24 de noviembre de 2015

Dos años, ocho meses y veintiocho días

Dos años, ocho meses y veintiocho noches. Salman Rushdie. Seix Barral, 2015
Traducción de Javier Calvo

Dos anys, vuit mesos i vint-i-vuit nits. Proa, 2015
"Seguimos contando esta historia tal como nos ha llegado a través de sus muchas versiones, de boca en boca [...]. Porque eso mismo son los relatos: experiencias contadas de nuevo por muchas lenguas a las que a menudo les damos un nombre único, Homero, Valmiki, Vyasa, Sherezade. Nosotros, por nuestra parte, nos llamamos a nosotros mismos simplemente "nosotros". "Nosotros" somos la criatura que se cuenta historias a sí misma para entender qué clase de criatura es. Y a medida que nos van llegando, los relatos se van desprendiendo de su época y de su escenario, van perdiendo la particularidad de sus inicios, y a cambio ganan la pureza de las esencias, de ser ellas mismas sin más. Y por extensión, o bien por esa razón, esos relatos se convierten en lo que conocemos, en lo que entendemos y en lo que somos, o tal vez deberíamos decir en lo que nos convertimos o en lo que tal vez podamos llegar a ser."
Una de las ventajas de proceder de una tradición secular exótica en la que el relato posee un cometido casi fundacional, y de haber mezclado, por una cuestión biográfica, ese origen con una cultura de adopción que incluye a uno de los más geniales fabuladores de la literatura occidental, conlleva la capacidad de mezclar tramas míticas de diversas procedencias y hacerlo en escenarios tan diversos como intrínsecamente coherentes; sin que esta afirmación pueda ser llevada a su extremo, la combinación, por ejemplo de Las 1.001 noches con Sueño de una noche de verano, y salir francamente airoso del desafío.

Dos años, ocho meses y veintiocho días (Two Years Eight Months and Twenty-Eight Nights, 2015)  -es decir, mil y una noches, un período que, en distintas épocas, marca el lapso de tiempo en el que tienen lugar hechos misteriosos, pero también en el que una antigua y olvidada maldición  hace que terminen los períodos de felicidad-, la última aportación de Salman Rushdie a la literatura, es una historia mítica protagonizada por personajes legendarios, seres sobrenaturales y sujetos terrenales, en la misma tradición de interacción entre dioses y hombres de la tradición clásica occidental, en la que se relata el enfrentamiento eterno entre el bien -explícitamente, la Razón- y el mal -igual de explícitamente, la religión-. 
"-Pensemos en la especie humana como si fuera un solo individuo -propuso Ibn Rushd-. Un niño no entiende nada y se aferra a la fe porque carece de conocimiento. La batalla entre razón y superstición puede considerarse la larga adolescencia de la humanidad, y el triunfo de la razón su entrada en la vida adulta. No es que Dios no exista, sino que, igual que cualquier padre orgulloso, aguarda el día en que su hijo pueda sostenerse de pie, abrirse paso en el mundo y liberarse de su dependencia.
-Mientras sigas alejándote de Dios con tus argumentos -replicó Al-Ghazali-, mientras sigas intentando reconciliar lo racional con lo sagrado, jamás me derrotarás. ¿Por qué no admites sin más que eres un ateo y usamos eso como punto de partida? Observa quiénes son tus descendientes, la escoria sin Dios de Occidente y de Oriente. Tus palabras solamente resuenan en las mentes de los kafir. Los seguidores de la verdad te han olvidado. Los seguidores de la verdad saben que en realidad la razón y la ciencia son el infantilismo de la mente humana. La fe es nuestro don de Dios y la razón es nuestra rebelión adolescente contra ella. Cuando somos adultos nos entregamos del todo a la fe, que es para lo que nacimos."
El origen de este conflicto se sitúa en la rivalidad entre Ibn Rushd -latinizado como Averroes- y Al-Ghazali en pleno siglo XII, la vieja querella entre Razón y religión, atraviesa los siglos siguiendo a las generaciones de descendientes, marcados por una peculiaridad física, que tuvo el primero con Dunia, una djinn -filósofo censurado con genio femenino, el sentido del humor de Rushdie es inagotable- para concluir en un futuro próximo, en el que tendrá lugar la gran guerra de los cielos por la supremacía de uno de los dos principios, y las consecuencias que ese enfrentamiento celestial conllevarán para los humanos. 
"E Ibn Rushd estaba muerto, pero su adversario y él mantuvieron su disputa más allá de la tumba, porque las controversias de los grandes pensadores no tienen fin, y la idea misma de la disputa es una herramienta para mejorar la mente; la más afilada de todas las herramientas, nacida del amor al conocimiento, es decir, de la filosofía."
El caso es que ese enfrentamiento final entre ambos filósofos, con la asistencia de sus djinn particulares, origina en el mundo de los vivos una sucesión de acontecimientos extraordinarios: una Gran Tormenta que provoca una inesperada devastación y algunas irregularidades en el mundo físico -algunas personas se ven afectadas por el fenómeno de la levitación, nace un bebé que denuncia la corrupción...-; son los genios enfrentados que buscan reclutar a sus ejércitos para la gran batalla final.
"Nuestro grupo asume la postura que yo denomino "posatea". Nuestra postura es que Dios es una creación de los seres humanos, y solamente existe en virtud del principio "da una palmada si crees en las hadas". Si hubiera la bastante gente lo bastante sensata como para no dar la palmada, entonces ese Dios estilo Campanilla moriría. Sin embargo, por desgracia, todavía hay millones de seres humanos dispuestos a defender su creencia en una especie de dios-hada, y en consecuencia, Dios existe. Y lo peor es que ahora anda fuera de control."
Con posterioridad a esas Gran Tormenta sucede la Era de la Gran Extrañeza: las huestes celestiales empiezan su enfrentamiento directo en el mundo superior, y el mundo inferior empieza a sufrir las consecuencias; la principal, la irrupción de lo fantástico en lo cotidiano. Los djinn "neutrales" toman posiciones en alguno de los dos bandos porque mantenerse al margen es una opción que no se tiene en cuenta.
"Cuidado con el hombre (o el yinni) de acción que por fin desea progresar por medio del pensamiento. Un poco de pensamiento es algo peligroso."
La Era de la Gran Extrañeza lleva, en una escalada imparable, a la época de la tiranía de los djinn, en la que los humanos "puros" actúan como marionetas de los designios mágicos o, directamente, sucumben en las reyertas. Al final, una vez los djinn han tomado sus posiciones definitivas, así en la tierra como en los cielos, tiene lugar la Guerra de los Mundos, el enfrentamiento definitivo que marcará, en la próxima etapa de la humanidad, si ésta se regirá por la Razón o por la fe. Es cuando se refiere a esta Guerra de los Mundos cuando la prosa de Rushdie abandona la brillantez y se torna solemne; arrincona definitivamente el sentido del humor, se envuelve con la capa de la seriedad y toma el tono elegíaco común en las narraciones bélicas.

La exuberancia de la narrativa de Rushdie puede llegar a colapsar la imaginación del lector, es cierto, pero su estilo es tan explícito como voluntario, y se adecua perfectamente a las temáticas que acostumbra a tratar. Rushdie recoge la tradición de la literatura oriental clásica -es mucho lo que esta obra en concreto, pero también la mayor parte de su producción, le debe a Las Mil y Una Noches, aparte del título- en la que la magia no se encuentra solamente en los personajes míticos que pueblan sus narraciones sino también en las situaciones que enfrentan los personajes puramente humanos, esa mezcla de dioses y hombres que también se presenta en la literatura clásica occidental.
"Lo que yo creo es que todas las historias son ficciones, decía ella, hasta las que insisten en ser hechos reales, como por ejemplo quién estuvo aquí primero y qué Dios estaba antes que los demás, todas son fábulas, tanto las fantasías realistas como las fantasías fantásticas son inventadas, y lo primero que hay que saber de las historias inventadas es que son todas falsas de la misma manera."
Rushdie hace uso de un recurso, marca de la casa, extraordinariamente bien resuelto: la instauración de un nuevo orden mediante la inclusión en la trama de una disfunción de carácter fantástico que suplanta a la realidad, la propuesta de un nuevo mapa de relaciones configurado y condicionado por la nueva situación, y la explotación narrativa de la incoherencia:
 "Durante aquellas niches incomprensibles se informó de toda clase de separaciones. La separación de los seres humanos del suelo ya era mala de por sí. Sin embargo, en ciertas partes del mundo no había sido ni el principio ni tampoco el final. En el mundo de la literatura, se estaba produciendo una notable separación entre los escritores y sus temas. Los científicos informaron de la separación entre las causas y los efectos. Se hizo imposible compilar ediciones nuevas de los diccionarios por culpa de la separación entre las palabras y sus significados. Los economistas señalaron la separación creciente entre ricos y pobres. Los tribunales de divorcios experimentaron un brusco aumento de su volumen de trabajo por culpa de la avalancha de separaciones conyugales. Las antiguas amistades se terminaban de repente. La plaga de las separaciones se propagó rápidamente por el mundo."
Por cierto, ¿alguien sabe si existe evidencia científica de que Voltaire careciera de lóbulos en sus pabellones auditivos?

No hay comentarios: