28 de mayo de 2018

Denuncia inmediata

Denuncia inmediata. Jeffrey Eugenides. Editorial Anagrama, 2018
Traducción de Jesús Zulaika
Decidido a aprovechar el tiempo libre que dejan el trabajo y otras obligaciones, hace años decidí que solamente leería aquellos libros que, de acuerdo con mi criterio -tan cuestionable como el de cualquier otro-, representasen o bien una aportación relevante a la calidad literaria, así, en general -extremo acerca del que es posible un acuerdo-, o bien me apeteciera, por puro entretenimiento -ahí no hay discusión posible-, su lectura justamente en ese momento. Por supuesto que he incumplido numerosas veces ese propósito, pero en pocas he sido tan consciente de hacerlo como en el caso de esta Denuncia inmediata (Fresh Complaint, 2017), el primer volumen de relatos publicado por Jeffrey Eugenides. Espero que en estas breves Notas de Lectura se pueda encontrar la justificación a esa sensación.

Eugenides es un escritor superdotado a nivel técnico; su oficio admite pocos reparos, pero esa misma superioridad puede llegar a suponer una limitación cuando de lo que se trata es de redactar un texto. Y aunque esa apreciación es más oportuna cuando la publicación es de una novela, puede percibirse el mismo efecto en el caso de la narrativa breve.

En oposición a una opinión que parece generalizada, pienso que su novela más equilibrada y, a la vez, más innovadora -si puede hablarse de innovación en este caso: Eugenides es un escritor de novelas clásicas-, es Las vírgenes suicidas (The Virgin Suicides, 1993), el texto en el que la trama está a la altura de su tremenda facilidad para contar una historia; su siguiente trabajo, Middlesex (Middlesex, 2002), llamado a ser la confirmación de su talento, sigue siendo un prodigio de forma, pero la historia es algo más atrabiliaria e inverosímil; su novela posterior, La trama nupcial, The Marriage Plot, 2011), recupera la verosimilitud pero, a pesar del evidente homenaje a Jane Austen -no tan evidente como sería de esperar y, por esa misma razón, más conseguido-, la trama pierde fuerza -no digo importancia, que sería más grave- y queda diluida, en la experiencia lectora, enfrentada a un estilo y a una elegancia que rozan la perfección.

Por supuesto que la desigualdad es una característica tan común como ineludible en los volúmenes de relatos; más cuando, como es el caso, en Denuncia inmediata se recogen textos escritos desde 1989 -antes, por tanto, de publicar su primera novela- hasta 2017, así que no extraña encontrar textos prácticamente perfectos -"Quejas"- y una muestra magistral del manejo del punto de vista repartido entre los cuatro protagonistas de una cena improvisada -"Huertos caprichosos"-, un texto que justifica por sí solo la totalidad del volumen, junto a otros -"Jeringa de cocina"- con graves carencias. Algunos relatos poseen el inconfundible marchamo de trabajo de encargo; otros -"Música antigua"- la prescindibilidad de la tarea formularia, la frialdad del ejercicio de estilo, el trabajo académico o incluso la anécdota graciosa que no da más que para un chiste. Por otra parte, parece constatarse una evidente mejora con el transcurso del tiempo, con relatos más complejos y personajes mejor caracterizados -"Buscad al malo"-, aunque esa progresión cualitativa queda desmontada, por ejemplo, con "Denuncia inmediata", el relato que presta su nombre al volumen; pero se mantiene la sensación, tal vez por esa perfección en la forma, de narrativa rutinaria. En definitiva, ignoro el sentido, teniendo en cuenta la obra novelística de Eugenides, recuperar relatos de cuando era una promesa de las letras norteamericanas a los que el tiempo ha jugado una mala pasada si no fuera por mostrar la evidente evolución de su prosa -aunque dudo de que esa sea la intención porque los relatos no están ordenados de forma cronológica-, aun con los reparos expuestos con anterioridad.

Calificación: ***/*****

25 de mayo de 2018

Memorias encontradas en una bañera

Memorias encontradas en una bañera. Stanislaw Lem. Interzona Editora, 2015
Traducción de Bárbara Gill
En la remota era del neogeno, el período decadente de la cultura precaótica, la vida de los seres humanos y la totalidad de los acontecimientos se registraban en un derivado de la celulosa llamado papilro, hasta que la infección de papirólisis, con magnitud de epidemia, acabó con todo el material escrito. Sin embargo, debido a un accidente físico, el último reducto, el Edificio, donde pudieron conservarse documentos escritos, quedó a salvo de la destrucción, y el año 3146 fue descubierto por un grupo de arqueólogos; no existe acuerdo sobre la veracidad de su contenido, y su comprobación es imposible si no se consiguen más yacimientos que puedan utilizarse como contraste, pero los documentos encontrados, unas Notas llamadas también Memorias encontradas en una bañera por el lugar de donde fueron rescatadas, se ha hecho públicos para que los historiadores puedan reconstruir los hechos que acaecieron en la era papirólica.

El documento encontrado consiste en un informe de un oficial de la inteligencia, detallando sus idas y venidas por la kafkiana estructura hiperburocratizada del Edificio, situada en una construcción subterránea bunkerizada, en busca de las instrucciones para una supuesta misión secreta cuyo oscuro objeto parece indescifrable.
"... aquí todo es aparente, hasta la traición, hasta el crimen, hasta la omnisciencia; no solo es imposible, también es innecesaria, dado que alcanza con su imitación, con un fantasma tejido de denuncias, alusiones, palabras de un sueño, jirones pescados en la cloaca, periscopios... Lo importante no es la omnisciencia sino la fe en ella..."
La ironía, en su acepción de "expresión que da a entender algo contrario o diferente de lo que se dicegeneralmente como burla disimulada" (DRAE) es, con toda probabilidad, una de las armas más efectivas de que dispone la facción alternativa al sistema para evidenciar las carencias de este, al mismo tiempo que, a diferencia del sarcasmo, que se limita a ese señalamiento, propone, para quien sepa descifrarlo, al menos una de las propuestas viables para remediar esa falta. El hecho de que la ironía vaya asociada, por lo general, con el humor, no implica que no exista una variante seria, hecho que reforzaría su carácter generador, otra vez en oposición a la actitud sarcástica; además, juega también a su favor su tránsito al borde del absurdo, aunque sin cruzar esa definitoria frontera. Lem, irónico sin llegar a la burla, humorístico sin escarnio, burlón sin causticidad, dibuja a menudo un futuro en el que uno imagina a la Humanidad camino de la extinción con la misma predisposición que Brian ante su crucifixión.

Calificación: ***/*****

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Notas de Lectura de La fiebre del heno

21 de mayo de 2018

La ciudad y la ciudad

La ciudad y la ciudad. China Miéville. Penguin Random House, 2018
Traducción de 
"¿Qué es más estúpido o ingenuo: suponer que hay una conspiración o que no la hay?"
Una mujer joven es hallada muerta con lo que parecen heridas de arma blanca en el extrarradio de la ciudad de Beszel, pero los indicios y las confidencias recogidas por la policía parecen indicar una relación muy estrecha del asesinato con la ciudad de Ul Qoma.

Beszel y Ul Qoma son dos ciudades-estado vecinas, originadas en un tiempo y unas circunstancias desconocidas, cuya enfermiza y secular rivalidad se expresa mediante el rechazo, por ambas partes, de la existencia de la otra a pesar de un más que casual parecido y de compartir frontera e incluso zonas comunes. Organizadas como el reflejo en un espejo en el que cada elemento ignora a su pareja, su antagonismo atávico ha provocado que aparecieran grupos de inspiración nacionalista, obsesionados en explotar como fundamentales diferencias que solo son de matiz, empeñados en acentuar y explotar la confrontación, y su reverso, facciones unionistas partidarias de la fusión, que pasan por alto la diversidad existente y que abogan por una política de tabula rasa. Ambos grupos se mantienen en un estado de guerra fría que parece esperar cualquier excusa para desencadenar un conflicto abierto de consecuencias y resolución desconocidas; de hecho, el asesinato de la joven tiene visos de pertenecer a esa confrontación. Como es natural, los unionistas de ambas ciudades se apoyan unos a otros y están fundamentalmente de acuerdo; pero, curiosa paradoja, los nacionalistas, también.

Después de que la Brecha, una organización supranacional, decline investigar el caso, se hace imprescindible la colaboración de las policías de ambas ciudades para intentar esclarecer el asesinato, que tiene trazas de ser algo importante que implicaría a personajes influyentes de los dos lados de la frontera.

La investigación lleva a los inspectores hacia un callejón sin salida, a un hipotético pasado común anterior a la división en dos ciudades, una historia que ninguna de las dos está dispuesta a reconocer y que esconden detrás de la bruma de la conspiración.

Miéville plantea una intriga de corte policíaco, la desarrolla con las herramientas propias del género -un narrador en primera persona, el detalle de los pasos de la investigación, los diálogos clásicos cuidados al límite, el ritmo alto y sincopado...-, pero introduce en la trama elementos más fantásticos que de ciencia-ficción que rompen el cliché y que amplían el campo narrativo hasta más allá del género para componer una excelente novela que mezcla, de forma soberbia, la acción y la reflexión, y para la que no cuesta nada encontrar equivalencias en la situación política actual, en cualquier ámbito geográfico.

Calificación: ****/*****

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Notas de Lectura de Los últimos días de Nueva París

18 de mayo de 2018

Extravíos

Extravíos. Emil Cioran. Hermida Editores, 2018
Traducción y prólogo de Christian Santacroce
"Hay una tristeza de la impotencia y una del conocimiento. Entre ambas, la criatura expía sus propios límites."
Emil Cioran (E. M. Cioran, Emil Mihai Cioran), nacido en la actual Rumanía en 1911, se estableció en París en 1937. En 1946, después de declararse apátrida, abandonó el rumano como lengua de escritura y adoptó el francés; uno de los últimos textos escritos en su lengua materna, entre los años 1945 y 1946, en plena ruina de Europa e inédito hasta 2012, es este Extravíos, una de sus obras más tristes y desesperanzadas.
"Quienquiera que crea en algo sin reserva y sin temor a la eventualidad de algún suceso deviene esclavo de su propia inspiración o demencia -y un peligro directo para quienes le rodean. Porque el hombre verdaderamente malo es aquel que no duda de su propia fe, aquel a quien la "verdad" se le ha mostrado mediante un milagro, mediante su incapacidad de sopesar los valores." 
El pesimismo, personal y antropológico, afecta a la lucidez, al escepticismo y a la visión general de todo aquello que mantiene algún atisbo de relación con la vida y, sobre todo, con la interacción con el resto de seres humanos, que pierden su carácter individual para convertirse en una masa informe, indistinguible, cuyo único propósito es zaherir a sus semejantes.
"Nada como la felicidad para inspirarnos la nostalgis del suicidio, como si existir fuera un don demasiado inmenso para nuestras fuerzas y la revelación suprema del corazón, dulcemente inmersa en la flor del ser, inseparable de la no existencia. ¿Será acaso el suicidio la consecuencia inevitable de nuestro destierro en el éxtasis? Lo que parece indudable es que la felicidad no es un estado positivo."
La alegría es un estado banal, momentáneo e ilusorio, cuya función es engañarnos para impedirnos experimentar el invasivo e insoslayable aburrimiento existencial fruto de nuestra incapacidad para conllevar una realidad cuya finalidad es ser estéril e improductiva; una forma de desorientar a una conciencia destinada a la lucidez pero condenada a la irrelevancia.
"Lo cierto es que la vida no tiene ningún sentido; pero aún más cierto es que nosotros vivimos como si tuviera uno."
La nostalgia no es más que el deseo de volver a hacer presente un pasado inexistente.

La imposibilidad de experimentar el dolor ajeno es el recurso que la existencia ha puesto a disposición de su propia supervivencia; y todos los sentimientos que experimentamos al verlo en los demás no es sino el reverso de la alegría por no ser nosotros mismos el sujeto doliente.
"Toda creencia es el fruto de una perturbación mental, una máscara bajo la que transcurre una enfermedad, un mal que se engaña a sí mismo porque se ignora. La salud es la ausencia de toda creencia sin la conciencia de lo irreparable. El extremo del espíritu es esa ausencia unida a esta conciencia."
Prometer fidelidad a un ídolo es desplazar el poder generador de nuestro espíritu; es contaminar mediante conceptos ajenos una historia que nos pertenece en su totalidad; es interrumpir el proceso de descubrimiento de nuestra identidad más profunda; es recortar el abanico de posibilidades que se nos abre para responder a cada desafío; es desplazar el centro de decisiones desde nuestra conciencia hasta un conjunto de normas que, por más que interiorizadas, no dejan de ser ajenas; es corromper la pureza de la inocencia para emular, a cambio, el fracaso ajeno. El beneficiario del seguimiento de una creencia no es nunca el adepto.
"De quienes no desprenden a su alrededor un aroma de fracaso difícilmente podría decirse que han vivido. La descomposición es la única huella que nos deja el paso de la vida, esta podredumbre extraña de la materia. La creación y la destrucción son direcciones diferentes de una misma substancia que se afirma destramándose."
El escepticismo es una decisión ética que procede de la imposibilidad de otorgar estatuto de seguridad a nada en absoluto, empezando por uno mismo. Si exteriorizamos nuestras dudas, colapsamos la capacidad de explicación que pudieran poseer los objetos o incluso algunos individuos; si las interiorizamos y buscamos las respuestas en nuestro pensamiento, podemos en evidencia las limitaciones de nuestro intelecto y no podemos más que constatar la pobre dotación con que contamos para enfrentarnos a las grandes cuestiones de la existencia.
"Ni de las contradicciones íntimas ni de las teóricas nos salva la razón, sino un mínimo de cordura, de mediocridad ancestral. Si quedáramos a merced de nosotros mismos, ya nunca nos reencontraríamos."
Debemos ser conscientes de la imposibilidad de concebir el paraíso mientras seamos incapaces de comprender una existencia sin sufrimiento; el Jardín del Edén está situado fuera de la historia por esa razón. En cambio, es fácil comprender el infierno, un lugar en el que el dolor es la medida de todas las cosas. La vida no tiene la cualidad homogénea del paraíso ni la diversidad humana se asemeja a la uniformidad angélica; la pluralidad del infierno y las distintas gradaciones del castigo son un retrato más fiel de la humanidad. 
"Todo crescendo -del corazón o del pensamiento- alcanza lo sublime y acaba en el horror de la falta de gusto. La tragedia, que no guarda ciertos límites, resulta irritante y falsa [...]. Lo patético ya no es dolor, sino interpretación del dolor. Lo importante es detenerse a tiempo. Lo extremo no es, en ningún caso, una categoría literaria; nuestras cumbres no son materia de expresión. Sólo la mediocridad es externa -y entre los hombres todos fracasan salvo los neutrales, los que no han "tomado partido", los que han soportado el tiempo y sus variaciones. La rebelión conduce al abismo, igual que la tristeza fría. La humanidad propiamente dicha, aquella que ha soportado el yugo de la existencia, la componen los hombres tibios a los que Dante impedía cruzar el Aqueronte, condenándolos a errar más acá del infierno y del paraíso."
La idolatría, la construcción de imágenes o la pura adopción de objetos naturales para representar, hasta llegar a suplantar, a la divinidad, es la forma que tiene el instinto de muerte para desviar el punto de mira del objeto a eliminar. Por esa razón, desde el principio de los tiempos, los dioses han sido representados a través de toda clase de conceptos vicarios, a menudo contradictorios, debido a  que la obsolescencia programada alcanza también a los diseños de manifestaciones divinas.
"Entre las pasiones que dominan o han dominado al hombre, la más absurda, la más incontrolable e irreductible a un sentido cualquiera es la pasión por Dios. ¿Será ella el fruto de una desarticulación del espíritu, de un delirio de la sensibilidad, o la perversión última de la nostalgia? ¡Tanto calor del corazón derrochado en una emoción sin objeto! Ningún elemento de la mente admite la temperatura a la que ha de germinar la semilla de una tal tentación, ningún argumento del espíritu lúcido justifica la exaltación hacia una cumbre racionalmente ausente. La invención de Dios es la mácula que el alma inscribe en la historia de la mente."
La grandilocuencia con la que intentamos compensar nuestra insignificancia otorga atributos de Absoluto a cualquier nimia muestra de nuestra vacuidad. Haciendo más grande a nuestro enemigo acrecentamos también nuestra sensación de poder; haciéndolo invencible, encontramos la justificación incuestionable de nuestra derrota, que se convierte de cobarde renuncia a mítica heroicidad. Son nuestros enemigos los que en realidad dan la medida de nuestra fuerza; nuestros amigos, en cambio, son únicamente el reflejo de nuestra indulgencia y autocompasión. Aunque ambos son reales, sólo nuestros enemigos son verdad; los otros, no son más que ficciones que pone en marcha la autocomplacencia.
"De la muerte nos defienden los instintos; de la vida, en cambio, nada nos ampara. Entre los dos males, nuestra posición parece insoluble. La perspectiva de la ausencia de sufrimiento de la muerte nos aterra, pero la actualidad del sufrimiento de la vida es el horror mismo. ¿Concebir otro mundo al margen de uno y de otro? El hombre no ha hecho otra cosa desde que piensa y sufre. Lo que ha añadido entre ambos es su destino -y su fracaso."
El mal es la medida de todas las cosas. En su máxima expresión, es la fuerza que mueve el mundo, la marea constante que genera el flujo de belicosidad que sostiene las tensiones sobre las que se asienta el progreso. Es el mal el que hace que en cada individuo se esconda un enemigo, y en cada enemigo un verdugo; el que hace de la vida una condena y de la muerte una liberación. El mal es tan omnipresente y lo seguirá siendo tanto en el futuro que la esperanza de su ausencia no es más que la expresión de la suprema utopía.
"Nacemos para apegarnos a las cosas y a las ideas; vivimos para desprendernos de unas y de otras. La vida es la muerte diaria de la convicción."
Cioran cien por 100, menos hiperbólico que en algunos escritos posteriores, pero infinitamente más lúcido. Y más convincente.

Calificación: *****/*****

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Notas de Lectura de Lágrimas y santos
Cita de la obra De la France

11 de mayo de 2018

Aberración estelar

Aberración estelar. Gilbert Sorrentino. Underwood Editorial, 2018
Traducción de Ce Santiago
Marie, una mujer joven y apetecible a quien su marido, un italiano cantamañanas, ha dejado por su secretaria, y su hijo Billy, un chaval repipi y consentido, regresan a casa del padre de ella, John, un irlandés anglicano intratable  que ha enviudado hace poco y que tiene un lío con una vecina de origen alemán. En medio de esa circunstancia, aparece por allí Tom, un viajante espabilado con don de gentes y espíritu conquistador -y algo salido- que intentará, a pesar de los impedimentos de John, llevarse al huerto a Marie aprovechando todas las oportunidades que se le ofrezcan, particularmente un viaje de ida y vuelta a un local de baile y ligoteo, hasta que la educación catoliquísima de la chica se interpone a su ansia erótica y acaba largándose a la ciudad, aunque no sin dejar algún puente tendido por si acaso.

Hasta aquí, brevemente resumida, la trama de Aberración estelar (Aberration of Starlight, 1980), un argumento sobre el que se ha escrito, con resultados desiguales, en multitud de ocasiones. ¿Qué aporta de nuevo, pues, la novela de Sorrentino, que la distinga de esa multitud de acercamientos al tema? Como en otros ejemplos, la relevancia no está en el qué sino en el cómo.

¿Han visto ustedes esas impresionantes y multicolores imágenes que, de vez en cuando, publican las agencias espaciales de la nebulosa de no-sé-qué o la galaxia de no-sé-dónde? ¿Son bonitas, verdad? ¿A que incluso el corazón más insensible se ha encogido ante la magnitud del universo y la insignificancia del ser humano y blablabla? Siento descorazonarles porque esas magníficas fotografías son más falsas que un duro sevillano; eso sí, aparentes lo son, pero lo cierto es que la galaxia, la nebulosa o el sursum corda no son, realmente, como reflejan esas imágenes. Primero, porque debido al lapso temporal con que nos llega la luz desde tan vertiginosas distancias, es posible que esa agrupación de estrellas haya desaparecido hace millones de años ("¡ooooh, qué desilusión!") y que en la actualidad, en ese lugar del universo, no haya más que un agujero negro -o dos-. Pero es que, además, existen dos circunstancias que pueden contaminar en baja intensidad esa visión: el efecto de la gravedad sobre la luz que nos llega desde allá, que hace que no siga una línea recta sino una especie de zigzag errático e imprevisible -y vete tú a saber en qué estado se presenta ante nosotros-; y el hecho de que, al estar nosotros en movimiento, la luz que vemos no está donde parece estar sino ligeramente desplazada. Este último efecto se llama aberración de la luz o aberración estelar, y hace referencia, aunque en términos científicos, a lo que la sabiduría popular ha denominado, acientífica pero acertadamente, "contar de la feria según te va en ella".

Los hechos que suceden en esos pocos días los sabremos, pues, por la boca de sus cuatro protagonistas, el hijo, la madre, el pretendiente y el abuelo, cuatro puntos de vista afectados por una aberración estelar -el inocente, el reprimido, el caradura y el tocapelotas- de intenciones muy dispares y con pretensiones tan interesadas como contradictorias; estas serán las cuatro partes de la novela, pero además cada una de las piezas reproduce los mismos formatos narrativos -monólogo interior, cartas, relato de sueños, diálogos sin acotaciones...-, en el mismo orden y con la misma intensidad, lo que acentúa todavía más la variabilidad de una feria hasta, realmente, hacer dudar de su celebración.

Una novela estupenda que va mucho más allá de un experimento o de unos teorizantes ejercicios de estilo, y divertida como pocas.

Calificación: ****/*****

7 de mayo de 2018

Nebiros

Nebiros. Juan Eduardo Cirlot. Ediciones Siruela, 2016
Edición y epílogo de Victoria Cirlot
"Dejó el tomo de medicina y volvió a tomar el que trataba de las interioridades del infierno. En una especie de tabla, de manera muy científica, estaban indicados los nombres de las altas jerarquías del submundo, con cita de los poderes peculiares que les estaban conferidos. Luzbel, Satanachia, Crararia, Nebiros, Aglipheret, etc. Cada demonio reinaba sobre un pecado capital, pero de Nebiros se decía que sus dominios consistían en un pecado que alude la Biblia, que no se puede nombrar o, mejor dicho, del cual se ignora la esencia. Al ver esta directa alusión, no pudo menos de estremecerse. ¿Cómo no había advertido nunca tal cosa? Si había un pecado desconocido, era equivalente a la enfermedad desconocida, a aquello por lo que él sufría sin saber a ciencia cierta la razón y para llegar a la entraña de lo cual solamente había contado con el paralelismo establecido por la herida de Amfortas, en Parsifal. Nebiros. El gran demonio estaba representado con todos sus atributos; la cola era especialmente poderosa, provista de un garfio agudo como el de un alacrán, Nebiros era su dueño."
Nebiros, la única novela de la extensa producción de Juan Eduardo Cirlot, fue escrita en 1950, rechazada y condenada a la no publicación por la censura franquista, olvidada y extraviada, y publicada por primera vez en 2016, con un epílogo donde se da cuenta de los avatares del manuscrito debido a Victoria Cirlot.
Informe del lector número 20 de la Dirección General de Propaganda del Ministerio de Educación Nacional (citado en el epílogo):
"Libro fatalista, saturado de contradicciones y pesimismo, cuyo protagonista -un imaginativo sexual, tímido y sin fe-, después de un largo paseo por el barrio de los prostíbulos de su ciudad, en el que se le ocurren los más paradójicos y peregrinos comentarios, llega a la escéptica conclusión que toda ansia de superación y mejora espiritual es inútil. El libro además de pesado es peligroso por los disparates que dice, y la turbia sexualidad servida en descripciones pornográficas, y no está exento de cierto matiz demagógico. NO DEBE SER AUTORIZADO."
El heredero y gerente de una empresa predestinada a la quiebra, un ser solitario y misántropo, se encuentra sumergido en una crisis personal provocada por una mezcla de inapetencia y de sumisión a un destino desgraciado contra el que tampoco está dispuesto a luchar.
"Era pronto para salir a la calle. Volvió a sentarse ante su mesa y sintió el deseo de hacer las paces consigo mismo, de aceptar otra vez el hecho de su sino y de repetirse, como en muchas otras ocasiones, que debía principiar por hallar exactamente cuál era su situación en la vida, qué aspiraciones tenía y a dónde pensaba encaminarse, con los medios que contaba. Pero, con más celeridad que otras veces, reprimió este anhelo de meditar; no era cansancio lo que experimentaba, sino más bien la sensación de que pronto iba a cambiar todo para él."
Envuelto en una espiral de degradación moral y decadencia física, revuelve en su interior no tanto en busca de una salida como en análisis de un intelecto en plena posesión de los recursos para superar la abulia existencial pero carente de la voluntad para poner en marcha los mecanismos necesarios.
"Lo que ha de morir está esencialmente muerto."
Ante el riesgo de que la fuerza de los acontecimientos pueda arrastrarle hacia lugares que no desea visitar, toma el firme propósito de inmovilizarse, de convertirse en una isla, indiferente a la fuerza o a la dirección de las corrientes; de ver pasar los acontecimientos sin inmutarse, sin dejarse influenciar; de sucumbir a la degradación inherente a todo aquello privado de movimiento voluntario; de no dejarse vencer por la tentadora erótica de los sentimientos.
"En el fondo de su mente yacía la convicción indestructible de que nada podía aniquilar la soledad substancial de la persona. Ni el amor, ni la compasión, ni la nostalgia; ni vivir la realidad física, ni la espiritual o imaginativa. Todo era tangencia leve, figurada. El yo, como un cuerpo material dotado de tres dimensiones, era impenetrable a cualquier otro yo."
En su periplo nocturno sin rumbo fijo -aunque no se trate de una huida: sabe a la perfección que la fuga es imposible, además de inútil: no se puede escapar mediante un cambio de espacio si el que se mueve es el mismo individuo-, visita el puerto y recuerda aquel tiempo en que estaba ávido de aventuras y ansioso por vivir otras vidas, cuando creía que era posible.
"La cultura no es más que un innecesario añadido a las condiciones generales de la vida." 
Una funesta concepción de sí mismo, apoyada, sustentada, auxiliada por los diversos fracasos -de índole personal, de insatisfacción consigo mismo y con aquellas expectativas que, en momentos de alienación sentimental, cuando se veía capaz de llevar a buen puerto todo aquello que se proponía, pudo albergar- experimentados desde que tuvo uso de razón, conlleva una postura crítica a la que no se ve capaz de enfrentarse más que con las armas de la indiferencia.
"Era el desorden de siempre, el estado fangoso de su pensamiento. Y en él, lo único que perduraba con cierta pureza era la sensibilidad para lo físico. Lo que le apartaba de convertirse en un hedonista era el predominio del drama espiritual, no la incapacidad ni la debilidad de sus sensaciones."
Limitar la relación con el mundo a todo aquello con lo que, de forma única, restringe a la esfera de las sensaciones los puntos de contacto y, como consecuencia, de contaminación; de nuevo, la huida se rebela imposible, pues aun cuando pudiera anularse la intromisión indeseada de la memoria, ese recuerdo que modifica el sabor de la experiencia haciéndolo más digerible o completamente indigesto, la presencia física de todo un mundo que existe en contraposición a la existencia de uno mismo se impone con una inevitabilidad insoslayable. 
"Efectivamente, el paseo estaba inundado de objetos vivientes. Manos, brazos, caderas y senos que se acusaban bajo los trajes ceñidos, de colores violentos, o que se insinuaban más delicadamente en mujeres cuyo aspecto espiritual era lo más adecuado para declararlas desprovistas de toda alma y de todo espíritu."
Ante la imposibilidad de evitar ese punto de tangente entre un yo replegado y dispuesto a reducir su interacción al mínimo posible y un mundo que existe con el único fin de hacerse evidente, la idea menos descabellada es llevar el contacto al término de lo infame, de lo vil para, de este modo, poner en evidencia la bajeza moral del mundo que se impone como modelo. Así pues, decidido a explorar los abismos de la abyección, plantea una noche que transcurrirá en un paréntesis moral, sin cuestionamiento, suspendido a pocos centímetros de la laguna de aguas grises en la que habita el mal.
"... él no tenía convicciones sobre nada por la razón de que le parecían sustancialmente falsas e hijas siempre de la voluntad. La posición de la razón es la duda y él, que en ese sentido no se desprendía del pesado lastre de su intelectualismo, pretendía conservarse en la pureza del que quiere lo verdadero y no puede renunciar a utilizar la razón como medio para conseguirlo."
La imposibilidad de establecer jerarquías y de adecuar su conducta a esa clasificación  mantiene al protagonista en un limbo existencial permanente que le incapacita para cualquier manifestación que tenga que ver con el deseo en cualquiera de sus modalidades, sea el dirigido hacia un ascenso social, hacia una mayor integración con sus semejantes o incluso el de índole sexual; no es un aislamiento provocado por la apatía sino una inapetencia consciente y voluntaria como la de aquel que sabe con certeza que la relación con los demás, sea del carácter que sea y con todo el abanico de intereses posible, conllevará siempre un saldo negativo.
"Todo lo negativo era muerte. Muerte era la distancia, muerte la soledad, muerte la angustia, muerte la pérdida de algo, o de alguien, muerte era el tránsito más leve, en cuanto ese cambio alterara un proceso psíquico elementalmente necesario para el pensamiento. En aquellos momentos, en que él iba andando solo por las calles del barrio antiguo, todo lo que no estaba en él estaba muerto, muerto irremediablemente. Y esa muerte entraba a formar parte de la vida, no como algo externo y adversario, sino como condición fundamental, ya que si esa muerte constantemente acaecida no podía haber vida, recepción, llegada de nuevos factores y estímulos."
Todo aislamiento espiritual, el caparazón mental que separa el mundo propio del de los demás, debe conllevar, para ser eficiente, una especie de aislamiento espacial, la delimitación de un volumen en el que puedan satisfacerse todas las necesidades primarias básicas pero también las relacionadas con el universo, incluidos los deseos y los placeres, físicos o no, un espacio amurallado de uso exclusivo, una ciudadela infranqueable sin puente levadizo en la que tanto el cuerpo como el espíritu se reivindiquen como únicos habitantes.
"Lo horroroso del mundo era la contradicción interior que se alojaba en cada cosa."
La concepción pesimista y la actitud indiferente hacia la vida en general y la poca consideración hacia la colectividad de sus semejantes hace imprescindible el desarrollo de una estrategia permanente que evite la caída en la desesperación. Sobrellevar la bajeza moral es posible no evitándola ni rehuyéndola sino aprovechándola en beneficio propio, sucumbiendo conscientemente a sus tentaciones, pero con el discernimiento pleno de estar utilizándola como quien, al igual que una vacuna, se inocula virus para evitar la infección.
"Él se separaba de los demás no por su culpa, sino por la de ellos. No era él el enfermo, sino los otros. No solamente no era egoísta, sino que era en extremo generoso, tanto que huía de todos por adivinar que no iban a comprender ni a tolerar su actitud, absolutamente directa, abierta, franqueada en la autenticidad. La masa se refugiaba en unas relaciones falsas. Lo social no era simple producto de una clase refinada y acostumbrada a la hipocresía; esa lacra de lo convencional, de lo embustero, era patrimonio de todos los hombres, en todas las clases sociales. Se trataban entre sí como dentro de las reglas de un juego; abrir los sentimientos bruscamente, pedir lo que se necesitaba u ofrecerlo a quien no lo pedía, eran trampas."
La vista al prostíbulo, pues, no es más que la materialización del conflicto entre el deseo, la comedia de las demandas del cuerpo, y el espanto, la tragedia de los reparos del espíritu.
"Quedaba por resolver el gran misterio del porqué de esa multiplicación indefinida, de ese espejismo inmenso que repetía en las personas el drama esencial del ser [...]. Todo lo que multiplicaba algo original era misterioso, aparentemente inútil y nocivo. En la extensión yacía la esencia de la separación, esto es, de las rupturas que lo disgregaban todo y corrompían la unidad purísima del principio eterno. Tales ideas no procedían de un misticismo aprendido en los libros o intelectualmente sostenido más allá de la vida; eran fruto de su dolorosa experiencia cotidiana, de su timidez ante los demás, de su orgullo, del odio y del amor que sentía hacia ellos, hombres y mujeres, de la tentación de poseer y dominar, de huir y de acercarse que regía su conducta y le marcaba con aquel signo extraño que era inútil intentar borrar, porque había sido impreso con fuego en todas las líneas de su rostro."
Las reminiscencias de Nebiros con respecto a la narración nocturna del Ulises de James Joyce son indudables; por extensión, las referencias comunes con la Odisea pueden seguirse casi capítulo a capítulo: la empresa, el casco antiguo, el comedor social, el barrio chino, el prostíbulo, el muelle y, finalmente, el nostos, el regreso al hogar, incluida una singular Penélope. 

En otro orden de cosas, Cirlot consigue describir a la perfección el ambiente oscuro y opresivo en que se desenvuelve el protagonista, cuyo peso no puede soportar; el olor a viejo y rancio que inunda los sentidos de todos los personajes, acentuando su tristeza y facilitando la invasión de la bajeza moral. Al mismo tiempo, se hace omnipresente una tenue pero ubicua bruma que desdibuja los objetos, rompe el contraste, uniformiza los colores en un gris mortecino y disuelve las identidades, llevando a un incongruente primer plano la disolución de los volúmenes y la perspectiva. En contraste con esa atmósfera opresiva, se contraponen los gemidos de la mujer que parece que está dando a luz en el piso inferior, el surgimiento de una nueva vida que, aunque condenada como todas, nace con la totalidad de expectativas intactas; ese ruido, esos gemidos tan parecidos a los de una cópula salvaje como a los de los mártires en su tormento, son los únicos que rompen el silencio de los muertos en la casa del protagonista.
"En ese instante comprendía que el hecho de que las cosas estén, sean, determina nuestra dependencia fatal con respecto a ellas, aun cuando personalmente nos apartemos de su camino. Esta es la trágica razón que impele al místico, cuando ha vencido las fuerzas del mal dentro de su alma, a buscar el dolor y los pecados de los demás, de la humanidad entera, para sufrirlos e intentar redimirse con la redención de ellos. Era lo mismo de antes. La unidad de todo. La imposibilidad de desatarse de las cosas, de negarse a ellas y de escindir una vida de la vida, un pensamiento del pensamiento."
Calificación: *****/***** 

4 de mayo de 2018

Levantar la mano sobre uno mismo X. Tractatus Logico-Suicidalis

Tractatus Logico-Suicidalis. Hermann Burger. Editorial Pre-Textos, 2017
Traducción, epílogo y notas de Andreas Lampert 
Hermann Burger, poeta, novelista y ensayista suizo, se suicidó mediante una sobredosis de barbitúricos el 28 de febrero de 1989 en el castillo de Brunegg.
"1. No existe la muerte natural."
Tractatus Logico-suicidalis. Matarse uno mismo (Tractatus logico-suicidalis. Über die Selbsttötung, 1988) es, según su prólogo, un documento apócrifo, estructurado a semejanza del Tractatus Logico-philosophicus de Ludwig Wittgenstein en epígrafes numerados aunque no anidados, descubierto cuando se buscó información acerca de un supuesto suicida, que cae a manos de sus conciudadanos, una pequeña comunidad rural situada entre las montañas suizas. Después de que los miembros notables de la aldea agotaran las posibilidades de encontrar al suicida, este aparece, y bien vivo, en un restaurante de la localidad. Se trata de un individuo llamado Hermann Burger, que está redactando un escolio a su texto principal y que, por lo que parece, no tiene ni la más remota intención de quitarse la vida.

El significado que pueda tener este prólogo en el que un narrador anónimo nos informa acerca de esos hechos, el que el autor del documento se llame Hermann Burger, y que el Burger real, después de años padeciendo transtornos psíquicos, diera fin a su vida, parece señalar un camino tan evidente como improbable: burlarse del suicidio y del propio suicida no es un proceder común de quien piensa quitarse la vida; si acaso, ese enfoque, cuyo hiperbolismo puede llegar a convertir en cómico, actuará como antídoto -nadie confiesa moverse por razones absurdas- para una afección -o tentación- ante la que uno no está seguro de poder evadirse.

El texto en sí, organizado no tanto mediante consecuencias lógicas que conducen, de forma racional, a la inevitabilidad de la muerte -es decir, no busca la concatenación de excusas exculpatorias del peor crimen existente-, recorre las huellas de la experiencia, propia y ajena, para establecer un verdadero manual de uso del suicidio.
"41. La meta de toda vida es la muerte, la vida es la muerte vestida de bufón, lo inanimado estuvo ahí como algo animado, la pulsión de muerte aspira a una restitución de lo arcaico."
Al no existir la muerte natural, toda vida no es más que un recorrido, más o menos largo, hacia la muerte.

La fatalidad -fatum, destino- es la corriente ineluctable en la que nos sumerge el nacimiento, después del cual solo nos queda dejarnos llevar; nadar a contracorriente, que significaría retroceder hacia el nacimiento, es, pues, una ficción a la que no debemos rendirnos ya que su única utilidad es otorgar esperanza donde esta no es posible.
"53. La partida de nacimiento del lactante es, al mismo tiempo, su certificado de defunción. La vida inscribe en su rúbrica vacía un número de años que se encogen hasta formar una nada a la vista del infinito."
El documento sostiene una tesis: el suicidio tiene mala consideración -y se considera al suicidante como pecador o como delincuente- porque la sociedad no puede penetrar en la mente del suicida ni imponer sus normas al hecho en sí, que al depender de una voluntad individual, es irregulable.

Esa expulsión del seno de la sociedad -"política de apartheid" llama Burger a la conducta de los exhibicionistas vitales con respecto a los suicidas- es inefable: la descalificación de todo aquello que tiene que ver con la muerte por propia mano abraza desde que un individuo se plantea la acción, poniendo en duda su capacidad intelectual -aún hoy el suicidio se considera consecuencia de un desequilibrio mental-, hasta el propio hecho consumado, considerado pecado por las religiones y criminal por la justicia laica; desconsideración que alcanza, incluso, a los estudios sobre el tema y, por supuesto, a sus apólogos.
"137. Las desconsoladoras chapuzas de los nuestros y los psiquiatras solo pueden verse como un grave insulto. Tenemos que prohibirle a toda esa pandilla, del modo más estricto, inmiscuirse en nuestra muerte."
Cuando el suicida ha tomado su decisión, cualquier intento de hacerle desistir es inmiscuirse en su privacidad, intentar doblar una voluntad que se ha manifestado, influir en una conciencia que ha tomado una decisión cuyo defecto es que no coincide con la del supuesto salvador. Para un allegado, se trata de un acto que pone en evidencia su capacidad empática; para el aparado del Estado, un acto ilícito que cuestiona su capacidad de control; para el estamento sanitario, un acto irracional que desenmascara su incompetencia profesional.
"243. Frente a la amenaza nuclear y ecológica que se cierne sobre el mundo, la del omnicidio inminente, la solución del suicida es un acto artístico-revolucionsrio: él anticipa -pars pro toto y pro mortología- lo que, con toda probabilidad, habrá de consumarse, más tarde o más temprano, a nivel global. En ello le lleva un decisivo paso por delante del sano incurable apegado a la existencia."
Burger lleva a cabo una detallada enumeración de los métodos de suicidio químico, sus pros y contras, las dosis necesarias, los efectos con gran detalle de su administración y los distintos trucos para lograr éxito en el intento. Entre esos métodos se encuentra, con profusión de detalles, el que él mismo utilizó para acabar con su vida.

El modo de morir es una cuestión de estilo que jamás debe soslayarse; existe un método para cada persona, adecuado a su vida, que debe seguirse si se quiere conservar la fama del suicida y no convertirse, de cara a la posteridad, en un despreciable muerto más.
"295. La vida no es el más preciado de los bienes: el más preciado es la obra, porque suprime y sobrevive a los azares de la existencia en un sentido hegeliano."
Siguiendo a Cioran, el suicidio no es una predisposición sino una predestinación, un signo fatídico, una marca de Caín imborrable, inscrita en lo más hondo de la conciencia de la víctima.

Contra la creencia común de que el suicidio es fruto de la impulsividad y de un momento de enajenación mental, Burger defiende la existencia de una cadena lógica, de duración variable, cuya conclusión, debidamente cuestionada y reflexionada, es la muerte por propia mano. De hecho, este Tractatus sería la plasmación de una de esas cadenas lógicas -"a partir de criterios científico-filosóficos"-, la suya, cuyo recorrido no tiene por qué ser válido para otros sujetos: el camino hacia el fin es personal e intransferible, por más que todos lleven al mismo destino.
"932. No es necesario que nos matemos, antes deberíamos matar nuestras teorías, diría un optimista incorregible. El Tractatus logico-suicidalis no es, en sentido estricto, una teoría. Una teoría siempre es transferible a otros casos. Nuestro Tractatus es la fundamentación única de un suicidio único."
En definitiva, de lo que se trata es de escribir sobre la muerte para escapar de la muerte, como forma de detenerla -ya que no de vencerla-, de alargar el plazo para, al final, cuando la estrategia dilatoria ya es inútil, sucumbir al abrazo de la vieja amiga con la conciencia del deber cumplido.
"Muero, luego existo."
Agradecido con sus precursores, Burger mantiene un, a veces fluido a veces no tanto, diálogo permanente con algunos de los que le precedieron en la teorización del suicidio; entre ellos, Jean Améry, con respeto pero de forma crítica y la admiración de quien tuvo el genio de redactar el primer Tractatus, el precursor de la sistemática del suicidio; Elisabeth Kübler-Ros, con ironía y suficiencia;  Freud, con sarcasmo y cuestionamiento; Ludwig Wittgenstein, con reconocimiento y consideración;  Thomas Bernhard, con cortesía pero con condescendencia; George Trakl, con veneración y vasallaje;  Cioran, con satisfacción, respeto y agradecimiento, a pesar de algún leve desacuerdo, del alumno hacia el maestro; Von Kleist, con respeto por la claridad de su escritura y la lógica de sus razonamientos; Kafka, con encomio por su literatura mortológica; Houdini, con respeto por su juego constante con la muerte; y Albert Camus, con la admiración debida a quien teorizó de manera definitiva sobre el suicidio como solución plausible al enigma de la existencia.

Calificación: ****/*****