Llega el rey cuando quiere. Pierre Michon. Wunderkammer, 2018 Traducción de María Teresa Gallego Urrutia |
"Escribir es, hasta cierto punto, justificarse sin que nadie te lo pida."Autor de una obra considerada una de las cumbres de la narrativa francesa contemporánea, en permanente aunque no competitivo triunvirato con Pierre Bergounioux y Pascal Quignard, Pierre Michon es titular de una estética singular que exuda de forma manifiesta de todos sus escritos, y de cuyos principios, por su propia voz, da cuenta Llega el rey cuando quiere, la traducción parcial -el original francés contiene treinta entrevistas, reducidas a trece en el libro en castellano- de Le roi vient quand il veut (2007), mantenidas con diversos medios de comunicación entre 1989 y 2007.
El hecho de la escritura es uno de los asuntos referidos a su profesión acerca del cual más parece haber reflexionado Michon. Con respecto al creador -todo relato es un autorretrato; la presencia del artista, sea pintor o escritor, es inevitable-, sostiene que el acto de la escritura puede ser una experiencia transformadora para quien lo ejecuta, pero ni la cualidad ni la intensidad de esa experiencia deben de manera forzosa trasladarse al lector, pues el acto se acredita por sí mismo. Escribir es echar la vista atrás -siempre se escribe en pasado- para traer un mundo que ha desaparecido y que no existiría si no se escribiese; pero una vez completado ese movimiento, la escritura rompe esa relación y se sitúa fuera del tiempo. Con respecto al receptor, Michon sostiene que escribir ficción absoluta es una pérdida de tiempo y un engaño al lector; escribir es siempre revitalizar, proporcionar una nueva vida -y no solo una nueva oportunidad- a alguien que ya existió, aunque esa nueva vida sea completamente ficticia, pero su antecedente es real.
A pesar de tener un concepto peyorativo de la novela en cuanto género literario por ser fragmentaria, discontinua, estúpidamente normativizada y cuya brevedad, en su caso, es la imposición de la tiranía del autor sobre la inocencia del lector, se aferra a la función social de la literatura: dar luz a todos aquellos que la historia de los grandes hechos ha dejado en las sombras hasta igualarlos, en lo que dura el texto, con los mitos la sombra de los cuales los ha ocultado. Tanto la pintura como la literatura poseen la capacidad de provocar emoción, pero ese sentimiento será de orden muy diferente: en una es inmediato, inmanente y provocado por la totalidad de la obra, mientras que en la otra se exige un proceso de decodificación y elaboración que la obliga -o debería obligarla- a la máxima concentración.
"Todo el lenguaje, y en particular la literatura, que es como el alma del lenguaje, miente como un sacamuelas. Pero aquel a quien le sacan la muela, el lector, tiene que creer ciegamente en las palabras del charlatán, porque ese es el precio de su alivio, su paz y su goce. Nos creemos muy diestros por saber que la literatura miente, pero somos aún más diestros cuando caemos en la debilidad de creer en ella. Quien sabe gozar de esa hermosa falsificación a veces se topa con un poco de verdad."
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