Villa Triste. Patrick Modiano, Anagrama
Traducción de María Teresa Gallego Urrutia
Traducción de María Teresa Gallego Urrutia
“Los mejores puntos de referencia son las guerras.”
En una estación termal situada al margen del espacio, por más que se ubique en la frontera franco-suiza, y del tiempo, a pesar de trascurrir la acción en els primeros años sesenta del pasado siglo; retrato de una sociedad que manifiesta su opulencia con maneras de decadencia y para la que el ocio es solamente una forma de acabar con el hastío; una suerte de paréntesis autocongruente y autosuficiente, en el que los individuos devienen personajes representando una pantomima irreal confeccionada con retazos de vidas imposibles, en el que encontramos a Yvonne Jacquet, una actriz novel de futuro profesional indescifrable; al enigmático y excesivo René Meinthe, autodenomiado como Reina Astrid; al inquietante Hendrickx, y a un conjunto de sombras cuyo único papel es pulular por pensiones folclóricas, salones desvencijados, pasillos solitarios, chalés amenazando ruina y jardines descuidados; incapaces de comprender que sus aspiraciones, cuando no al de lo imposible, pertenecen al dominio del pasado (“éramos livianos, tan livianos…”),
“Lo que nos hace caer más en la cuenta de que ha desaparecido una persona son las contraseñas que existían entre ella y nosotros, que, de pronto, se vuelven inútiles y vacías”,
y que serán evocados unos años después por el hipotético narrador, un joven que hace llamarse conde Víctor Chmara.
“Basta con doce años para que se nos olviden los datos de las personas que han tenido importancia en nuestra vidas.”
Las descripciones de Modiano nunca son exhaustivas ni producen el efecto descriptivo por acumulación. Se diría que toda situación a describir contiene unos elementos esenciales que la conforman, la determinan y le confieren individualidad, y otros elementos que podrían calificarse como accesorios, de relleno, que también aportan información pero que intefieren en el desarrollo de la acción. La maestría de Modiano administrando las descripciones es única: en realidad, los datos que aporta son pocos, pero nunca deja la sensación de que haya escatimado contenido importante: lo esencial ha sido descrito y la comprensión de la situación es total:
“Ella dormía, con la mejilla apoyada en el brazo derecho, estirado. La franja azulada que lanzaba la luna a través de la habitación le iluminaba la comisura de los labios, el cuello, la nalga izquierda y el talón. En la espalda, le formaba algo así como una banda rectilínea. Yo contenía la respiración.”
Y la memoria, como siempre en Modiano, tiene una importancia fundamental en sus textos, sea porque desencadena una resolución insospechada, sea porque constituye el verdadero motor de la acción, o porque puntea la trama con referencias a un pasado que se halla en situación de reposo esperando esa “chispa” que lo encienda:
“Hay seres misteriosos –siempre los mismos- que montan guardia en todas las encrucijadas de nuestras vidas.”
Como en la mayoría de sus obras, el verdadero protagonista de Villa Triste no es otro que el pasado, idealizado por la memoria, pero al que el presente se encarga de poner en su lugar. Se diría que los propios personajes y la trama son únicamente una excusa para mostrar cómo la memoria y el recuerdo se traicionan mutuamente y cómo jamás podremos recuperar aquello que hemos vivido en nuestra juventud y que adquirió el carácter de ausente inmediatamente después de haber ocurrido.
En una estación termal situada al margen del espacio, por más que se ubique en la frontera franco-suiza, y del tiempo, a pesar de trascurrir la acción en els primeros años sesenta del pasado siglo; retrato de una sociedad que manifiesta su opulencia con maneras de decadencia y para la que el ocio es solamente una forma de acabar con el hastío; una suerte de paréntesis autocongruente y autosuficiente, en el que los individuos devienen personajes representando una pantomima irreal confeccionada con retazos de vidas imposibles, en el que encontramos a Yvonne Jacquet, una actriz novel de futuro profesional indescifrable; al enigmático y excesivo René Meinthe, autodenomiado como Reina Astrid; al inquietante Hendrickx, y a un conjunto de sombras cuyo único papel es pulular por pensiones folclóricas, salones desvencijados, pasillos solitarios, chalés amenazando ruina y jardines descuidados; incapaces de comprender que sus aspiraciones, cuando no al de lo imposible, pertenecen al dominio del pasado (“éramos livianos, tan livianos…”),
“Lo que nos hace caer más en la cuenta de que ha desaparecido una persona son las contraseñas que existían entre ella y nosotros, que, de pronto, se vuelven inútiles y vacías”,
y que serán evocados unos años después por el hipotético narrador, un joven que hace llamarse conde Víctor Chmara.
“Basta con doce años para que se nos olviden los datos de las personas que han tenido importancia en nuestra vidas.”
Las descripciones de Modiano nunca son exhaustivas ni producen el efecto descriptivo por acumulación. Se diría que toda situación a describir contiene unos elementos esenciales que la conforman, la determinan y le confieren individualidad, y otros elementos que podrían calificarse como accesorios, de relleno, que también aportan información pero que intefieren en el desarrollo de la acción. La maestría de Modiano administrando las descripciones es única: en realidad, los datos que aporta son pocos, pero nunca deja la sensación de que haya escatimado contenido importante: lo esencial ha sido descrito y la comprensión de la situación es total:
“Ella dormía, con la mejilla apoyada en el brazo derecho, estirado. La franja azulada que lanzaba la luna a través de la habitación le iluminaba la comisura de los labios, el cuello, la nalga izquierda y el talón. En la espalda, le formaba algo así como una banda rectilínea. Yo contenía la respiración.”
Y la memoria, como siempre en Modiano, tiene una importancia fundamental en sus textos, sea porque desencadena una resolución insospechada, sea porque constituye el verdadero motor de la acción, o porque puntea la trama con referencias a un pasado que se halla en situación de reposo esperando esa “chispa” que lo encienda:
“Hay seres misteriosos –siempre los mismos- que montan guardia en todas las encrucijadas de nuestras vidas.”
Como en la mayoría de sus obras, el verdadero protagonista de Villa Triste no es otro que el pasado, idealizado por la memoria, pero al que el presente se encarga de poner en su lugar. Se diría que los propios personajes y la trama son únicamente una excusa para mostrar cómo la memoria y el recuerdo se traicionan mutuamente y cómo jamás podremos recuperar aquello que hemos vivido en nuestra juventud y que adquirió el carácter de ausente inmediatamente después de haber ocurrido.
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