Satin Island. Tom McCarthy. Pálido Fuego, 2016 Traducción de José Luis Amores |
"La gente necesita mitos fundacionales, algún tipo de huella del año cero, un perno que asegure el andamiaje que a su vez sujeta la arquitectura de la realidad, del tiempo: cámaras de memoria y sótanos de olvido, muros entre eras, pasillos que nos arrastren hacia los días del fin y lo que sea que venga después.”
Un aeropuerto en tránsito, auténtico paradigma del no-lugar, puede transformarse en una ubicación permanente a causa, por ejemplo, de una huelga del sector o de un incidente aeronáutico. La existencia física de este no-lugar puede quedar establecida por la saturación de información vertida por una infinitud de canales, aunque ninguno de ellos proponga referencia explícita a esa existencia excepto uno, el que le dota consistencia: el aviso de retraso de los vuelos. El resto de información, emitida ininterrumpidamente, pelea para hacerse visible, pero no es más que un rellano en una escalera infinita que pierde todo sentido porque no lleva a ningún lado, sólo sucede al anterior y precede al posterior, siendo su imagen esa cinta continua que se desplaza por la parte inferior de la pantalla de televisión, esas “breaking news” incongruentes por la continua repetición.
En un aeropuerto de Turín colapsado es donde da comienzo Satin Island (Satin Island, 2015), la cuarta novela del escritor británico Tom McCarthy, que la malagueña Pálido Fuego publica, razonadamente, en castellano después del silencio editorial que siguió a la publicación de Residuos (Remainder, 2005) por parte de Lengua de Trapo en 2006; por el camino han quedado otras dos novelas del inglés -aunque Pálido Fuego tiene planeado publicarlas en años sucesivos-, un autor considerado de culto entre los lectores y los críticos de las islas.
El narrador y protagonista de Satin Island, que se encontraba retenido -nada se nos dice del tiempo de la narración, solamente que transcurre en un nebuloso e inconcreto pasado- en el aeropuerto de Torino-Caselle, es un antropólogo que ha contratado una empresa, la Empresa, que trafica con información para gestionar narrativas.
La compañía -el parecido de la cual con los gigantes de la información es más que sospechosa- construye ficciones que, mediante el tratamiento adecuado, se puedan traspasar al mundo real; no se trata tanto de convertirlas en reales como de hacerlas compatibles con la realidad. El PKS es tan importante y tan inmenso que su alcance es imposible de abarcar.
El narrador y protagonista de Satin Island, que se encontraba retenido -nada se nos dice del tiempo de la narración, solamente que transcurre en un nebuloso e inconcreto pasado- en el aeropuerto de Torino-Caselle, es un antropólogo que ha contratado una empresa, la Empresa, que trafica con información para gestionar narrativas.
"¿Qué hace en realidad un antropólogo que trabaja para una empresa? Proveemos percepción cultural."Poca cosa más se nos concreta a lo largo de la novela acerca del destino de ese tráfico, aunque sí que U es más concreto en cuanto a su cometido por más que ni él mismo alcance a imaginar el destino de su investigación, máxime cuando parece que todo el flujo de trabajo está establecido hasta tal punto que ni siquiera recibe instrucciones precisas acerca de sus contribuciones (aunque sí, sorprendentemente, la aprobación constante de su superior).
"Mi función oficial como etnógrafo empresarial era obtener significado de todo tipo de situaciones."El documento que unificará los trabajos de todos los colaboradores recibe el nombre de Proyecto Koob-Sassen (PKS).
La compañía -el parecido de la cual con los gigantes de la información es más que sospechosa- construye ficciones que, mediante el tratamiento adecuado, se puedan traspasar al mundo real; no se trata tanto de convertirlas en reales como de hacerlas compatibles con la realidad. El PKS es tan importante y tan inmenso que su alcance es imposible de abarcar.
"¿Y si, en lugar de que el informe en sí encontrase su forma, fuese la propia época, en todas sus encarnaciones transformativas y multicanal, la que lo encontrase y moldeara? ¿Y si la época, la era, hiciese esto con una proximidad tal, y con tales inmediatez y fuerza, que el informe no hiciera sino desvanecerse, dejando tan sólo bulto, molde?"Colapsado por su magnitud, U oscila entre la plena dedicación y la procrastinación; el mundo en el que se desenvuelve, a pesar estar marcado por las huellas de la ficción, tiene un inquietante parecido con el mundo real, o, lo que desafortunadamente es lo mismo, con la imagen del mundo que se ha impuesto por la vía de la globalización ética: la imposibilidad de sobrevivir en un entorno dominado por la saturación de información y la dificultad para entresacar de ella no solamente la relevante sino también la verdadera; la práctica incapacidad de escoger de entre la profusión de mensajes aquellos que sean significativos y desechar el resto; los impedimentos que sufren las relaciones personales que no derivan directamente del medio laboral o que no están fundamentadas en un intercambio económico o de poder; las diferentes formas alternativas de dar contenido a la experiencia, más allá de su colectivización en los nuevos medios sociales, y el criterio de relevancia que debe imperar a la hora de escogerla.
"Lo incomprensible no es mejor que lo banal, sino tan sólo su reverso."Encerrado en su sótano, sin las instrucciones precisas ni un cometido definido, U, incapaz de sustraerse a la sensación de que su encargo se reduce a preparar el advenimiento de un trabajo, el propio PKS, que no acaba de llegar nunca, se enfrenta a sus verdaderos demonios: su equívoca relación con Madison y la imposibilidad de sostener un vínculo afectivo en un entorno que demanda afectividad en la decisión más insustancial; las implicaciones de la noticia de la muerte de un paracaidista por un fallo en el sistema de abertura de su paracaídas, la posible participación mediante sabotaje del equipo de sus compañeros en el incidente o la decisión de suicidio por parte del propio afectado, en un ámbito de riesgo para el que no se supone ningún grado de empatía; y el sueño recurrente del progreso invasivo de un vertido de petróleo en el mar, la quiebra del medio ambiente por los efectos de la civilización como plaga agonística.
"Todo es susceptible de ser una ficción; pero el futuro es el cuento más largo y pesado de todos."
Escapar, escapar, escapar... Cuando no puedes vencer a tu enemigo, es falso que la única solución, como pontifica el refrán, sea asociarte con él; siempre puedes abandonar el combate y escapar. U emprende ese viaje iniciático de desconexión tomando el ferry a Staten Island -el título de la novela, Satin Island, hace referencia a ese lugar-, el distrito basurero,que contiene el vertedero de Fresh Kills, antiguamente destinado a recibir la basura de Nueva York, clausurado en 2001 y reabierto para depositar los restos del World Trade Center. Es en este contenedor de ruinas, paradójicamente transformado en atractivo turístico, en el que U, una vez se ha expulsado de encima la multitud y se ha quedado a solas, experimenta la revelación que le redimirá.
A estas alturas, puede que el lector avispado -un lector que necesita poner su plena atención en la lectura, porque el goteo de datos es constante, como en los Scroll de pantalla de televisión, pero tan hábilmente camuflados entre el ruido de fondo que es fácil que se escape alguno, la relevancia del cual solamente se examinará con posterioridad- haya podido observar varias coincidencias: en primer lugar, el nombre del protagonista -“¿Yo? Llamadme U”-, U, fonéticamente pronunciado "you", significa "tú", un pronombre personal que denomina a la persona implicada en la lectura, al lector; por otra parte, el Proyecto Koob-Sassen, ese volátil e impreciso pero imprescindible y omnisciente Informe, tiene al menos un precedente en la literatura, la Acción Paralela de El hombre sin atributos, la novela de Robert Musil, el acontecimiento que debe organizar el protagonista, Ulrich, cuyo nombre comienza con la letra que designa a nuestro antropólogo, cambiando la legendaria Kakania -trasunto del Imperio Austro-húngaro previo a la Primera Guerra Mundial, anterior, pues, a la ruina- por el Nueva York de principios del siglo XXI, en el que la ruina ya tuvo lugar una soleada mañana de cierto 11 de septiembre; en ambos casos, y este es un extremo determinante, es mucho más fácil titular el trabajo que describirlo. Tal vez sea llevar demasiado lejos lo que no son más que leves indicios, pero las características de ambos eventos, su presencia en las narraciones, y la actitud de ambos protagonistas con respecto a ellos parecen revelar una relación más que casual.
Más allá de los gustos personales, que no constituyen ningún criterio objetivo, es obvio que existen libros buenos, libros regulares y libros malos. Luego, existen unos pocos libros que no se adaptan a esta clasificación, que son, para bien o para mal, libros "diferentes", cuya calidad literaria no se agota en una sola lectura; y cuando digo lectura no me refiero solamente al acto de leer, sino también, y sobre todo, a la percepción de todo aquello que el autor ha querido transmitir. Los clásicos que todos tenemos en mente formarían una categoría de este tipo de libros; en otra categoría, distinta pero asimilable, se encuentran Residuos y Satin Island.
Calificación: ****/*****
A estas alturas, puede que el lector avispado -un lector que necesita poner su plena atención en la lectura, porque el goteo de datos es constante, como en los Scroll de pantalla de televisión, pero tan hábilmente camuflados entre el ruido de fondo que es fácil que se escape alguno, la relevancia del cual solamente se examinará con posterioridad- haya podido observar varias coincidencias: en primer lugar, el nombre del protagonista -“¿Yo? Llamadme U”-, U, fonéticamente pronunciado "you", significa "tú", un pronombre personal que denomina a la persona implicada en la lectura, al lector; por otra parte, el Proyecto Koob-Sassen, ese volátil e impreciso pero imprescindible y omnisciente Informe, tiene al menos un precedente en la literatura, la Acción Paralela de El hombre sin atributos, la novela de Robert Musil, el acontecimiento que debe organizar el protagonista, Ulrich, cuyo nombre comienza con la letra que designa a nuestro antropólogo, cambiando la legendaria Kakania -trasunto del Imperio Austro-húngaro previo a la Primera Guerra Mundial, anterior, pues, a la ruina- por el Nueva York de principios del siglo XXI, en el que la ruina ya tuvo lugar una soleada mañana de cierto 11 de septiembre; en ambos casos, y este es un extremo determinante, es mucho más fácil titular el trabajo que describirlo. Tal vez sea llevar demasiado lejos lo que no son más que leves indicios, pero las características de ambos eventos, su presencia en las narraciones, y la actitud de ambos protagonistas con respecto a ellos parecen revelar una relación más que casual.
Más allá de los gustos personales, que no constituyen ningún criterio objetivo, es obvio que existen libros buenos, libros regulares y libros malos. Luego, existen unos pocos libros que no se adaptan a esta clasificación, que son, para bien o para mal, libros "diferentes", cuya calidad literaria no se agota en una sola lectura; y cuando digo lectura no me refiero solamente al acto de leer, sino también, y sobre todo, a la percepción de todo aquello que el autor ha querido transmitir. Los clásicos que todos tenemos en mente formarían una categoría de este tipo de libros; en otra categoría, distinta pero asimilable, se encuentran Residuos y Satin Island.
Calificación: ****/*****