La noche fenomenal. Javier Pérez Andújar. Editorial Anagrama, 2019 |
Las investigaciones exhaustivas y pormenorizadas de los miembros del equipo televisivo, formado por especialistas en temas de parapsicología, esoterismo y portentos varios, sitúan, después de largas especulaciones, el origen de esta serie de fenómenos extraños en la existencia de portales "hacia el otro lado" a través de los cuales diversos personajes históricos parecen estar viajando, en efigie, al mundo real, es decir, "a este lado".
Con el fin de investigar esas transformaciones, Javier, el narrador, que se encarga de cerrar los programas con un número de prestidigitación, junto con dos compañeros deciden trasladarse al otro lado, donde descubren una Barcelona en la que, bajo la apariencia de absoluta normalidad, habitan personajes famosos; entre ellos, se encuentran los Adoradores de Palabras, un grupo de filólogos transformados en la tripulación del crucero de Vacaciones en el mar. Con su ayuda, y gracias a su perspicacia y sagacidad, descubren que los agujeros se originan en las torres de la central térmica abandonada de Sant Adrià del Besòs.
Javier Pérez Andújar, tanto en sus novelas como en sus casi-novelas, tiene el extraño don de hacer cómplice al lector de unas aventuras estrafalarias hasta tal punto que, paradójicamente, hace que ese sujeto que lee sus libros sentado en el sofá se sienta su protagonista. No he llegado a averiguar la técnica necesaria para conseguirlo, pero seguro que tiene que ver con los cameos de personajes reales -tan reales, que los conocemos, los conocimos, los pudimos conocer o quisimos, en algún momento, ser ellos; ¡menudo juego descubrirlos!-, con un lenguaje que está más cerca de la oralidad que de la literatura -al fin y al cabo, al principio, quiero decir, el hombre habló antes de escribir-, con ese ritmo de viñeta de tebeo que sabe imprimir a sus escenas. Yo diría que se trata de una proximidad cómplice que raras veces se da en las historias grandilocuentes o las narraciones de grandes hechos, una cercanía que hace participar al lector, que le incumbe, que le habla a cau d'orella, que no lo lleva a su terreno sino que se infiltra en su lectura, que se pone de pie, apoyado en el respaldo del sillón en que se sienta, para soplarle las aventuras de unos sujetos tan tan estrambóticos que parecen reales. Tras la comicidad de unos personajes empeñados en hacer de la vida habitual una aventura -¡como si hiciera falta mucha inventiva para lograr eso!-; de unas situaciones desternillantes -en las que podemos vernos reflejados, más o menos favorecidos-; de unas reflexiones que rozarían el absurdo si no fueran sacadas de la vida misma -esa absurdidad que hace la vida vivible-, de la vida real; de unas localizaciones que están a cinco minutos -reales o virtuales; qué más da, todos hemos estado en lugares que no existen- de la realidad de cada uno; se vislumbra una especie de melancolía -ya que no tristeza- por todas las cosas que pudieron ser y no fueron, por los protagonistas que quisimos ser y no fuimos, tal vez por todo aquello que, más de una vez, soñamos -nada hay más ligado a la vida que los sueños, nada hay más lejano, tampoco-, entre las ruinas de un pasado empeñado en contradecirnos y de un futuro que en vez de acercarse vemos cada día peor y más lejos.
Calificación: *****/*****
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