11 de abril de 2022

Tinta simpática

Tinta simpática. Patrick Modiano. Editorial Anagrama, 2022
Traducción de María Teresa Gallego Urrutia

No son las preguntas las que conducen a nuevos enigmas, sino las respuestas. 
Cuando no se encuentra respuesta, ni siquiera a lo largo del tiempo, ¿dónde queda la pregunta? ¿Permanece latente, a la espera de su recuperación, o desaparece sin más, sepultada por otras? La naturaleza de la pregunta, ¿se mantiene a lo largo del tiempo? ¿Cómo se transforma, si acaso, al no haber encontrado respuesta? ¿Existe una memoria de las preguntas, un depósito desde el que puedan ser recuperadas? ¿En qué medida el hallazgo espontáneo de una respuesta revive o modifica la pregunta que se descartó o, simplemente, se olvidó ante la ausencia de contestación? En todo caso, una pregunta planteada hace treinta años, ¿puede plantearse otra vez, hoy en día, en los mismos términos? ¿Hasta qué punto la respuesta que se hallara ahora respondería a la pregunta original? No es bueno tener todas las respuestas; es mejor dejar espacio para que circule el aire de la duda, para mantener la mente ocupada, como es preferible cierta sensación de peligro para mantener la alerta activa.

Jean Eyben, el protagonista y narrador de Tinta simpática (Encre sympathique, 2019), recibió, en un trabajo ocasional que desempeñó para una agencia de detectives hace treinta años, cuando apenas contaba veinte, el encargo de encontrar a una tal Noëlle Lefebvre; una misión que no pudo  completar porque, por lo que parece, la tal Noëlle desapareció sin dejar rastro. Eyben rememora esa pesquisa con todo detalle, años después, aunque tiene la sensación de que no recuerda algunos pormenores que pudieran ser cruciales: no es lo mismo el recuerdo olvidado que el recuerdo inconsciente; la pregunta acerca de qué es lo que recordamos sería tan pertinente, si fuera posible formularla, como la que inquiere acerca de qué es lo que olvidamos.

«Me gustaría respetar el orden cronológico y anotar los momentos, en el transcurso de tantos años, en que Noëlle Lefebvre me volvió de nuevo a la cabeza, especificando en todas las ocasiones la fecha y la hora. Pero resulta imposible en un espacio tan prolongado de tiempo establecer un calendario así. Creo que es posible dejar correr la pluma. Sí, los recuerdos acuden al hilo de la pluma. No hay que forzarlos, sino escribir evitando las tachaduras cuanto sea posible. Y el flujo ininterrumpido de las palabras y las frases, algunos detalles olvidados o que hemos enterrado, sin que se sepa muy bien por qué, en lo hondo de la memoria irán subiendo poco a poco a la superficie. Sobre todo, no hay que detenerse, sino conservar la imagen de un esquiador que se desliza por toda la eternidad por una pista bastante empinada, igual que la estilográfica por la página blanca. Las tachaduras ya vendrán después».

Para llevar a cabo esa revisión, Eyben, en un presente indeterminado que coincide con la redacción del texto que estamos leyendo, invoca los recuerdos de los hechos acaecidos en un doble pasado, la época en que se inició la investigación y la reanudación de las pesquisas, años después, y los integra en un solo envoltorio, ese presente desde el que se escribe el libro.

El recurso poético que utiliza el autor ―de forma parecida al que utilizó en Recuerdos durmientes― para convocar al pasado es la tinta simpática ―comúnmente conocida como tinta invisible―; según el diccionario de la RAE, tinta simpática es "1f. Composición líquida que tiene la propiedad de que no sea visible lo escrito con ella hasta el momento en que se le aplica el reactivo conveniente."

«Según voy intentando poner al día mi investigación, noto una impresión muy extraña. Me parece que todo estaba escrito ya en tinta simpática. ¿Cómo la define el diccionario? "Tinta que es incolora al utilizarla y se oscurece con la acción de cierta sustancia." Quizá, al volver una página, aparezca poco a poco lo que quedó redactado con tinta invisible, y las preguntas que llevo tanto haciéndome acerca de la desaparición de Noëlle Lefebvre y la razón por la que me hago esas preguntas, todo eso quedará resuelto con la precisión y la claridad de los informes policiales. Con una letra muy clara y que no se parece a la mía, en las explicaciones constarán los mínimos detalles y los misterios quedarán resueltos. Y, en definitiva, eso me permitirá entenderme mejor a mí mismo».

Esa particularidad, el hecho de existir pero de forma invisible, provoca, en función de lo que se registre con ella, una respetable cantidad de dudas: ¿una pregunta formulada con tinta invisible no desaparece, a pesar de no haber sido activada, cuando se encuentra la respuesta? ¿No se olvida la respuesta, sino la pregunta, que aparece de nuevo al aplicar el reactivo adecuado ―y no al dejar pasar el tiempo―? El pasado siempre acomete a traición.

«Hay cosas en blanco en una vida, pero a veces hay eso que se llama un estribillo. Durante temporadas más o menos largas no lo oímos y podría creerse que se nos ha olvidado ese estribillo. Y luego, un día, regresa de improviso cuando estamos solos y nada de lo que tenemos alrededor puede distraernos. Vuelve, como la letra de una canción infantil que sigue ejerciendo su magnetismo».

La hipótesis que plantea Modiano, apoyándose en el uso del símil, es que tal vez el olvido sea un recuerdo escrito con tinta simpática, y las personas que participaron en los hechos sean el reactivo que puede hacerla visible. Pero también que ese viaje al pasado es una cuestión estrictamente personal ―el pasado colectivo, es decir, los pasados colectivos, son otra cosa― para la que no contamos más que con nuestros recursos. Es posible que, algunas veces, nos veamos tentados a aceptar la ayuda de alguien que tenga relación con ese pasado, pero, en tal caso, se debe ser consciente del peligro de contaminación que puede sufrir esa reminiscencia, porque el recuerdo nunca es inocuo ni mucho menos desinteresado; tal vez ese reactivo no haga visible el mensaje al interlocutor apropiado, a quien estaba destinado, o no responda a la pregunta que ese otro planteó con respecto a los mimos hechos. A pesar del celo que se haya puesto en la reconstrucción de las circunstancias y en la restauración del recuerdo, la versión obtenida por dos sujetos distintos relacionados en diverso grado de complicidad con los hechos pueden ser tan diferentes como si se tratara de acontecimientos contradictorios, sucedidos en tiempos distintos y protagonizados por individuos incompatibles. El pasado no existe; lo que sí existe son tantos pasados como individuos lo evoquen.

«"Sigo sin hablar con nadie. Es por lo demás de esta especie de cuarto oscuro de la soledad donde tengo que vivir mis libros antes de escribirlos"».

Modianista irredento, he tenido que defenderme a menudo de la acusación de que "todos los libros de Modiano son iguales"; mi argumento, contrario a esa aseveración, es que Modiano no escribe autoplagios, sino distintos capítulos de un mismo libro; y cada libro que leo, y ya son unos cuantos, me reafirma en mi hipótesis.

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