4 de julio de 2022

La amante de Wittgenstein

 

La amante de Wittgenstein. David Markson. Sexto Piso, 2022
Traducción de Mariano Peyrou

Pocos autores con una obra tan exigua y específica como David Markson han disfrutado del privilegio de ser considerados, a la vez, precursores y máximos representantes de una corriente literaria determinada; al mismo tiempo que la singulariedad de esa obra les haya mantenido en una especie de limbo académico, inaccesible aunque deducible para la generalidad de los lectores, mientras que algunos de sus coetáneos, que no podrían negar la influencia bajo la que han producido sus novelas, han gozado de la máxima atención de la crítica y del mundo editorial. El caso es que, de la nómina de novelistas norteamericanos de esa escuela que se ha dado en llamar posmodernista, cualquier lector medio podría citar a una buena media docena de escritores, pero, en la mayoría de los casos, David Markson no figuraría en la lista.

Tampoco en el medio editorial en castellano ha disfrutado Markson de la atención que, de hacer caso a sus epígonos, hubiera merecido: su tetralogía The Notecard Quartet ―la conclusión lógica del conjunto de su obra, en la que lleva hasta el extremo su desafío estilístico― no está disponible, en castellano, en su totalidad y la que es considerada como su mejor obra, La amante de Wittgenstein (Wittgenstein's Mistress, 1988), fue traducida y publicada al poco tiempo de su edición original, y descatalogada y olvidada durante tres décadas. Afortunadamente, la mexicana Sexto Piso la ha recuperado y publicado en una cuidada traducción de Mariano Peyrou.

El manuscrito original de Wittgenstein's Mistress fue rechazado cincuenta y cuatro veces hasta su publicación en 1988, cuando el autor contaba ya 60 años, y fue unánimamente aclamado por la crítica literaria y académica; también algunos de sus colegas se deshicieron en elogios hacia la novela;  en particular, David Foster Wallace la incluía entre las cinco grandes novelas americanas más infravaloradas ―junto con La suerte de Omensetter, de William H. Gass; Pasos, de Jerzy Kosinski; Angels, de Denis Johnson; y Meridiano de sangre, de Cormac McCarthy―.

La amante de Wittgenstein es una retahíla ininterrumpida de enunciados expuestos en primera persona por Kate, una mujer que fue pintora y que ronda la cincuentena ―aunque sigue menstruando, una de las fijaciones de la protagonista―, con el extraño delirio de pegar fuego a todo lo combustible, y que está convencida de que es la última persona viva en la tierra. Este viaje a través de su atormentada conciencia contiene etapas de carácter puramente personal ―su hijo murió con nueve años―, pero también numerosas referencias ―algunas en forma de disparatadas hipótesis, otras fruto de un  agudo ingenio― a algunos de los máximos representantes de la cultura occidental, del mundo clásico, pasando por los pintores del Renacimiento y del Barroco, hasta William Gaddis, de quien cita Los reconocimientos pero que reconoce no haber leído. Ese movimiento incesante, que empieza como una comedia absurda ―con más que evidentes nexos con Beckett― y va transformándose, a medida que avanzamos en el conocimiento de la protagonista, en una infausta tragedia, es considerado por la propia Kate como una liberación, progresiva e inagotable, del exceso de equipaje, entendido en un sentido amplio, en una evasión desordenada y errática. Este inventario incluye objetos pero también reflexiones, ideas, proverbios y recuerdos  procedentes tanto de antes como de después de la época "en que estaba loca".

«Una y otra vez las cosas arden. No me refiero únicamente a cuando yo misma les he prendido fuego, sino también a que arden por causas naturales. Y así trozos y fragmentos de residuos a veces son arrastrados por el viento y recorren lasrgas distancias o alcanzan gran altura».
Formalmente, La amante de Wittgenstein se estructura mediante la sucesión de fragmentos, una retahíla de textos en cadena, a veces consecutivos ―¿wittgenstenianos?― y a veces sin sucesión lógica ―al menos para el lector, que no puede acceder a la dialéctica de esas teóricas conexiones―, azarosos, debidos únicamente a intervenciones que Kate escribe, corrigiéndose continuamente, al parecer sin más intención que la simple anotación.
«Algunas cuestiones simplemente surgen porque están relacionadas con el tema del que se habla».

Esta estructura tan particular fue reiterada con posterioridad en las obras que forman The Notecard Quartet La soledad del lector, 1996; Esto no es una novela , 2001; Punto de fuga, 2004; y La útima novela, 2007―, aunque el papel del narrador está más difuso y es nombrado, respectivamente, como "El Lector", "El Escritor", "El Autor" y "El Novelista", como si el propio Markson persiguiera una barthesiana desaparición del autor con el fin de alcanzar la esencialidad del hecho narrativo, una vez suprimida la trama, la acción y cualquier referencia temporal. En cualquier caso, parece procedente cuestionarse, una vez más, el tema de la fiabilidad del narrador y plantearse una pregunta fundamental: ¿creemos que todo lo que Kate cuenta es verdad y, por tanto, deducimos que su estado mental está seriamente alterado, o no se trata más que de una bromista genial y, simplemente, nos está tomando el pelo? Y, en función de esa dicotomía, una propuesta: ¿se pueden contemplar ambas hipótesis, leer en función de cada una de ellas y concluir que ambas lecturas dan lugar a dos libros diferentes? Esa ambivalencia, es uno de los retos que, como lector, apetece aceptar; y esa indeterminación una de las contribuciones más excitantes de la literatura experimental que se escribió entre finales del siglo pasado y principios del actual.

La relación entre Kate y Ludwig Wittgenstein ―y la del propio Markson con el filósofo vienés― corre a cargo del lector; la estructura de la novela y las referencias constantes, verdaderas y falsas, históricas o espureas, recreadas o inventadas, a personajes y hechos históricos permiten una multiplicidad excitante de lecturas y, para quien quiera arriesgarse ―no es el caso de este lector―, una cantidad infinita de interpretaciones. En todo caso, reproduzco a continuación algunos de los fragmentos que podrían relacionarse con el autor del Tractatus Logico-philosophicus:

«El mundo es todo lo que es el caso». [Nota del lector: !]

«El lenguaje de una es con frecuencia impreciso, he descubierto».

«¿Qué sabemos nosotros en realidad, de todos modos?»

«Las cosas ridículas que sigue insistiendo en producir el lenguaje de una».

«Por Dios. ¿No debería dejar de preocuparme por corregir todas estas bobadas y limitarme a dejar que mi lenguaje saliera de la forma en que insiste en salir?»

«Ciertas cosas a veces pueden ser imposibles de decir, sin embargo».

«Lo único que significa, en realidad, es que incluso cuando una recuerda algo que una no recordaba que recordaba, una quizás no haya hecho más que arañar la superficie en relación con las cosas que una no recuerda que recuerda».

«Por alguna curiosa razón, da la impresión de que lo que una quiere decir por lo general se entiende en esos casos, pese a todo».

«Mi cabeza está funcionando otra vez de la forma en que funciona a veces, lo cual sin duda es la única explicación para todo esto, como de costumbre».

«Desde luego, una puede parecer temeraria por criticar a los escritores famosos, pero sin duda da la impresión de que alguien debería poner algún límite».

[p, ξ, N(ξ)]


Otros recursos relativos al autor en este blog:

Notas de Lectura de La soledad del lector

Notas de Lectura de Punto de fuga

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