La vida no es una biografía. Pascal Quignard. Shangrila Ediciones, 2020 Traducción de Manuel Arranz
Bajo el signo de Heráclito: la imposibilidad de la duplicidad
«Teorema de la biografía imposible»:
«En los mismos ríos
nos sumergimos y no nos sumergimos,
somos
y no somos».
Heráclito —el Oscuro—, Fragmentos, XLIX
No se puede hablar del género (auto)biográfico —en sentido amplio— en Francia sin tener en cuenta los antecedentes en lo que se ha llamado la escritura sobre sí mismo, y que cuenta, a lo largo del tiempo, con antecedentes ilustres; entre ellos, y para abarcar los últimos cinco siglos:
- Montaigne, siglo XVI, en los Essais;
- Madame de La Fayette, siglo XVII, en Memorias de la corte de Francia;
- Jean-Jacques Rousseau, siglo XVIII, en las Confesiones;
- Stendhal, siglo XIX, en Vida de Henry Brulard; y
- Georges Bataille, siglo XX, en La Somme athéologique.
- En el siglo XXI parece que es un género que, a pesar de haber abandonado sus formas habituales, está condenado a permanecer a través de algunos nuevos enfoques: los Cahiers, los Carnets y la pandémica autoficción.
Tal vez esa variedad formal es una de las razones por la que últimamente hayan aparecido dos reflexiones sobre el género, con enfoques contradictorios pero complementarios:
- Mes vies secrètes, de la académica perpiñanesa de ascendencia catalana Dominique Bona, y
- La vie n'est pas une biographie, de Pascal Quignard; el argumento de este contra la «narración biográfica» es que «no se puede hacer de los deseos de uno, o de las acciones en las que se proyectan o que inventan, un tejido tan continuo [la (auto)biografía] que pase por verosímil».
Semántica
Vida, del latín vita y del griego bios. En principio, lo que sucede entre el nacimiento y la muerte; también el tiempo que transcurre entre ambos.
Pero hay más vidas:
—La que ocurre cuando ya somos pero aún no estamos.
—Somos, porque hemos alcanzado la categoría de ser desde el momento en que podemos diferenciar nuestras células de las del útero materno —es un leit motiv en la obra de Quignard la idea de que no estamos presentes en el momento en que comenzamos a ser, es decir, en el de la fecundación: «la escena que siempre ha faltado a la vista del que está presente» (Vie secrète)—, pero no estamos porque aún no hemos nacido y no hemos alcanzado el estatuto de ser humano autónomo.
—La misma paradoja tiene lugar, según Quignard, cuando estamos pero ya no somos, en el preciso instante de la muerte —«la escena que siempre faltará a la vista del que está vivo» (Vie secrète)—.
—La que transcurre en nuestros sueños —lo que soñamos, el contenido de nuestros sueños, tal vez el producto más auténtico e inmediatizado de nuestro tiempo vital—, y durante nuestros sueños —cuando soñamos, los lapsos de tiempo en que la actividad cerebral refleja produce las ensoñaciones—.
—La que sobrepasa nuestra atención o, incluso, nuestra conciencia, la que permanece fuera de nuestra percepción; la que está compuesta por hechos ocurridos realmente a nuestro alrededor, que pueden afectarnos profundamente, pero de los que somos desconocedores.
—La que componen los deseos, las intuiciones, las especulaciones, pero también las posibilidades no ocurridas, las opciones que se descartaron cuando se tomaron las decisiones contrarias.
Biografía, del término griego compuesto por bios, vida, y graphein, escribir. El uso actual del término se refiere al relato de la historia de la vida de una persona; cuando es esta misma la que la relata, es una autobiografía, que añade la raíz griega autos, uno mismo; el libro de Quignard se refiere, principalmente, a este último caso. La naturaleza de este relato, de cuya ambición es testimonio el mismo título, autobiografía, lo distingue de otras variantes de la literatura sobre uno mismo: las memorias, las confesiones, los recuerdos, los diarios. En todo caso, la posibilidad o imposibilidad de una autobiografía es tanto función del hecho mecánico de escribirla como de poder precisar cuál es la vida que se va a escribir.
La (auto)biografía: el objeto
«Tengo la impresión de estar intentando rescatar una prenda que dejaron escapar mis dedos infantiles.
Luego mi voz enmudece.
Es preferible escribir. Así se habla algo menos. Y se solloza más. No hay nada que tiemble. El grito se ahoga».
El planteamiento. Si tomamos el símil que plantea Heráclito en su fragmento XLIX y nos sumergidos en su río, podemos descomponer los elementos intervinientes:
—el objeto, nosotros mismos, en medio del río;
—nuestra trayectoria, el curso de la inmersión;
—nuestra biografía, el río.
Expresamente, no tenemos en cuenta el infructuoso intento de búsqueda de nexos causales, sin intervención de la voluntad ni de la experiencia, entre acontecimientos, cuya única desconexión es debida al azar.
Del mismo modo —otra vez Heráclito— que no podemos entrar dos veces en el mismo río, no podemos recuperar la corriente que ya ha pasado.
El espejo de Saint-Réal no sirve porque ese objeto solo refleja aquello hacia donde lo dirige el que lo manipula, el autobiografiado; si acaso —aunque no es seguro, depende de las manos que lo enarbolen— el de Rodoreda, cuando ese espejo, roto, refleja ya la realidad de la existencia: fragmentos desensamblados que, aunque puedan recomponerse, seguirán aislados unos de otros por las líneas de rotura.
La (auto)biografía: la posibilidad
«El aprendizaje de la lengua es un acto voluntario (una servidumbre a la que el niño termina por consentir) después de haber sido una metamorfosis pasmada ante los melindres virtuosos del rostro de la madre. Ahí es donde hay que situar no solamente el problema sino también el análisis que lo resuelve o al menos lo desenreda: quizá sea necesario a una vida humana desimbolizarse de lo simbólico. Abandonar la lengua del grupo. Olvidar a la madre y su objetivación en el espacio y su toma de poder a lo largo de la infancia. Volver a una inmersión más libre en la pulsión más allá de lo visible, más allá de los objetos, más allá de los cuerpos. (Más biótica. Más hipnótica. Más onírica. Más ágrafa. Más errática. Más nocturna.)
Solo vivirás con la condición de dejar de tratar de descubrir lo que eres (si te non noveris)».
La pluralidad.
A la hora de examinar las posibilidades de la biografía, debemos ser conscientes de que, a pesar de las apariencias, existen multitud de vidas, algunas de las cuales se han expuesto en el apartado Semántica, que se ocultan tras la que puede ser objeto de relato, otras configuraciones de la existencia que se pueden intuir pero que no pueden materializarse en un objeto comunicable.
La inaccesibilidad.
A pesar de sentirlas inherentes a esa entidad que llamamos yo —que es un punto de referencia, único pero no necesariamente real—, que parece certificarlas como verdaderas y reales, el acceso a algunas de ellas o la posibilidad de procesamiento, no está a nuestra disposición porque el camino para llegar a ellas no está disponible —ni siquiera para performances alternativas como el psicoanálisis, la mística, la religión o cualquier otra superstición, ya que estas cambian el objeto y, al hacerlo, el camino tampoco es válido—:
—Constituyen un peso muerto que estamos condenados a arrastrar y cuya masa no hace más que incrementarse.
—Forman parte de un yo virgen del que no podemos indagar, debido a su naturaleza escurridiza, ni los antecedentes, ni los acontecimientos, ni los recuerdos.
—Consisten en un estado en el que no nos reconocemos o no queremos reconocernos, pero que es ineludible.
—Su objeto es provocarnos la nostalgia por lo existente pero inalcanzable.
Con estos antecedentes, se puede hacer una primera aproximación a la imposibilidad del relato (auto)biográfico:
—Porque consistiría en una biografía de lo no vivido.
—Porque no contendría todo aquello que somos —es decir, la realidad—pero no sabemos que somos.
—Porque omitiría los planes que no sabemos que no se han cumplido.
—Porque, en definitiva, no nos contendría en nuestra totalidad en la faceta de un yo que no somos capaces de identificar y del que estamos más lejos cuanto más vivimos y más vidas acumulamos.
La unidireccionalidad.
El río de Heráclito tiene un antecedente, cronológicamente, si hay que hacer caso a la mitología y a la tradición, también de naturaleza fluvial, aunque su curso transcurriría por parajes poco halagüeños: el Aqueronte. Consiste en una imagen muy poética, pero presupone una existencia después de la existencia, una ampliación de nuestras ansias de vida cuando ya hemos apurado su cáliz hasta las heces; algunos mitos más modernos incluso prometen no una vida de muertos, una katábasis, como la que sufren los habitantes del inframundo, sino una vida después de la vida, venturosa y eterna, en contraste con la ya vivida, en función del ajuste del comportamiento a un código de normas, absurdas e irrazonables, dictadas por un ser impredecible, atrabiliario e inconstante; es decir, cuando el recuerdo —origen declarado de la (auto)biografía— está a punto de desaparecer y nos vemos en el límite del abismo de la no existencia.
Ambas opciones fluviales, igual que los ríos reales, tienen en común la unidireccionalidad, ambos parten de un punto para avanzar hasta otro y no pueden ser remontados. Pero la realidad, insobornable, despierta la intuición de que la verdadera travesía del Aqueronte, el genuino viaje sin retorno a los infiernos, podría tener lugar justo al nacer, cuando se abandona la placentera no existencia para recalar en la orilla de la vida en una extravagante huida hacia el origen, en amont, aguas arriba —desnudo, desvalido y sin recuerdos—, donde nos esperan el infortunio y el vacío.
¿Cómo podría la (auto)biografía dar una idea más aproximada a la realidad de los sucesos?
- Si abandonara la direccionalidad de avance inicio-fin y optara por la contraria, en amont —una expresión muy quignardiana—, aguas arriba, como en El curioso caso de Benjamin Button, de Francis Scott Fitzgerald, o
- Si el protagonista no fuera el tiempo sino los hechos o los objetos, como en Historia del hijo, de Marie-Hélène Lafon, abandonando de este modo la causalidad, la relación existente entre causa y efecto, para dar más protagonismo a la pura correlación, que implica una relación lineal no necesariamente cronológica y la proporcionalidad entre las variables implicadas, podría dar una idea más aproximada a la realidad de los sucesos.
«Escribir. Desaparecer en la lengua hablada por el grupo sin pronunciar una sola palabra de ella. Sin mirar a ningún rostro.
Y luego leer. Leer se pone al servicio de un canto conmovedor que tampoco necesita despegar los labios, pero que resuena en la psique mientras el cuerpo retrocede y alcanza la curvatura calcificada, rígida, blanca, protectora del huevo».
Cuando el único camino a considerar —el propio de la (auto)biografía— se limita al recorrido ya realizado, a la senda que se ha dejado atrás, se prescinde del que queda por delante, donde no existe camino, solo incertidumbre, incógnita, amenaza.
Esta elección favorece el regreso a los lugares donde se formularon las profecías para decodificarlas en función de su cumplimiento y, a partir de esa comprobación, certificar las incertidumbres, despejar las incógnitas, desactivar las amenazas, pero no se pueden subsanar los errores, porque lo vivido se ha materializado en lo escrito a través del lenguaje; será pues el mismo lenguaje el que proporcionará la reparación a través de la invención del concepto de pecado, mediante el cual una falta que no se puede subsanar sí se puede perdonar una vez convertida en relato.
«No podemos más que amontonar lenguaje en el lenguaje pues él fue el principal vehículo del envenenamiento del aire, luego del encarcelamiento, inmediatamente después de su choque con el aire.
Esto es lo que significa re-vocar la voz, para hablar como la Sibila de Cuma, la voz tan frágil, tan fortuita, tan vulnerable, a las puertas de la gruta del Infierno.
Re-vocar [invalidar, dejar sin efecto] la voz (vox) es re-desviar [dar una nueva dirección a] la vía (via).
Re-vocare la voix (vox) c’est re-dévoyer la voie (via)».
La invisibilidad.
La forma más segura de estar presente es hacerse invisible, mimetizarse con el entorno hasta que se pierda la percepción, sumarse a «la ausencia de los ausentes», permanecer callado, inmóvil como el pez nadando a contracorriente, como el ave planeando contra el viento, ¿por qué no como el hombre avanzando hacia su nacimiento, hacia la ceguera, es decir, la oscuridad por deslumbramiento, como la ablepsia resultante de quien mira ininterrumpidamente al Sol durante demasiado tiempo? Solo en el afán de citarse con el origen —empeño imposible pero no por ello menos codiciable—, es decir, de abandonar la comodidad de la corriente favorable, podemos hurgar en todas las circunstancias, impuestas o azarosas, que han determinado el trayecto recorrido, y en la arqueología de nuestros deseos y de nuestros rencores; acceder al laboratorio de la conciencia y naufragar, definitiva pero honrosamente, en la corriente de la realidad.
La (auto)biografía: el método impracticable
Cuando alguien relata cómo es un objeto, puede hacerlo con tal nivel de detalle que no llegue a existir ninguna diferencia entre el objeto y su descripción; el relato de uno mismo, la (auto)biografía, por contra, no puede llegar a un nivel semejante de completitud.
Los sueños, como ejemplo de vida distinta de la vida real, al contrario que, por ejemplo, el pensamiento, no necesitan del lenguaje. Por eso, su formulación es un intento vano de traslación a una dimensión ajena: el lenguaje, capaz de expresar el mundo, se retira con vergüenza ante su incapacidad para expresarlos, y mucho más para descifrarlos, porque no existe, ni siquiera en lenguaje matemático, idoneidad para convertirlos, en su complejidad, en relato, porque configuran una circunstancia en la que la identidad queda diluida y, por tanto, la entidad denominada yo, el centro de la (auto)biografía, es indefinible.
La trampa del lenguaje
La (auto)biografía, a diferencia de los objetos, los hechos o los indiviuos implicados, no existe hasta que no está formulada, escrita —graphein—; este hecho lleva a cuestionar el papel del lenguaje en aquellas ocasiones en que la existencia de algo depende de su contribución. Generalmente, la adquisición de significado es la que habilita la expresión; no se puede expresar, mediante el lenguaje, algo cuyo sentido es desconocido o que permanece sin decodificar.
La paradoja del lenguaje descansa sobre el hecho de que, si cuando algo adquiere significado queda habilitada la expresión, ¿cuál es el origen de ese algo, cuando aún no existía significado? ¿Una forma arcaica, inaccesible, de expresión —la palabra creadora del Dios del Génesis— o una irrastreable no-expresión? ¿Existe una cola, en el mundo intangible, de no-expresiones pendientes de significado o, simplemente, a través de un proceso parecido a la sustitución, cada vez que se revela un significado, una no-expresión generada ab ovo toma el lugar que ha dejado libre la ya descodificada?
«En ocasiones corremos hacia nuestra propia derrota cargados de razón. En ocasiones, hay que correr hacia ella, porque hay que darse prisa, hay que pasar a otra cosa. La derrota puede ser un atajo. A menudo es preferible renunciar al honor y a la buena imagen social que se reivindica en él, y preferir el vigor de un nuevo ataque, el esplendor angustioso e íntimo de una nueva creación».
La identidad sobre la que está basada la (auto)biografía es demasiado frágil y puede estar determinada por tantos condicionantes que no puede tomarse como punto de referencia para un relato.
«El lenguaje es para la familia, o para la sociedad, o para la ciudad. El sexo y la muerte —los otros dos dones que nos da la vida— deben preservarse del contacto con el lenguaje. La pasión y el goce se basan en la exclusividad y el respeto al silencio». Petits traités.
Los sueños, la otra auto(biografía)
«Les rêves sont encore vivants, non les phrases».
«Los sueños siguen vivos, las frases no».
La biografía es a la vida lo que el relato de lo soñado es al sueño, la traducción imposible del hecho —no del objeto— al relato. La biografía y el relato de lo soñado son un recorrido, un camino, un trayecto planificado; la vida y el sueño son una evasión con destino desconocido.
«Estos dos axiomas debemos pensarlos conjuntamente. Las lenguas no son organismos vivos. El hombre dormido no es un hombre muerto.
El sueño no es una sombra. El sueño toca a la sombra en el otro mundo y una vez ha vuelto a este mundo y atracado en su orilla de luz a menudo se deshace».
El sueño se olvida —se pierde— si no se toma nota nada más despertar, se dice. En realidad, el sueño se pierde siempre porque su naturaleza es extratemporal. Al anotarlo, especulamos con la ilusión de atraparlo, de temporalizar su extratemporalidad, pero lo que conservamos, por más detalladamente que lo hayamos anotado, es el relato —tiempo— del sueño —no-tiempo—, ni mucho menos el sueño en sí mismo.
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La vida se olvida —se pierde— si no se toma nota después de cada suceso, se dice. En realidad, la vida se pierde siempre porque su naturaleza es extratemporal. Al anotarla, especulamos con la ilusión de atraparla, de temporalizar su extratemporalidad, pero lo que conservamos, por más detalladamente que lo hayamos anotado es el relato —tiempo— de la vida —no-tiempo—, ni mucho menos la vida en sí misma.
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«La muerte violenta, después del enfrentamiento, transforma a los contendientes en presas y predadores.
[Antes del enfrentamiento, los papeles de presa y predador no están adjudicados].
La biografía hace de los onar —όνειρος, sueños—, hypar —ὕπαρ, realidad—.
La retrodicción hace de las potencialidades, causas.
[Retrodicción: situarse en un futuro imaginario y evaluarlo críticamente, para después volver atrás al presente para iniciar un camino que lleve, paso a paso, hasta ese porvenir].
El lenguaje arranca la vida a su corazón de sueño. Abre un camino en lo más profundo del bosque primario.
Entonces el sueño sustituye al trauma (a la carencia, a lo perdido).
El lenguaje sustituye a la pérdida (a la pulsión de muerte, al duelo).
El relato sustituye al enigma (a Eros, a Caos).
El pensamiento sustituye al sueño (al juego, al arte, al emplazamiento vacío)».
La naturaleza de los sueños plantea algunos interrogantes en su relación con la vida y, por tanto, en el significado —no de la forma— de su relato:
—¿Son anuncios de sucesos futuros, profecías sobre lo que está por venir, o reformulaciones del pasado?
—¿Son el despliegue, vía su interpretación, de las múltiples posibilidades de lo ya ocurrido, o su encapsulamiento definitivo, su cierre?
—¿Son reescrituras de sucesos o palimpsestos sobre protocolos olvidados?
—¿Son prolongaciones de aquello que registraron los sentidos, o reinicios de procesos inacabados?
—¿Reproducen la acción de la levadura sobre la harina cuando s deja reposar, o impresiones del deseo sobre la invulnerabilidad de la realidad?
—¿Son intercambiables, de modo que se pueda hablar de patrones compartidos por todas las especies que sueñan o por distintos individuos de la misma especie, o no compartibles ni divisibles, una experiencia psíquica «más individual que la conciencia»?
—¿Son de la misma naturaleza —natura, participio de nasci, en cuanto a proceso, no a objeto— los del Neanderthal y los del homo sapiens? ¿Y el de los individuos encerrados en la caverna de Platón que el de los hombres libres?
—Teniendo en cuenta que son generados en ausencia de lenguaje, ¿podrían ser rastros de la vida antes de la vida, de nuestra no-existencia intrauterina, pasos imprescindibles para un cerebro en formación a la búsqueda de identidad, el único rastro palpable de la carrera hacia el origen antes del origen?
«El sueño es un pensamiento que no sabe que está pensando. Es una salida corporal del cuerpo que se erige y se despliega y se aventura cuando el volumen del cuerpo completamente anquilosado, inmóvil, abandonado a su circuito sanguíneo, al jadeo apático de su respiración, a la relajación deliciosa de sus músculos, duerme».
La vida no es una (auto)biografía
«Una biografía es una ofrenda vana, un cirio de más, una flor de tela, una ficción tras la muerte, a las que el grupo recurre para enterrar a aquel que ha dejado de ser un miembro del colectivo de los vivos, con la finalidad de separarse de su espectro, de su influencia, de su inoportunidad, de su obsesión, de su dolor, de su dolor lancinante.
Porque una vida nunca es un relato».
La biografía es el intento vano de convertir la vida en un relato:
—vano porque es imposible conocer aquello que no fue explícito, que no pudo ser aprehendido por ninguna estancia exterior al sujeto;
—vano porque la identidad, el fundamento de toda (auto)biografía, es un elemento eternamente cambiante, imposible de fijar, y mucho menos a posteriori de los hechos que la integran;
—vano porque el lenguaje no es suficiente para expresar la complejidad, la multiplicidad de pliegues del tejido de la experiencia;
—vano porque la vida no posee ningún sentido teleológico, ni objeto ni dirección ni finalidad;
—vano porque la existencia está construida por mucho más que palabras, por elementos intraducibles al lenguaje, por circunstancias que no dejan ninguna huella externa y que se desnaturalizan al intentar trasladarlas al ámbito de la lengua;
—vano porque la coherencia y la significación derivadas de las conexiones a posteriori de ciertos acontecimientos es ficticia;
—vano porque la vida carece de significado intrínseco.
«Empezamos nuestra estancia en este mundo abandonando violentamente otro. Una mujer empuja, empuja para que salgamos. Hay que saber emigrar. Hay que saber divorciarse. Hay que saber dimitir, hay que saber engancharse y desengancharse. Hay que saber largarse y huir a todo correr. Hay que saber borrar las huellas para desorientar al perseguidor. Hay que saber salir pitando como un ciervo. Hay que saber alzar el vuelo como un pájaro diurno. Lanzarse en picado sin hacer el menor ruido, moviendo apenas las alas desplegadas, abiertas como una rapaz nocturna que confía el silencio de su vuelo a las brisas de la noche. Vivir es saber abandonar las funciones de la vida y la idea que uno tiene de su vida e incluso la idea de la duración de su vida».
Vivir es andar tambaleándose de derrota en derrota. Vivir es lo que sucede entre derrota y derrota.
La (auto)biografía parte de la presunción de la existencia de un yo, sin cuya participación, sin cuyo protagonismo, no es posible el relato de uno mismo. Pero aprendemos a decir yo antes de comprender lo que significa y le concedemos unos atributos —una identidad, una historia, unos precedentes— porque ese yo es el espejo a través del cual vivimos y vemos el mundo. Pero ese yo construido tiene mucho de ficción y de invención, y no siempre coincide con la realidad de quién somos, que es el camino principal hacia nuestra verdadera identidad. Tal vez ese yo no sea más que una creación del lenguaje, un atajo, que nos impide volver al camino principal; siempre encontraremos obstáculos que nos lo impedirán y, tal vez, si damos con él de manera fortuita, lo evitemos al no reconocerlo. Igual que la lengua en la que hemos aprendido a nombrarlo, también robamos su significado y así seguimos, de prestado, toda nuestra existencia.
En todo caso, la (auto)biografía solo tendría sentido como una gran sinécdoque, en la que se toma una parte por el todo: la irrupción de un yo que intenta comunicar un efecto totalizador a partir de fragmentos porque su reconstrucción total es imposible.
«¿Cómo se atreve uno a decir «yo» hablando de sí mismo, cómo encontrarnos en ese «yo», nosotros que no tenemos más que un sexo de los dos, y tan poca autonomía en nuestros proyectos, y ninguna identidad en nuestra doble fuente?
Para que podamos reconocernos tenemos que ver en nosotros a alguien que hemos conocido antes de vernos a nosotros mismos.
¿Cómo decir yo sin una lengua adquirida en otros labios donde la hemos recogido después de haberla robado?
¿Cuándo somos yo?»
La vida es un estado terminal que implica un final desde su principio. Parece estable en la materia, una forma de organización, pero solo en el plano teórico porque justo cuanto se materializa pierde por completo su estabilidad y se desenvuelve entre el azar y la necesidad, y la ausencia de patrones —no hay dos vidas iguales, no se puede vivir por imitación— la obliga a aceptar el estatus de imprevisibilidad. Cualquier intento de sistematizar esa imprevisibilidad está condenado al fracaso, de ahí la inutilidad del psicoanálisis —aunque recurra a símbolos inventados y a procesos irrastreables para demostrar sus sofismas— en su intento de establecer relaciones causales en un sistema cuya supervivencia se sustenta en el caos. El error ab initio del psicoanálisis es bucear en la biografía —en el relato— en lugar de tomar como referencia la vida —el hecho—; es decir, haber confundido biografía y vida.
«Cada mujer, cada hombre, han experimentado hasta qué punto volver la mirada atrás, por llenos de lágrimas que estén los ojos, fabula.
Como los bruscos flashes que finge lanzar la memoria cuando se la convoca en el presente, son la mayoría de las veces disparados, mediocres, incongruentes.
Carbonillas que incendian el emplazamiento, o que queman y ciegan la mirada.
Jirones desparejos. La ley de la inversión es simple: cuanto más convincentes más mentirosos».
No podemos saber si el sentimiento que embargaba al hombre de las cavernas, aislado, mudo y ágrafo, que conocemos con el nombre de amor romántico, es idéntico al del hombre actual. En el primer caso, hablamos de vida, en el segundo, de biografía, porque hemos pasado de un sentimiento a su expresión. Al dar nombre a un sentimiento, cambiamos su naturaleza porque este nombrar actúa de forma retroactiva sobre el sentimiento original aún-no-nombrado. Pero ¿cómo prescindir del lenguaje?
«¡Filósofo, tira todos tus conceptos, tus representaciones, tus tradiciones por sutiles que sean, renuncia a todas esas boyas hinchadas de belleza y de vacío, salta!»
Después del alumbramiento, el recién nacido queda expuesto a una multitud de estímulos que no puede procesar; Quignard los agrupa en cuatro categorías:
—Símbolos,
—Imágenes,
—Esquemas y
—Enigmas.
Estas categorías no son estáticas, irán modificándose a medida que se vayan superando las sucesivas etapas de maduración, un proceso que parece culminar cuando queda establecida de forma definitiva la entidad denominada yo y que depende de la capacidad de traducir el contenido de esas categorías a una lengua reconocible; así, aquellos contenidos que el psicoanálisis traslada al inconsciente por haber sido «reprimidos» —sean reales o maginarios— son únicamente elementos para los que no se ha encontrado aún una traducción;
«Cada sujeto es de aquello que no ha recibido de su tiempo ni del lugar, de aquello que no ha percibido en razón del deslumbramiento de la luz, de aquello que no ha retenido del lugar cuando lo ha encontrado, a continuación cuando se ha puesto de pie, a continuación cuando ha empezado a andar, de aquello que no sentía en aquello que observaba, de aquello que no sentía en aquello que sentía, de lo que no encontraba en lo que engullía. Este no-encuentro es la estructura misma del sujeto en su vida, en su cuerpo, en su sexualidad, en su carácter, en su humor, por supuesto en su conciencia, y todavía más en el interior de aquello que él cree que es su propio pensamiento»;
Según esa tesis, la madurez se alcanzaría cuando fuera posible esa traducción completa, aunque nada ni nadie garantiza su consecución.
Sin embargo, y teniendo en cuenta la aspiración a la verdad que se presupone en toda autobiografía, su punto de partida, el material a partir del que se fabrica, que son las huellas que ha dejado la vida en la memoria del sujeto, parecen un material demasiado fugaz, maleable y sujeto a interpretación para que su fruto sea verdadero, aunque pueda ser real: el traspaso de la vida al lenguaje está sujeto a demasiadas posibilidades de contaminación:
—Contaminación causal: asociando hechos a causas que, realmente, no los provocaron.
—Contaminación literaria: dejándose influir por la retórica.
—Contaminación justificatoria: inventando disculpas para conductas del pasado que no podían excusarse cuando se dieron.
—Contaminación unificadora: tendencia a mostrar al protagonista como un individuo único, sin dobleces.
—Contaminación interpretativa: otorgar interpretaciones a posteriori, teniendo en cuenta lo sucedido entre el momento en que tuvo lugar el hecho relatado y el momento de su relato.
—Contaminación concentratoria: agrupar hechos dispersos, causal o temporalmente, originariamente independientes, para dar una sensación de unanimidad o de coherencia donde no las había.
—Contaminación atributiva: considerar como propios, a menudo inconscientemente, recuerdos contados por otros e introducidos en nuestra memoria.
—Contaminación narrativa: la vida no es un relato —planteamiento, nudo y desenlace; inicio con el equipaje adquirido; finalidad—.
—Contaminación teleológica: asignando una finalidad a procesos que, en su principio, no lo implicaban.
«Un verdadero testigo no interpreta, ni comenta, ni juzga, ni critica. Duda. Tiembla. Comete errores y no puede corregirlos [...] porque no es consciente de ello». Lycophron et Zétès.
Quignard encuentra tres grandes dilemas irresolubles:
—La imposibilidad de mantener la traslación del personaje al narrador: en la (auto)biografía, predomina la escritura sobre la vida.
—La dificultad de transformar el escenario de las representaciones en representación: en la (auto)biografía prima lo textual sobre lo referencial.
—El obstáculo de convertir la referencia al mundo en objetiva ante la inevitable referencia a los textos escritos previamente escritos por el autor: en la (auto)biografía, predomina lo narrativo sobre lo vital.
Corolario: condiciones para que la (auto)biografía fuera posible:
—Que el escritor pudiera desaparecer, sustituido por el protagonista.
«Hablar es componer un personaje. Escribir es desaparecer»
—Que se pudiera suprimir el lenguaje, comunicando la experiencia sin mediación.
«Autor es auctor [el que, con su discurso, aumenta lo narrado]. Hombre que aumenta el valor de una cosa mediante las palabras que la adornan, la separan del mundo y la ayudan a aferrarse a su memoria. Augeo significa el movimiento de lo que aumenta, se desarrolla, crece ramas en el espacio o en el cielo, o en el futuro. Significa augurar. El que escribe aumenta la cultura. No inventa. Se basa en lo que ya existe y que tiene autoridad. Añade palabras y la memoria de los padres a experiencias demasiado nuevas. Aumenta el tempo de su vida con la continuación precipitada y silenciosa de los tiempos antiguos». (Petits traités II, p. 326)
—Que la vida tuviera algún propósito.
«El biógrafo remienda en vano el sudario irreparabilis. Cadáver en alemán se dice Laichnam: tejido del cuerpo. Punto del cuerpo. El biógrafo coge sus agujas, su dedal, sus tijeras, sus madejas de hilo. Cose, pregunta, borda, se detiene, retoma, simula reparar la tapicería, reorganizar los hilos de color, configurar un motivo, mientras que el tiempo es lo irreparable en acto.
La vida es lo irreparable».
La única (auto)biografía posible no es bio, solo auto: la autografía, una especie de auto-des-bio-grafía —Montaigne, Marco Aurelio…— que consiste en el conjunto de todos los libros escritos por el autor, de los libros que dan testimonio de otros libros y de los libros que se sabe que se van a escribir. Hablar de los demás para hablar de uno mismo:
—Vies Minuscules, de Pierre Michon, en el que evoca a André Dufourneau: «Pero hablando de él, es de mí mismo de quien hablo».
—Vies Antérieures, de Gérard Macé: «Escribimos para alojarnos en el cuerpo de otro, y para vivir como parásitos en uno de los agujeros cavados por la memoria».
La posible existencia de una (auto)biografía que se asemejara a un «relato de vida» debería cumplir tres condicionantes:
- La yuxtaposición del ensayo reflexivo —vida literaria— y del relato biográfico —vida biológica—.
- La retención de aspectos que sobrepasan el relato cronológico: huir de la síntesis y centrarse en el análisis.
- En función de aquello que el biógrafo quiere subrayar, la influencia del biografiado sobre el biógrafo: la identidad del biografiado no es un punto de partida, sino el de llegada.
Ante la imposibilidad de hacer protagonista al sujeto, el compromiso es hacer protagonista a la escritura.
Mapa de La vida no es una biografía
09 El trauma es como la felicidad.
10 La teogonía. Los cuatro ríos del origen: Pisón, Geón, Tigris, Éufrates.
I. Psychic numbing
11 Psychic numbing, anestesia psíquica para desactivar el trauma.
12 La vida, una construcción fuera de la zona de agonía.
13 Condiciones del relato biográfico: adquisición de la lengua y del significado.
14 «Se jeter amont», tirarse aguas arriba, río arriba.
15 «1. ¡No estés ahí!».
16 Hacerse invisible entre lo semejante —camuflaje—: escribir, leer.
17 «2. In idem flumen —bis descendimus et non descendimus».
18 El río de Heráclito.
19 Vivir no es ser: un terrible «no somos» aflora en el seno de lo que somos.
21 «3. Simplex»: los sueños no expresan la menor idea de causa.
22 No se puede tejer una historia lineal, un relato, con los deseos. Penélope.
23 No puede haber biografía ante mortem.
24 «El que sueña no está muerto. Ni el sueño es un símbolo».
25 «4. Los sueños, jirones de vida» indescifrables, sin culpabilidad, sin relato.
26 «5. Grotta Coccea»: unía el lago del Averno con la llanura de Cuma.
27 La sibila de Cuma: «Volver sobre los propios pasos, esta es la labor».
28 «Es extraordinariamente dofícil contender con aquello que se ignora».
29 «6. El dios azul Charu —caos—».
30 «A veces corremos hacia nuestra propia derrota cargados de razón».
31 «Las plumas precediron mucho tiempo a las alas».
32 «7. El vuelo».
33 «Una biografía es una ofrenda vana […] porque una vida nunca es un relato».
34 «8. Una actividad sin finalidad»: escribir —Georges Bataille—.
35 «¡No necesitamos más libros que los robles y las hayas!», San Bernardo.
36 «La vida nunca es la biografía de un muerto».
37 «Vivir no tiene ninguna finalidad».
38 «Vivir no tiene un camino. Vivir se hace sin camino».
II. Ekvagari
41 El sentido de la palabra sueño.
42 «El terreno vago es un terreno inculto, no cultivado, “salvaje”».
43 «1. La sombra y el sueño».
44 «El sueño no es una sombra. El hombre dormido no es un hombre muerto».
45 «2. Soledad del sueño».
46 «3. Sensus vaga».
47 «El sueño y la sueño».
48 Francés antiguo: «rêve» era el impuesto que debía pagar el vagabundo.
49 «5. Sogno y Traum». Sueño —songe— y sueños —rêve—.
50 «6. El sueño (rêve) y el sueño (songe)»: el individuo que sueña.
53 «7. La melancolía»: la psique desaloja al logos del alma.
54 «8. El nervio vago»: el pacificador del cuerpo humano.
56 «9. Onar e Hypar»: ensoñación y espejismo, recreación y premonición.
59 «10. Definiciones tradicionales: las visiones, los sueños, los éxtasis y los fantasmas».
60 «Visión es ver con los ojos abiertos. Sueño es ver con los ojos cerrados».
61 «11. Las imágenes»: presagian el pasado que ignoramos en nosotros.
63 «12. La zona silenciosa»: el nacimiento, reprogramación neurológica.
65 «13. Los planetas y los ángeles»: ¿en qué sueñan los seres no vivíparos?
66 «14. El nostos»: «”a aquellos que parten se les desea que vuelvan”».
68 «15. La pre-historia»: la alucinación se encierra en la noche de una gruta.
70 «La elipsis de los Errantes»: Planetas quiere decir en griego los Errantes.
71 «El sueño es un pensamiento que no sabe que está pensando».
III. Neko
73 Hypnos: relaja los miembros y paraliza, es todo dulzura, se parece a la muerte.
74 «Mundo lingüístico y mundo onírico no se superponen. No se sincronizan».
75 «1. La debilidad extrema de las almas».
76 «2. La vara de Hermes» es la vara del sueño.
78 «3. Los gatos»: «gato, en japonés, se dice neko, que viene del verbo dormir».
79 «4. La extrema sedentariedad de los cuerpos» que sueñan.
80 «5. The Mind Wandering»
81 El sueño fue inventado por los pájaros.
82 «6. El peligro mortal de los sueños»: dejan sin defensa al durmiente.
83 «7. Ars nigra». Mind Wandering: el cerebro en estado de errancia.
85 «8. Los animales»: «¿quién hablará de los animales con los que he vivido?»
86 «9. E origen». Jadis, en romano antiguo, se descompone en «ya hubo un día».
I. Locus amoens
89 «”El amor mediante los sueños”», George du Maurier, Peter Ibbetson.
90 «1. La comunicación mediante los sueños»: el sueño común.
91 «¿Qué biografía daría cuenta de esta vida [la onírica] que se añade a la vida?»
92 «2. Los sueños recíprocos de los indios Joshua»: los tres sueños.
93 «3. Escapados del mundo infernal»: el transtorno postraumático.
94 «4. Los seres de otros lugares»: la vuelta a la vida diaria del hombre.
95 Sin sueños, la vida sería imposible.
96 «5. La tebaida del sueño»: «el sueño es una selva oscura y tenebrosa» (Estacio).
98 «6. Hortus conclusus»: el hortus conclusus est el locus amoens.
101 «7. In aliore loco». «La psique adora el sueño como el cuerpo adora a la noche».
102 Los sueños: un jeroglífico, un mensaje difícil de descifrar.
103 «In illo tempore»: el deseo impone sus alegrías más groseras.
104 In illo tempore = In aliore loco = Locus amoens.
105 «9. La noche»: El rêve vigila el sommeil en que toda identidad muere.
106 El songe guarda los muertos; el rêve guarda el sommeil del cuerpo.
108 «10. Tread softly». «Tread softly—because you tread on my drems» (W. B. Yeats).
109 Somos consumidores desenfrenados de vidas eventuales, aleatorias, grandiosas, obscenas.
110 «11. El cuerpo y lo real» son como la tierra y su surgimiento del mar. El sueño es una experiencia radicalmente individual, más indivisual que la conciencia.
111 Todos los gestos han sido aprendidos por imitación.
112 «12. El rostro invisible». El yo, una ficción espacial y temporal.
113 «13. La gran vida influyente». La existencia nocturna: noche, sommeil, rêve, songe.
114 «14. Story and History». Despertar es volver de un país extraño.
115 «Con el lenguaje no conseguimos más que las palabras del lenguaje».
116 «El significado de una vida humana nunca es interno. Porque la vida humana no “significa” nada».
117 La Historia es un relato, no existe en lo real; lo mismo que la biografía.
V. Psicoanálisis
119 «Cada cuerpo procede de un abrazo enmel cual se esfuerzan dos cuerpos dispares que riegan cuatro abuelos». Referencial al jardín del Edén.
120 «1. Arrojar por encima de unos mismo». Invalidez del psicoanálisis.
121 «Nada está por encima de la imprevisibilidad pura».
122 «2. Selbstdarstellung»: la autorepresentación.
123 «Cada uno de nosotros no “vivirá” más que a condición de que no sepa nada de sí mismo», Tiresias el Ciego.
124 «La vida solo es “simbólica” después de la muerte».
125 La memoria, fábrica de fabulaciones.
126 «No hauy instinto enmnel mundo simbólico, en el que todo lo que se adquiere es aprendido».
127 «3. Las dos vidas». El mundo de la inversión sensorial, silencioso, continuo, de imágenes, de noche y de deseos, enfrente del mundo de la sustitución verbal, lenguiaje, discontinuo, simbólico, de día y de signos.
128 No se puede convertir el sentido (sensible) en sentido (semántico).
129 «Solo vivirás a condición de dejar de tratar de descubrir lo que eres».
130 «4. Biografía y hagiografía».
131 «El objetivo no es el fin y el fin no es el objeto».
132 La biografía es un abandono de la vida y una mixtificaciópn del sueño.
133 En la antigüedad tardía, la biografía derivaba de la hagiografía: el relato del martirio.
134 «5. Claude ostia tua (cierr tu puerta), Isaías, 26:20» al sueño y al deseo del cuerpo.
135 «Claude ostia tus super te», «cierra la puerta a ti mismo».
136 La lengua, ese bosque inextricable.
137 La situación humana más favorable es la del fero en el saco amniótico.
138 «6. Las parias y los bisabuelos» —«les arrière-faix et les arrière-grands-parents»—.
139 «7. Los étyma —Raíz o vocablo de que procede otro—». «La vida es lo irreparable».
140 Lo contrario de etimológico es retórico.
141 Dar nombre es crear como escribir una (auto)biografía es recrear al personaje.
142 «Yo no nací en una lengua, sino en una deflagación etimológica perpetua».
143 «8. Larva y persona». Camino como una imagen de cera que hubiese sido moldeada sobre el rostro de un muerto —Descartes—.
144 Todos los términos que conceden identidad son creados por los demás.
145 «9. Homo qui soleam dormire».
146 Al despertar, la identidad es confusa.
147 ¿Cómo se vive en la memoria de los otros cuando ya hemos desaparecido?
148 «10. My dying voice»: la biografía es la voz de la muerte.
149 «11. Como un vidrio sobre los azulejos».
151 «12. Sophie Anargyros»: todas las biografías son interpretables een función del lector.
152 «La lengua no es tan digna como la naturaleza».
VI. By this and this only
154 La biografía como taxidermia.
155 «1. La vida negra». Los escritores trazan un camino negro difícil de seguir para aquellos que no saben la vida tan especial que supone escribir.
156 «2. Los demonios». «Uno debe escuchar con mucha atención a sus demonios (daimon)».
157 «3. La vida post mortem». Aún muerto, siguen produciéndose señales de vida.
159 «4. Sido —Colette: figura mítica de su madre ausente— en el jardín que hay detrás de Saint-Sauveur».
160 «5. Datio irredibilis (donación irredimible)». La obra es un don irredimible.
161 «6. La línea emocionante que penetra en la oscuridad».
162 «7. Inchoare». La vida está siempre comenzando a comenzar.
163 El agua de la noche limpia el alma, aclara los circuitos del alma.
164 «8. Como un cuerpo muerto vagando en alta mar».
165 Maurice Scève, (1500-1564) poeta francés.
166 «9. Aqua intacta».
167 «10. Nadie se conoce». Anotación de Goya bajo su sexto grabado.
168 Vivir tiene mucho más significados que el primero que nos viene a la cabeza.
VII. To ainigma (el enigma).
169 El cuento del niño, la flecha perdida, el rey de los enigmas.
172 Conclusión del cuento: La pregunta es la respuesta. El enigma es la vida.
173 «1. Este ritmo de marea». «El lenguaje debe abandonar regularmente el cuerpo, dejando la desnudez al deseo».
174 «2. Los significantes enigmáticos». Los significantes no son universales.
177 «3. Die Eltern spielten Karten (los padres estaban jugando a las cartas». Los niños cuyo nacimiento cuesta la vida a su madre son más felices que aquellos que no tienen ninguna deuda (Tito Livio).
178 «4. El saco de enigmas». «El cuerpo es el único —conmovedor— saco de enigmas».
179 La definición del sujeto debe partir de sus carencias.
180 «5. El porvenir». El comienzo no tiene fin.
181 «6. Ischia isola». Ischia se hunde en el mar Tirreno.
182 «La vida no habla».
183 «7. El ektasis». La salida de un ser del estado que le precede. Hypnos en una forma de ektasis.
184 Mística, mustikos, significa mudo.
185 «8. El éxtasis de Ostia»: la conversión de Agustín de Hipona.
187 «9. La askésis». ¿Podemos desintoxicarnos del lenguaje?
188 «¡Filósofo, tira todos tus conceptos, tus representaciones, tus tradiciones, por sutiles que sean, renuncia a todas esas boyas hinchada de belleza y de vacío, salta!».
189 «10. ¿Qué es la mística?»
190 «11. Acantilado de Sewanee».
191 «12. La montaña en que la dama agitó su chal».
192 «13. Un pie de hombre está ardiendo». No hay ningún fin en nuestros días. Aquel que olvida a dónde conduce el camino, llega fácilmente; Heráclito LXXI.
193 «Somos como una fotografía puesta sobre una llama». |