10 de julio de 2020

La ciudad que nos unió

La ciudad que nos unió. Nora K. Jemisin. PRH, 2020
Traducción de David Tejeda Expósito
Las ciudades son organismos vivos que nacen, crecen, se colapsan y mueren. Cuando alcanzan cierto grado de madurez cortan su cordón umbilical con la historia y con el territorio y adquieren vida propia. La ciudad que nos unió (The City We Became, 2020), primer volumen de la futura serie Great Cities, se ubica en la ciudad de Nueva York, cuya existencia se ve amenazada, con poca concreción pero de forma recurrente, por una entidad de naturaleza lovecraftiana. La ciudad es fuerte, pero no tanto como para resistir en solitario  los ataques; con el fin de tener a disposición todos sus recursos para la que se adivina una lucha sin cuartel, cada uno de los cinco distritos —más otro que personifica a toda la ciudad: la referencia a American Gods es explícita— genera una personalización, un avatar que posee sus trazos más característicos y las armas correspondientes, para enfrentarse a la invasión interdimensional: Queens es una matemática hindú que trabaja en Wall Street esperando conseguir la residencia; Manhattan es un chico negro de pasado turbio en proceso de enmienda; Brooklyn es una artista musical negra, acomodada y que ha conseguido una concejalía por su distrito; el Bronx es una galerista nativa americana, entendida en arte y lesbiana; y, finalmente, Staten Island, una joven blanca descendiente de irlandeses, introvertida y automarginada.

La guerra es por la prevalencia de uno de los millones de mundos posibles sobre el resto, e  implica la aniquilación de los vencidos, ya que la intención de los invasores es traer una ciudad de otra dimensión y sobreponerla a la Nueva York actual, lo que conllevaría la desaparición de esta y de todos sus habitantes.

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