4 de julio de 2014

Le ParK

Traducción de Rubén Martín Giráldez
"Distopía: dícese de la utopía perversa, donde la realidad transcurre en términos opuestos a los de una sociedad ideal. Manipulación, adoctrinamiento masivo, vigilancia y mediocritización son cuestiones permitidas, incluso incentivadas, en el mundo distópico."
"Quizás la distopía literaria más conocida de todas sea la que escribió George Orwell en el año 1948, 1984 (Nineteen Eighty-Four, 1948), la famosa novela en la que aparece el Big Brother, años después paradójicamente convertido en un reality show de alcance global. Ya antes, el norteamericano Aldous Huxley había escrito su versión de la catástrofe en la cientifista Un mundo feliz (Brave New World, 1931). Ray Bradbury, años más tarde, inventaría una sociedad en la que los bomberos, en lugar de apagar incendios, los provoca: Fahrenhei 451 (Fahrenheit 451, 1953), la temperatura a la que arden los libros, sería llevada al cine con indudable éxito por François Truffaut."
"El filósofo inglés Thomas More escribió su Utopía (Utopia, 1516) en pleno siglo XV, y desde entonces muchos escritores se han asomado a las distopías; algo renuente, algo pernoctado, las distopías pueden leerse como uno de los síntomas de nuestro tiempo: fábulas catastrofistas de mentes lúcidas o diagnósticos del dolor de la modernidad."
Texto extraído del recorrido literario Distopías: lo que no queríamos, disponible en la página web de Librería La Central
En una sociedad donde la modernidad se ha convertido en una patología, cada paso adelante que da el progreso en el aspecto técnico, como si de un equilibrio homeostático se tratara, es un paso atrás en la evolución de la especie; a cada revolución técnica le corresponde su ración de involución humana. Esto no es una regla, por supuesto, pero es uno de los puntos de partida de esta alarmante distopia, que Bégout desarrolla en Le ParK (Le ParK, 2010), basada en la manipulación de la masa, como si el instinto gregario fuera inseparable de la condición humana, mediante la explotación ilimitada del concepto de centro lúdico como el lugar donde no sólo nos divertimos sino que, además, nos facilita todo aquello que deseamos en colectividad -para los deseos personales ya tenemos La Bola Dorada de Picnic al borde del camino o al planeta Solaris-, a un precio prohibitivo que sirve a la vez de filtro para indeseables y de excusa para sobrevalorar sus prestaciones.

¿Y qué es Le ParK? Pues un parque de atracciones, según el DRAE, "el lugar estable en que se reúnen instalaciones recreativas, como los carruseles, las casetas de tiro al blanco y otros entretenimientos" (por cierto, definición algo anacrónica). La palabra "atracción" proviene de la latina attractio, que denomina a la acción y el efecto de "traer hacia sí"; sus componentes léxicos son el prefijo ad- (hacia), tractus (tirado), y el sufijo -ción (acción y efecto).

¿Cómo se materializa esa atracción? Pues recurriendo a la saturación: el visitante, abrumado por la multiplicidad de la oferta, no puede discriminar entre qué constituye una atracción y qué es solamente un paso intermedio entre atracciones... Lo que se persigue es, en consecuencia, no dar respiro al visitante y, de este modo, provocar emociones mediante una conveniente puesta en escena. ¿Qué tipo de emociones? Ah, depende del sujeto, una misma atracción puede influir emotivamente en cada visitante  de forma diferente, siempre en función de su disposición anímica: quien busque diversión, encontrará diversión -y algo más, siendo este algo más el trazo particular de Le ParK y lo que le diferencia del resto de parques de atracciones-; quien busque perversión, encontrará perversión y algo más; quien busque riesgo, encontrará humillación y castigo, otro algo más inconsciente que Le ParK es capaz de discernir. En definitiva, el parque es capaz de satisfacer todos tus deseos, adelantándose a tus solicitudes y adelantándose incluso a proveer aquellas necesidades que todavía no habías identificado.

En una situación de reclusión relativa -Le ParK está situado geográficamente en una isla y, por tanto, delimitado exteriormente; sin embargo, una vez dentro, no se puede acceder a sus límites- las relaciones entre los invitados, cuyo número es limitado, pero ninguno de los habitantes del parque sabe discriminar quién es un invitado o un empleado, se ven alteradas porque sus roles, a diferencia de lo que ocurre en el exterior, no permanecen estáticos. Así, Bégout nos presenta a un preso que ha decidido cumplir su condena perpetua en el recinto, a una joven de frágil constitución anímica, y a un empleado que se extravía en los entresijos de la instalación, y los equipara con la situación del propio narrador -un narrador objetivo que, a pesar de un lenguaje periodístico y desafectado, no es capaz de mantener la frialdad y acaba sucumbiendo a "la poética" de Le ParK-, dejando entrever que una de las posibilidades del parque tal vez sea el desclasamiento: todos, empleados, habitantes y visitantes pueden experimentar la experiencia del intercambio, discrecional pero temporal, de clase; dejando en un lugar aparte, pro supuesto, al multimillonario ruso creador del parque y al arquitecto que lo diseñó. A dónde llevaría la materialización de esta vieja idea reivindicativa del proletariado universal -proletariado que, debido a las restricciones económicas de entrada al parque, nunca podrá acceder a él- es algo que se deja a la imaginación del lector. En todo caso, en un lugar donde se trata "la perversión como entretenimiento lícito", lo que sí queda claro es que "escapar" es quedarse.


Bruce Bégout habla acerca de Le ParK

Violando las fronteras del género, Le ParK tiene la virtud de interpelarnos como habitantes de un mundo hastiado de civilización en el que la dificultad no está en cumplir los deseos sino en encontrar deseos cuya satisfacción esté a un solo paso de ser imposible. Mezcla de ensayo filosófico y de narración de ciencia ficción -sin ser, curiosamente, ninguna de las dos cosas-, más Lovecraftiano que Ballardiano, se trata de uno de aquellos pocos y escogidos libros perversos cuya lectura inquieta, cuestiona y amenaza. Imprescindible. 

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