La rastra. Joy Willliams. Seix Barral, 2022 Traducción de Javier Calvo |
«¿Crees que la gente escribe libros para sembrar el caos o por alguna otra razón?»
La rastra narra la búsqueda, por parte de Khristen, de su madre, después de que esta haya desaparecido de su vida para trasladarse a un complejo turístico que consiste, fundamentalmente, en un nicho de muertos vivientes de los que se ha dado en llamar "retiro espiritual" ―a semejanza de los padres del desierto, que se aislaban allí para luchar contra el diablo; lejos de la civilización, con el fin de salvarla―, tan ansiado tanto por los descastados y anacrónicos hippies de primera generación como por los ofuscados seguidores de las innombrables teorías new age.
«El pasado solo es una construcción gramatical».
De hecho, Khristen es el paradigma de la hija de una desestructurada familia de hippies de esa malograda primera hornada, colgados aún de sus historias, del alcohol y de las drogas, cuyas consecuencias recaen sobre sus hijos. La época, ubicada en un futuro indeterminado pero, por los indicios, alarmantemente próximo, es designada como "el umbral", el momento en el cual la civilización se desentiende de la naturaleza y se vuelva hacia la tecnología, aunque sea a costa de aquella; una corriente de pensamiento y de acción que pretende ignorar la realidad y que se mueve bajo la ficción de que todo irá bien.
«Nuestro desarrollo espiritual se basa en trascender la naturaleza. Es nuestro destino moral dominar tecnológicamente la Tierra. En cuanto dejemos atrás este engorro, el entorno artificial inventado, mejorado y gestionado será encantador».
El mundo conocido, que no se ha extinguido por negligencia de sus habitantes, sino por decisión voluntaria, consciente y explícita, se convierte en un repositorio de historias cada vez más escaso, cada vez más primitivo, a medida que van muriendo los depositarios de un pasado lejano, olvidado; y así hasta llegar a la ficción, cuando no queda nadie que haya vivido las historias que se cuentan, cuando han desaparecido los testigos, aquellas pierden cualquier contacto con la realidad y el mundo olvida su pasado para siempre.
«Creo que el mundo se está muriendo porque ya apenas podíamos ver sus maravillas. Va a seguir ahí, pero cada vez menguará más y más hasta que termine concordando con lo que sentimos por él».
Esa inculturación conlleva el surgimiento de ciertos individuos a los que la desesperación convierte en egocéntricos, que cambian la angustia por el individualismo radical, ya que la esperanza lleva tanto tiempo desaparecida que ya no puede considerarse como recurso.
«Ciertamente nadie esperaba que los viejos plantearan dificultades. Los viejos resultaban tolerables siempre y cuando fueran lo bastante razonables y responsables como para hacer sitio a la primera oportunidad a los que venían después, a los nuevos, a los recién llegados. Ya hacía tiempo que las "comunidades de retiro" y los "centros de residencia asistida" se habían quedado obsoletos, porque ya no generaban beneficios adecuados para sus accionistas. A los ancianos se los animaba a que dejaran atrás la vida y ellos obedecían sin apenas protestas y con una ausencia sorprendente de pesar».
Otros recursos relativos a la autora en este blog:
Notas de Lectura de El hijo cambiado.
Notas de Lectura de Estado de gracia
Fe de Lectura de Los vivos y los muertos
Notas de Lectura de Cuentos escogidos
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