30 de junio de 2013

Las lecturas de Junio




Vidas conjeturales
Fleur Jaeggy
Traducción de Mª Ángeles Cabré
Alpha Decay, 2013
Una increíble semblanza -conjetural, no imaginaria- de tres escritores de la mano experta de una de las mejores escritoras europeas. Alta literatura para degustar con pasión.
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Diario de 1926
Robert Walser
Traducción de Juan de Sola
La uÑa RoTa, 2013
Sorprendente Walser en un Diario que no es Diario y un 1926 que no es 1926. Un minimalismo que creó escuela estilística entre los escritores europeos y jubilosa adicción entre los lectores.
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El arte de trepar a la usanza de los cortesanos y otros ensayos
Paul Henri Thiry, Barón d'Holbach
Traducción y edición de Jaime Rosal
Sd Ediciones, 2013
¿Qué tendrán los philosophes que hace tan actual sus escritos? ¿Tal vez que l'ancien régime, que creíamos definitivamente enterrado en 1789, reverdece a cada generación?
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Lanark
Alasdair Gray
Traducción de Albert Solé
Marbot Ediciones, 2013
La creatividad autobiográfica llevada más allá del límite, al exceso, al caos, en una distopía que se parece sospechosamente a la realidad. Recuperación de un texto emblemático de un autor imprescindible.*****



Condenada
Chuck Palahniuk
Traducción de Javier Calvo
Mondadori, 2013
Palahniuk 100 por cien: una condenada, norteamericana, adolescente, obesa y poliadicta, toma posesión del infierno y pone en cuestión el liderazgo de Satanás. Y tendrá continuación. 
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Todo y más. Breve historia del infinito
David Foster Wallace
Traducción de Joan Vilaltella
RBA Libros, 2013
El escritor más idolatrado de los últimos años ante el reto de una historia del concepto matemático de infinito, que resuelve con solvencia didáctica y narrativa.
Sin calificar


Helen Oyeyemi
Traducción de María Belmonte
Editorial Acantilado, 2013
Un autor entre la obligación por su esposa y la devoción por su personaje. Una sorprendente demostración de que la meta-narrativa puede ser original, creativa y pertinente. Y la sospecha de que el futuro de la narrativa inglesa esté tal vez en las excolonias.****



Com fer-se fastigosament ric a l'Àsia emergent
Mohsin Hamid
Traducció de Carles Miró
Edicions del Periscopi, 2013
L'antic art d'explicar històries segueix viu, encara que "actualitzat" sota la forma d'un particular text d'autoajuda, que no ho és gens. Un llibre que és una vida que és un llibre, en una traducció excel.lent en la forma i en el to.
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Traducción de Pablo Moíño
Gallo Nero Ediciones, 2013
Se debería leer un Queneau al año, como mínimo: su París de siempre recorrido por sus insólitos personajes, los bares, la Sorbonne, la Rive Gauche y el inexorable fin, siempre tan lejos y sin embargo tan cerca.
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26 de junio de 2013

Vidas conjeturales

Vidas conjeturales. Fleur Jaeggy, Alpha Decay, 2013
Traducción de Mª Ángeles Cabré
Independientemente de los criterios racionales aplicables a un texto, del acercamiento crítico más o menos sectario, del buceo paparazzzi way en la vida del autor y de la búsqueda, más o menos afortunada, de sus influencias, de sus fuentes, del marco conceptual y literario en que poder encuadrarlo, hay libros que golpean al lector hasta dejarlo sin aliento... Es posible que tenga que ver con ello una disposición anímica determinada o que, al fin y al cabo, dependa únicamente del modo en que se recibe la lectura; en todo caso, este es un blog personal y mi principal, si no única, pretensión es dar mi opinión acerca de algunos de los libros -sólo los que, por alguna razón, considero reseñables- que leo. Acogiéndome, pues, a esa libertad que yo mismo me concedo, escribo reseñas diferentes para libros diferentes y sospecho que es el propio libro el que me señala la forma y el tono que tendrán estos artículos.

Thomas de Quincey
Bajo estas circunstancias, esta no puede ser una reseña al uso porque Vidas conjeturales (Vite congetturali, 2009) tampoco es un texto usual; además, este lector, mal que le pese, o no, tiene que reconocer desde justo este momento, que ha sido sometido por  embrujo de la escritura de Fleur Jaeggy y que la devoción por su obra le inhabilita para cualquier intención de objetividad. Hace unos días, con motivo de la publicación de este texto, confesé que yo pertenecía a la generación indeleblemente marcada por Los hermosos años del castigo (I beati anni del castigo, 1989), y mi interlocutora, veinte años más joven que yo, reconoció que también ella pertenecía a esa generación... ¿Una generación que se extiende veinte años, precisamente los que van de 1960 a 1980? No, por supuesto, la cuestión transciende la limitación temporal; la razón de esa coincidencia, como en el caso de los autores grandes, es la espectacular escritura de Jaeggy, cuya calidad no entiende de generaciones.
Thomas de Quincey asiste, desde su atónita pero nada inocente niñez, a la desaparición gradual de sus hermanos, y decido que será longevo. Ya adulto, "la felicidad jugó con él, después de transformó, casi como si el dolor fuera una felicidad encolerizada, una agraciada convulsión de la naturaleza", asiste a la muerte de sus hijos con cierta indiferencia y se aparta definitivamente de los asuntos de los vivos. 
John Keats
Decía que Vidas conjeturales no es un texto usual, y tal vez deba explicarme. Para empezar, se trata de un libro de setenta páginas, y eso con una tipografía y una disposición más que generosas; además, no se trata de un texto unitario, ya que está dividido en tres capítulos, con una misma intención, pero formalmente independientes. Se trata, pues, de un texto breve pero conciso: Jaeggy escribe a pecho descubierto, sin red de seguridad, y pretendiendo comentar algunos aspectos muy concretos de las biografías de Thomas de Quincey, John Keats y Marcel Schwob, consigue trazar unos precisos retratos de estos tres artistas, cuyo mérito literario está fuera de duda y al que la autora apenas hace referencia, desde el punto de vista de su -como la de todos, imperfecta humanidad. Si Vidas conjeturales es tan impresionante es porque se resiste a ser encerrado en la prisión de los tópicos: no es ni un panegírico de tres escritores fundamentales, ni un esbozo de su relación con el arte, ni una "pequeña joya que hay que degustar lentamente"... Es literatura pura, grande, desplegada en toda su potencia, de la que hay que administrar directamente en vena, y que deja al lector estupefacto, alelado, clavado en la butaca, con ganas de recomenzar su lectura apenas se ha pasado la última página, y con la sensación de hallarse ante un texto extraordinario que necesitará tiempo para ser digerido convenientemente.
Un niño llamado John Keats se debate entre una agresividad irrefrenable y una dulzura melancólica hasta que descubre la lectura y a Edmund Spenser; "la poesía es la única cosa digna de mención para una mente superior", y se convierte en su única ambición, hasta su muerte, a los 25 años, en Roma: "Here lies one whose name was writ in water".
Marcel Schwob
Algunas veces, los lectores de ficción hemos de soportar el menosprecio y la condescendencia de aquellos individuos que "sólo leen ensayo" porque la literatura "no sirve para nada". En la mayoría de los casos es inútil entrar en una discusión de este tipo, primero porque la utilidad no tiene que ser forzosamente ni el primero ni el principal fruto a considerar, pero también porque podría ser que la mayoría de las cosas importantes no tuvieran  que ser necesariamente útiles. La literatura recrea mundos perdidos, nos acerca a vidas que podrían ser la nuestra, golpea nuestra imaginación con el martillo de la creatividad, evoca épocas  y situaciones en las que podemos recrear las  nuestras... "Mi fe en el futuro de la literatura -escribió Italo Calvino- consiste en saber que hay cosas que sólo ella puede darnos."
Un precoz Marcel Schwob parte continuamente a fantásticos viajes y se diría que es su amor por los libros lo que lo convierte en escritor. De regreso de un accidentado viaje, este real, tras las huellas de Stevenson, titula libros que jamás escribirá pero dejando a la posteridad las vidas de "aquellos hombres que vivieron como perros, aquellas mujeres santas y crédulas frente a cualquier monje engañoso, aquellos a los que se condena, la condescendencia y el anhelo hacia todo lo que es aún más bajo".
No obstante, si nos sentimos con ánimo beligerante y queremos aceptar el desafío, siempre podremos echarles a la cara un ejemplar de estas Vidas conjeturales, dejar helado su rictus de condescendencia, y gritarles, bien fuerte para que se enteren: "¡Para esto, imbécil, sirve la literatura!".

18 de junio de 2013

Lanark

Lanark, una vida en cuatro libros. Alasdair Gray, Marbot Ediciones, 2013
Traducción de Albert Solé
"Soy [El Mago, en definitiva, el autor] como Dios Padre, compréndalo, y usted [el protagonista de la novela] es mi Hijo destinado al sacrificio, y el lector es un Espíritu Santo que lo mantiene todo unido y en movimiento." Extraído del Epílogo, que no está al final del libro, que consiste en un paréntesis en la acción y contiene una insólita conversación entre un personaje, el Rey, que dice ser el autor de Lanark, y uno de los avatares del protagonista.
¿Qué grado de fiabilidad merece un escritor cuando escribe su autobiografía? Las Confesiones de Agustín, ¿reflejan la realidad de la vida del santo de Hipona? ¿Hasta dónde llega el rastro de las experiencias personales del escritor de una obra de ficción? La considerada "autobiografía novelada" de J. M. Coetzee Escenas de una vida de provincias (Scenes from Provincial Life, 1998-2009), ¿cuánto tiene de "novela" y cuánto de "autobiografía"? A menudo es lícito preguntarse cuándo el escritor de una autobiografía se ciñe a la realidad de los hechos ocurridos y cuándo fantasea con aquello que pudo ser y no fue o con aquello que fue y no debió ser... En la mayoría de escritores ambas circunstancias aparecen mezcladas -y, a menudo, indistinguibles-; Gray corrige esta tentación a la desviación separándolas: la realidad con la realidad -lo que fue tal como fue- y la fantasía con la fantasía.
"El recuerdo es un proceso de edición que inevitablemente exagera algunos episodios, suprime otros y ordena los hechos de forma más pulcra, pero nadie es consciente de eso con sus propios recuerdos. Yo tampoco."
Lanark (Lanark, 1981) lleva el subtítulo Una vida en cuatro libros (Libro III, Libro I, Libro II y Libro IV, por este orden, más un Prólogo anterior al Libro III, un Epílogo anterior a los últimos cuatro capítulos, y un Apéndice), y así podría considerarse -entre otras cosas, porque el autor así lo quiso-, pero puestos a subtitular, también sería pertinente Dos vidas en cuatro libros, o Una vida que parecen dos en cuatro libros.

El libro se abre con un desconocido y amnésico individuo, que ha olvidado incluso su nombre, que aparece en una ciudad llamada Unthank -una versión fantástica de Glasgow, en la que no se hace nunca de día- y empieza a relacionarse con un grupo de jóvenes estrafalarios. Tras ese comienzo, los protagonistas, unos personajes esbozados someramente cuyas intenciones y reacciones se salen de lo común, son sometidos a situaciones surrealistas en un medio onírico. Lanark, el protagonista, que ha tomado el nombre de una ciudad de la que posee un vago recuerdo, se mueve en ese ambiente como un autómata, como un ser sin discernimiento ni voluntad que actúa según un patrón aleatorio y que se deja llevar por unos acontecimientos inexplicables, injustificados e irracionales. La sorpresa puede ser mayúscula para el lector desprevenido que, llevado por la recomendación o por la pura intuición y desconociendo la obra de Gray, empieza a leer Lanark creyendo que se trata de una novela convencional y, transcurridas las cien páginas de cortesía, es incapaz de clasificar el texto que tiene enfrente: ¿una autobiografía alucinada? ¿Ciencia-ficción? ¿Un diabólico puzzle literario? La forma narrativa puede recordar al Beckett primerizo, en general, y a Belacqua en Dublín en particular, y el eco de Kafka es indudable, pero las libertades que se permite el autor, los constantes y desconcertantes cambios de narrador, por ejemplo, pueden dejar perplejo al lector.
"El señor Meikie la rechazó [la historia que había escrito Thaw], explicando que Thaw había intentado lograr una mezcla de realismo y fantasía que habría resultado difícil incluso a un adulto."
Thaw es el otro personaje central del libro, o el alter ego de Lanark -¿o es Lanark el alter ego de Thaw? Conceptualmente, lo que sucede es que un mismo personaje se desdobla: Thaw, de niño y joven, antes del suceso que da un vuelco a su vida y que hace que cambie a Lanark, que escucha de un supuesto y oculto Oráculo la historia de su vida anterior-, y se diría protagonista una autobiografía convencional, cuyo súbito surgimiento en el Libro I explica por qué está alterado el orden de los cuatro Libros; de hecho, en el Interludio posterior al Libro I se nos apunta que "la historia de Thaw está recubierta por el caparazón de la historia de Lanark", aunque el lector puede que no tenga claro qué historia sostiene el papel de "caparazón". Aquí sí que la ciudad donde trascurre la acción se parece más al Glasgow real, la familia del protagonista es convencional y el tiempo histórico fácilmente identificable, los años anteriores a la II Guerra Mundial. El propio autor reconoce el rastro autobiográfico de estos dos "primeros" libros, no tanto un bildungsroman al uso como un Retrato del artista adolescente, texto con el que las relaciones son fácilmente rastreables.

La distopía está servida al llegar al último Libro, y el eco de 1984, indudable, aunque con un Winston Smith peculiar, más reivindicativo que desengañado, y más centrado en el poder económico -recuérdese la época histórica en que se ubica el libro- que en el mediático.
"Hay muchos obreros que no crean nada salvo riqueza. No producen comida, combustible, casas ni ideas útiles; su trabajo no es más que una forma de aumentar su poder sobre la gente que sí crea todas esas cosas."
Se trata de un mundo dominado por una oligarquía que posee el poder y que utiliza el dinero para comprar el tiempo para pensar u hacer planes con el fin de perpetuarse en su posición.
"Es la conducta habitual. La mitad eficiente se come a la mitad menos eficiente y se vuelve más fuerte. La guerra es tan sólo una forma violenta de conseguir aquello que la mitad de la gente hace sin disturbios en la época de paz: utilizar a la otra mitad como alimento, para obtener calor, como maquinaria para lograr placer sexual. El hombre es el pastel que se hornea y se come a sí mismo..."
¿Denuncia? Sí, por supuesto, bajo la forma de distopía funcional política y económica desarrollada en un medio inhabitual, laberíntico, metafórico incluso en su arquitectura y en su geografía, un orbe apocalíptico e irreal dominado por vías aéreas que conectan mundos superpuestos e infinitas escaleras que no siempre llevan al mismo lugar,
con una ácida crítica, aunque muy literaria, hacia la mercantilización abusiva y el creciente, insaciable y omnímodo poder de las impías multinacionales que podría recordar, en algunos aspectos, incluso el metaliterario, a la posterior La broma infinita.
"Te estás dejando engañar por la ilusión política más vieja que existe. Crees que puedes cambiar el mundo hablando con un líder. Los líderes son efecto de los cambios, no sus causas. No puedo hacer prosperar una tierra si mis opulentos patrocinadores no pueden explotarla."
Ni el tiempo transcurrido desde su publicación, ni los cambios que en estos treinta años ha visto la civilización, ni la renovación en las formas estilísticas de los nuevos enfoques narrativos de ese concepto en continuo cambio que llamamos "novela", afectan en lo más mínimo a la vigencia de Lanark; si acaso, como en las peores pesadillas, podemos comprobar con estupor cómo las amenazas ficticias van encarnándose en ese difuso mundo que llamamos realidad. Lanark es un libro imprescindible, y Gray un autor al que merece la pena seguir.

2 de junio de 2013

Autosugestión



"-¿Y la propia estima, la vergüenza, el remordimiento?
-Puerilidad fundada en la ignorancia y la vanidad de un ser que se imputa a sí mismo el mérito o el demérito de un instante necesario."
Denis Diderot, El sueño de D'Alembert.