El vigilante nocturno. Louise Erdrich. Ediciones Siruela, 2021 Traducción de Susana de la Higuera Glynne-Jones |
Reserva india de Turtle Mountain, Dakota del Norte, tribu de los chippewa; sus habitantes viven de forma precaria con trabajos esporádicos y gracias a las ayudas del Gobierno, pero su plácida existencia se ve alterada por el proyecto del Congreso de derogar los tratados establecidos con las naciones indias que provocaría la pérdida de sus tierras y la práctica desaparición de las mismas comunidades.
«Lo primero en lo que se fijó Thomas en el internado fue en la repetición de telas a rayas: rojas y blancas. Con toques azules también. Banderas. Estaban por doquier, ondeando colgadas de las astas, prendidas en cuellos de camisas enmarcando las pizarras y dominando las puertas. Al principio, pensó que se trataba de bonitas decoraciones. La maestra le enseñó cómo debía llevarse la mano al corazón y repetir las palabras que los otros niños ya conocían. Todo ello mientras se miraba fijamente la bandera. Thomas repitió las palabras de la profesora, aunque no sabía lo que estaba diciendo. Poco a poco, los sonidos fueron tomando forma en su mente. Y, más tarde, se añadieron fragmentos al diseño. Ya llevaba allí unos meses cuando oyó la frase "una bandera por la que vale la pena morir" y le recorrió un lento escalofrío».
Despojados por la fuerza de sus tierras ancestrales, de su pasado glorioso y de su orgullo racial, la comunidad parece vivir en un estado de permanente provisionalidad, amenazados por un futuro que saben que no comportará más que un empeoramiento de su precaria situación; contra ese aparente conformismo general, sin embargo, se rebelan algunos elementos disconformes con el cariz que toman los acontecimientos.
A pesar de un protagonismo compartido entre toda la comunidad aborígen, verdadero personaje central de la novela, en la que los individuos son solamente facetas distintas pero complementarias que ayudan a configurar una visión global de la vida en la reserva, el peso de la narración recae sobre los hombros de Thomas "Rata Almizclera" Wazhashk, el vigilante nocturno ―en uno de sus avatares― del título, empleado como sereno en la fábrica de rodamientos establecida en la reserva y portavoz de la comunidad en su entrevista en Washington; y de Patrice "Pixie" Paranteau, su sobrina, empleada en la fábrica, una chippewa que se bate entre el respeto a la tradición y la apertura al mundo exterior.
«Thomas meditó sobre el detallado informe.
La buena noticia es que somos lo bastante pobres como para exigir al Gobierno que mantenga, e incluso mejor, el statu quo. La mala noticia es que somos simple y llanamente pobres.
La buena noticia es que el condado, el estado y nuestros vecinos de los pueblos de fuera de la reserva no quieren cargar con nosotros. La mala noticia es que no es solo porque seamos pobres. Es que no les gustamos.
La buena noticia es que tenemos un techo que nos protege. La mala noticia es que el 97 por ciento es de tela asfáltica.
La buena noticia es que tenemos escuelas. La mala noticia es que muchos de nosotros somos analfaberos.
La buena noticia es que se encontró una cura para la última epidemia que nos ha azotado, la tuberculosis. La mala noticia es que murieron muchos padres y sus hijos crecieron en internados.
La buena noticia es que tenemos este informe. La mala noticia es este informe».
Una rápida ojeada al repertorio de ganadores del premio Pulitzer de ficción podría hacer sospechar que se trata de un premio conservador que, entre otras circunstancias, no parece seguir las directrices de paridad racial o de género que dominan los palmareses de la mayoría de premios literarios. Uno sospecha que, desechado el chauvinismo por la propia naturaleza del premio ―for distinguished fiction published in book form during the year by an American author, preferably dealing with American life―, parece que los jurados apuestan, mayoritariamente, por novelas de factura clásica y ejecución impecable; en el caso de este Vigilante nocturno coinciden dos de las características que deberían considerarse inamovibles para juzgar la calidad de una novela: la inspiración, en esta ocasión, propiciada por episodios de la historia familiar de la autora y de la política norteamericana en relación con las tribus aborígenes; y el oficio, El guardián nocturno es la novela número diecisiete de las escritas por Erdrich a lo largo de casi cuarenta años de carrera, que la han hecho merecedora de los más prestigiosos premios de las letras norteamericanas.
Otros recursos relativos a la autora en este blog:
Notas de Lectura de Un futuro hogar para el dios viviente
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