29 de agosto de 2022

Anna Lívia Prurabelle

 

Anna Livia Plurabelle. James Joyce. Escola Bloom, 2022
Versió de Pol Vouillamoz

El 1923, un any després de la publicació d'Ulisses, James Joyce va començar a escriure una nova novel·la que, de resultes de la publicació del fragment II.4 "MaMaLuJo" a The Transatlantic Review per part de Ford Madox Ford l'abril de 1924, va anomenar, provisionalment, Work In Progress; posteriorment, el 1926, la revista transition va anar publicant diferents episodis de forma serialitzada. El 1930, T. S. Eliot, va publicar a Faber and Faber un altre fragment, corresponent a l'episodi I.2 anomenat Anna Livia Plurabelle. La novel·la sencera, amb el títol de Finnegans Wake va ser publicada, finalment, el 1939, dos anys abans de la mort de l'autor.

Qualsevol lector comú que hagi assajat la lectura de la darrera novel·la de Joyce haurà comprovat la dificultat d'accés a l'inabastable text; de fet, no només per l'immensa quantitat de llengües que hi han detectat els experts, sino també perquè, fins i tot traduïda, la major part del llibre queda en la foscor. El castellà ha aconseguit, recentment, una única traducció completa, argentinitzant, a càrrec del traductor amateur Marcelo Zabaloy, però, fins ara, ningú havia intentat, ni tan sols per fragments, traduïr-lo al català.

Anna Livia Plurabelle, un epìsodi suposadament aïllat del torrent paraulògic que és el Finnegans Wake, que és com un rierol que avança en paral·lel al cabdalós corrent imparable de la novel·la, encara que, de fet, es tracti d'un riu, el Liffey, el que s'amaga sota el nom d'Anna Livia Plurabelle, sí que ha estat traduït al castellà en diverses ocasions: Eduardo Lago, José María Tejedor, Francisco García Tortosa... Ara, l'Escola Bloom posa a l'abast dels lectors una versió ―un encert presentar-lo així i no com a traducció― de Pol Vouillamoz que, més enllà de la fidelitat filològica o semàntica, encerta en el to festiu, rialler i bandarra que destil·la l'original.

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22 de agosto de 2022

28 de febrero de 2022

«En mi vivienda me recojo con mayor frecuencia, en mi biblioteca, donde, teniéndolo todo a la vista, doy órdenes a mis gentes. Me coloco a la entrada y veo por bajo mi jardín, el patio, el corral así como a la mayor parte de las personas de mi casa. Allí hojeo unas veces un libro, otras otro, sin orden ni designio, al desgaire: unas veces fantaseo, otras registro y otras dicto paseándome los que aquí veis. Está instalada en el piso tercero de una torre: el primero es mi capilla; el segundo, un dormitorio con sus accesorios, donde me acuesto con frecuencia para encontrarme solo, que tiene por encima un espacioso guardarropa; antaño era el lugar más inútil de mi casa. Allí paso la mayor parte de los días de mi vida y casi todas las horas del día, pero nunca por la noche permanezco. Contiguo al dormitorio hay un pulido gabinete, donde en invierno puede encenderse luego, con pintorescas vistas. Si yo no temiera más que los gastos los cuidados que todo trabajo acarrea, podría fácilmente instalar a cada lado una galería de cien pasos de largo y doce de ancho, a nivel, habiendo encontrado todos los muros montados para otro uso, a la altura que me precisa. Todo lugar retirado requiere un paseo; mis pensamientos duermen cuando los siento; mi espíritu no va solo como al ser agitado por las piernas: todos los que sin libros estudian experimentan impresión idéntica. La figura de mi biblioteca es circular, y la pared no tiene de plano sino el lugar preciso para la mesa; el sitial; al ondularse, me ofrece de una ojeada todos mis libros, colocados en estantes de cinco peldaños, todo alrededor. Tiene tres vistas que de frente se extienden a lo lejos, y hasta diez y seis pasos de diámetro completamente libres. En invierno me instalo en ella más raramente, pues mi casa está colgada en un cerro, como su nombre reza, y ninguna habitación mas que ésta está expuesta a los elementos; y me place por eso para mantenerme apartado, tanto por el provecho que a la ejercitación acompaña, como para alejar de mi a las gentes. Allí está mi residencia; allí intento convertirme a mi propia dominación y sustraerme en ese solo rincón de la comunidad conyugal, filial y civil; en todo otro aposento mi autoridad es sólo verbal, confusa y teórica. ¡Miserable a mi ver quien en su agujero no tiene donde meterse; donde hacer particularmente su corte, donde ocultarse! La ambición recompensa bien a sus esclavos teniéndolos constantemente a la vista de los espectadores, como la estatua de una plaza: magna servitus est magna fortuna: ni siquiera su recogimiento tienen por retiro. Nada he juzgado tan rudo en la austeridad de la vida de nuestros religiosos como lo que veo en las órdenes que tienen por regla la perpetua sociedad y compañía y la numerosa asistencia entre ellos, sea cual fuere la acción que ejecuten. En cierto modo encuentro más soportable estar siempre solo que no poder jamás estarlo». (Ensayos, III, 3)

El dia 28 de febrero de 1533, entre las once de la mañana y el mediodía, nació, en el castillo propiedad de su padre en la Dordoña, Michel Eyquem de Montaigne, hijo de Pierre Eyquem de Montaigne y de Antoinette de Louppes de Villeneuve (o López de Villanueva).

El 28 de febrero de 1571, Michel de Montaigne, después de una activa vida en la política municipal de Burdeos y como consejero real, se retiró a una de las torres de su castillo con el fin de dedicarse al estudio y a la reflexión, y de redactar la obra de su vida, los Essais.

El 28 de febrero de 1580 Michel de Montaigne recibió el aviso de su impresor de que la primera edición de sus Essais estaba lista.

El 28 de febrero de 2022 planeé asistir a la salida del sol desde el dominio de Montaigne; con la complicidad de Laure Behier, delegada de la Sociedad Chateau Michel de Montaigne, que me facilitó la entrada al recinto a la intempestiva hora de las 7 de la mañana, me instalé al lado de la torre en la que el perigordino redactó su obra, para esperar a las 7:23, la hora exacta de la salida del sol. El momento quedó registrado en unas notas que algún día publicaré y en una serie de fotografías que agrego a esta entrada.











15 de agosto de 2022

Diccionarios Montaigne

 

Dictionnaire Montaigne. Philippe Desan, editor. Classiques Garnier, 2018                             Diccionari Montaigne. Ignasi Aragay, editor. Ensiola, 2022

Un mateix nom per a dos llibres ben diferents, recomanables ambdós, però per a lectors dissemblants.

El Diccionari Montaigne, subtitolat 865 pensaments savis, no és ben bé un diccionari, sino un compendi de cites extretes dels Essais i agrupades segons el tema que, a judici de l'editor, tenen en comú; completen el volum algunes de les cites dels clàssics que va ressenyar Montaigne al seu llibre. Pot ser una lectura interessant per qui no ha gosat endinsar-se en els Essais ―tot i que, a l'aïllar la frase del context en que l'envolta el francès, es perd el procés de raonament i, sovint, el camí que el porta a l'expressió recollida en l'antologia―, però que aportarà ben poc a qui hagi ja emprès tal viatge.

El Dictionnaire Montaigne, coordinat pel crític franco-americà i editor dels Essais (Paris, 2005) Philippe Desan, publicat a la prestigiosa col·lecció Classiques Jeunes de Garnier, és una monumental obra de més de dues mil pàgines i set-centes quaranta-nou entrades, escrites per prestigiosos montaigneans, que contenen els trets essencials de la vida i l'obra de l'autor; el llibre fa un repàs als temes, valorats críticament i amb una àmplia bibliografia per a cadascun d'ells, als personatges contemporanis de l'autor i clàssics grecollatins, i és una magistral guia per al lector de vulgui profunditzar en els Essais. Dissortadament, no existeix traducció a cap llengua peninsular.

8 de agosto de 2022

La soga y los ratones. El Espejo del Limbo II

 

La soga y los ratones. El Espejo del Limbo II. André Malraux. PRH, 2022
Prólogo de Ignacio Echevarría. Traducción de XXX

Además de su legado político y diplomático, Malraux materializó su compromiso con la sociedad contemporánea a través de una obra novelística que, si bien compone únicamente una pequeña parte de su legado literario, es plenamente actual, en algunos de sus títulos, debido a su relación directa con los tiempos que vivió y con algunos de los acontecimientos de alcance mundial que sucedieron a lo largo de su vida: Los conquistadores (Les Conquérants, 1928) y La condición humana (La Condition humaine, 1933, Premio Goncourt), ubicados en la China en la época del Kuomintang, y La esperanza (L'Espoir, 1937), inspirada en su experiencia en la guerra civil española.

La soga y los ratones (Le Miroir des Limbres II. La corde et les souris, 1976), a pesar de compartir subtítulo con las Antimemorias, no es la continuación crAntimemorias. onológica de las aquellas, sino otra visión más amplia que las complementa y que acentúa, si cabe, el carácter híbrido de ambos volúmenes en su conjunto, una obra en la que, definitivamente, se combinan la ficción, el testimonio, el reportaje y el ensayo, una mezcla que se adapta a la perfección a la torrencialidad de su escritura y a la multiplicidad de temas por los que se interesa.

El volumen está compuesto por cuatro libros, publicados independientemente entre 1967 y 1975: La hoguera de las encinas (Les Chênes qu'on abat, 1971), continuación, formal y estilística, de las Antimemorias: La cabeza de obsidiana (La Tête d'obsidienne, 1974), dedicado casi enteramente a Picasso; Lázaro (Lazare, 1974), protagonizado por la muerte y la oposición entre Mal y la fraternidad; y Huéspedes de paso (Hôtes de passage, 1975), en la que especula acerca de la relación entre el arte y lo sobrenatural.

A pesar del nombre antagónico y de la intención explicitada por el propio autor, la obra en conjunto, El espejo del limbo, me ha recordado, sobre todo en el ámbito testimonial, a las Memorias de ultratumba de Chateaubriand; y, si es así, no es una mala referencia.

Otros recursos relativos al autor en este blog:

Notas de Lectura de Antimemorias. El espejo del limbo I

1 de agosto de 2022

Antimemorias. El espejo del limbo I

Antimemorias I. El espejo del limboAndré Malraux. PRH, 2022
Traducción de María Teresa Gallego Urrutia y Amaga García Gallego. Prólogo de Ignacio Echevarría
«El hombre que aquí podéis encontrar es el que coincide con las preguntas que la muerte hace al sentido del mundo».

André Malraux fue un personaje poliédrico y, por tanto, cuestionado, que encabezó la reconstrucción de Francia y de la identidad francesa después de la IIGM. Ejemplo paradigmático de animal político, desempeñó diversos cargos relevantes en la Administración entre 1959 y 1969, llegando a ser  mano derecha del general De Gaulle y titular de varios ministerios; sus encargos oficiales y otras circunstancias personales lo llevaron a recorrer el mundo, principalmente las excolonias francesas y los dos gigantes de Asia, la India de Gandhi y, sobre todo, de Nehru, y la China de Mao. Fue un miembro activo y dirigente de la Resistencia y fue confinado en un campo de internamiento, del que escapó; participó en la IIGM y participó en la descolonización de las posesiones francesas en Indochina y en África, particularmente en el Vietnam de Ho Chi Min. A lo largo de toda su vida no literaria, fue un lúcido observador e inteligente testigo, a menudo protagonista, en lo que se refiere al ámbito francófono, de la historia de Francia y del mundo de mediados del siglo XX.

Malraux tuvo un papel destacado en relación con la guerra civil española: organizó, abasteció y comandó una escuadrilla aérea a comienzos del enfrentamiento, y fruto de su experiencia en la campaña española escribió su obra tal vez más conocida, La esperanza (L'Espoir, 1937). Con posterioridad, después de la invasión de Francia por el régimen nazi, estuvo implicado en la Résistance y acompañó, incondicional, a De Gaulle hasta su caída.

Aunque ligado al general de por vida, Malraux mantuvo una posición ideológica alejada de cualquier tipo de dogma y de las directrices de las corrientes políticas representadas por los partidos; incondicional de una independencia de criterio que no siempre fue bien comprendida por sus adversarios, sostuvo hasta el final de su vida una coherencia tan imbatible que desarmó a gran parte de sus opositores y que solo cesó cuando se retiró de la vida política.

Malraux empieza a redactar sus Antimemorias (Le Miroir des Limbes. Antimémoires, 1972) a los sesenta y cuatro años, durante un viaje por mar a Hong Kong, en el que cada escala y cada visita le provocan asociaciones y recuerdos del pasado, aunque la recreación no es cronológica, sino temática, a través de argumentos reiterados. El foco, pues, no es el autor ―en este caso, el protagonista del relato―, sino las circunstancias que lo rodean, observadas mediante su objetivo: no es tanto una exposición de hechos como la aprehensión y la comprensión de los mismos; así pues, no tiene mucho sentido confrontar su realidad con episodios de su vida, sino bucear en ellos hasta desvelar su verdad. El narrador solo es identificable con el autor algunas veces ―el título Antimemorias no es una frivolidad―, mientras que en otras toma el papel de interlocutor: Malraux es, ante todo, sincero. Las Memorias acostumbran a ser sentimientos resucitados, y Malraux quería que sus Antimemorias fueran solamente un registro de los hechos. Tal vez el propio título ofrezca un indicio de la intención del autor: Antimemorias porque Malraux, el yo de Malraux, no es el protagonista, sino el producto; no es el yo encerrado en sí mismo del que se revelan sus interioridades y sus circunstancias personales, sino un yo expuesto al exterior y considerado como un individuo.

«Aprendí a crearme a mí mismo, poco y de mala manera, en el supuesto de que crearse a uno mismo sea hacerse a esta posada sin caminos a la que llamamos vida. A veces supe hacer lo que había que hacer, pero el interés de la acción, salvo cuando esta pertenece a la historia, está en lo que hacemos, no en lo que decimos. No me interesa gran cosa mi propia persona».