19 de diciembre de 2022

La rastra


La rastra. Joy Willliams. Seix Barral, 2022
Traducción de Javier Calvo

Todo retrato literario de una sociedad ficticia debería contener tantos indicios como fueran  imprescindibles al lector para comprenderla, asumir sus características, situarse en ella y, a través de un fenómeno parecido a la asimilación, que tiene mucho de confrontación, poder anticipar y prever las reacciones de los personajes, sus efectos en la colectividad ficticia y la posibilidad de entresacar aquellas circunstancias que, por un proceso de equiparación, podrían aplicarse a la sociedad del propio lector. Esta condición ha sido válida para toda la literatura, con honrosas y extemporáneas excepciones, desde sus inicios hasta principios del siglo XX; a partir del modernismo, por poner un límite temporal tan impreciso como accesible, esta regla, junto con otras que parecían indiscutibles, dejó de ser válida: el escritor abandonó al lector, cuando no lo maltrató directamente, en manos de una ficción indescifrable según los estándares establecidos; es más, lo dejó de tener en cuenta. ¿Cuál era, entonces, el papel del lector? Supongo que sesudos críticos deben estar ocupados desentrañando la cuestión, buscando paralelismos en la naturaleza o en el mercado, pero, por lo que parece a las mentes iletradas como la de este lector, las respuestas que han formulado tienen una validez demasiado provisional y una vida muy corta.
«¿Crees que la gente escribe libros para sembrar el caos o por alguna otra razón?»
Joy Williams es una autora a la que mis limitados conocimientos no han logrado encasillar; leí con gusto creciente sus novelas traducidas al castellano y, cuando tenía la sensación de que había encontrado a una escritora que sabía conjugar con maestría los logros indiscutibles de la literatura clásica ―entendiendo por clásica la escrita hasta la sacudida mencionada con anterioridad― con los recursos más modernos, me llegó a las manos su volumen antológico de relatos; en él, Williams rompía, o así me lo pareció, con aquella escritora resiliente, complaciente con el lector y compasiva con sus personajes; había que cambiar de receptores para comprender a esa autora de relatos breves y asimilar que se trataba de una misma persona.

Es en ese cambio en el que, probablemente, se sitúa La rastra (Harrow, 2021), la nueva novela de Williams que, a criterio de este lector, aúna, definitiva y afortunadamente, a ambas escritoras; un reto tal vez innecesario para la carrera de una autora con una obra no muy copiosa pero notable, pero que, como lector, puede considerarse una especie de culminación de una trayectoria muy relevante.

La rastra narra la búsqueda, por parte de Khristen, de su madre, después de que esta haya desaparecido de su vida para trasladarse a un complejo turístico que consiste, fundamentalmente, en un nicho de muertos vivientes de los que se ha dado en llamar "retiro espiritual" ―a semejanza de los padres del desierto, que se aislaban allí para luchar contra el diablo; lejos de la civilización, con el fin de salvarla―, tan ansiado tanto por los descastados y anacrónicos hippies de primera generación como por los ofuscados seguidores de las innombrables teorías new age

En este caso, la revelación que parece imponerse en esa tropa de displicentes analfabetos ávidos de conjeturas tan incomprensibles como injustificables es la necesidad de abandonar la naturaleza a su suerte y sustituirla por la tecnología.

«El pasado solo es una construcción gramatical».

De hecho, Khristen es el paradigma de la hija de una desestructurada familia de hippies de esa malograda primera hornada, colgados aún de sus historias, del alcohol y de las drogas, cuyas consecuencias recaen sobre sus hijos. La época, ubicada en un futuro indeterminado pero, por los indicios, alarmantemente próximo, es designada como "el umbral", el momento en el cual la civilización se desentiende de la naturaleza y se vuelva hacia la tecnología, aunque sea a costa de aquella; una corriente de pensamiento y de acción que pretende ignorar la realidad y que se mueve bajo la ficción de que todo irá bien.

«Nuestro desarrollo espiritual se basa en trascender la naturaleza. Es nuestro destino moral dominar tecnológicamente la Tierra. En cuanto dejemos atrás este engorro, el entorno artificial inventado, mejorado y gestionado será encantador».

El mundo conocido, que no se ha extinguido por negligencia de sus habitantes, sino por decisión voluntaria, consciente y explícita, se convierte en un repositorio de historias cada vez más escaso, cada vez más primitivo, a medida que van muriendo los depositarios de un pasado lejano, olvidado; y así hasta llegar a la ficción, cuando no queda nadie que haya vivido las historias que se cuentan, cuando han desaparecido los testigos, aquellas pierden cualquier contacto con la realidad y el mundo olvida su pasado para siempre. 

«Creo que el mundo se está muriendo porque ya apenas podíamos ver sus maravillas. Va a seguir ahí, pero cada vez menguará más y más  hasta que termine concordando con lo que sentimos por él».

Esa inculturación conlleva el surgimiento de ciertos individuos a los que la desesperación convierte en egocéntricos, que cambian la angustia por el individualismo radical, ya que la esperanza lleva tanto tiempo desaparecida que ya no puede considerarse como  recurso.

«Ciertamente nadie esperaba que los viejos plantearan dificultades. Los viejos resultaban tolerables siempre y cuando fueran lo bastante razonables y responsables como para hacer sitio a la primera oportunidad a los que venían después, a los nuevos, a los recién llegados. Ya hacía tiempo que las "comunidades de retiro" y los "centros de residencia asistida" se habían quedado obsoletos, porque ya no generaban beneficios adecuados para sus accionistas. A los ancianos se los animaba a que dejaran atrás la vida y ellos obedecían sin apenas protestas y con una ausencia sorprendente de pesar».

Otros recursos relativos a la autora en este blog:

Notas de Lectura de El hijo cambiado.

Notas de Lectura de Estado de gracia

Fe de Lectura de Los vivos y los muertos

Notas de Lectura de Cuentos escogidos

No hay comentarios: