30 de octubre de 2010

Necrópolis





NecrópolisBoris PahorAnagrama
Prólogo de Claudio Magris. Traducción de Barbara Pregelj




Traducción de Simona Okrabec

"El mal es fuerte, es una savia pútrida que continua envenenando la historia". Del prólogo de Claudio Magris.


Boris Pahor enfrenta al lector al horror; es cierto que existen multitud de textos escritos por supervivientes de los campos de concentración y de exterminio nazis -en este caso, Natzweiler Struthof, pero aunque los hechos sean los mismos, o parecidos, las experiencias de los protagonistas no tienen por qué ser repetidas, porque ese horror se ejerció sobre individuos, por más que los verdugos, a medias como justificación y a medias como tesis, intentaran por todos los medios la aniquilación del sentimiento de individualidad.


La tesis de Pahor es sencilla: para poder sobrevivir, el horror debe ser relativizado, pero nunca domesticado hasta el extremo de acostumbrarse a él: para disfrutar del seguir viviendo es necesario tener la muerte siempre presente.


"Hoy día somos pobres por el exceso de imágenes y de impresiones."


Se pregunta Magris si es lícito utilizar juicios estéticos para un testimonio del mal absoluto; tal vez no sea ésta la cuestión. Aparte de sus méritos literarios, estéticos, por tanto, es posible que la lectura de Necrópolis deba hacerse desde la asepsia con la que se lee, por ejemplo, un manual de instrucciones de un aparato electrónico, porque en el caso de que sea el alma lo que pone el lector es posible que la herida resultante sea incurable.


"Sobre la muerte, como también sobre el amor, uno puede hablar sólo consigo mismo y con la persona amada con la que se ha unido. Ni la muerte ni el amor soportan testigos."


La diferencia entre morir y sobrevivir puede estar en la facilidad para aprender un idioma o en el cuidado procurado a una venda que había envuelto una pequeña herida en un dedo, y que mientras fuera conservada podía ocultar la curación e impedir el traslado del preso a los trabajos forzados. Tan leve e insustancial es esa diferencia, y tan poco poder tiene el preso sobre su destino.


"... las adversidades... estaban ya tan unidas a nuestro ser que nos movíamos dentro de ellas como sonámbulos."


Necrópolis es, una vez más, una lección que la humanidad no debería olvidar, no sólo para que no se repitiese jamás -aunque tal vez ya llegamos tarde...-, sino también para aprender a sobrevivir a una experiencia como aquella.


"Porque la condición más importante para tener alguna posibilidad de sobrevivir es la eliminación de todas las imágenes que no pertenecen al reino del mal." 

Vídeo: Entrevista a Boris Pahor

26 de octubre de 2010

24 de octubre de 2010

22 de octubre de 2010

El horizonte



Traducción de Maria Teresa Gallego Urrutia

Traducció d'Eulàlia Sandaran

Un nuevo libro de Patrick Modiano (L'horizon, 2010) al alcance de los lectores siempre es, en principio, una buena noticia; en vano ha buscado este reseñista -Modianista convicto y confeso, es cierto-, a cada entrega en castellano o en catalán, como en este caso, síntomas de cansancio en el autor francés, o de agotamiento narrativo, pero nada que hacer: Modiano es Modiano pese a quien pese.

En contraste con las "escrituras etéreas", Modiano es el escritor de lo tangible, la memoria, que aunque oculta, no pierde un ápice de su materialidad, pues se encuentra depositada en nuestro propio interior; es solamente cuestión de buscarla:

"Je me souviens de tout. Je décolle les affiches placardées par couches successives depuis cinquante ans pour retrouver les lambeaux des plus anciennes". Livret de famille.

No es un camino fácil ni directo, hay que salvar dudas e interrupciones y reemprender el proceso, forzosamente multidireccional, para acercarse paulatinamente al objetivo, sin hacer demasiado caso a las desviaciones sino como imprescindibles componentes del proceso. Explorar en el pasado, excavar a través de las capas sucesivas hasta encontrar el estrato deseado, ese único elemento tangible que deja al margen las ingentes cantidades de incerteza. Todo ello desde el que tal vez sea elemento definitorio de la narrativa de Patrick Modiano, la honestidad; al fin, ficción no significa unívocamente mentira, sino recreación, ya que en el caso del novelista francés la mentira no solamente no es deseable sino que ni siquiera es necesaria, y aunque se trate de una obra de creación, no se responden preguntas, no se juzga, solamente se observa, se investiga, se deduce y, por medio de la autoficción, se explica.

Como ya se ha comentado en algún otro lugar de este blog (Villa Tr iste, Calle de las Tiendas Oscuras, Dora Bruder, Reducción de condena, En el café de la juventud perdida), quien busque novedades estilísticas, cambios de tono narrativo o saltos al vacío estilísticos debe bucear en otras aguas. Modiano sigue fiel a una poética muy precisa, a unos temas concretos y a un tono autorreferencial que, del mismo modo -y por las mismas razones- puede encantar a sus incondicionales y aburrir a sus detractores. Es lo que hay.

El proceso de toma de decisiones no solo abre el universo de posibilidades que cada una de ellas lleva consigo, sino que también cierra e imposibilita todas las alternativas inherentes al momento anterior. La memoria, siempre selectiva y celosa de compartir sus contenidos -acéptese ese concepto de memoria como contenedor, a nivel metafórico-, guarda en un rincón oscuro esos momentos; en primer lugar, porque es funcionalmente inútil recordarlos, pero también debido que, a posteriori, algunas de estas decisiones pueden haberse revelado erróneas, y la conciencia podría castigar al sujeto recordándole constantemente ese error.

"Tales fragmentos de recuerdos correspondían a esos años en que las encrucijadas nos salpican la vida y se nos abren tantas veredas que nos vemos en dificultades para decidirnos por una u otras."

La memoria, en general, y también la memoria o el recuerdo que creemos guardar de aquellas cosas que no han sucedido son una constante en las obras de Patrick Modiano, y las relaciones de esos sucesos con el protagonista, e incluso el recuerdo de esas personas que no hemos conocido, esos fantasmas a los que, en palabras del narrador, es imposible ponerles nombre.

"¿Podemos estar realmente seguros de que las palabras que dos personas han cruzado durante su primer encuentro se hayan desvanecido en la nada como si nunca las hubiera pronunciado nadie?"

Ese pasado, sin embargo, puede que no esté absolutamente parapetado entre los pliegues invisibles de la memoria; los hechos pueden perseguirnos a través del tiempo del mismo modo que las personas descartadas pueden salvar ese abismo temporal para seguir persiguendo aquel individuo que éramos entonces y que ya no somos. Siguen siendo fantasmas, es cierto, pero estos sí tienen nombre, y mientras podamos atribuirselo nunca nos será permitido librarnos de ellos.

Sin embargo, es posible que sea únicamente en el pasado donde resida verdaderamente todo lo que importa. Porque el presente, con su inmediatez, su volatilidad, no ha dejado asentarse aún el poso que acaba constituyendo la totalidad de nuestra experiencia:

"... todo cuanto vivimos al día lleva la marca de las incertidumbres del presente";

puede ser, también, que esos intrusos, sean hechos o personas, ni siquiera hayan existido, que nos los hayamos inventado o sean solamente producto de nuestros sueños. Pero esa posible no-existencia en el pasado no los hace menos reales, así que no es tan descabellado que puedan perseguirnos en nuestro presente.

"A veces sucede que perdemos, al cabo de unos días, algo a lo que tenemos mucho apego... Cuando creemos que ya nos hemos librado e ellos del todo, vuelven a aparecer en el fondo de un cajón."

Aquello que tuvimos y ya no tenemos, los hechos sucedidos, las personas que conocimos, no por el hecho de que ya no estén presentes tenemos que forzosamente considerarlos una pérdida. Es muy posible que vuelvan a nosotros, como posesiones relacionadas, como hechos derivados o, incluso, como personas que se han convertido de viejos conocidos en nuevos desconocidos porque, al fin y al cabo, ni ellos ni nosotros somos ya los mismos.

"De algunos encuentros que datan de la primera juventud conservamos un recuerdo bastante vivo. A esa edad, todo nos asombra y nos parece nuevo... Pero a aquellos con quienes nos hemos cruzado y habían vivido ya su vida en parte no podemos pedirles una memoria tan minuciosa como la nuestra."

Comparado con el número de las personas que recordamos, y no digamos con el de las que conocemos y con quienes nos relacionamos, el número de personas que hemos conocido a lo largo de nuestra vida es ingente, inconmensurable. A menudo, ni siquiera los reconoceríamos si se cruzaran con nosotros: pertenecen a lapsos de tiempo aislados, sin relación alguna con ningún hecho significativo de nuestra vida, con ningún suceso relevante. Simplemente, han desaparecido, y a diferencia de los fantasmas del pasado, nada los puede hacer reconocibles.

Sin embargo, y como siempre en Modiano, la esperanza...

Vídeo: Patrick Modiano avec son parler inimitable revient sur les lieux de son enfance

8 de octubre de 2010

Mire al pajarito




Mire al pajarito. Kurt Vonnegut, Sexto Piso
Traducción de Jesús Gómez Gutiérrez

Dice la tradición -ya se sabe, a la tradición se le puede hacer decir cualquier cosa- que Kurt Vonnegut es un "escritor para escritores"; sin entrar a fondo en el significado preciso de esta afirmación, y por si acaso algún lector desconocedor de Vonnegut declina su lectura debido a esa advertencia -no sería este el primer caso en que los elogios, pues elogio es esa calificación de la intelligentzia crítica, acaban yendo en contra del elogiado-, este reseñista, admirador incondicional de su obra, les asegura que es una solemne tontería.


El hecho de que se haya convertido, a su gusto o a su pesar, en uno de los modelos de una determinada generación de novelistas norteamericanos, como Foster Wallace, Safran Foer y Franzen, por citar algunos, no hace que su lectura deba ser descartada de ningún modo por los lectores supuestamente no entendidos ni por los descolocados de las últimas tendencias de la sesuda crítica literaria. Kurt Vonnegut es un escritor al alcance de cualquier lector mínimamente formado literariamente; un escritor a la vez sutil y divertido, imaginativo y original como pocos.

Mire al pajarito no es el mejor libro de Vonnegut -de los que he tenido la suerte de leer, El desayuno de los campeones es mi favorito-, e ignoro cómo se ha hecho la selección de los relatos que lo componen, pero es una excelente introducción al universo narrativo y estilístico del genial novelista. No se lo pierdan.

Vídeo: Kurt Vonnegut wrote some wonderful short stories. This was how he went about it.