Este 2024 se han cumplido cuarenta años desde la primera publicación de Vies Minuscules, uno de los textos más reputados de la literatura francesa de la segunda mitad del siglo XX. Con motivo de esta efeméride, Éditions Germes de Barbarie ha dedicado al autor francés el número 13 de la revista Instinct Nomade e incluido este texto del propio Michon.
Cómo escribí Vies Minuscules
Pierre Michon
Vies Minuscules tuvo su comienzo hacia 1980 en Orleans, en la rue de la Gare, en el número 127 (¿o 125?; no estoy seguro del número) donde estaba alojado con mi amiga Annie —le he perdido la pista; estará muerta—. Fue allí donde descubrí de repente que escribir no estaba tan fuera de mi alcance como había creído. Allí escribí la primera historia¹, y las historias 3² y 4³ sobre la marcha, en poco tiempo. Estaba encantado. Debajo del 127 (?) había un bar-PMU⁴ donde solía ir a jugar al flíper entre párrafo y párrafo: la bola del pímbol me parecía intensa, agresiva y eficaz como el verbo en una frase. Mi flíper preferido era el de un agente secreto chino, mitad James Bond mitad mandarín, que decía como en sordina cada tres minutos: «El doctor Minh le espera»; representaba, para mí, algo así como la literatura, ese pretencioso: lo dejaba hablar mientras me reía sarcásticamente frente a mi caña de cerveza, y de repente me lanzaba sobre él y lo pulverizaba consiguiendo partidas gratis. Todavía era la época de la pequeña Olivetti verde que me había regalado mi abuelo cuando terminé el bachillerato: «Ya que quieres escribir...», me había dicho. Llevaba veinte años durmiendo plácidamente, y ahora por fin serviría de algo. Me estaba esperando, como el doctor Minh. El libro prosiguió en varios lugares, en casa de mi madre en Mourioux, en la Creuse, en una casa de vacaciones alquilada cerca de La Chaise-Dieu con Jacqueline, que se convertiría en mi esposa, en otra parte.
Tengo dos recuerdos maravillosos de cuando escribí mi relato favorito de este libro, Vie de Georges Bandy. Un día, mientras me hacía unos huevos fritos, buscaba una metáfora que diera cuenta con candor del candor que provoca en nosotros la visión de las estrellas en el cielo; la encontré, era «como recortadas en papel de plata». Rompí a llorar sobre mis huevos fritos. La otra vez fue en el andén de la estación de Saint-Sulpice-Laurière, en Limousin, en invierno, antes del amanecer. Esa estación está en un recodo de la vía, los raíles se inclinan, el tren parado se inclina también. Venía de casa de mi madre, donde creía haber terminado esa historia de Bandy. Mientras esperaba el tren, encontré una conclusión más bella del texto, una especie de prolongación breve, o de reactivación en modo menor. En mi opinión, es la cumbre de Vies minuscules, después de lo cual decae un poco. Lo memoricé enseguida y lo escribí en el tren. Ahora, cuando paso por esta estación, siempre recuerdo la frase que había escrito también, enseguida, al margen, un poco grandilocuente: «en Saint-Sulpice-Laurière, donde los raíles se inclinan, donde el Espíritu sopla con violencia».
La publicación del libro fue un poco complicada. Mi amigo Puech⁵, que vivía en Orleans y era autor de Gallimard, lo envió para que lo leyera allí Louis-René des Forêts⁶ (les debo mucho a estos dos hombres): fue aceptado con entusiasmo, luego rechazado categóricamente, luego aceptado de nuevo, ya lo he contado alguna vez. Se trataba de las luchas de poder en el seno del Comité de Lectura, y el libro no tuvo nada que ver. Pero todo esto retrasó la publicación y el libro, que estaba terminado en el 81 o 82, no se publicó hasta 1984. Eso me dio tiempo para volver a dudar de la literatura, demasiado.
El final fue idílico: la portada de Le Monde les Livres⁷ estaba dedicada a Vies Minuscules. A menudo revivo en mi mente el arrebato intenso de vanidad que sentí al abrir aquella página; una vanidad atemperada un poco por el retrato que acompañaba al artículo, en el que desgraciadamente era yo, con mi aspecto tan cuestionable en aquella época. Y bastante atemperada, la vanidad, cuando supe un año después que había vendido 1917 ejemplares. Al menos era una cifra bélica⁸.
¿Es necesario que me detenga en este libro? El esquema básico no es complicado de descifrar, es el mismo que en La Recherche du temps perdu: un tipo bloqueado se convierte en escritor. En cuanto a los héroes campesinos que elegí para ilustrarlo, podemos aplicarles la frase de Joseph de Maistre⁹: «Los que no entienden nada entienden mejor que los que entienden mal»¹⁰.
Notas
1. Vie d’André Dufourneau.
2. Vies d’Eugéne et de Clara.
3. Vies des frères Backroot.
4. Bar con servicio de Pari Mutuel Urbain, un sistema de apuestas hípicas.
5. Jean-Benoît Puech, profesor un iversitario y escritor, nacido en Aurillac el 1947 y residente en Orleans desde 1951.
6. Louis-René des Fôrets (1916-2000) fue miembro, desde 1966 hasta 1983, del Comité de Lectura de la editorial Gallimard.
7. El 2 de marzo de 1984, en una reseña firmada por Bernard Alliot.
8. Por supuesto; en ese año, entre otros acontecimiento bélicos, Estados Unidos de América declaró la guerra a Alemania en el Marco de la I Guerra Mundial, y tuvieron lugar la Revolución de Febrero y la Revolución de Octubre en Rusia.
9. Joseph de Meistre (1753-1821), político, filósofo, magistrado y escritor francés.
10. Frase procedente del tratado Du Pape (1812).
Texto procedente de: Instinct Nomade N. 13. Éditions Germes de Barbarie, 2024
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