9 de septiembre de 2024

El odio a la música

 

La haine de la musique. Petits traités. Pascal Quignard. Calmann-Lévy, 1996

La palabra música proviene del griego μουσική, mousikḗ, propio o relativo a las musas.

El origen divino de la música, pero ligado a la muerte y al sacrificio, al ritual, para expresar aquello que no puede verbalizarse; su origen es la reproducción de fenómenos sonoros repetitivos, es decir, de ruidos, que tienen lugar en la naturaleza. El oído es el primer sentido que se activa y se ha considerado el más propenso a las pasiones, pero esas primeras pasiones no podían comunicarse más que con aquellos que poseían la habilidad de hacer música; para suplir esa carencia, se inventó el lenguaje semántico, al alcance de mucha más gente, pero mediante el cual solo se puede comunicar el fantasma de una pasión, el sustituto, su doble, expresado mediante la metáfora: la metáfora es lo contrario de la música. Hemos ganado el sentido pero hemos perdido el mundo.

«Las palabras forman una cadena en el aliento. Las imágenes forman un sueño en la noche. Los sonidos también forman una cadena a lo largo de los días. También estamos sujetos a una "narración sonora" que no ha recibido en nuestra lengua una denominación semejante a "el sueño". Voy a llamarlos aquí zumbidos emergentes. Los zumbidos emergentes,  inesperadamente, al caminar, emergiendo de repente, según el ritmo de la marcha».

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El sonido es el único fenómeno sensible —incluyendo su componente vibratorio— que no puede ser anulado, es la más pasiva de las percepciones; tanto que podemos experimentarla cuando aún no existimos, que existe aunque no lo experimentemos, el fenómeno sensible con más poder terrorífico, el que puede proyectarse más lejos en el espacio, no hay pausa en la recepción del sonido: es el último sentido que permanece activado al dormirse y el primero que se activa al despertar.

«Pero las pabellones de los oídos no se repliegan sobre sí mismos para interrumpir la audición del mismo modo que los párpados, que se bajan para suspender la vista pero pueden volver a levantarse para restablecerla. 
Plutarco escribe: "Se dice que la physis, al dotarnos de dos orejas y una lengua, quiso obligarnos a hablar menos y oír mejor".
La physis "oía" el silencio antes de hacer, de las bestias, algunos hombres.
Tenemos un oído más que lenguas tiene nuestra boca.
Plutarco escribió, por último, misteriosamente que las orejas son comparables a jarrones desconchados».

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Muchas representaciones prehistóricas parecen implicar entornos sonoros: las persecuciones de animales, la algarabía de los cazadores; los ciervos, la brama; incluso las escenas en las que la flecha ha dado en el blanco, o va camino del mismo, presuponen el sonido de la vibración de la cuerda del arco; o el silbar de la lanza, camino de la presa. Todas esas representaciones, además, están ubicadas en el fondo de las cuevas, donde la vista, sin las antorchas utilizadas durante su ejecución, está inhabilitada. Parece como si el único vestigio sensible de las representaciones fuera la huella sonora reproducida, en lo profundo de la cueva, por el eco.

«Los primeros humanos pintaron sus visiones nocturnae dejándose guiar por las propiedades acústicas de ciertas paredes. En las cuevas del departamento del Ariège, los pintores-hechiceros  paleolíticos representan los rugidos, justo delante de la cara o del hocico de las fieras, en forma de trazos agrupados. Este tipo de trazos, o incluso de incisiones, son su rugido. También pintaban hechiceros enmascarados sosteniendo sus señuelos o sus arcos. La resonancia, en el gran santuario resonador, estaba vinculada con la aparición tras las cortinas de las estalagmitas.
Al resplandor de la lámpara de grasa, que revelaba una a una las epifanías bestiales envueltas en sombras, respondía la música de los litófonos de calcita".

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El embrujo del canto de las sirenas en la Odisea no proviene de su naturaleza ni de su contenido, sino del hecho de provocar una insaciable sed de escuchar, su canto «llena el corazón del deseo de escuchar», dice Ulises. Es la venganza de las sirenas por el uso de los señuelos como dispositivo de caza, que podrían haber sido el primer instrumento musical de la historia del hombre. Los hechiceros son capaces de reproducir los sonidos animales reales porque son poseídos por sus espíritus, no necesitan instrumentos reproductores, es la misma voz del animal lo que emiten.

«La música no es un canto específico de la especie Homo. El canto específico de las sociedades humanas es su lengua. La música es una imitación de los lenguajes enseñados por las presas tras la reproducción del canto de las presas en el momento de su reproducción».

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La música puede convertirse en abominable si su presencia es ininterrumpida, injustificada o asociada a fenómenos o a sucesos ajenos a ella. Su omnipresencia en los campos de exterminio es un síntoma de esa abominación, la música como componente de un ritual. Sin embargo, no existe una relación física entre la música y los estados del alma, su efecto funciona por asociación; igual que el ritmo percibido en una sucesión de sonidos idénticos separados por intervalos idénticos. Puede que esa asociación sea el recuerdo del latido de la madre que se oye sin escuchar en el interior del útero.

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Toda música es hija de su época y capaz de engendrar la más delicada belleza o la más atroz ferocidad. La sociedad crea su música y esta le devuelve suproducto. El Romanticismo, con su exaltación de la sensibilidad, creó una música, creó una música esencialmente belicosa; fue la música que sonaba en los campos de exterminio, que estimulaba a los guardianes y aniquilaba a los presos.

«Decir es perder.
Él [Eochaid] deseó conservar a sus hijos en su corazón.
Cueva nocturna, hocico animal, boca humana son lo mismo.
Sala de las pinturas, sala-máscara, sala de iniciación, sala caníbal, sala prohibida, sala secreta son lo mismo».

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La omnipresencia de la música la ha despojado de los efectos beneficiosos que pudiera poseer al ser indistinguible del ruido en el que ha acabado transformándose. Ello ha provocado que el silencio sea angustioso —como la soledad moderna— e imposible la reflexión. La reproducción electrónica abole la variabilidad del concierto en vivo, y la perfección de todas las escuchas idénticas provoca una saturación que impide la realización del acto artístico: la pérdida de la singularidad comporta la pérdida de la excepcionalidad.

"La música multiplicada hasta el infinito, como los cuadros reproducidos en los libros, las revistas, las postales, las películas, los CD-ROM, han sido arrancados de su unicidad. Al haber sido arrancados de su unicidad, han sido arrancados de su realidad. En el proceso, han sido despojados de su verdad. Su multiplicación les ha desligado de su apariencia. Al ser desligados de su apariencia, han sido desligados de su fascinación original, de su belleza.
Estas artes antiguas se han convertido en deslumbrantes centelleos de espejos, en un susurro de ecos sin fuente.
Copias —y no instrumentos mágicos, fetiches, templos, cuevas, islas". 

N.B.:  La Editorial Andrés Bello publicó, en 1998, una traducción al castellano de esa obra que, afortunadamente —menos para aquellos que la adquirieron—, está descatalogada. No la busquen en librerías de segunda mano: si no pueden leer en francés, esperen que alguna editorial seria la traduzca y la publique de nuevo.

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Textos originales

«Les mots forment chaîne dans le souffle. Les images forment rêve dans la nuit. Les sons aussi forment chaîne le long des jours. Nous faisons aussi l'objet d'une "narration sonore" qui n'a pas reçu dans notre langue une dénomination telle que "le rêve". Je les nommerai ici les fredons surgissants. Les fredons surgissants inopinément quand on marche, surgissant tout à coup, selon le rythme de la marche».

«Mais les pavillons des oreilles ne se retournent pas sur eux-mêmes pour interrompre l'audition à l'instar des paupières qui se baissent pour suspendre la vue et qu'il est possible de relever pour la rétablir.
Plutarque écrit: "On dit que la physis, nous dotant de deux oreilles et d'une langue, conçut de nous obliger à moins parler et à mieux entendre".
La physis "entendit" le silence avant de faire, de bêtes, quelques hommes.
Nous avons une oreille de plus que la bouche n'a de langue.
Plutarque a écrit enfin, de façon mystérieuse, que les oreilles sont comparables à des vases ébréchés".

«Les premiers hommes peignirent leurs visiones nocturnae en se laissant guider par les proprietés acoustiques de certaines parois. Dans les grottes ariégeoises, les peintres-chamans paléolithiques représentent les rugissements, juste au-devant de la gueule ou du mufle des fauves, sous forme de traits groupés. Ces espèces de traits ou même d'incisions sont leur rugissement. Ils peignirent aussi les chamans masqués tenant leurs appeaux ou leus arcs. La résonance, dans le grand sanctuaire résonateur, était liée à l'apparition, derrière les draperies des stalagmites.
À la lueur de la lampe à graisse, qui découvrait une à une les épiphanies bestiales entourées d'ombre, répondaient les musiques des lithophones de calcite».

«La musique n'est pas un chant spécifique de l'espèce Homo. Le chant spécifique des sociétés humaines est leur langue. La musique est une imitation des langages enseignés par les proies lors de la reproduction du chant des proies à l'heure de leur reproduction».

«Dire, c'est perdre.
Il désira garder ses enfants dans son coeur.
Grotte nocturne, gueule animale, bouche humaine sont le même.
Chambre aux peintures, chambre-masque, chambre d'initiation, chambre cannibale, chambre interdite, chambre secrète son le même».

«La musique multipliée à l'infini comme la peinture reproduite dans les livres, les magazines, les cartes postales, les films, les CD-ROM, se sont arrachées à leur unicité. Ayant été arrachées à leur unicité, elles ont été arrachées à leur réalité. Ce faisant, elles se sont dépouillées de leur vérité. Leur multiplication les a ôtées à leur apparition. Les ôtant à leur apparition, elle les a ôtées à la fascination originaire, à la beauté.
Ces anciens arts sont devenus des scintillations éblouissantes de miroirs, un chuchotement d'échos sans source.
Des copies —et non des instruments magiques, des fétiches, des temples, des grottes, des îles».

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