Escribir, soldar: el enigma y la transparencia
Tristan Hordé
La mayor parte del año, en la región parisina, Pierre Bergounioux escribe relatos, ensayos; a veces en Semana Santa, más a menudo durante el mes de julio, suelda chatarra en Haute-Corrèze, en un pequeño taller. Los comentarios sobre ambas actividades abundan en diversos ensayos y, día a día, en los dos volúmenes del Carnet de notes. Algunos de ellos parecen casi idénticos cuando se trata de rendir cuentas de la duración necesaria de la actividad; un poco al azar: «En el taller desde las seis de la mañana hasta la noche» (jueves 8-7-1993), «De seis a once de la mañana trabajando en la entrada del capítulo cinco» (lunes 12-10-1992). El cansancio y el agotamiento, aunque no sean de naturaleza similar, son una de las pocas cosas que ambas actividades tienen en común.
Jean-Paul Michel ha establecido un vínculo entre la escritura de libros y el trabajo con chatarra. En su opinión, el intento de revivir a través de la narrativa un tiempo perdido tiene su paralelo en la escultura mediante el uso de herramientas agrícolas abandonadas, definidas por Pierre Bergounioux como los «vestigios enigmáticos de una sociedad agraria abolida, de un mundo sin relevo». La escultura es un medio de «salvar fragmentos físicos del mundo antiguo», y se define así como «la obra misma de la escritura que se ha hecho visible», convirtiéndose en un verdadero «redoblamiento de las operaciones de salvación» (J.-P. Michel, La deuxième fois, op. cit.).
La chatarra ensamblada, soldada, adopta formas sin ninguna relación con su antiguo uso. Se convierte en peces, jabalíes, hipogrifos, un antílope Bárbara, una bailarina, un libro abierto, un hombres de pie, cabezas fang, figuras filiformes, jeroglífos, formas abstractas que representan el tiempo, etc., y «piezas [de metal] que han permanecido mucho tiempo en silencio acceden, por sí mismas, a una segunda vida» (domingo 6-7-1997). Pierre Bergounioux escribe en otro lugar que «es a partir de la forma de los materiales que comienza el ensamblaje» (jueves 4-7-1996). A veces, incluso, no hay transformación alguna, la chatarra se convierte en escultura por el solo hecho de fijarla en una base de madera; como la colada de fundición enfriada, los lingotes de hierro cortados con oxígeno, «una pieza de fundición moldeada —El Minotauro— que solo fijé en una base sin añadir ni quitar nada» (sábado 19-7-1997).
Podemos comparar aquello que pertenece a la historia familiar (la suya, la de Catherine, su esposa) reconstruida, con la chatarra en bruto que, para un ojo experto, remite en gran parte a una etapa de la historia económica, pero las razones que conducen a trabajar con estos materiales y el objetivo perseguido no son idénticos. La escritura de sus narraciones, Pierre Bergounioux lo ha repetido en numerosas ocasiones, aspira, en lo esencial, a «dilucidar los enigmas profundos de los comienzos, del pasado ancestral» (jueves 18-11-1999). A sabiendas de que siempre faltarán algunas piezas en el rompecabezas y de que esta búsqueda de sentido no tiene fin.
El trabajo en el taller, por sí solo, no tiene como objetivo resolver enigmas. Los objetos fabricados pertenecen, en su mayor parte (animales, referencias culturales) al universo de Pierre Bergounioux y sólo encierran algún misterio para un espectador que no sea él. Esta ausencia de oscuridad del trabajo de soldadura es necesaria, por poco tiempo que sea el empleado durante el año, para poder enfrentarse a la palabra escrita, y a veces ocurre que el estancamiento ante el papel desencadena el deseo de ir al taller: «Ya no sirvo para nada [es decir, para escribir]. Lo mejor sería irme, hacer cosas con hierro» (jueves, 30-6-1994); y podríamos decir que «hacer cosas» se opone a «ocuparse del asunto», es decir, de la narración que ha comenzado. Pierre Bergounioux describe en Sidérothérapie su amor, antiguo, por el hierro, nacido en el curso de su infancia. Locomotoras de vapor, motores y puentes lanzados sobre los valles, estas «cosas» que nos revelan «formas puras», son para la mente «islotes de orden y medida, de paz» y, por ello, «antídotos para las afecciones del alma». La escritura intenta desentrañar el origen y el sentido de esas afecciones pero, a pesar de los miles de páginas emborronadas, queda «el sentimiento, siempre, de permanecer dispar ante lo que estuvo y sigue estando fuera de mi alcance» (domingo 13-2-2000).
La manipulación del hierro y, por extensión, los ensamblajes soldados, proporcionan la certeza de una serenidad posible, de un momento sin contradicción. Sobre un puente de hierro, escribe en Sidérothérapie, «me parecía flotar en el aire, como él, libre, de repente, del peso con que me atraía la tierra, de la agresividad de las plantas que ramificaban su hostilidad hasta la superficie». El carácter consumado, sin tachaduras ni retoques (no los soportaría) de la manipulación del hierro, no puede lograrse mediante la escritura porque escapa a la comprensión el «sentido oculto», la «esencia de las cosas» (domingo 2-2-1999). Hay en la metalurgia una evidencia que se extiende al humilde trabajo de soldar chatarra; el único lugar de equilibrio, fácilmente legible, descrito por Pierre Bergounioux en su obra, son las forjas de Syam, que mantienen «unidos los opuestos, el agua y el fuego, el movimiento y la inmovilidad, la permanencia y el cambio, lo universal y lo local, el presente y el pasado».
Traducción del texto À propos de Pierre Bergounioux. VV. AA. Préau des collines, 11. 2010.
Foto: https://nuage-vert.com/un-don-exceptionnel-de-pierre-bergounioux
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