29 de octubre de 2018

Ellen Foster

Ellen Foster. Kaye Gibbons. Editorial Las Afueras, 2018
Traducción de María José Rodellar
Ellen Foster (Ellen Foster, 1987) es la primera novela de la escritora sureña Kaye Gibbons, ganadora de varios premios y accésit a otros; parece que fue escrita durante una de las crisis del transtorno bipolar que sufre -que, reconoce, afecta positivamente a su creatividad-, y ha inspirado una recreación cinematográfica en 1997, una adaptación teatral y una secuela, The Life All Around Me by Ellen Foster (2005) escrita por la misma autora.

La protagonista y narradora, Ellen, es una chiquilla de once años crecida en una familia disfuncional -madre enferma y padre alcohólico- que, después de perder a su madre y verse sometida a la violencia de su padre y, con posterioridad a la muerte de este, al maltrato de su tía, acaba en un hogar de acogida -de ahí ese "Foster", que no es su apellido propio sino la expresión inglesa que hace referencia a las personas en adopción temporal-, lugar desde el que compone su peculiar autobiografía.    
"Ojalá se atraganten. Ojalá se atraganten y se mueran y yo prenderé fuego a la casa y los quemaré a todos. Hasta a mi propio padre y así terminará todo."
Ellen no ha disfrutado de una infancia modélica: violencia doméstica, amagos de incesto, alcoholismo, explotación laboral, castigos corporales, racismo -inconsciente aunque patente-; pero cualquier barbaridad queda relativizada al ser vista a través de la mirada inocente de Ellen, aunque algo en su tono o, con más frecuencia, en sus comentarios, parece indicar que se da perfecta cuenta de la gravedad de la situación pero le interesa y conviene explotar esa bendita ignorancia para utilizar su conocimiento en su propio provecho cuando la ocasión lo requiera. 


“Ya sé que he hecho como si estar en el jardín con ella fuera una cosa corriente pero en realidad solo sucedió una temporada. Lo que pasa es que si te cuentas lo mismo una y otra vez acabas engañándote a ti mismo, las historias se diluyen y te olvidas de que fue una única temporada en toda una vida. Así es como lo hago yo.”
Esa supuesta inconsciencia es precisamente el recurso que parece avalar la verosimilitud de su visión y garantizar la fidelidad en la reproducción de los hechos narrados cuando la voz que los detalla es la de una persona que sufre una inadaptación provocada por una infancia difícil y unas tormentosas relaciones familiares en un medio social violento, conflictivo y desasosegante. Porque como complemento a su inocencia, Ellen muestra una insólita madurez, incluso bajo la mirada adulta, en su interacción con el mundo: al tiempo que manifiesta una indudable superioridad con respecto a los chicos de su edad que no han soportado sus privaciones y que han tenido una vida más fácil y disfrutado de lo que Ellen deja más en falta, una familia convencional; pero también con respecto a muchos adultos que ignoran, engañados por su aparente inocencia, su capacidad de comprensión. Al final, el verdadero aglutinante que hace que el discurso de esa Maisie contemporánea sea creíble es la desinhibición de quien desconoce ciertas convenciones sociales con respecto al trato con los demás, con todo aquello de lo que no se puede hablar; o de quien sí las conoce pero explota las ventajas que le brinda su edad y el concepto que de ella tienen los adultos.
"Podría quedarme toda la noche leyendo. No puedo dormirme si no leo. Hay un momento en el que el cerebro no tiene nada constructivo que hacer y se dedica a dar vueltas. Yo le obligo a dejar de hacerlo leyendo hasta que se apaga del todo. Es que creo que es mejor hacer alguna cosa hasta el momento en que te duermes."
El mayor riesgo de la apuesta literaria de Gibbons es prestar la voz narrativa a una niña de once años; pero esa apuesta redunda en su mayor logro ya que consigue armar el relato de los hechos con la inocencia de una persona en formación que no los omite ni los trasgiversa sino que ofrece una interpretación acorde con su comprensión de los mismos pero que el lector, adulto, puede decodificar en función de su mayor conocimiento.
"Y yo me quedé allí sintiéndome lista por saber la verdad y todo lo que puede pasar cuando menos te lo esperas."
Calificación: ****/***** 

22 de octubre de 2018

Podemos fabricarte

Podemos fabricarte. Philip K. Dick. Editorial Planeta, 2018
Traducción de Juan Pascual Martínez Fernández
Ante el fracaso económico de la fabricación de órganos estimuladores del tálamo, los socios de la empresa deciden pasarse a la producción de réplicas robóticas de personajes históricos; para este menester, requieren la participación de sus hermanos respectivos, una esquizofrénica, que se encarga del aspecto final de los androides, y un mutante. Esa nueva línea empresarial conlleva un dilema ético acerca de la licitud de construir réplicas humanas conscientes de individuos reales ya fallecidos, pero la recompensa económica que se espera de ese avance tecnológico supera sus reparos. Así pues, con posterioridad a un primer ensayo, fabrican una réplica de Abraham Lincoln, la parte intelectual de la cual ha sido diseñada por la esquizofrénica, que la ha adoptado como alter ego.

Después de contactar con un poderoso hombre de negocios, los inventores ven su producto en peligro y toman la determinación, después de la huida de algunos integrantes de la empresa, de dejar los destinos de esta en manos de los simulacros, mucho más dotados técnicamente y exentos de sufrir desequilibrios emocionales, e intentan reproducir situaciones históricas de final conocido para aprovechar la experiencia de aquellos en la pugna mercantil. Pero la disputa comercial se convierte en un conflicto pasional que lleva a dos de los implicados a un centro de internamiento en el que son sometidos a experiencias simuladas inducidas por alucinógenos que deberían tener efectos beneficiosos para sus problemas de relación con la realidad.
"-Lo que he hecho ha sido cortar pequeñas porciones de realidad de aquí y de allá y me he familiarizado con ellas, como una oveja que emprende un camino por el campo y nunca se desvía."
Podemos fabricarte (We Can Build You, 1972) es una novela perteneciente a la última época de la vida de Dick, un período en el que, con alguna excepción, ya había publicado sus obras mayores y que, por otra parte -o tal vez no tan aparte-, coincide con el agravamiento de sus problemas mentales. El texto refleja algunas de las fijaciones de Dick, expuestas a lo largo de su obra, pero al igual que las obras posteriores, sobrevuela sobre su trama un pesimismo y una tristeza notablemente distintos de la mayoría de sus obras anteriores; en este caso, la esquizofrenia, una dolencia con la que se sintió amenazado a lo largo de su vida, accede al protagonismo de la novela por medio de dos de sus personajes principales.

Calificación: ***/*****

Notas de Lectura de Los jugadores de Titán
Notas de Lectura de Gestarescala
Notas de Lectura de Laberinto de muerte
Notas de Lectura de Esperando el año pasado
Notas de Lectura de Tiempo desarticulado

15 de octubre de 2018

Llega el rey cuando quiere

Llega el rey cuando quiere. Pierre Michon. Wunderkammer, 2018
Traducción de María Teresa Gallego Urrutia
"Escribir es, hasta cierto punto, justificarse sin que nadie te lo pida."
Autor de una obra considerada una de las cumbres de la narrativa francesa contemporánea, en permanente aunque no competitivo triunvirato con Pierre Bergounioux y Pascal Quignard, Pierre Michon es titular de una estética singular que exuda de forma manifiesta de todos sus escritos, y de cuyos principios, por su propia voz, da cuenta Llega el rey cuando quiere, la traducción parcial -el original francés contiene treinta entrevistas, reducidas a trece en el libro en castellano- de Le roi vient  quand il veut (2007), mantenidas con diversos medios de comunicación entre 1989 y 2007.

El hecho de la escritura es uno de los asuntos referidos a su profesión acerca del cual más parece haber reflexionado Michon. Con respecto al creador -todo relato es un autorretrato; la presencia del artista, sea pintor o escritor, es inevitable-, sostiene que el acto de la escritura puede ser una experiencia transformadora para quien lo ejecuta, pero ni la cualidad ni la intensidad de esa experiencia deben de manera forzosa trasladarse al lector, pues el acto se acredita por sí mismo. Escribir es echar la vista atrás -siempre se escribe en pasado- para traer un mundo que ha desaparecido y que no existiría si no se escribiese; pero una vez completado ese movimiento, la escritura rompe esa relación y se sitúa fuera del tiempo. Con respecto al receptor, Michon sostiene que escribir ficción absoluta es una pérdida de tiempo y un engaño al lector; escribir es siempre revitalizar, proporcionar una nueva vida -y no solo una nueva oportunidad- a alguien que ya existió, aunque esa nueva vida sea completamente ficticia, pero su antecedente es real. 

A pesar de tener un concepto peyorativo de la novela en cuanto género literario por ser fragmentaria, discontinua, estúpidamente normativizada y cuya brevedad, en su caso, es la imposición de la tiranía del autor sobre la inocencia del lector, se aferra a la función social de la literatura: dar luz a todos aquellos que la historia de los grandes hechos ha dejado en las sombras hasta igualarlos, en lo que dura el texto, con los mitos la sombra de los cuales los ha ocultado. Tanto la pintura como la literatura poseen la capacidad de provocar emoción, pero ese sentimiento será de orden muy diferente: en una es inmediato, inmanente y provocado por la totalidad de la obra, mientras que en la otra se exige un proceso de decodificación y elaboración que la obliga -o debería obligarla- a la máxima concentración.

Las preguntas que somos capaces de formular son aquellas cuyas respuestas ya conocemos; las otras, las que procurarían respuestas desconocidas, no somos capaces de formularlas.
"Todo el lenguaje, y en particular la literatura, que es como el alma del lenguaje, miente como un sacamuelas. Pero aquel a quien le sacan la muela, el lector, tiene que creer ciegamente en las palabras del charlatán, porque ese es el precio de su alivio, su paz y su goce. Nos creemos muy diestros por saber que la literatura miente, pero somos aún más diestros cuando caemos en la debilidad de creer en ella. Quien sabe gozar de esa hermosa falsificación a veces se topa con un poco de verdad."
Sin calificación

8 de octubre de 2018

C

C. Tom McCarthy. Editorial Pálido Fuego, 2018
Traducción de José Luis Amores
"La sensación de ser un punto fijo en un mundo de movimiento."
Serge Carrefax es un avispado chaval con una familia peculiar: su padre, que regenta una escuela para sordos, es un inventor  a quien roban sus descubrimientos justo antes de que los haga públicos; su madre, antigua alumna de la escuela, fabrica piezas de seda de forma artesanal; y su hermana es una experta en procesos químicos. El escenario de su infancia, una finca rural laberíntica y enrevesada que da cobijo a las múltiples actividades familiares, facilita una vida aislada y endogámica con unas peculiares relaciones paterno-filiales y fraternas hasta que la muerte hace acto de presencia, cambia el equilibrio familiar existente y señala el fin de la infancia de Serge; con posterioridad, durante una estancia en una estación balnearia de centroeuropea, mientras sigue su formación lejos del núcleo familiar y recibe tratamiento para unos problemas de salud, el espontáneo descubrimiento del sexo le introducirá en la edad adulta.

Al estallar la IGM, Serge es destinado a la aviación como observador: tiempo después, tras una misión fallida, es capturado por los alemanes, cautiverio -y fusilamiento- del que se libra debido al fin de la contienda.

De regreso a Inglaterra, Serge intenta retomar su vida normal, pero la hacienda familiar ya no es lugar para él. Se traslada a Londres, inicia una relación con una corista, pero tras un incidente automovilístico, vuelve a huir, esta vez a Egipto, contratado por el Ministerio de Comunicaciones, justo a tiempo para asistir al fin del protectorado británico.

Como lector, no acostumbro a documentarme en exceso antes de leer una novela pues a menudo me apetece ser sorprendido no tanto por la trama -a menudo llego a la conclusión de que ya se ha escrito, y con profusión, sobre todo lo que se puede escribir- como con el estilo del novelista. Mi experiencia con la literatura británica actual se limita a los grandes nombres de la generación de Ian McEwan, con alguna excepción hacia escritores más vanguardistas, signifique lo que signifique esa calificación. De Tom McCarthy he leído con gusto Residuos y Satin Island, y esas lecturas, junto con las páginas leídas de Hombres en el espacio, un texto que no terminé pero dejé para mejor ocasión, me predispusieron, ahora me doy cuenta, a una recepción sesgada de C (C, 2010); esa inclinación hizo que la primera reacción a las pocas páginas fuera plantearme la pregunta: "¿Qué me estás contando, y por qué?", una interpelación terrible que acostumbra a llevarme al abandono de la novela. Sin embargo, C contenía algo intangible, indefinible para mis herramientas discursivas, desafiante y encubierto, que me hizo insistir hasta que me di cuenta de que la novela no era como yo había creído que sería y, descartado el planteamiento reduccionista -McCarthy había escrito la novela que quería, no la que hubiese querido yo-, la decepción dejó paso al deleite lector: C es una novela magnífica que se va cociendo lentamente, sin estridencias ni accidentes, y cuya calidad sólo se hace patente a medida en que se avanza en su lectura.

El componente más estimulante de las vanguardias es su cuota de audacia, con frecuencia consistente en recrear con métodos nuevos las producciones del pasado; las vanguardias no son rupturistas -o no tienen por qué serlo-, aunque tal vez sus consecuencias sí lo sean, sino que buscan reformulaciones de los viejos sistemas, que en este punto pasan a ser obsoletos, para que las obras de arte adquieran nuevos significados ligados a la contemporaneidad, salvando el riesgo de la hipérbole sin sentido o de la aventura hueca. Según esa hipótesis, debería ser posible deconstruir la novela histórica clásica -una trama en la que la época histórica en que se desenvuelve adquiere estatuto de personaje- y, al contrario de lo que sucede en el plagio, reformularla mediante los recursos -arquitectura, tratamiento del protagonista, ritmo narrativo- contemporáneos, y de reflejar, en una trama ubicada en la primera mitad del siglo XX, a cien años, pues, de distancia, una desazón incuestionablemente actual. C es la propuesta del escritor británico a esa posibilidad: regreso y homenaje a la novela clásica, la que hizo al género grande y popular, en la que, a diferencia de los antecedentes clásicos, la trama -la imaginación- va cediendo terreno frente al puro hecho de contar, el oficio, y cuya recompensa se halla, simplemente, en su lectura; la realidad, el sello distintivo de la novela del siglo XIX, va cediendo su lugar a una instancia mucho más intratable pero también enormemente tentadora: la verdad.

Calificación: *****/*****

Otros recursos relativos al autor en este blog:
Notas de Lectura de Satin Island