Los cínicos. R. Bracht Branham y Marie-Odile Goulet-Cazé (eds.). Editorial Planeta, 2020 Traducción de Vicente Villacampa Armengol. Prólogo de Carlos García Gual |
El cinismo, como tras escuelas filosóficas no metafísicas, intentó ofrecer un paradigma para la interpretación de la realidad; además, debido a sus propios fundamentos, ofreció una puesta en consideración de las relaciones entre individuos desde una perspectiva ética y no trascendental, de forma parecida a como procedieron el estoicismo y, sobre todo, el escepticismo, con quien mantiene estimulantes coincidencias.
Desde este punto de vista, es lícito plantear la modernidad de una opción filosófica crítica, transgresora y contestataria con respecto a tres instituciones que en la actualidad, de forma parecida a lo que sucedía en la Grecia clásica, siguen dominando el discurso social: el poder político, el poder religioso y las tendencias filosóficas subordinadas a ambos. El favor popular —así como el rechazo académico— de que disfrutó en su apogeo se debió, principalmente, a la sencillez de sus propuestas y al innegociable e inmutable rechazo de los grandes sistemas filosoficos. De hecho, todas las corrientes filosóficas, en justa proporción a la metafísica que propugnaban, abjuraron del cinismo, pero integraron, en mayor o menor parte, algunas de sus propuestas.
A pesar de su desaparición, a partir de Roma se literaturalizó en obras de ficción, dando como resultado una corriente intelectual que ha perdurado hasta nuestros días.
El estudio editado por R. Bracht Branham y Marie-Odile Goulet-Cazé contiene artículos que abarcan desde los inicios del cinismo, en el siglo V a.e.c., con Antístenes y Diógenes de Sinope, rastrean su huella en la Roma imperial, de Epicteto a Juliano, su relación con el cristianismo en la Edad Media y el Renacimiento y su resurgimiento a través de los filósofos de la Ilustración.
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