“Semant icy un mot, icy un autre, eschantillons dépris de leur piece, escartez, sans dessein, sans promesse : je ne suis pas tenu d'en faire bon, ny de m'y tenir moy-mesme, sans varier, quand il me plaist, et me rendre au doubte et incertitude, et à ma maistresse forme, qui est l'ignorance.”
Michel de Montaigne. Essais, Livre I, Chapitre L, “De Democritus et Heraclitus”.
Michel de Montaigne. Essais, Livre I, Chapitre L, “De Democritus et Heraclitus”.
24 de diciembre de 2010
22 de diciembre de 2010
La huella
La huella. Pierre Bergounioux, Días Contados
Traducción de Isabel Trillo y Miguel Ángel Pando
Bajo el título genérico de La huella el presente volumen recoge dos piezas breves del prolífico escritor francés de origen lemosín Pierre Bergounioux titulados "Puntos cardinales" (Points cardinaux, 1995) y "La huella" (L'empreinte, 2007).
Se trata prácticamente de la primera obra de Bergounioux traducida al castellano, y no se me ocurre ninguna explicación plausible para esta falta de atención por parte del mundo editorial español hacia su extensa obra, como no sea como consecuencia del funesto prejuicio hacia la literatura "de ideas", y más si es de origen francés; Bergounioux lleva publicando, desde mediados de los años ochenta del siglo pasado, con una regularidad de metrónomo, al menos un volumen al año de una obra que se resiste a la clasificación: prosa filosófica, autobiografía, autoficción, carnets que abarcan una década, ensayos sobre temas escurridizos, numerosas colaboraciones en revistas y en publicaciones periódicas... Un conjunto de piezas, en suma, que bien podrían considerarse capítulos no consecutivos en el tiempo ni contiguos en el contenido, de una sola gran obra cuya temática podría ser su propia existencia, recreada mediante una especie de inspiración autobiográfica que busca, mediante la escritura de episodios breves y la reiteración en los temas, aquellos elementos que persisten inamovibles pese al transcurso del tiempo, y que solemos llamar individualidad.
Unos motivos literarios tan particulares requieren, para su correcta exposición, un estilo narrativo poco común. Bergounioux es una referencia en la frase formalmente corta pero de largo alcance en cuanto a contenido, el estilo frío, cortante casi, en el que la economía en la expresión es el reverso de una impresionante riqueza de significados. A menudo ha sido comparado con Pierre Michon y Pascal Quignard, pero esa comparación no es válida; la prosa de Bergounioux es mucho más esencial, sin la artificiosidad del primero ni la pretenciosidad del segundo. Las palabras de Bergounioux son las palabras justas, tanto en el aspecto numérico como en el de la precisión, para revelar un riquísimo mundo de significados, uno de los mejores regalos que pueden hacerse al lector inquieto: es tanto y tan variado lo que puede hallarse tras sus sugerentes frases que cada lectura es, necesariamente, un descubrimiento.
"La huella" es un homenaje a Brive-la-Gaillarde, localidad natal del escritor, cuyo narrador fantasea con la idea de la relación entre las particularidades del paisaje, tanto físico como humano, y el carácter de los nativos; así, igual que considera que
"para tomar la medida del mundo hacen falta vastos horizontes",
y cita como ejemplo a Descartes en la llanura alemana, los paisajes recogidos dan la sensación contraria:
"Con la ayuda de la conformación natural del lugar, pude creer que éste encerraba el conjunto de la creación o, es igual, que la suma de lo existente cabía en su interior."
La memoria de la infancia está llena de olores, de sonidos, de sabores; de carreteras estrechas, "abombadas", con los juegos de sombra que producen los árboles en los márgenes, recorridas en un automóvil que parecía conocerlas de memoria; y del mar,
"Era inmenso y glauco, crestado de espuma e increíble. Era el mar."
esa incógnita apenas desvelada por los libros de la infancia. Sensaciones, experiencias, recuerdos de un tiempo pasado y de un lugar al que no se puede volver.
Junto a los viajes reales, a otras poblaciones del entorno, primero; más lejos después, incluso al lejano París de las películas; y mucho más lejos más tarde, los viajes a la lectura, al interior de los libros:
"Tenía entre las manos uno de esos volúmenes que son, cuando se los abre, como un rincón escondido en la espesura del mundo."
Tal vez no sean los únicos recuerdos válidos, pero sí los más útiles, aunque utilidad no sea quizás el término exacto, aquellos que miramos a través del tamiz de la perspectiva. En todo caso, para observar, más vale detenerse en aquellos puntos elevados que alejan el horizonte. No se puede apreciar la grandiosidad de un valle desde la orilla del río que discurre por su interior, ni un episodio de la propia vida desde el momento en que es vivido.
"Sólo los conoceremos por lo que somos después de haber dejado de serlo. El exilio está en el principio de conocimiento y cualquier conocimiento es un exilio."
"Puntos cardinales" empieza donde acaba "La huella". La mirada se abre y, al tiempo que se aleja, como esos objetivos angulares de las cámaras fotográficas, de "la concavidad" en la que se halla resguardada la región de Brive, abarca las regiones limítrofes desde los cuatro puntos cardinales. La llegada de un hermano del narrador, un coche más potente y el hecho de que la madre supiera conducir contribuyen a descubrir el mundo, antes sólo si acaso adivinado, situado más allá de donde alcanzaba la vista. Un mundo nuevo que facilita también el acceso a nuevas experiencias y, transcurrido el tiempo, a nuevos recuerdos.
Entre esos recuerdos, la excepcionalidad de la preparación de la excursión familiar semanal, con todo un horizonte por descubrir y la emoción que provoca la expectativa acerca de lo que puede deparar el viaje a lo desconocido.
"Tenemos la premonición de lo que no va bien, de los obstáculos, del Norte, del exilio que el tiempo nos reserva. La pura felicidad que nos confiere, al principio, adivinamos de forma confusa que es precaria. Cuán frágil y fugitivo es el buen momento, el lado bueno."
Pero no sólo por carreteras secundarias transcurre el viaje a los confines, para los ojos infantiles, de la región. También de ríos majestuosos, de bosques misteriosos, de cantos rodados que guardan la memoria, y las cicatrices, de múltiples siglos, y que nos hablan en su peculiar lenguaje, más inteligible cuanto más elemental.
"Había allí montones que no eran más que guijarros. Pero otros eran, al mismo tiempo, otra cosa -una mujer inclinada bajo sus velos de luto, mientras que la forma dominante era la del huevo o la del riñón, o bien la de la luna, cuya esfera de cuarzo lechoso, ligeramente rosado, brillaba a plena luz del día bajo algunos centímetros de agua."
La memoria de la infancia está llena de olores, de sonidos, de sabores; de carreteras estrechas, "abombadas", con los juegos de sombra que producen los árboles en los márgenes, recorridas en un automóvil que parecía conocerlas de memoria; y del mar,
"Era inmenso y glauco, crestado de espuma e increíble. Era el mar."
esa incógnita apenas desvelada por los libros de la infancia. Sensaciones, experiencias, recuerdos de un tiempo pasado y de un lugar al que no se puede volver.
Junto a los viajes reales, a otras poblaciones del entorno, primero; más lejos después, incluso al lejano París de las películas; y mucho más lejos más tarde, los viajes a la lectura, al interior de los libros:
"Tenía entre las manos uno de esos volúmenes que son, cuando se los abre, como un rincón escondido en la espesura del mundo."
Tal vez no sean los únicos recuerdos válidos, pero sí los más útiles, aunque utilidad no sea quizás el término exacto, aquellos que miramos a través del tamiz de la perspectiva. En todo caso, para observar, más vale detenerse en aquellos puntos elevados que alejan el horizonte. No se puede apreciar la grandiosidad de un valle desde la orilla del río que discurre por su interior, ni un episodio de la propia vida desde el momento en que es vivido.
"Sólo los conoceremos por lo que somos después de haber dejado de serlo. El exilio está en el principio de conocimiento y cualquier conocimiento es un exilio."
"Puntos cardinales" empieza donde acaba "La huella". La mirada se abre y, al tiempo que se aleja, como esos objetivos angulares de las cámaras fotográficas, de "la concavidad" en la que se halla resguardada la región de Brive, abarca las regiones limítrofes desde los cuatro puntos cardinales. La llegada de un hermano del narrador, un coche más potente y el hecho de que la madre supiera conducir contribuyen a descubrir el mundo, antes sólo si acaso adivinado, situado más allá de donde alcanzaba la vista. Un mundo nuevo que facilita también el acceso a nuevas experiencias y, transcurrido el tiempo, a nuevos recuerdos.
Entre esos recuerdos, la excepcionalidad de la preparación de la excursión familiar semanal, con todo un horizonte por descubrir y la emoción que provoca la expectativa acerca de lo que puede deparar el viaje a lo desconocido.
"Tenemos la premonición de lo que no va bien, de los obstáculos, del Norte, del exilio que el tiempo nos reserva. La pura felicidad que nos confiere, al principio, adivinamos de forma confusa que es precaria. Cuán frágil y fugitivo es el buen momento, el lado bueno."
Pero no sólo por carreteras secundarias transcurre el viaje a los confines, para los ojos infantiles, de la región. También de ríos majestuosos, de bosques misteriosos, de cantos rodados que guardan la memoria, y las cicatrices, de múltiples siglos, y que nos hablan en su peculiar lenguaje, más inteligible cuanto más elemental.
"Había allí montones que no eran más que guijarros. Pero otros eran, al mismo tiempo, otra cosa -una mujer inclinada bajo sus velos de luto, mientras que la forma dominante era la del huevo o la del riñón, o bien la de la luna, cuya esfera de cuarzo lechoso, ligeramente rosado, brillaba a plena luz del día bajo algunos centímetros de agua."
21 de diciembre de 2010
Estamos locos
Estamos locos
Juan José Millás. Diario El País, 17-12-2010
En las librerías analógicas entra cada día un ejército de gente con el objetivo
expreso de no comprar. Decimos que son no compradores activos porque antes de
decidirse a no comprar hojean largamente el libro que no les interesa. Cabe
suponer que este tipo de consumidor inverso, al llegar a casa, y cuando su
cónyuge le pregunta de dónde viene, le responde que de no comprar unos libros.
¿Y cuáles no has comprado? Pues no he comprado el de Auster, ni el de Ken Follet
ni el de Almudena Grandes, ni el de Vargas Llosa... No comprar fatiga mucho,
sobre todo si te pasas una tarde entera no comprando a Cervantes, Tolstói,
Flaubert, Dostoievski, Kafka, Joyce... Creo que los libreros detestan a este
espécimen porque ocupa mucho espacio, utiliza el servicio y deteriora la
mercancía.
Las librerías digitales están llenas, en cambio, de clientes cibernéticos cuyo
deseo es adquirir nuevos títulos para su iPad. Pero tampoco compran, en este
caso porque el librero digital se resiste. Si usted lleva siete días intentando
descargarse, previo pago, un libro electrónico y aún no lo ha logrado, no es
porque usted sea un idiota, créame. No nos atreveríamos a decir quién es el
idiota, pero alguno o algunos hay. Resulta increíble que las editoriales más
grandes de nuestro país hayan creado una plataforma gigante de libros digitales
cuyo objetivo parece ser el de no vender libros digitales. El problema es que lo
disimulan porque usted no se da cuenta de que no quieren venderle hasta el
quinto o sexto paso, o hasta la quinta o sexta librería cibernética. Entonces,
cuando ya está a punto de estrellar su iPad contra el suelo, llega el típico
cuñado listo y le aconseja piratear el libro, que es coser y cantar. Si la
famosa plataforma se ha creado en realidad para no vender, que se ponga de
acuerdo con los no compradores del primer párrafo.
© EDICIONES EL PAÍS S.L. Miguel Yuste 40 28037 Madrid [España] - Tel. 913378200
Juan José Millás. Diario El País, 17-12-2010
En las librerías analógicas entra cada día un ejército de gente con el objetivo
expreso de no comprar. Decimos que son no compradores activos porque antes de
decidirse a no comprar hojean largamente el libro que no les interesa. Cabe
suponer que este tipo de consumidor inverso, al llegar a casa, y cuando su
cónyuge le pregunta de dónde viene, le responde que de no comprar unos libros.
¿Y cuáles no has comprado? Pues no he comprado el de Auster, ni el de Ken Follet
ni el de Almudena Grandes, ni el de Vargas Llosa... No comprar fatiga mucho,
sobre todo si te pasas una tarde entera no comprando a Cervantes, Tolstói,
Flaubert, Dostoievski, Kafka, Joyce... Creo que los libreros detestan a este
espécimen porque ocupa mucho espacio, utiliza el servicio y deteriora la
mercancía.
Las librerías digitales están llenas, en cambio, de clientes cibernéticos cuyo
deseo es adquirir nuevos títulos para su iPad. Pero tampoco compran, en este
caso porque el librero digital se resiste. Si usted lleva siete días intentando
descargarse, previo pago, un libro electrónico y aún no lo ha logrado, no es
porque usted sea un idiota, créame. No nos atreveríamos a decir quién es el
idiota, pero alguno o algunos hay. Resulta increíble que las editoriales más
grandes de nuestro país hayan creado una plataforma gigante de libros digitales
cuyo objetivo parece ser el de no vender libros digitales. El problema es que lo
disimulan porque usted no se da cuenta de que no quieren venderle hasta el
quinto o sexto paso, o hasta la quinta o sexta librería cibernética. Entonces,
cuando ya está a punto de estrellar su iPad contra el suelo, llega el típico
cuñado listo y le aconseja piratear el libro, que es coser y cantar. Si la
famosa plataforma se ha creado en realidad para no vender, que se ponga de
acuerdo con los no compradores del primer párrafo.
© EDICIONES EL PAÍS S.L. Miguel Yuste 40 28037 Madrid [España] - Tel. 913378200
13 de diciembre de 2010
Stieg Larsson escribe a Julian Assange
Stieg Larsson escribe a Julian Assange
Fernando Vallespín, Diario El País, 09/12/2010
Querido amigo Julian:
No sabes cuánto siento que el destino me impidiera poder narrar los detalles de tu gran desafío. En parte, porque me recuerdas a una mezcla de los protagonistas de mi saga Millennium, los personajes Michael Blomkvist y Lisbeth Salander, y también porque te has atrevido a hacer algo que yo ni siquiera habría podido imaginar, trasladar la lucha por la transparencia democrática al escenario internacional.
Con todo, hay una primera lección que puede aprenderse de lo ocurrido. Está bien organizar todo ese lío mediático, pero dejando a los responsables fuera del ojo público. El afán de protagonismo personal facilita después las posibles vendettas de los máximos afectados, si es que éste fuera tu caso. El verdadero valor de todo hacker idealista, como era mi Salander, es que le motivaban más los resultados que la exhibición mediática; no importan las caras, lo relevante son las ideas que sostienen a la organización.
Vayamos a lo sustantivo, a lo que has montado. Lo primero, y más importante, es que hayas mostrado el inmenso potencial de Internet, que es la única cultura que hoy comunica al mundo. No sólo resulta útil para nuestras comunicaciones interpersonales cotidianas o para establecer redes personales de encuentro. Puede colaborar también, bien sintonizada a los medios de comunicación tradicionales, para impactar sobre la conciencia y el escenario de la política global. Dicha asistencia de los medios tradicionales es imprescindible porque sin ella no hay forma de reducir la complejidad de tan inmensa cantidad de información disponible. Son ellos quienes saben cómo traducirla después en noticias de impacto, en discernir lo que es importante y establecer prioridades. Ellos también saben blindar, con la astucia que han ido adquiriendo como guardianes de la libertad de expresión, las posibles interferencias que ponga el establishment político a los datos que vayan saliendo. Son asimismo quienes luego han de responder, rendir cuentas, ante sus lectores, algo de lo que tu organización probablemente carece. Alguien tiene que velar porque no todo lo que pueda exhibirse deba serlo al final; la deontología periodística debería cubrir a cuanto se hace público. El que vaya a serlo no lo podemos dar por hecho, pero ahí es donde entramos los ciudadanos, eso es lo que todos nosotros habremos de saber enjuiciar.
Otro aspecto relevante de tu caso es que ha sacado a la luz la aparición de un nuevo poder global, las redes de grupos de hackers o de activistas políticos de nuevo cuño, que tienen la capacidad de entorpecer, e incluso paralizar, a los poderes políticos establecidos. Puede que sean ridículos en comparación con la pulida geometría jerárquica de los Estados, y que en ellos prevalezca un exceso de voluntarismo, pero han demostrado ya que el poder no fluye en una única dirección. Recordemos el caso de la campaña de Obama, el primer presidente de los Estados Unidos de la era de Internet, o todo lo que está saliendo a la luz en Wikileaks. En parte como reacción a tu detención, muchos de estos grupos han empezado ya a organizarse, a comunicarse entre ellos, lo cual anticipa una mayor coordinación de esta invisible galaxia global de hackers en red. El problema, como seguramente no ignoras, es que todo poder llama a la creación de resistencias frente a él. No habrá consenso para una regulación seria de las transacciones económicas internacionales, pero no te quepa duda de que sí se conseguirá para intentar poner límites a este nuevo océano de libertad en que se ha convertido Internet y su potencial comunicativo. Vamos a asistir a una interesante batalla librada en este nuevo espacio invisible en el que ya casi todos habitamos. A la primera guerra mundial en el ciberespacio.
Por otra parte, la garantía de nuestra libertad ha sido siempre la imposición de límites al ejercicio de los poderes, de todos ellos. ¿Quién controla a los controladores? Vosotros ejercéis, como hacían mi hacker y el periodista Blomkvist, una labor fundamental de permitir el acceso a informaciones de interés público relevante y a aumentar la transparencia, pero ¿quién os controla a ti y a los otros en un mundo sin los límites del Estado de derecho? ¿Qué garantías tenemos de que todo lo desvelado refleja, en efecto, las acciones torticeras del poder y aquello sobre lo que podamos encender las señales de alarma de una democracia amenazada? Algo hemos dicho al respecto al hablar de la necesaria colaboración de los medios. ¿Qué va a pasar con la legítima protección de datos? ¿Es habitable un mundo sin una efectiva protección de la privacidad? ¿Cómo no cegarnos ante tanto exceso de luz? Son tantas preguntas... ¡Cómo lamento no haber podido llegar a fabular sobre ellas!
© EDICIONES EL PAÍS S.L. - Miguel Yuste 40 - 28037 Madrid [España] - Tel. 91 337 8200
Lo que nos jugamos de veras es más de lo que parece; la libertad de expresión es una libertad fundamental, inalienable e irrenunciable.
Fernando Vallespín, Diario El País, 09/12/2010
Querido amigo Julian:
No sabes cuánto siento que el destino me impidiera poder narrar los detalles de tu gran desafío. En parte, porque me recuerdas a una mezcla de los protagonistas de mi saga Millennium, los personajes Michael Blomkvist y Lisbeth Salander, y también porque te has atrevido a hacer algo que yo ni siquiera habría podido imaginar, trasladar la lucha por la transparencia democrática al escenario internacional.
Con todo, hay una primera lección que puede aprenderse de lo ocurrido. Está bien organizar todo ese lío mediático, pero dejando a los responsables fuera del ojo público. El afán de protagonismo personal facilita después las posibles vendettas de los máximos afectados, si es que éste fuera tu caso. El verdadero valor de todo hacker idealista, como era mi Salander, es que le motivaban más los resultados que la exhibición mediática; no importan las caras, lo relevante son las ideas que sostienen a la organización.
Vayamos a lo sustantivo, a lo que has montado. Lo primero, y más importante, es que hayas mostrado el inmenso potencial de Internet, que es la única cultura que hoy comunica al mundo. No sólo resulta útil para nuestras comunicaciones interpersonales cotidianas o para establecer redes personales de encuentro. Puede colaborar también, bien sintonizada a los medios de comunicación tradicionales, para impactar sobre la conciencia y el escenario de la política global. Dicha asistencia de los medios tradicionales es imprescindible porque sin ella no hay forma de reducir la complejidad de tan inmensa cantidad de información disponible. Son ellos quienes saben cómo traducirla después en noticias de impacto, en discernir lo que es importante y establecer prioridades. Ellos también saben blindar, con la astucia que han ido adquiriendo como guardianes de la libertad de expresión, las posibles interferencias que ponga el establishment político a los datos que vayan saliendo. Son asimismo quienes luego han de responder, rendir cuentas, ante sus lectores, algo de lo que tu organización probablemente carece. Alguien tiene que velar porque no todo lo que pueda exhibirse deba serlo al final; la deontología periodística debería cubrir a cuanto se hace público. El que vaya a serlo no lo podemos dar por hecho, pero ahí es donde entramos los ciudadanos, eso es lo que todos nosotros habremos de saber enjuiciar.
Otro aspecto relevante de tu caso es que ha sacado a la luz la aparición de un nuevo poder global, las redes de grupos de hackers o de activistas políticos de nuevo cuño, que tienen la capacidad de entorpecer, e incluso paralizar, a los poderes políticos establecidos. Puede que sean ridículos en comparación con la pulida geometría jerárquica de los Estados, y que en ellos prevalezca un exceso de voluntarismo, pero han demostrado ya que el poder no fluye en una única dirección. Recordemos el caso de la campaña de Obama, el primer presidente de los Estados Unidos de la era de Internet, o todo lo que está saliendo a la luz en Wikileaks. En parte como reacción a tu detención, muchos de estos grupos han empezado ya a organizarse, a comunicarse entre ellos, lo cual anticipa una mayor coordinación de esta invisible galaxia global de hackers en red. El problema, como seguramente no ignoras, es que todo poder llama a la creación de resistencias frente a él. No habrá consenso para una regulación seria de las transacciones económicas internacionales, pero no te quepa duda de que sí se conseguirá para intentar poner límites a este nuevo océano de libertad en que se ha convertido Internet y su potencial comunicativo. Vamos a asistir a una interesante batalla librada en este nuevo espacio invisible en el que ya casi todos habitamos. A la primera guerra mundial en el ciberespacio.
Por otra parte, la garantía de nuestra libertad ha sido siempre la imposición de límites al ejercicio de los poderes, de todos ellos. ¿Quién controla a los controladores? Vosotros ejercéis, como hacían mi hacker y el periodista Blomkvist, una labor fundamental de permitir el acceso a informaciones de interés público relevante y a aumentar la transparencia, pero ¿quién os controla a ti y a los otros en un mundo sin los límites del Estado de derecho? ¿Qué garantías tenemos de que todo lo desvelado refleja, en efecto, las acciones torticeras del poder y aquello sobre lo que podamos encender las señales de alarma de una democracia amenazada? Algo hemos dicho al respecto al hablar de la necesaria colaboración de los medios. ¿Qué va a pasar con la legítima protección de datos? ¿Es habitable un mundo sin una efectiva protección de la privacidad? ¿Cómo no cegarnos ante tanto exceso de luz? Son tantas preguntas... ¡Cómo lamento no haber podido llegar a fabular sobre ellas!
© EDICIONES EL PAÍS S.L. - Miguel Yuste 40 - 28037 Madrid [España] - Tel. 91 337 8200
Lo que nos jugamos de veras es más de lo que parece; la libertad de expresión es una libertad fundamental, inalienable e irrenunciable.
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WikiLeaks |
Anonymus |
9 de diciembre de 2010
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