“El arte expresionista contemporáneo debería evitar dos riegos. El primero es una autosuficiencia de la forma por culpa de la cual todo se vuelve amanerado y se refiere juguetonamente a sí mismo. El segundo riesgo, más complicado, puede llamarse “idiosincrasia terminal”, “solipsismo antiempático” o algo por el estilo: las percepciones, estados de ánimo, impresiones y obsesiones del artista resultan tan particulares que solamente las entiende él. Después de todo, el arte es supuestamente una forma de comunicación, y la “expresión personal” es interesante sólo en al medida en que lo que expresa encuentra una forma de transmitirse al receptor. La diferencia entre experimentar el arte que funciona como comunicación y el que no es como la diferencia entre tener relaciones sexuales íntimas con una persona y ver a esa persona masturbarse. En términos literarios, el expresionismo funcionalmente comunicativo está representado por Kafka y el expresionismo malo y onanista por la típica historia experimental de programa universitario de escritura”.
David Foster Wallace, David Lynch keep his head.
“Semant icy un mot, icy un autre, eschantillons dépris de leur piece, escartez, sans dessein, sans promesse : je ne suis pas tenu d'en faire bon, ny de m'y tenir moy-mesme, sans varier, quand il me plaist, et me rendre au doubte et incertitude, et à ma maistresse forme, qui est l'ignorance.”
Michel de Montaigne. Essais, Livre I, Chapitre L, “De Democritus et Heraclitus”.
Michel de Montaigne. Essais, Livre I, Chapitre L, “De Democritus et Heraclitus”.
2 comentarios:
AGUDIZAR LA MIRADA
Sólo en contadas ocasiones los criterios para revalorizar un artista, o para que éste tenga presencia en los medios de comunicación, tienen su origen en una voluntad de divulgación y culturización de la sociedad. Más bien, la mayoría de obras que llegan a ser expuestas ante nuestra mirada atónita en museos y galerías, la cantidad ingente de libros que son publicados cada año, indiferentemente de si gozan o no de una cierta calidad, o la infame música que muchas discográficas se empeñan en poner de moda a través de los canales de radio, suelen ser mediocres creaciones que debemos soportar impasiblemente. Se trata de productos comerciales que se insertan en nuestra cotidianidad sin previo aviso, y que nos saquean la mirada, el oído, la mente.
En un entorno artístico de tal mediocridad, existen personas o colectivos con ansias de mantener viva su capacidad crítica. Una actitud que les permite discernir, continuamente, qué tienen ante sus ojos, y qué oscuros hilos se mueven para que eso suceda, para que ciertos artilugios, por así de decirlo, salgan a la luz, mientras que muchas obras de calidad permanecen en la sombra. A ese tipo de espectador, lector, oyente, es a quién debería concederse la potestad de decir qué puede circular por las vías de distribución y exposición, y qué obras necesitan retirarse de nuestra mirada, de nuestros museos, de nuestras bibliotecas y de nuestros oídos. Piezas que deberían vivir en un constante exilio, y que dejando de entorpecer nuestra percepción diaria, y recuperando de esta manera el derecho a disfrutar de la calidad y no de la cantidad. Sabiendo que esta última no es más que el fruto amargo de una economía de mercado, y no de la voluntad de generar cultura, pensamiento, intelectualidad, intercambio. BONA DIADA DE SANT JORDI A TOTS ELS AMANTS DE L’ART.
SOBRE EL MERCADO DEL ARTE
La actitud rompedora de los artistas occidentales, simulados ahora, y a causa de procesos que sólo la globalización puede explicar, por sus homónimos orientales, tiene su raíz en los años sesenta. Un momento importante para la historia del arte, en el que aparecen en escena artistas que han dejado huellas imborrables, como es el caso de John Cage, Marcel Duchamp, o Joseph Beuys. La voluntad de dichos artistas, y también la de sus contemporáneos, era la de mantener una lucha férrea hasta conseguir una escisión con el pasado. Eso es, con todos los “ismos”, pero también con la idea del arte como objeto bello para su contemplación.
Algunas de esas ideas, nuevas y sorprendentes en su contexto, se han fosilizado en el pensamiento de artistas actuales con categoría de creadores “contemporáneos”. Personajes que quieren hacer creer a la opinión pública sobre la originalidad y superioridad de sus ideas y conceptos. Una realidad que no hace más que crear snobs y nuevos ricos entre la comunidad artística, es decir, entre aquellos que se autoproclaman buenos artistas solo porque tienen algo que vender.
Nada más lejos de la realidad. A fin de cuentas, su modus vivendis no es más que uno de los innumerables síntomas de un anclaje hueco y absurdo que se niega a desperezarse del pasado. Una situación que se mantiene a causa del inmovilismo intelectual que okupa de forma permanente nuestra sociedad y en especial ese denominado “mundo cultural” que debemos soportar oportunamente.
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