En el mes de octubre de 2016, con motivo de la publicación de su novela Las lágrimas (Les Larmes), Laurent Nunez entrevistó al autor; este artículo es la traducción al castellano de esa entrevista, publicada en la sección de cultura de la revista Marianne.
Nuestros ancestros los francos
Pascal Quignard
Entrevista realizada por Laurent Nunez.
Cuando la temporada literaria toca a su fin, el escritor vuelve a la novela. En Las lágrimas, que sigue el periplo de todo un pueblo en la época del nacimiento de la lengua francesa, Pascal Quignard expresa su agradecimiento a la naturaleza salvaje, «infinitamente superior a la humanidad».
Laurent Nunez: Usted acaba de publicar Las lágrimas, una novela muy alejada de nosotros en el tiempo y, a la vez, extremadamente contemporánea. Mientras se acercan las elecciones presidenciales, el debate sobre la identidad nacional sigue su curso, exhumando el famoso «nuestros antepasados los galos», o ensalzando una hipotética «identidad feliz», usted se remonta al año 842, para rastrear las huellas de los francos, y más concretamente de Nithard, nieto bastardo de Carlomagno, que fue el primer escritor francés. El primero en escribir un texto en francés.
Pascal Quignard: Es porque mi novela familiar, como suele decirse, está íntegramente ligada a la lengua francesa. Mi abuelo era gramático que escribió diez volúmenes sobre la historia de la lengua francesa, e incluso un resumen para estudiantes, en un solo volumen: así pues, la lengua es un asunto familiar. A decir verdad, quería soñar despierto con el lado contingente, completamente fortuito, del nacimiento de nuestra lengua.
Laurent Nunez: Sin deplorar esta contingencia.
Pascal Quignard: Sin deplorarla. Siempre me he negado a sacralizar la lengua. Porque la lengua no está realmente viva. Las lenguas son sistemas lingüísticos, no organismos vivientes. Las lágrimas es esto: las lenguas que adquirimos en torno a los 18 meses no están realmente en nosotros. No han sido creadas por la voluntad humana. Tampoco son divinas. Son accidentes que han florecido en nuestros labios, de una manera muy misteriosa.
Laurent Nunez: Pero estas lenguas nos siguen siendo útiles. Nos expresamos en ellas, oralmente. Y luego escribimos libros.
Pascal Quignard: Por supuesto. Es lo que hace el propio Nithard cuando fija nuestra lengua en los Juramentos de Estrasburgo, que es un pacto entre Carlos el Calvo y Luis el Germánico. El hecho de que el 14 de febrero de 842 se encontrara a un hombre para escribir el protofrancés, para contar la firma de este acuerdo de paz, para explicar que, de repente, el lugar donde se encuentra ya no se llama Argentoratum sino Estrasburgo: esto me perturba mucho. Y sabemos incluso que era viernes, y Nithard escribe que había nevado mucho: así que vemos esta lengua francesa, en el frío de febrero, que sale de la boca de toda esta gente, como una niebla... Todo esto me fascina. Pero, de todos modos, no creo que, con un sistema imaginario como las lenguas, se pueda traer la verdad. No es posible. Demasiado peligroso. Es una fantasía.
Laurent Nunez: ¿Tiene la impresión de ser menos salvaje que antes? ¿Demasiado domesticado?
Pascal Quignard: Digamos que me gusta la compañía de los animales salvajes.
Laurent Nunez: Es cierto que su novela celebra el reino animal. Hay gatos, lechuzas, caballos, arañas e incluso babosas.
Pascal Quignard: Hay criaturas salvajes: Sad, el chamán, que improvisa poemas, o el Hermano Lucius, que cría a los dos hermanos pero sólo ama a un gato. También están todos los animales que no se pueden realmente domesticar. Es por eso que me conmueven. Y su silencio. ¡Mire! [Saca el móvil, busca fotos. Se encuentra con un pequeño gato pelirrojo]. No, esa foto no. Este es mi compañero de todos los días. [Vuelve a buscar, se desplaza por las imágenes hasta que encuentra la fotografía de una lechuza diminuta]. Esta es. Hice un espectáculo con ella en Aviñón. En el momento de la foto, acababa de nacer. Como una lengua.
Laurent Nunez: ¿Como una lengua?
Pascal Quignard: Como su opuesto. Es tan silenciosa Es tan salvaje... No se puede educar a estos animales. Sólo hacer lo que llamamos impronta. Pero sin educación. Eso me gusta mucho. Cuando estoy en el escenario, mi papel es sólo levantar el brazo y dar la bienvenida a esta lechuza. Y si falla, si se va y vuela lejos del escenario, me quedo en medio de la gente con el brazo en alto. Me da igual. Y la gente me ve: estoy radiante. Siento la mayor alegría.
Laurent Nunez: ¿Y la mayor angustia?
Pascal Quignard: No creo que se puedan disociar en absoluto el placer y la angustia. Cuanto estamos angustiados, significa que seguimos sintiendo deseo.
Laurent Nunez: ¿Así que cambió su ansiedad inicial, triste, por una especie de ansiedad alegre?
Pascal Quignard: Sí, porque ya ni siquiera intento curarme de mi síntoma. Me sumerjo en él. Es una forma de curarse, no más estúpida que cualquier otra. Veremos cómo acaba la carrera.
Laurent Nunez : Se le nota, es cierto, apaciaguado, e incluso alegre. Esto contrasta con el título de su libro, Las lágrimas...
Pascal Quignard: Es un libro muy alegre Pero elegí este título por el verso de Virgilio, Lacrimae rerum: «Los átomos que caen en el espacio son las lágrimas de las cosas». Bueno, tal vez podría haber llamado a esta novela Las lágrimas de las cosas. En cualquier caso, hay algo en ella que me conmueve.
Laurent Nunez: ¿Por qué?
Pascal Quignard: En relación con las depresiones que he sufrido, que han sido tanto abismos como renacimientos, creo que me he desprendido de muchas cosas. Ése es el secreto: cuanto más te desapegas, menos te controlas y más emotivo eres.
Laurent Nunez: ¿Le conmueven las cosas mucho más que antes?
Pascal Quignard: Mucho más. No creo que nuestro carácter se endurezca. La piel no se reseca. No se convierte en cuero. Los sensibles se vuelven cada vez más sensibles. Al final del último libro que escribió Louis-René des Forêts, está sentado en su sillón reclinable, y entonces mira, no sé, a una libélula que pasa, que se posa en una flor. Sabe que va a morir y empieza a sollozar. Llora porque es hermoso. Porque vive en lo contingente. Cuando te das cuenta de esto, todo se vuelve más y más anormal.
Laurent Nunez: ¿Así que de ahí viene el sillón reclinable, ese en el que se sienta al final de Las lágrimas, mientras ve pasar una lechuza?
Pascal Quignard: Ah, sí... [Con mirada de sorpresa]. Debe de ser, sin duda, el eco de alguien que me llama. Envejecer tiene sus desventajas —enormes— pero también tiene ventajas excepcionales. Cuantas más primaveras se ha conocido, cuantas más estaciones se ha conocido, más hermoso se vuelve todo. Bello hasta las lágrimas.
Laurent Nunez: Y así dejamos correr las lágrimas de alegría.
Pascal Quignard: Experimentar hasta las lágrimas que la naturaleza es inmensamente superior a la humanidad, y de una belleza absolutamente deslumbrante, no es una mala noticia.
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Este artículo es la traducción al castellano de la entrevista Nos ancêtres les Francs, publicada por la revista Marianne en su número correspondiente al 13 de octubre de 2016 y realizada por Laurent Nunez: https://www.marianne.net/culture/livre-pascal-quignard-nos-ancetres-les-francs
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