Valéry. Tratar de vivir. Benoît Peeters. Ediciones del Subsuelo, 2021 Traducción de Mateo Pierre Avit |
«No conozco suplicio más puro que la imposibilidad impuesta de pensar».
Excelente biografía intelectual del que fue considerado en su tiempo el mayor poeta francés del siglo XX, que sigue los principales sucesos que acaecieron en la vida de Valéry enlazándolos con su creación artística desde sus comienzos, con la amistad con Pierre Louÿs, primer admirador, que le presenta a André Gide y empieza a publicarlo en efímeras revistas, dándolo a conocer a la hermandad de jóvenes escritores, un reconocimiento, aunque modesto, le abre las puertas a conocer a algunos de sus escritores más admirados: Hyusman y Mallarmé; el estancamiento producido por la muerte de este último, padre espiritual y literario, que le sume en una profunda depresión y deja de publicar durante casi veinte años; hasta el reconocimiento público, incluso allende de las fronteras del hexágono, como escritor y pensador más que como poeta, una consideración que provocó una singular incomodidad en el propio autor:
«Quieren que represente a la poesía francesa. ¡Me toman por un poeta! Pero, a mí, me importa un bledo la poesía. Solo me interesa por casualidad. He escrito versos por accidente. Sería exactamente el mismo si no los hubiera escrito. Es decir, tendría, a mi juicio, el mismo valor».
Desde sus primeros trabajos, Valéry apuesta por una reinvención del lenguaje en función de su capacidad, una vez depurado y preparado, para expresar todo aquello que, con el tiempo, compondrá el conjunto de su obra; aunque para ello haya que redactar un nuevo diccionario que elimine las definiciones y acepciones potencialmente equívocas para que estas puedan asimilar el poder de la lengua al de la mirada.
Más allá de su poesía, tal vez un poco anacrónica desde el punto de vista del siglo transcurrido desde su composición, y de sus diversos ensayos relativos a la literatura, hay quien considera como su obra mayor las más de veinticinco mil páginas de los Cahiers, un intento, desarrollado a lo largo de casi cincuenta años, de no escribir nunca nada definitivo, de mantener la validez del estado de borrador, el más fiel reflejo del pensamiento: instantáneo, inconstante, provisional; en definitiva, una tentativa de reproducción de la vida mental en la dirección que inauguró Montaigne y que siguieron, con posterioridad, pensadores al margen de las corrientes filosóficas como Walter Benjamin.
«Aquí está tu obra, me dice una voz.Y vi todo lo que no había hecho.Y supe cada vez mejor que no era aquel que había hecho lo que he hecho... y que era aquel que no había hecho lo que no había hecho... Lo que no había hecho era pues perfectamente hermoso, perfectamente conforme a la imposibilidad de hacerlo».
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