28 de septiembre de 2014

Historias del Mariposa

Historias del Mariposa. William T. Vollmann, Muchnik Editores, 1995
Traducción de Jordi Arbonés
"... y confiar en obtener vuestra indulgencia sobre la base de que un escritor debe escribir acerca de lo que conoce, y como sea que yo no sé nada acerca de tema alguno, no tiene demasiada importancia dónde decida meterme." (del Prefacio al Lector).
Afirmar que William Tanner Vollmann es un autor peculiar no tiene demasiado mérito ni es fruto de una perspicacia especial; sólo hace falta echar una mirada a los títulos traducidos al castellano -por no ir más allá- para darse cuenta de que o bien su poética tiene algo de desquiciada, o bien la temática de sus trabajos, generalmente de ficción, es tan multifacética que es posible que nos hallemos ante uno de los escritores contemporáneos realmente grandes.

Historias del Mariposa (Butterfly Stories, 1993) es el segundo volumen de la innominada "Trilogía de la Prostitución", iniciada con Para Gloria (Whores for Gloria, 1991) y concluida con La Familia Real (The Royal Family, 2000, sin traducción al castellano).

Historias del Mariposa relata las peripecias de un muchacho -el Mariposa, propiamente- con una infancia difícil, con dificultades de integración en la escuela; un chaval raro que prefiere, por ejemplo, en contacto con las niñas a una edad en que eso es un imperdonable signo de debilidad. Posteriormente, en la edad adulta, ejerce de periodista freelance -aquí, el nombre del personaje cambia a "el periodista"- en el sudeste asiático (Camboya, Tailandia) en los epígonos de la época de Pol Pot y los Jemeres Rojos, donde disfruta de la anarquía sexual que ofrecen las prostitutas pero se enamora de una de ellas; su regreso a occidente -ahora su nombre será "el marido"- es una via crucis para conseguir volver a Asia, casarse con la prostituta y traerla a Estados Unidos. ¿Una novela sobre la prostitución, pues? No, o no solamente; 300 páginas le bastan a Vollmann para algo más que eso.

Vollmann, cuyas tramas acostumbran a carecer de una intriga bien definida, es un maestro indudable en la caracterización de personajes, hasta el punto de que sus novelas, incluida la monumental Europa Central (Europe Central, 2005, ganadora del National Book Award) son más "novelas de personajes" que "novelas de acción", y en la recreación de ambientes: cuatro pinceladas inconexas, no significativas tomadas una a una, nada exhaustivas, pero cohesionadas de tal manera que su conjunto consigue un marco preciso, perfecto y suficiente.
"Los pringosos copos de nieve empalidecían y escarchaban los autobuses hasta volverlos modestos objetos de color limón iridiscente, más adecuados para navegar a través de las ventiscas que iluminaban con sus ojos descoloridos y amarillentos."
bangkokbizarro.com
Y cuando se posee este dominio de los recursos narrativos es posible incluso trascender la literatura de género consiguiendo recrear situaciones de este tipo de narrativa sin los elementos que la caracterizan. Por ejemplo, a Vollmann no le hace falta el recurso a  elementos fantásticos para crear situaciones terroríficas, ni siquiera echar mano de los clichés del género: el terror puede recrearse, si se combinan acertadamente los recursos formales, en el patio de recreo de una escuela de primaria.

El sexo tiene una importancia fundamental en toda la trilogía; en este volumen, en concreto, el sexo "exótico" y la relación de éste con la enfermedad; del miedo a los hongos al miedo a las enfermedades venéreas y al SIDA, y la diferente caracterización de ambos desórdenes por parte de unos protagonistas perdidos en una espiral de degradación que hace que, por ejemplo, se limpien cuidadosamente las manos pero no usen condones.

La violencia es otro de los leit motiv en la obra del norteamericano, hasta el punto de haber dedicado al tema un ensayo de más de tres mil páginas, Rising Up and Rising Down, Some Thoughts on Violence, Freedom and Urgent Means (2003, no traducido). Historias del Mariposa es también el retrato de un mundo dominado por la violencia en el que el sexo de pago puede asumir el papel, según convenga, de una manifestación alternativa de esa violencia -la ejercida por el occidental sobre el oriental-
"Pero era igualmente cierto que los vampiros se sentían en la cima de todo porque se tiraban a las putas en un hotel con aire acondicionado",
o de única escapatoria, aunque siempre desde el punto de vista del que paga:
"-Bueno, les damos dinero, ¿no?- replicó el fotógrafo, muy sensatamente-. Si no, ¿de qué iban a vivir? Este es su trabajo. Es lo que saben hacer. Más aún: les pagamos realmente bien, mucho mejor que la mayoría de los tipos."
No tanto realismo sucio como realismo de lo sucio. Más Denis Johnson que Michel Houellebecq: la mirada desde dentro del laberinto que no busca épater la bourgeoisie sino, perdón, acojonar al lector.
"Lo que estaba haciendo sistemáticamente era desmantelar su propia realidad."
elgranjuego.periodismohumano.com
La novela contiene también una referencia al tropo del viaje como peregrinación; por una parte, el viaje a sudeste asiático como una forma de escapar del rechazo y la inadaptación mediante el poder del dinero occidental, y también el hecho de comprar sexo como sustitución de un amor que, al no poder adquiriese, no se es capaz de conseguir desinteresadamente. 
"El marido amaba a Vania más que a nadie. Había sido promiscuo sólo hasta que la hubiese tenido para siempre. Entonces ya no habría necesitado acostarse con nadie más. Y si resultaba que luego aún volvía a ser infiel, bueno, una puta ya estaría acostumbrada a esas cosas."
Pero también el viaje a un lugar donde la vida no tiene ningún valor consigue convertir en valiente al cobarde y hacer que manifieste esa audacia impostada mediante la indiferencia al peligro, sea éste el que representan las minas anti-persona abandonadas en el campo de batalla o el SIDA que padecen las prostitutas.
"A la hora de cenar volvió a acostarse con Marina, ella se mostró muy dulce y contenta. La folló de la misma manera que el chófer se lanzaba en los trechos largos, haciendo sonar el claxon para obligar a los vehículos que circulaban en ambas direcciones a abrir paso al embarrado coche del gobierno."
La enfermedad, sin embargo, no es una purga, un castigo o una forma de pagar los excesos, es un fin, un punto de llegada, la meta de una carrera desquiciada en pos de ella. Y cuando ésta no basta ni objetivamente -la muerte por SIDA es lenta y ni siquiera segura- ni subjetivamente -porque esperar la muerte no es suficiente castigo-, queda el suicidio; hay muchas formas de acabar con la propia vida; algunas se basan en matarse, y la variabilidad es casi infinita; pero para quien es incapaz de levantar su mano contra sí mismo, existe otra forma, el suicidio de los cobardes, pero también de los santos, de los mártires y del propio Hijo de Dios: hacerse matar.

Vollmann escribe una Divina Comedia de la desesperación: un viaje al infierno de Camboya y Tailandia, con el fotógrafo asumiendo el papel de Virgilio, visitando las simas de la aflicción; su estancia en el purgatorio de purificación y expiación, en este caso el ártico, Inglaterra, en definitiva, el mundo civilizado, acompañado de los diversos personajes que le reconducen -o intentan reconducirlo- por la senda de la virtud; su viaje al improbable y negado paraíso, el regreso a los EE. UU., lugar en el que en vez de contemplar la gloria del Altísimo es diagnosticado de SIDA; y, a diferencia del Dante, un último viaje sin regreso de vuelta al infierno, su casa, porque la magnitud de su pecado no permite el perdón y el único atisbo de redención se encuentra n el lugar donde todo el mundo paga por sus pecados.  

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