5 de febrero de 2021

El físico y el filósofo

 

El físico y el filósofo. Jimena Canales. Arpa Editorial, 2020
Traducción de Àlex Guàrdia Berdiell

El día 6 de abril de 1922 tuvo lugar en París un encuentro entre dos personajes que protagonizarían uno de los debates intelectuales más prolongados y encarnizados del siglo XX. El tema de esa controversia acerca de la naturaleza del tiempo —el subtítulo del libro de Jimena Canales ((The Physicist and the Philosopher, 2015es: "Albert Einstein, Henri Bergson y el debate que cambió nuestra comprensión del tiempo"— enfrentó al físico más popular, que era capaz de congregar multitudes y que defendía que no hay más que dos formas válidas para entender el tiempo, la física y la psicológica; y al filósofo más importante de su época, para quien la teoría de la relatividad no era más que "una metafísica injertada en la ciencia, no es ciencia". 

En definitiva, estaba en cuestión el paradigma bajo el que debe tratarse el tiempo: la ciencia o la filosofía; es decir, la naturaleza de la magnitud: el fenómeno concreto, el tiempo es lo que miden los relojes; o el fenómeno abstracto, la experiencia de la duración que percibe el ser humano. Bergson no acepta que Einstein invada el campo de la filosofía en el que él reina de forma absoluta; Einstein, más radical, deniega a la filosofía parte en el debate. La discusión se trasladó a campos en principio alejados del debate intelectual como la política (Alemania contra Italia), a la religión (judaísmo contra cristianismo), y a las tendencias colectivas (pacifismo contra nacionalismo). 

Asimismo, esa fragmentación degeneró en una polarización, a lo largo de todo el siglo XX, que  conllevó el alineamiento tanto de los filósofos como de los físicos, y la disociación, amenazantemente definitiva, de las dos formas de acercarse al conocimiento, la filosofía y la ciencia, en el momento en que ninguna de ellas acierta a precisar su objeto e intenta suplir sus deficiencias epistemológicas invadiendo el campo ajeno. El camino que empezaba a recorrer la ciencia, de lo concreto a lo abstracto, parecía acentuar su validez; el intento de la filosofía por transitar el recorrido contrario llevaba el signo de su derrota.

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