslada al Océano Hinchado, el gran mar que separa los continentes de Rohagi y Bered Kai Nev. 

Bellis Gelvino, lingüista y ex-amante de Isaac, el protagonista de la primera entrega, huye de Nueva Crobuzon con la intención de atravesar el océano e instalarse en la colonia de Nova Esperium, en Bered Kai Nev, ya que se siente vigilada por la milicia capitalina por su antigua relación con aquel; para pagar su pasaje, se ofrece como intérprete con los jaiba del Salkrikalter, una escala que debe efectuar la nave que la transporta, en una ciudad parcialmente sumergida -la residencia de los jaiba- con zonas adyacentes sobre el nivel del mar en las que residen las especies aeróbicas. Pero dicho viaje sufre el ataque y secuestro por parte de una cuadrilla de piratas, que llevan a los pasajeros a Armada, una ciudad flotante edificada sobre los restos de naves capturadas regida por medio de una sociedad igualitaria y, a diferencia de Nueva Crobuzon, sin discriminación racial.
"Edificios con encajes de huesos, colores que iban desde el gris y el óxido a los extravagantes brillos de la heráldica: una ciudad de formas esotéricas. Su híbrida multiplicidad era severa y estaba privada de todo encanto y copulaba con la decadencia y las imágenes icónicas pintadas en muros y paredes. La arquitectura se agachaba y se elevaba y volvía a agacharse de nuevo contra el agua, vagamente amenazadora."
El contacto de Bellis con un tenebroso personaje originario también de Nueva Crobuzon, la pone en guardia acerca de un peligro temible al que está expuesta la capital: la invasión e inevitable sometimiento a una especie imbatible; Bellis se muestra dispuesta, a pesar de su resentimiento hacia la ciudad, a filtrar cierta documentación camino de Nueva Crobuzon con el fin de alertarla.

Pero Armada, que parece en camino hacia una meta incógnita, empieza a sufrir algunas disensiones entre sus familias dominantes; en concreto, con respecto a su mayor desafío: la locomoción a través del océano. Cuando, por deseo -negocios y comercio- o por necesidad -huir de un enemigo al que acaba de esquilmar-, necesita moverse con cierta rapidez, su estructura le impide hacerlo a una velocidad razonable. La solución parece ser la captura de un avanc, un monstruo marino de tamaño gigantesco, y Bellis ha encontrado, en la biblioteca de Armada, un viejo volumen con indicaciones para llegar a una isla mítica en la que se puede hallar información de primera mano, pero que también puede ser útil para su intención de evasión, ya que la expedición cuenta con ella por su cualificación como lingüista.

Pero, en realidad, el objetivo -y, de ahí, la necesidad del avanc- de algunas facciones de Armada es alcanzar La Cicatriz, una fractura dimensional en la superficie de Bas-Lag que crearon los espectrocéfalos, seres procedentes de otro plano de la existencia tres mil años antes de la época en que suceden los hechos narrados en la trilogía, para acceder al mundo, a través de la cual se filtra la totalidad de posibilidades existenciales; su dominio permite la manipulación de todo el abanico de posibilidades -las materializadas y las no materializadas- para usarlas en provecho propio.
"-El desgarro que provocaron permitió que las vetas de posibilidad fueran aprovechadas. Esa herida [...], esa Cicatriz, dejada por los espectrocéfalos... allí es donde están las vetas. Si las historias son ciertas, se encuentra al otro lado del mundo, al fin del océano Vacío. Ningún barco ha cruzado jamás ese mar. Allí las aguas... militan contra los barcos. ¿Y quién querría ir allí? Si existe, se encuentra a miles de kilómetros de distancia. Y hay historias sobre lo que vive en la Tierra Fracturada: cosas terribles, una ecología aterradora. Luzhondos, Sabuesos del Terror. Mariposas de impíos apetitos. Aunque pudiéramos hacerlo [...] yo no intentaría llegar a la Tierra Fracturada."
La intención secreta de la jerarquía de Armada, a la que Bellis accede casualmente, es atravesar un océano imposible y acceder a La Cicatriz "para extraer las posibilidades en lo que quede de la gran... laceración cósmica" a fin de aprovechar en su propio beneficio, mediante la técnica llamada minería de posibilidades, el conjunto de contingencias  descartadas por los espectrocéfalos en su invasión. 

El Consejo de Hierro. Trilogía Bas-Lag III


El Consejo de Hierro. Bas-Lag III. China Miéville. PRH, 2018
Traducción de 
Manual Mata Álvarez-Santullano
En el año 1805 de la cronología Bas-Lag -veinticinco años después de los hechos narrados en La Cicatriz-, El Consejo de Hierro (Iron Council, 2004) sigue el periplo de la expedición a través del continente en busca de un mítico tren y relata su regreso, no exento de dificultades, a una Nueva Crobuzon en plena crisis política y de ciudadanía.

Como en toda la serie, la magia, la taumaturgia, adquiere un papel fundamental, así como las diversas opciones, bélicas en este caso, que facilitan las diferentes especies que habitan Bas-Lag. Uno de los elementos fundamentales de la trama, que tendrá en sus manos la resolución final del conflicto, es Judah, un especialista en la construcción de gólems con un pasado turbulento siempre al margen de la ley, que se incorpora a la expedición porque conoce dónde encontrar al Consejo de Hierro, apenas un mito perdido en el pasado, "algo que tenían que salvar, algo que les salvaría algún día", y que incorpora a los supervivientes de los lugares por los que pasa, que se suman a la expedición aportando sus conocimientos para atravesar los páramos y las selvas; y cuyo origen real es la huelga y el boicot de los trabajadores que tienden la vía férrea que debe comunicar la capital con las tierras del sur;
"No vamos a dejar lo que tenemos, dice Ann-Hari. Las piernas del gólem de Judah tiemblan. No vamos a dejar nada. Nuestra sangre y nuestros músculos. Todos los muertos. Cada martillazo, la piedra, hasta el último bocado que comemos. Cada bala de cada arma. Cada latigazo. El mar que hemos llenado con nuestro sudor. Cada pedazo de carbón de las calderas de los rehechos y de la caldera del motor, cada gota de semen entre mis piernas y las piernas de mis hermanas, todo ello, todo ello está en ese tren. Señala la oscuridad del túnel, donde el trabajo sigue adelante. Todo ello. Hemos cambiado la historia. Hemos hecho historia. Hemos forjado historia en hierro y el tren la ha excretado detrás de sí. Ahora la hemos arado y roturado. Vamos a seguir, y nos llevaremos nuestra historia con nosotros, rehecho. Es nuestra única riqueza, lo es todo, es todo cuanto poseemos. Nos lo vamos a llevar. Los huelguistas del Consejo de Hierro la respaldan"; 
una partida que holla terreno desconocido cuyas únicas referencias son viejas historias y mitos telúricos, y que sigue el camino de destrucción que ha ido dejando la milicia de Nueva Crobuzon, que arrasa en su avance con toda forma de vida que se cruza en su camino.

El Consejo de Hierro queda, pues, configurado por la unión de los trabajadores, de los sindicatos y de la mayoría de razas inteligentes, asociados para defender sus intereses proletarios frente al Capital, la compañía ferroviaria; su intervención convierte el ferrocarril en una tarea autogestionada. Pero el poder no puede permitirlo, y ante la persecución implacable, se ven obligados a internarse en regiones desconocidas donde, después de no pocas vicisitudes, consiguen crear una Arcadia próspera, aislada del tiempo y del espacio, a salvo de la maldad gubernamental, siempre en movimiento, convertidos en una verdadera comunidad.
"-El tren es nuestra fuerza. Debemos mantenerlo fuerte.- No podrían haber dejado que se detuviera. Habría sido una traición. Sabían (siempre lo supieron) que ni siquiera cuando encontraran en lugar en el que podrían descansar, el lugar donde las tierra les proveería de sustento, dejarían que el tren se detuviera. De una manera profana, lo idolatraban. Lo transformaron, lo volvieron monstruoso, mantuvieron sus motores afinados, capaces de extraer potencia que cualquier cosa que pudiera arder. Habían construido una vida. Años, Levantando estructuras a medida que las necesitaba. Su pueblo había crecido. Nómadas y aventureros perdidos de todas las razas acudieron para unirse a la renegópolis. Al Consejo de Hierro."
 Sin embargo, Nueva Crobuzon, envuelta en una guerra con la ciudad de Tesh, no está dispuesta a que el Consejo de Hierro siga cuestionando su poder, y emprende una gran expedición contra la comunidad, ante cuya amenaza esta decide no seguir huyendo sino volver a la ciudad y aliarse con la resistencia interior.
"Somos el Consejo de Hierro. Nunca volveremos a dar la vuelta."
Calificación de la Trilogía

Imaginación a espuertas, dominio absoluto del ritmo narrativo, orientación política claramente de izquierdas y fantasía desbordante. Vamos, todos los tópicos que los exquisitos de la literatura desprecian son, precisamente, los que hacen de Miéville, y en concreto de Bas-Lag, una obra mayor y un autor fundamental.

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