11 de julio de 2022

Emil Cioran. Cuadernos 1957-1972


Cuadernos 1957-1972. Emil Cioran. Tusquets Editores, 2020
Prólogo de Simone Boué. Traducción de Mayka Lahoz

«Todo lo que he escrito no sirve para nada y no conduce a nada. Eso es lo que hace que no esté descontento del todo. He aspirado a la verdad. Ahora bien, ¿qué es la verdad sino lo que entorpece la vida, lo que incluso la contradice? O mejor dicho: la verdad es aquello de lo que se puede prescindir para vivir».

Durante más de quince años, coincidiendo con un período al que él mismo califica como poco prolífico, Cioran consignó en una serie de cuadernos lo que podría denominarse esbozos de reflexiones y fragmentos que no parecen destinados a su publicación, circunstancia que les confiere su valor. La primera impresión, atendiendo a su contenido, es que cuando se sentía inapetente para escribir, anotaba sus pensamientos en ellos; no obstante, en algunos casos, cumplían en papel de borradores que fueron desarrollados en obras posteriores. Simone Boué, la compañera del autor, los rescató de su legado, siendo publicados en Francia en 1997 bajo el título de Cahiers. 1957-1972.

A pesar de ese carácter de borrador, en los Cuadernos se halla el mismo Cioran que en sus obras publicadas; por tanto, la variedad de temas es muy numerosa; a efectos de simplificación, he escogido unos pocos fragmentos relativos a la escritura y a algunos de los escritores que, positiva o negativamente, merecieron su atención.

«Mi ideal de escritura: hacer callar para siempre al poeta que albergamos dentro de nosotros; liquidar nuestros últimos vestigios de lirismo; ir a contracorriente de lo que somos, traicionar nuestras inspiraciones; pisotear nuestros impulsos y hasta nuestros gestos».
«Es necesario, para escribir, un mínimo de interés por las cosas; pero también hay que creer que estas pueden ser atrapadas o, al menos, rozadas por las palabras».
«Devoro libro tras libro, con el único propósito de eludir los problemas, de no pensar más en ellos. En medio del desconcierto, la certeza absoluta de mi soledad».
«Cambiaría a todos los petas por Emily Dickinson».
«Albert Camus se ha matado en un accidente de coche. Muere en el momento en que todo el mundo, y quizá él mismo también, sabía que ya no tenía nada que decir y que viviendo no podía más que degradar su gloria desproporcionada, abusiva, incluso ridícula. Inmensa pena al enterarme de su muerte, anoche, a las once, en Montparnasse. Un excelente escritor menor, pero que fue grande por haber estado totalmente exento de vulgaridad, a pesar de todos los honores que han caído sobre él».
«James Joyce: el hombre más orgulloso del siglo. Porque quiso y, en parte, alcanzó lo Imposible, con la testadurez de un dios loco. Y porque jamás transigió con el lector ni tuvo la intención de ser legible a toda costa. Culminar en lo oscuro».
«Baudelaire, al que ya no leo desde hace muchos años, no es un hombre en el que piense muy a menudo. Solo me interesan las mentes provistas de la dimensión de lo fúnebre».
«Lérmontov..., un hombre que me gusta. Sus consideraciones sobre el matrimonio... Ese Byron ruso nos hace olvidar, afortunadamente, al otro al que eclipsa».
«Pascal y Baudelaire..., los únicos franceses realmente apasionados. Los otros parecen premeditados, si no delirantes. No hay literatura más cerebral que la francesa: Yo solo tengo afinidad profunda con la rusa. Cada vez me libero más del prejuicio del estilo. ¡Y pensar que he seguido sus dictados durante tantos años!»
«A escepción de Adolphe, de El tiempo recobrado, de Pascal y de Baudelaire, la literatura francesa me parece una sucesión de ejercicios. Todos los escritores que nunca llevamos directamente en la sangre, que son perfectos SIN MÁS».
«Cada vez que vuelvo a Proust, al principio me irrito, me parece que está anticuado y solo tengo ganas de una cosa: tirar el libro. Pero al cabo de cierto número de páginas (y saltando algunas escenas), el encanto actúa de nuevo, aunque solo sea a causa de algún hallazgo verbal o de alguna notación psicológica. (Proust está totalmemnte en la línea de los moralistas franceses. Rebosa aforismos: se encuentran en cada página, incluso en cada frase; pero son máximas arrastradas por un torbellino. Para que el lector las descubra, tiene que detenerse y no dejarse llevar demasiado por la frase».
«Hace años que no dejo de desilusionarme con Valéry. ¡Cuando pienso en la influencia que tuvo sobre mí (palpable en el Breviario de podredumbre)! Su estilo, que me gustaba, ahora me irrita. Además, siempre quiere parecer inteligente. La elegancia perjudica el pensamiento. Y él es demasiado elegante».
«Solo me gustan esa categoría de escritores de los que no se habla y cuyo prototipo sigue siendo Joubert. Escritores de penumbra».
«Si quieres que se hable de ti, aplícate en la alteración del lenguaje, vuélvete un verdugo del lenguaje (al estilo de Joyce)».
«Montaigne, un sabio, no tuvo posteridad. Rousseau, un histérico odioso, aún suscita discípulos».
«J. P. Sartre: un maestrillo aquejado de masoquismo».
«Una obra de cierto peso no procede de búsquedas verbales, sino del sentimiento absoluto de una realidad. Ni Saint-Simon ni Tácito participaron en la literatura. Eran escritores, no literatos. Un gran escritor vive en el lenguaje; no se preocupa de su exteior. No medita sobre el estilo; tiene su estilo propio. Nació con su estilo».
«En resumidas cuentas, no habré leído con pasión más que novelistas: Dostoievski y Proust. ¿Será porque tienen un ritmo propio, que no he encontrado en ninguna parte? ¿O será la fascinación que ejerce sobre mí esa forma de jadeo en la que son insuperables?»
«Durante la última guerra, en Zúrich, Joyce y Musil vivían muy cerca y, sin embargo, no hicieron ninguna tentativa para conocerse, para encontrarse. Los creadores no se comunican entre sí. Necesitan admiradores y no iguales».
«Alguien me pide una declaración sobre Valéry. Me escaqueo, casi todo el mundo se escaquea, los jóvenes sobre todo. Sin embargo, he admirado y sigo admirando a Valéry, aunque ya no lo relea».
«Los dos escritores franceses más importantes del siglo, Proust y Valéry, fueron mundanos».
«El mayor favor que se le puede hacer a un escritor es impedirle que publique y, sobre todo, que escriba... durante algún tiempo. Tendría que haber, para su mayor beneficio, regímenes tiránicos de corta duración, cuyo mobjetivo fuera suprimir cualquier actividad intelectual. El peligro del escritor es prodigarse demasiado, no tener tiempo de acumular. La libertad de expresión sin interrupción alguna es nefasta: atenta contra las reservas del espíritu».
«Puede no gustarnos Ulises. Pero después de él ya no podemos soportar las otras novelas».
«Intentado leer el Doctor Fausto, de Thomas Mann. Imposible. Está anticuado. Es aburrido, es atrozmente alemán. Verborrea pretenciosa. El país de la metafísica y de la música no ha producido ―no podía producir― ninguna gran novela. (En el fondo, el espíritu metafísico es lo más opuesto a la novela como tal)».
«El hombre que más daño me ha hecho es Valéry. Tuve la ingenuidad de creer, como él, que el lenguaje lo era todo. Esa es, por otra parte, una superstición francesa. No, el lenguaje no lo es todo, no es casi nada. Un Dostoievski o un Tolstói no hicieron ningún caso de él. Si se tiene algo que decir, se dice, y sanseacabó. La búsqueda de la elocuencia es una de las empresas más ociosas que existen. Saint-Simon no meditó sobre el lenguaje. Y, sin embargo ―o mejor dicho: debido a ello―, quizá sea el escritor francés más potente. Meditar sobre la "escritura" equivale a una castración. Literatura de castrados. La obsesión por el decir desviriliza».

«Baudelaire, cuyas poesías ya no leo (son demasiado clásicas), es una de las personas que más han contado en mi vida. Su figura es lo que me ha atormentado. Sobrevivirá a su obra: es grande en sí mismo. Te obsesiona aunque haga mucho tiempo que ya no lo lees. Prácticamente solo Pascal me ha preocupado tanto. El hombre en ellos».

«Acaba de telefonearme la señora Beckett. Tiene una voz muy bonita. Hacía más de dos años que no me llamaba. Me da una muy buena noticia. Sam estaría fuera de peligro. El abceso que tenía en el pulmón habría cicatrizado. He oído esa noticia con verdadero alivio. Como me habían dicho que había que temer lo peor, sentía opresión solo de pensar que un hombre tan acostumbrado a lo horrible tuviera aún que experimentarlo en su carta. Sam es un hombre extraordinario y, sin embargo, entrañable, el único contemporáneo incorregiblemente noble».
«Ser original es fácil, se logra con trucos (Borges, por ejemplo); ser profundo es difícil, incluso imposible. Hacen falta, entre otras cosas, dolencias... superadas, y miles y miles de secretos no divulgados».
«Céline empezó siendo un escritor, uno grande, y acabó convirtiémndose en un caso, no menos grande».
«Acabo de hojear un libro de X, con la mayor repulsión. Ya no puedo soportar la inflación poética. Cada frase pretende ser una quintaesencia de poesía. Es artificiual, no expresa nada. Piensas todo el tiempo en la inanidad de las palabras rebuscadas... Hace mucho tiempo ya que aborrezco todos los "estilos"; pero el que me parece de lejos el peor es el de los poetas que nunca olvidan que lo son».

Otros recursos relativos al autor es este blog:

Notas de Lectura de Soledad y destino

Notas de Lectura de Extravíos

Notas de Lectura de Lágrimas y santos

Cita Fanatismos

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