El hilo del collar: Correspondencia. Gustave Flaubert. Alianza Editorial, 2021 Selección y edición de Antonio Álvarez de la Rosa |
Ni La señora Bovary ni La educación sentimental: uno se siente inclinado a proponer que la obra de la vida de Flaubert es su correspondencia porque no parece posible sostener que sus obras hubieran resultado como son sin la influencia de sus cartas. "Lo que da forma al collar no son las perlas, es el hilo"; en este caso, bien podría decirse que las perlas son las novelas y los relatos que escribió a lo largo de su vida literaria, mientras que el hilo son las más de cuatro mil cartas autógrafas que se han conservado. Y es que ningún registro escrito da una imagen más fidedigna de un personaje que su correspondencia: soslaya el tono hagiográfico de la biografía, evita el sesgo ególatra de la autobiografía, sobrepasa la inmediatez del diario, rehuye la modulación autoexculpatoria de las memorias y sortea la jactancia pretenciosa de la autoficción.
A principios de la década de 1840, a los veintipocos años, apenas concluida una primera versión de La educación sentimental, la mayor preocupación de Flaubert es ya la escritura. En 1846 conoce a Louise Colet, la primera de sus corresponsales regulares; a sus desvelos cotidianos se añade la muerte de su padre y de su hermana, pero la relación intermitente, no solo epistolar, con su amante provoca un giro radical en la naturaleza de su correspondencia.
En 1849 realiza el largamente proyectado viaje a Oriente; su correspondencia de esa época muestra ya el germen de su obra. Recupera a algunos interlocutores del pasado, de antes de Louise, y consigue algunos nuevos. Sus cartas relatan con todo lujo de detalles una actividad sexual desenfrenada, pero el viaje, paradójicamente, le reafirma en la intención bosquejada desde su juventud: el encierro y la dedicación exclusiva a su actividad creadora.
A su regreso de Oriente se reanudan la correspondencia y los encuentros con Louise, pero cualquier circunstancia se ha convertido en accesoria porque Flaubert ha concentrado su vida hacia un solo objetivo, La señora Bovary, y sus cartas acaban conformando un detallado making off de su novela. De esa misma época es su relación más estrecha con Victor Hugo, el intocable monstruo literario del momento; Flaubert tiene el mérito, reconocido por la posterioridad pero prácticamente desapercibido en su tiempo, de haber dinamitado el Romanticismo desde su propio interior.
En 1857, después de su publicación por entregas, La señora Bovary es prohibida por orden judicial junto con otras obras entre las que se encontraba La flores del mal; a pesar de ello y de los informes desfavorables de algunos críticos, la obra es favorablemente acogida por el público y por muchos de sus más influyentes colegas. La correspondencia de esa época se ocupa de ese hecho y de la preparación de su nueva novela, Salambó. Se produce un cambio de corresponsal, cesa la relación con Louise Colet y se establece con Leroter de Chantepie, en cuyas cartas amplía la información sobre La señora Bovary, confeccionando una verdadera edición crítica de la novela.
En 1862, la publicación de Salambó tampoco está exenta de polémica, y el desacuerdo entre la crítica y el público es aún más acentuado que en el caso de La señora Bovary. La novela le reconcilia con gran parte de los lectores y le convierte en un personaje público al que llega también el reconocimiento mundano de aquella parte de la sociedad de la que había abominado; esa circunstancia, enfrentada con su intención de reclusión creadora, se refleja en su correspondencia que, por otra parte, se centra en la redacción de un antiguo proyecto, La educación sentimental, cuya publicación es bastante mal recibida por la crítica. Es en esa época, también, cuando empieza la fecunda relación epistolar con la tercera y última de sus corresponsales, George Sand.
Mientras van muriendo personas próximas, familiares y amigos, se consolida la relación epistolar con Amandine Dupin, que alcanza un carácter íntimo y personal. Comienza la redacción de La tentación de San Antonio y, a partir de los apuntes de los varios proyectos de diccionarios, va tomando forma Bouvard y Pécuchet; pero la guerra con Prusia y los hechos de la Comuna afectan gravemente a sus planes literarios. Su fe en el género humano, ya escasa, se reduce aún más con la situación política de Francia.
La cercanía de la muerte le espolea a publicar La tentación de San Antonio, que es vapuleada por la crítica, ninguneada por el público y, con gran pesar de su autor, ignorada por aquellos que hubieran debido apreciarla. Sigue escribiendo, a regañadientes, su última novela, Bouvard y Pécuchet; pero dedica más tiempo a unas piezas cortas que se convertirán en Tres cuentos, la última obra publicada en vida.
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