Alejada del vacuo efectismo estilístico y profundamente arraigada en la tradición filosófica centroeuropea, La muerte de mi hermano Abel es la constatación del terreno que queda por labrar en el campo de la novela culta, exigente, solemne, reflexiva y literariamente virtuosa. No existe literatura más europea que la literatura centroeuropea; la literatura francesa es, desde el siglo XIX, más “universal”, sin que esto sea un elogio ni una censura; la británica, tal vez debido a la colonización cultural que regresó del continente al que la isla facilitó su idioma, es más americana que europea; la española ha padecido demasiadas vicisitudes y se ha encerrado demasiado en sí misma para tener un corpus coherente que pueda traspasar las fronteras; la rusa está falta de universalización, excepción hecha de los grandes escritores, que pertenecen plenamente al siglo XIX, y siempre se ha colocado en los márgenes de Europa. Teniendo en cuenta estas limitaciones y por una cuestión de desarrollo, político y económico, y de extensión geográfica que trasciende las fronteras de la República Federal, la lengua dominante es el alemán. Si, tal como existe la Gran Novela Americana, como tradición, no como una obra concreta, algún día existiera ese ente llamado Gran Novela Europea, tendría su origen en los bosques de la convulsa Mitteleuropa y, a pesar de su infinita diversidad, estaría escrita, indudablemente, en alemán.
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Descubierta a los lectores en castellano por la reciente traducción de Los vivos y los muertos, una novela publicada originalmente en el año 2000, Joy Williams se dio a conocer en el ámbito literario unos cuantos años antes con la publicación de este Estado de gracia (State of Grace, 1973), debut que cosechó excelentes reseñas y fue finalista en algunos premios literarios reconocidos, un libro extraño y perturbador, es una narración acerca de la vida de Kate, una universitaria americana, dividido en tres grandes capítulos que recogen tres episodios fundamentales que marcarán su existencia; una vida marcada por las relaciones con dos hombres: su padre, un retrógrado y exigente pastor religioso, y un marido sobrevenido. Estilo furibundo que, a pesar de situarse cronológicamente en los principios de los años 70, parece rabiosamente actual. Apoyado en el silencio, se sirve de la oscuridad para revelar los sueños y las pesadillas de la protagonista, encerrada en un ambiente lúgubre, sofocante e invasivo, hasta desembocar en un oscuro e inevitable nihilismo. Excelente retrato de esos individuos que llevan la tragedia adherida a su existencia, que no es que la provoquen, es que les es intrínseca. Desasosegante historia y no menos desasosegante libro; magnífico.
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Coover, maestro de la parodia, pone en marcha su artefacto haciendo uso indiscriminado de una redacción preciosista con períodos largos y subordinaciones infinitas, metáforas continuas, hipérboles imposibles y vocabulario rebuscado, como si el barroquismo veneciano se traspasara a la escritura mediante un mecanismo de plagio intergénero; profundizando un poco más allá de la estructura formal del estilo y del aspecto general de la prosa utilizada, se descubre el medio en el que Coover se desenvuelve con excelencia: la ironía. Por cierto, ¿sabéis cuál fue realmente el proceso por el que el muñeco de madera se convirtió en niño? ¿Y por qué le crecía la nariz? Pinocho en Venecia no se lee, se disfruta como se disfruta de una fiesta.
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Este tipo de novela, la epopeya de una familia compuesta por un buen número de protagonistas en tiempos convulsos, es casi tan antiguo como la literatura y ha sido tratado con multitud de variaciones; excepto en los casos extremos, tales novelas resultan más interesantes cuanto más atractiva sea la época en que se desarrollan o más sugestivos sean los avatares en que se desenvuelven los protagonistas. En el caso de Una saga moscovita se añade a ambas variantes un tratamiento estilístico si no original si, al menos, aplicado con una destreza sorprendente: la mezcla de ficción y realidad en doble sentido. En un primer nivel de la distinción, se alternan los capítulos que componen la historia de ficción, la vida y los avatares de la familia moscovita Grádov desde 1921 y siguiendo su periplo a través de tres generaciones hasta mediados de los años 50, con lo que el autor llama "entreactos" y que consiste en fragmentos entresacados de las hemerotecas de los mismos períodos. Ahí tenemos, pues, la ficción y la realidad, pero Aksiónov imprime un nuevo sentido a la dicotomía inyectando elevadas dosis de realidad en la parte novelesca, con lo que la ficción parece real, y recogiendo de los documentos de la época aquellos cuyo absurdo -sobre todo los procedentes de los medios de comunicación oficiales- los adjudica, sin ningún esfuerzo, al terreno de la ficción. Mediante este recurso, con el añadido de la interacción de personajes reales con los ficticios, Aksiónov construye una epopeya de corte clásico -y clásicamente rusa, si atenemos a una tradición que el autor sigue y en la que se reconoce- en la que la mezcla de elementos míticos y reales alcanza un grado de virtuosismo notable.
Reseña completa en: http://jediscequejensens.blogspot.com.es/2015/12/una-saga-moscovita.html
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La ley puede ser justa o injusta, pero su aplicación -y, por tanto, la aplicación de la "justicia"- está regulada por unos códigos, la legislación y la jurisprudencia, que, de ser bien aplicados, pueden resolver cualquier litigio. La resolución de un conflicto por vías no judiciales, en cambio, a pesar de regirse también por ciertos códigos, no es tan sencilla: el código no tiene por qué ser común entre los litigantes, puede que no exista una autoridad inapelable o que la rotura del acuerdo no sea proactiva y lleve a replantear las reglas del juego. A diferencia de lo que sucede en los conflictos legales, en los personales, a menudo, no existen soluciones intermedias que puedan contentar a todos los implicados. McEwan es, seguramente, el más dotado de esa generación de escritores británicos nacidos en los años 1940, y no tanto porque sus novelas manejen cuestiones universales como por el trato y la multiplicidad de puntos de vista con que analiza los conflictos, incluyendo una inestimable visión de los mismos en función de los daños colaterales que provoca, y la probable conclusión de que el verdadero -e irresoluble- conflicto es el que mantenemos con nosotros mismos. La frialdad, la distancia -¿tan británicas?- con que McEwan describe los conflictos emocionales, incluso cuando el narrador es tan inequívocamente favorable a uno de los personajes, y la indiscutible maestría de su prosa, tanto en profundidad como en superficie, se muestran en toda su potencia en La ley del menor, una lección de dominio y de mesura al alcance de muy pocos escritores. Magistral.
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Famous Cases of Circumstancial Evidence es una recopilación de errores judiciales publicada por Samuel March Phillips a principios del siglo XIX; uno de los casos, reales, mencionados en este texto es la fuente de la que Janet Lewis, como también hizo en The Wife of Martin Guerrer y The Trail of Sören Qvist, extrae el material El fantasma de Monsieur Scarron. A finales el siglo XVIII, en el reinado de Luis XIV y concubinato con "la" Maintenon, la publicación de un panfleto contra la amante del rey desencadena una sucesión de desgracias para un impresor, inocente, y su familia. Con una temática que entronca, incluso en el estilo, con las novelas dickensianas de procesos judiciales, particularmente con la extraordinaria Bleak House, Lewis aporta una ambientación histórica admirablemente lograda -en 1959, fecha de publicación, estábamos todavía en la edad de oro de la novela histórica, antes de que pseuso-códigos falsamente renacentistas y otras blasfemias literarias marcaran la muerte del género- pero también un detalle en la caracterización de personajes y un dominio de los tiempos propio de los grandes relatos históricos de la tradición literaria universal. Un novelón.
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Tercer lliurament de la sèrie de novel·les protagonitzades pel capità de policia Florindo Flores i l'eminent i panagruèlic semiòleg italià. En aquest cas, la intolerància del professor i Mestre a l'all provocada per una indigestió de bagna cauda -una salsa la recepta de la qual ja és indigesta- i la sospita de que algun enemic, seu i de la semiologia, busca la seva perdició i bloquejar la seva enciclopèdica erudició perseguint-lo amb l'aroma de l'odiada liliàcia, fan que el semiòleg encomani al capità Flores, ja jubilat i en viatge de re-noces amb la seva dona, que l'ajudi a descobrir al terrorista. Al final, es desemmascararà la conspiració gràcies a l'olfacte d'alguns amics venecians i el poder deductiu de la ment del comissari. Paròdia i bon humor, envoltats de referències històriques, literàries i gastronòmiques, per a una pantomima de les novel·les policíaques d'abans de la invasió dels gèlids comissaris encandinaus.
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"En una descripción o en un relato, como observaba Joseph Conrad en su novela corta titulada Una sonrisa de la fortuna, resulta difícil situar cada cosa en su lugar exacto. Y es que no se puede decirlo todo y describirlo al mismo tiempo, ¿verdad? Hay que mantener un orden, fijar prioridades, lo cual puede difuminar el objetivo trazado."
El fin de Nelson y la utilidad de los robles de Suffolk; una descripción del entorno vegetal, desde un punto de vista peculiar; la hiperbólica Babilonia descrita por Heródoto; un inventario -comentado- de las estatuas de las reinas de Francia alrededor del estanque de los Jardines de Luxemburgo; una historia de puentes y una cita malograda; y una inmersión con premio. Con estos temas y con la constricción de la longitud, Echenoz desmiente a Conrad focalizando su atención en el detalle y esbozando el entorno sólo hasta lo imprescindible; genial en las distancias cortas y en las tramas que podrían pasar por anecdóticas si por detrás de su tratamiento humorístico no se escondiera el detallado análisis del observador atento, Echenoz reivindica su lugar preeminente entre los maestros de la brevedad.
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Jacques Guérin, empresario y potentado francés de mediados de siglo XX, padece la pasión del coleccionismo
"[...] con el espíritu excitado que tenía siempre que se sentía próximo a la conquista de un libro deseado, de un manuscrito raro, de algo que encerrase en sí, de algún modo, aquel misterio latente que tienen los objetos de los otros cuando fueron amados y valorados por ellos. Apropiarse de estos objetos significa quizá conservar en cierto modo una chispa de aquel amor, de aquel placer, y sentirse finalmente satisfecho. Peor hay más aún: el sentimiento que lo movía no era el del coleccionista, sino más bien el del salvador de algo sagrado";
proustiano eminente, dedica parte de su vida a la búsqueda incesante de cualquier vestigio, sean cartas, manuscritos, muebles o cualquier objeto que hubiera tenido contacto con el escritor: los papeles que pudieron sobrevivir a la inclemente hoguera que prendió Marthe, esposa de su hermano, y como culminación de esta recherche, "ese" objeto que logre comunicarle directamente con el propietario. Foschini bucea, con un método parecido al de la novela de misterio, en este ansia de Guérin y lo sigue en su búsqueda de los rastros de los objetos en la biografía de Proust, pero también entre las líneas de La recherche, hasta que ese fetiche se materializa en el hallazgo, casi por casualidad, del abrigo de lana forrado de piel de nutria que fue, tal vez, la prenda de ropa más característica y personal de Marcel; y sostiene la tesis de que, probablemente, el ansia coleccionista sirva para prolongar no ya el contacto con el autor sino también la ampliación de la obra mucho más allá de la totalidad de la producción literaria de Proust, mucho más allá de la palabra "Fin".
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"Mira, si tu intención es escribir sobre la dulzura, la luz y toda esa mierda, consíguete un trabajo en Hallmark." Harry Creews
El amante de las cicatrices en una topografía de esos no-lugares por los que vagabundean verdaderos ejércitos de perdedores, los restos del sistema, aquellos individuos que el sistema de saneamiento de la sociedad occidental, civilizada y biempensante no ha podido eliminar.
"Le asombraba la manera en que las acciones y las coincidencias, tanto grandes como pequeñas, algunas emprendidas voluntariamente, otras sin haberlo ni siquiera pensado, podían llegar a joderte totalmente la vida."
El protagonista de esta historia es un amante de las cicatrices... Las cicatrices físicas, como le hace notar uno de los personajes, significan que la herida se ha cerrado;
"Hay algo bonito en las cicatrices, sean de la naturaleza que sean. Una cicatriz significa que ya no te duele, que la herida se ha cerrado y ha sanado para siempre."
pero existen también otra clase de cicatrices, interiores, que también quedan como señal de que se ha sufrido, pero que no se cierran nunca porque cada vez que pensamos en la herida ésta vuelve a abrirse en una escarificación permanente.
En definitiva, el perdedor no es aquel que en vencido de cualquier contienda, sino el que lleva la derrota impresa en su destino. Pete, el personaje principal, Sara y los padres de ésta; George y Linga, la pareja de rastafaris; y el señor Winekoff, el vecino metomentodo, son dignos portadores del estigma. Y Harry Crews se mueve entre las cicatrices como pez en el agua.
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Traducción de Manuel Serrat Crespo
"Hace largo tiempo ya que me acomodo a mis contradicciones."
Puede que este Journal, fechado originalmente en 1939-1945, muestre la peor cara de Drieu La Rochelle, y también la más abyecta, pero en absoluto se trata de "el colmo de la decadencia intelectual", como afirmó en su día el crítico Rafael Conte.
"No siento deseo alguno de escupir sobre el placer, sino una lenta indiferencia."
Se trata de fragmentos dispersos cuyo nexo no es el tiempo -de ahí que su consideración como Diario no sea la más ajustada- sino la elucubración erudita, notas ensayísticas cuyo desarrollo podría dar lugar a especulaciones eruditas acerca de los más diversos temas, que surgen de la necesidad de establecer su postura intelectual, en el más amplio sentido de la expresión, a fin de usarla como escudo contra la ignorancia de los demás pero también como autodefensa frente a posibles vacilaciones.
"Toda mi vida me ha obsesionado el tema de las islas. Cuando estoy en una isla me parece estar en mi verdadero lugar: en la tierra y lejos de la tierra, en lo humano y lejos de lo humano."
"No se vive impunemente entre los humanos".
Sus relaciones con su patrón, con Jeanne, con algunos de sus conocidos, son descodificadas, aisladas del medio social en que tienen lugar y privadas de contexto, para ponerlas en cuestión, siempre desde un punto de vista que descarta el sentimiento, para acabar mostrando la incoherencia intrínseca de las relaciones personales, y proclamar siempre la superioridad de la soledad.
"Busco sin cesar la soledad para entregarme al miedo."
"El centro de mi vida es el vértigo de mi soledad."
Entre las líneas, lo que se manifiesta es la búsqueda constante y desesperada de definición, como quien busca la postura idónea para empezar una carrera sabiendo que de esta posición dependerá todo el recorrido.
"Ha pasado ya el tiempo de nutrirme con los espesores del mundo. Ha llegado la hora de quemarlo todo como carne en el altar de los sacrificios."
Pierre Drieu La Rochelle se suicidó el 15 de Marzo de 1945.
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