29 de junio de 2016

Los monstruos que ríen

Los monstruos que ríen. Denis Johnson. Penguin Random House, 2016
Traducción de Javier Calvo
Roland Nair -si es que este es su nombre; esta es una trama de espías, así que cualquier afirmación, y más si viene del propio interesado, debe ser tomada con todas las precauciones-, protagonista y narrador, norteamericano, viaja a Freetown, once años después de su última instancia, a requerimiento de Michael Adriko, una especie de socio y cómplice, africano, cuyas actividades e intenciones se le ha encomendado vigilar.. Este es el arranque de Los monstruos que ríen (The Laughing Monsters, 2014), la última novela hasta la fecha del prolífico y polifacético Denis Johnson, cuya acción se localiza en el continente africano.

Johnson muestra una África banco de pruebas por igual de formas de dictadura como de gobiernos populares, patio trasero de las potencias occidentales -y, a finales del siglo pasado, de India, y en la actualidad, de China-, supermercado de petróleo y piedras preciosas pero también de las más diversas sustancias, sean drogas o minerales imprescindibles para la tecnología punta, campo de experimentación de transgénicos y epidemias globales: un polvorín a punto de estallar cuya deflagración es retenida por la prevención de los amos del mundo, los servicios secretos globales, las grandes corporaciones armamentísticas y una versión actual de la DMA-Destrucción Mutua Asegurada. En este vasto cenagal moral la posición de Nair es de dominio absoluto: un norteamericano lo mismo puede comprar países enteros que quitar y poner gobiernos, pues tiene el poder del dinero, y en África todo -y todos- está en venta. Y la inestabilidad, en alquiler, en las manos del mejor postor, en subasta permanente. La fidelidad del retrato de la superioridad con respecto a los aborígenes de los blancos americanos y los europeos que sobrevuela las relaciones entre los personajes es un retrato exacto de la realidad del continente.
"Siempre hay gente vigilando, pero nadie ve nada."
La novela se estructura a través de variaciones formales ya que representa el conjunto de comunicaciones que Nair ha enviado a Tina; algunas partes de la narración tienen una redacción estándar, aunque con una ausencia de estilo muy marcada -el narrador, el protagonista, no es escritor-,  otras partes son transcripciones de correos electrónicos, cartas y notas tomadas a vuelapluma de algo semejante a un diario, escritas en las más diversas y a veces adversas condiciones. Esta combinación agiliza el relato y le otorga verosimilitud, por más que la fidelidad del narrador quede en cuestión. El texto, pues, en conjunto, representa una confesión de Nair dirigida a Tina, una mezcla de pareja, contacto profesional y cómplice de actividades subversivas.
"Lo que quiero decir es que he estado contando tantas mentiras y escuchando tantas mentiras que ya no sé qué es verdadero y qué es falso."
Johnson maneja los clichés del thriller con notable solvencia -de hecho, su capacidad ha quedado demostrada en diversos géneros como la novela bélica y la novela negra-; los diálogos beben de los clásicos del género policíaco; la caracterización de los personajes se realiza con una encomiable economía de recursos, parca pero suficiente; y las escenas, cortas e incisivas, recogen únicamente la acción concreta y procedente al punto en que se encuentra la trama, sin adornos ni dilaciones, y se suceden mediante un compás frenético, en una sucesión de ritmo casi cinematográfico. El resultado, la sensación de una historia que se nos brinda a trazos, como si tuviéramos que rellenar los espacios que Johnson ha dejado vacíos; en realidad, no existen espacios vacíos, todo lo que pudiera añadirse sería ornamental y, por tanto, superfluo. Volviendo pues a la narrativa de género, y a pesar del cuidadoso empleo de los elementos de la novela de espías, y esa es una característica común de la narrativa de Johnson, la obra terminada va mucho más allá de esa clasificación.
"Hay muchas cosas de las que no eres consciente. Aquí no está pasando nada de golpe. Simplemente nos estamos enterando de más cosas de golpe."
Una enmarañada trama de espionaje embarulla al protagonista, que intenta mantenerse al margen de los movimientos de los individuos que le rodean porque es incapaz de averiguar quiénes son sus aliados y quiénes sus enemigos, papeles que se hallan en constante cambio y evolución. Con un cometido concreto pero unas instrucciones difusas, vaga por África a la espera de indicios concretos que le permitan tomar decisiones. Este imparable vaivén se expresa mediante ágiles diálogos con más sobrentendidos que intuiciones en los que la prevención de los intervinientes -y del narrador, cuyo nivel de confianza difiere si habla con algún otro personaje o narra directamente para Tina, es decir, para el lector- compromete la relevancia de la información facilitada, siempre parcial, siempre interesada.
"La información era una cebolla que se tenía que pelar capa a capa."
El hecho de que la voz narradora, la personalidad del relator, condiciona el estilo es un efecto de una lógica incuestionable, aunque no esté de más recordarlo. Nair es un espía aspirante a estafador -o viceversa-, un tipo cobarde sin escrúpulos, manipulador, dispuesto a que otros hagan lo que sea necesario para conseguir aquello que él persigue. Pocos ornamentos, pues, en sus intervenciones; descripción pura de las situaciones dramáticas, con ese plus narrativo que añade el hecho de que quien está contando algo no acaba de entender lo que está sucediendo; concreción informativa, un solo foco de acción, un solo tema; y descripción utilitaria, los datos imprescindibles para comprender los hechos que a menudo parece funcionar únicamente como ligazón entre bloques de diálogos.

Calificación: ****/*****

Otros recursos relativos a Denis Johnson en este blog:
Je dis ce que j'en sens: Lecturas de febrero: Que nadie se mueva
Je dis ce que j'en sens: Sueños de trenes
Je dis ce que j'en sens: Hijo de Jesús

27 de junio de 2016

Intrusos

Intrusos. Adrian Tomine. Sapristi,  2016
Traducción de Raúl Sastre
Como ya he dejado por escrito otras veces, soy un absoluto neófito en cuestiones de cómic; tampoco es que sea nada del otro mundo en lo referente a la literatura de formato convencional, pero en este caso, a lo peor, tengo una opinión y la puedo sostener, cosa que no sucede con aquél; por lo tanto, mi parecer sólo se basa en un volátil me gusta/no me gusta, así, a pelo, sin argumento ni justificación, y una perspectiva desde el punto de vista puramente narrativo que reconozco que no es la mejor ni la única para hacer referencia a una obra de este tipo. 

Intrusos (Killing and Dying, 2015) es un álbum integrado por seis historias, de las que la edición en castellano toma el título de la última, con las que Adrian Tomine, un dibujante de culto al otro lado del charco, hace un retrato descarnado y veraz de la sociedad contemporánea. Su redacción combina unos textos realmente punzantes con viñetas mudas que, a menudo, dicen más de lo que cualquier texto podría explicar; como un buen músico, Tomine sabe que los silencios también son expresión. Realmente, las series de viñetas estáticas, en las que casi no existe movimiento de una a la siguiente -solamente un gesto o la posición de algún personaje- le dotan de un ritmo peculiar, más próximo a la escritura convencional que al lenguaje visual del cómic, en el que, por lo general, parece imprescindible que "pase alguna cosa" entre una viñeta y la siguiente. También tienen un excelente  efecto narrativo el uso alterno del color y del blanco y negro, en algunas historias, para enfatizar un determinado fragmento, y los planos largos y los encuadres que abarcan varias viñetas -un efecto muy visual, muy cinematográfico-.


Otra peculiaridad que llama la atención es que, a menudo, la acción transcurre fuera de las viñetas mientras estas reflejan bien una acción paralela bien una actividad accesoria o complementaria a la historia principal con un efecto de "descarga de tensión" parecido al papel de las descripciones en la narrativa convencional. A veces, incluso, se carece de acción; los intervinientes, en este caso un solo narrador, efectúa intervenciones en off desde una primera persona enteramente literaria.


¿Cómic? Bueno, sí, por el formato; pero en su interior, literatura cien por cien.


Calificación: ****/*****

24 de junio de 2016

Primavera perigordina

Metódico y puntual con el ritual consistente en acercarme a los Ensayos de Montaigne por lo menos una vez al año, para esta primavera que se retira he escogido tres títulos relativos al autor, dos de ellos recomendaciones de un amigo lector y una novedad reciente. El primero es una novela escrita por la británica Jenny Diski en la que recrea la vida de Marie de Gournay, fille d'alliance y editora de una de las versiones de los Ensayos; el segundo es un ensayo en que el crítico francés Jean Starobinski efectúa una relectura de Montaigne bajo el concepto de "movimiento"; y el tercero, un libro de divulgación más que un ensayo, en el que Lean-Luc Hennig efectúa un recorrido por el concepto de amistad a la luz de la que unió a Montaigne con Étienne de La Boétie.  
Apología para la mujer que escribe. Jenny Diski. Circe, 2009
Traducción de Aurora Echevarría
"Me ha complacido hacer públicas en muchos sitios mis esperanzas sobre Marie de Gournay, mi hija de alianza, a quien profeso tanto afecto como a una hija. Si la adolescencia puede ofrecer presagios, esta alma será algún día capaz de las cosas más bellas. El juicio que hizo de los primeros Ensayos, mujer, y en este siglo, y tan joven, y sola en su región, y la buena voluntad que tuvo hacia mí a partir únicamente de la estima que concibió por mí, antes de verme, es un acontecimiento de muy digna consideración."   "De la presunción", Libro II, Ensayos; redacción inicial.
Apology for the Woman Writing (2009), es una recreación de la vida de Marie de Gournay, fille d'alliance de Michel de Montaigne y editora de la tercera edición de los Ensayos, de su relación con el autor y con su obra, y de su vida posterior a la desaparición del filósofo, marcada por el empeño en dar a conocer la obra del perigordino y en componer una obra intelectual que diera muestra de la valía de su inspiración.

El libro muestra un retrato amable de Montaigne, inspirado por los datos biográficos conocidos pero apoyado principalmente por el personaje protagonista de su obra, es decir, él mismo: "je suis moy-mesme la matiere de mon livre". En el tiempo que ambos comparten, se halla uno de los momentos más logrados: el ataque que sufre Marie después de su primera lectura de los Ensayos, un colapso físico que su madre toma por pérdida del juicio consecuencia de las horas que pasa en la biblioteca, y su hermana, destinada a un convento, por un éxtasis místico, cuando, en realidad, lo que aqueja a Marie son los síntomas de la devoción.

"[Montaigne] veía su [de Marie de Gournay] necesidad de ser para él lo que nunca podría ser, y cuando ella misma percibía su imposibilidad, su necesidad de ser algo más que nunca sería, que él nunca le permitiría ser."
Como era de esperar, los capítulos dedicados a la relación de Marie con los Ensayos constituyen el grueso de la obra; en ellos, Diski se recrea en las dudas de Marie acerca de "modificar" su presencia en la obra de Montaigne, entre darse más relevancia o mantener el original que salió de la pluma del perigordino, y la incertidumbre con respecto al dictamen de la posteridad referente a las modificaciones de la edición de Burdeos, acerca de si se trata de los últimos añadidos del autor o de la injerencia de Marie.

Después de la muerte de Montaigne, Diski introduce a otro personaje, Nicole Jamyn, la criada que acompaña a la edad madura de Marie durante más de cuarenta años de vida deslucida, de silencios elocuentes y de complicidades disimuladas, a lo largo de los cuales la presencia social de su ama se va disolviendo, olvidando su contribución en mantener viva la obra de Montaigne e impidiendo, ignorándola o vejándola directamente, ocupar el sitio que ella creía que le correspondía en el Parnaso francés.


Calificación: ***/*****

Montaigne en mouvement. Jean Starobinski. Gallimard, 1993
Starobinski parte de la renuncia de Montaigne al mundo de las apariencias para preguntarse cómo, después de renegar de la validez de las palabras, le fue posible componer una obra cuyos argumentos reposan en el puro lenguaje. Para ello, parte de la noción de mouvement, aquí más recorrido que movimiento, para rastrear en los Ensayos el camino que siguió el autor para llegar a su punto de destino, los propios Ensayos, partiendo de esa negación inicial, para llegar a investigar la propia noción de recorrido cuya influencia indaga en la obra, tanto como opción ética como intelectual pero, sobretodo, en su aspecto dialéctico. A pesar de sus contradicciones -¿qué otra cosa debería esperarse de un texto como los Ensayos? "Je suis moy-mesme la matiere de mon livre" es una declaración de subjetividad-, Starobinski ve una autenticidad que los subjetivistas modernos han perdido, enredados en discusiones ideológicas bizantinas intrínsecamente improductivas, porque la subjetividad de Montaigne nunca es absoluta pues ese sujeto está en permanente cambio; es precisamente la imposibilidad manifiesta de acceder a La Verdad la que valida esa introspección, auxiliada por el recurso a los clásicos del pensamiento escéptico -una elección parcial pero coherente-, ampliamente representados en las citas de los Ensayos, pero también a los ejemplos que representaron para el perigordino los casos de su padre y de su amigo Étienne de La Boétie.

Encerrado en un siglo remoto y asediado por la hermenéutica, la lectura actual de Montaigne debe partir precisamente de ese anacronismo para desembocar en la contemporaneidad del tratamiento que ofrece a los temas principales de su obra, la dialéctica "dentro-fuera", expresada en las dicotomías sujeto-mundo, cuerpo-alma; pero también en el dinamismo del pensamiento montaigniano, para el cual la única forma de aprehender y comprender un mundo fenoménico en constante cambio sólo puede ser desde un punto de mira también móvil; por si hiciera falta algún tipo de justificación, ahí está la prudencia -esa sí fruto de la época; actualmente mejor cabría hablar de sospecha- con que trata las manifestaciones trascendentes, permanentes por naturaleza, de ciertas ideas políticas y de la religión. Como ya se ha dicho hasta la saciedad, la virtud principal de Montaigne es su capacidad para argumentar con respuestas del siglo XVI a cuestiones del XXI: las condiciones para el "vivre à propos" en su época mantienen su completa validez, precisamente porque sostenían esa concepción del mundo en perpetuo cambio.

Sobrepasa las intenciones de esta breve e inexperta referencia al trabajo de Starobinski profundizar en sus tesis, pero su enfoque, su punto de vista, de la relación entre la obra Montaigne y el concepto de movimiento/recorrido/cambio -algunas de las acepciones a que da lugar en término mouvement del título- es un excelente punto de partida para una de las posibles relecturas de los Ensayos, esa ópera magna del pensamiento universal cuya actualidad, mofándose de interpretaciones sesgadas y malintencionadas, no hace más que confirmarse siglo tras siglo.

Calificación: *****/*****
De la amistad extrema. Montaigne y La BoétieJean-Luc HennigAriel, 2016
Traducción de Ana Herrera Ferrer
Desde el siglo XVI, cuando Michel de Montaigne escribe su ensayo "De la amistad" -Ensayos (Essais), Libro I, XXVII-, este concepto ha pasado por tantas vicisitudes , de las cuales el reciente fenómeno de las redes sociales no es más que una última vuelta vuelta de tuerca, que parece imprescindible un nuevo marco definitorio, actualizado pero sin intenciones de definitivo. No es un mal punto de partida un análisis de la amistad en Montaigne tomando como referencia el Discurso sobre la servidumbre voluntaria (Discours de la servitude volontaire) de Étienne de La Boétie, amigo declarado del perigordino y merecedor de uno de los fragmentos más conocidos de los Ensayos:
"Si on me presse de dire pourquoy je l'aymoys, je sens que cela  ne se peut exprimer, qu'en respondant: Par ce que c'estoit luy, par ce que c'estoit moy",
para validar la autenticidad de la amistad como estrategia contra la tiranía, contra la servidumbre voluntaria y como reserva última de la libertad de espíritu. Sin embargo, de la intención a lo escrito puede mediar un abismo cuando el "ensayista" es otro integrante del lobby de los indocumentados que ha leído un libro y ha sido agraciado con una revelación, efectuando una lectura parcial que intenta hacer coincidir con sus obsesiones, genera una hermenéutica íntegramente opaca, luce una erudición de salón, cita con exceso, trae referencias insólitas y hace uso de una bibliografía tendenciosa; en fin, lo de siempre, la demostración de lo peligroso que es un indocumentado con una teoría. Si existen libros imprescindibles, necesarios, indiferentes, accesorios e inútiles, este es un digno representante de la última casilla.

Calificación: sin calificación.

22 de junio de 2016

Vanitas vanitatis...

Eugènia Broggi, editora de l’Altra Editorial, acaba de situar como ganadores del Premi Llibreter 2016, un premio que conceden los libreros agremiados de Cataluña, a dos de los títulos publicados por su editorial este año: “Manual de dones de fer feines”, de Lucia Berlin (edición en castellano por Alfaguara: “Manual de mujeres de la limpieza”), en la categoría de novela traducida, y “Germà de gel”, de Alícia Kopf, en la categoría de novela en catalán. En sus declaraciones a la prensa con motivo del galardón, Eugènia ha tenido la amabilidad de citarme como prescriptor; efectivamente, en cuanto leí el original pensé que podía ser un título adecuado a la línea editorial de L’Altra, y así se lo dije; ella lo leyó, lo mandó traducir y lo publicó.
Aparte de que el mérito es absolutamente suyo por haber apostado, aunque en este caso fuera una apuesta segura, por el título y a pesar de que L’Altra es una editorial independiente de pequeño formato aunque de gran ambición, es agradable para la vanidad de un lector el reconocimiento de una editora con la amplia experiencia de Eugènia, curtida en grandes grupos mediáticos y con un criterio editorial indiscutible.
Sin embargo, me gustaría pensar que esa mención -aunque uno se sienta raro al ver su nombre en los papeles, y más por una buena causa- debe ser compartida con la mayoría de compañeros de profesión, libreros vocacionales de todas las edades, algunos con experiencia de años y otros con la ilusión de la juventud, igual desde grandes y prestigiosas librerías como desde pequeños despachos de libros en estancos, papelerías y tiendas de barrio o de pequeñas poblaciones, y aunque sean el eslabón más débil de lo que se ha llamado “cadena del libro”, siguen leyendo, escogiendo, filtrando y recomendando aquellos libros que les han gustado o aquellos que creen que gustarán a un determinado lector. Este es un trabajo retribuido con parquedad, pero esa moderación retributiva tiene la ventaja de que solamente lo desempeña quien quiere, quien le gusta, quien así lo decide. Y el hecho de que de este trabajo puedan aprovecharse en gran medida los lectores que piensan que comprar un libro es un acto social y no tres clics en una pantalla, y, ocasionalmente, algunos editores, igualmente vocacionales, constituye una retribución extraordinaria a la que ninguno de estos libreros estamos dispuesto a renunciar. Cuando reivindico mi profesión, y lo hago con frecuencia, no reivindico solamente mi trabajo, sino a todos nosotros.

20 de junio de 2016

No ha lugar a proceder

No ha lugar a proceder. Claudio Magris. Anagrama, 2016
Traducción de Pilar González Rodríguez
"Toda la Historia de la humanidad es un raspado de la conciencia y sobre todo de la conciencia de lo que desaparece, de lo que ha desaparecido. Si alguien o algo falta, hace daño, y entonces, después de haberlo quitado de en medio -algunas veces por la vía rápida, como en la Risiera- se quitan de en medio también la conciencia y la memoria de haberlo hecho." 
El "Museo total de la Guerra para la llegada de la Paz y la desactivación de la Historia" es un proyecto al que el innominado protagonista de No ha lugar a proceder (Non luogo a procedere, 2015) ha dedicado su vida, y que contendrá un conjunto de instrumentos bélicos y una ingente cantidad de material relacionado con la IIGM, especialmente en la zona del Carso, con la intención de que la Humanidad sea permanentemente consciente de su capacidad de destrucción y para que desista de reproducir cualquier clase de conflicto bélico. El proyecto se detuvo tras la muerte accidental del promotor y, lastrado por las deudas y la desidia de algunas administraciones, se legó a una Fundación y vegeta en el limbo de los grandes proyectos en suspenso por falta de financiación. El texto toma la forma de un imposible diálogo entre el promotor del Museo, de cuya historia personal nos irán facilitando datos, y Luisa, la mujer a cargo del legado, descendiente de exiliados de guerra, padre negro y madre judía, y responsable de la organización final de la exposición, cuya historia familiar es la historia de Trieste; y de un catálogo, comentado profusamente, de las armas que contiene, un inventario de la destrucción, y de los documentos que ha acumulado el promotor.

El genius loci

A principios de los años noventa del siglo pasado, en pleno conflicto de los Balcanes, y en una sesión de un club de lectura en el que participaba, decidimos leer y comentar el libro de Ivo Andric Un puente sobre el Drina; debido a su amistad con una de las participantes en el club, invitamos a un emigrante bosnio, un periodista de muy alto nivel en la ex Yugoslavia, un profesional altamente cualificado que había emigrado a España -hablaba castellano con una corrección académica, además de inglés, francés, alemán e italiano- en medio del conflicto y que se ganaba la vida en nuestro país como pintor de paredes. Después de comentar el libro, nos contó de primera mano su idea del conflicto, muy alejada, por cierto, de las versiones interesadas que nos llegaban, y accedió a responder a nuestras preguntas. Hacia el final de la sesión, se me ocurrió preguntarle acerca de cuál debía ser el papel del resto de Europa en el conflicto; recuerdo su respuesta como si me la hubiera dicho ayer: "Mira, en lo que vosotros llamáis ex Yugoslavia llevamos más de mil años enfrentados, y no parece que la intervención extranjera pueda arreglar, como no lo ha conseguido nunca antes, esa situación endémica. ¿Qué debería hacer Europa, me preguntas? Pues retirarse de allí y dejar que nos matemos entre nosotros y, cuando hayamos terminado, reconocer y apoyar al que quede con vida. Aquello sólo tiene arreglo cuando haya un vencedor incontestable."

La región de los Balcanes está bajo la influencia de lo que podría denominarse "paradoja del túnel del tiempo". Es una parte de Europa en la que las relaciones causales no parecen tener ningún efecto; mirando hacia atrás, los grandes cataclismos parecen surgir de la nada, como por generación espontánea. Parece inútil bucear en la historia personal porque ningún centroeuropeo puede retroceder tres generaciones sin sentir vergüenza, sin reconocer en ese simpático abuelo que le llevaba de la mano el rostro de un exterminador, de un asesino, de un verdugo. La historia de centroeuropa es la apología del olvido, es tal vez el único lugar del mundo donde desconocer la historia es la única manera de no repetirla.
"Comunistas italianos protegen a los Voluntarios de la Libertad de las fuerzas de Tito, otros comunistas italianos les dan caza y se los entregan a los de Tito, la Guardia di Finanza y la Brigada de Ferroviarios del CLN defienden las infraestructuras portuarias, algunos de la Guardia Cívica del podestà fascista empuñan la ametralladora contra los alemanes, el prefecto fascista intenta reunir a los fascistas y republicanos y antifascistas demócratas contra Tito y los comunistas."
Esa centroeuropa que no es la Tierra de Acogida que ha pretendido ser sino otra maldita Tierra Prometida concedida por los dioses como laboratorio de exterminio, el infierno trasladado al mundo de los vivos, el lugar donde se pone a prueba el poder destructor del heredero de la Tierra, un pueblo elegido que va cambiando de identidad al ritmo del poder de los dioses, que se desentienden de sus criaturas una vez que han sembrado la semilla de la discordia, vistiendo ese abandono de libre albedrío y acusando a los hombres de no saber hacer uso de él.

La guerra
"No sé, estábamos en guerra, ya se sabe que durante la guerra sucede de todo y que las peores cosas no suceden en los campos de batalla."
El campo de batalla, el lugar de la masacre y la devastación, del heroísmo y de la victoria, no es solamente un lugar físico, unas coordenadas geográficas, una cota en un mapa; es también el lugar donde unas ideas se imponen sobre otras, un sangriento tablero de estrategias opuestas, discursos excluyentes y arengas ensordecedoras en el que triunfa quien logra imponer su relato, en el que la supervivencia de los implicados a la fuerza, porque la neutralidad es un concepto que la filosofía de la confrontación no permite, depende de que sea adscrito -la libertad tampoco está contemplada- al banco vencedor.
"En la guerra, una palabra de más puede costar vidas."
La guerra no tiene patria, es un exilado que toma un vergel y lo convierte en un erial, no importa dónde sea, en la frontera entre Paraguay y Bolivia o a orillas del Adriático, con lanzas contra piedras o cañones contra aviones; lleva a cabo su trabajo de aniquilación con la frialdad de un cirujano en la temperatura estabilizada del aséptico quirófano. Nadie es nadie ni de ningún lugar, las raíces han sido arrancadas y se están secando al sol. La guerra adopta la patria que le conviene a cada momento, cambia de himno y de bandera a su elección y, como uno de esos organismos microscópicos, fagocita cuanto está a su alrededor para asegurar su supervivencia, no dudando en cambiar de atributos, de lugar, de intervenciones, de justificación, para permanecer.
"La guerra es el parto de la humanidad, el dedo de Dios que extrae a Adán del barro."
El odio es el concepto, la idea pura, el enfrentamiento en potencia. La guerra es la materialización del odio, la instrumentalización, el enfrentamiento en acto. No todos los odios terminan en guerra, pero no hay guerra sin un odio previo: la guerra es el instrumento a través del cual el odio impone su ley.
"La última guerra, perdida como todas las guerras."
Y después del enfrentamiento, la posguerra, una época extremadamente productiva: se crean innumerables oportunidades de negocio con los restos de las hostilidades y se forjan vínculos  inquebrantables entre individuos que fueron enemigos acérrimos pero a los que la paz ha unido en una nueva comunión de intereses.
"Es probable que él, pese a su horrible final, no supiera de las cicatrices que todas las cosas dejan en el corazón; tal vez no sintiera el bufido de la vida en la oscuridad y no viera aquella oscuridad, tan entregado como estaba a mirar en la tierra, a excavar, a buscar y a recoger aquellos objetos insensatos, monóxilos, esquirlas de granadas, escudillas abolladas, cornetas de campaña, casquillos aplastados, espoletas. De noche, su antorcha iluminaba sólo el terreno removido, los socavones, los fondos de las dolinas, un casco oxidado que relucía entre la hierba."
El horror

¿Cómo mostrar el horror, sin citarlo? Tal vez mediante metáforas, pero ¿qué tipo de metáfora es capaz de sostener esa representación? Tal vez mediante sus efectos, pero ¿no es la sordidez del horror mejor representada por sus efectos que por la inmaterialidad de su propia naturaleza? ¿Es posible un discurso "lateral" para definirlo? ¿No acabará esa definición en la resbaladiza trampa del eufemismo?

¿A quien corresponde la autoría del mal? ¿Cómo se adjudicará esa autoría a medida que pase el tiempo? Si las identidades están en perpetuo cambio, tal vez en algunos momentos nos quedemos sin sujeto y el mal se mantenga flotando en el limbo de las ánimas en pena, con toda su potencia intacta, pero sin agente, a la espera; el mal, como la energía, no se crea ni se destruye, sólo se transforma.
"Los poquísimos habitantes de Crno Selo se apellidan Di Giovanni, descendientes tal vez de un abuelo Ivancic; etimología de sangre, sangre de antepasados reclamados, de hermanos que, después de crecer viendo a amigos comunes y ex amigos pelearse al grito de Mare Nostrum o Jadransko More, habían decidido, uno contra otro, ser eslavos o italianos y habían derramado sangre de las venas de lo que habían considerado indebido y bastardo, aplastando su feliz infancia plural como la uva en la cuba o la aceituna en la almazara."
El complejo de exterminio de la Risiera fue desmantelado por  los propios alemanes antes de la llegada de los aliados, fue pasto del fuego igual que los más de cinco mil, según los cálculos más conservadores, prisioneros que pasaron por sus hornos crematorios; en ambos casos, el mismo fuego borró todas las huellas y lo único que produjo fue el humo de la aniquilación, no tan distinto en un caso del otro.
"Ese humo es el objeto de mi búsqueda, esos nombres convertidos en cenizas. No lucho contra el olvido, sino contra el olvido del olvido, contra la culpable ignorancia de haber olvidado, de haber querido olvidar, de no querer o no poder saber que hay un horror que se ha querido -¿debido?- olvidar. En Trieste veo en cada calle el humo que no se ha querido ver."
El olvido

La desaparición de la documentación relativa al conflicto, tanto la que podría inculpar a los vencedores como la que comprometería a los vencidos, no es más que una metáfora permanente del olvido. De forma parecida a como la memoria genera lagunas para omitir una situación traumática y anular los efectos perversos de su recuerdo, algunas veces es imprescindible que ese recuerdo de las consecuencias de unos actos determinados permanezca postergado para, de este modo, impedir que el hecho pueda repetirse: la memoria puede ser tanto arma como escudo.
"Después de la guerra viene la paz, que tiene el color blanco del sepulcro y de los sepulcros blanqueados del corazón."
El olvido provocado, impuesto, es una de las formas más crueles de la injusticia porque impide al perseguido la posibilidad de resarcirse de los abusos a que fue sometido o de rendir el merecido homenaje a aquellos a los que les fueron aplicadas las medidas coercitivas: las Leyes de la Memoria Histórica buscan, con la misma licitud que inutilidad, recuperar por ley los nombres de las víctimas cuando los verdugos han salido indemnes, reciclados y reforzados en sus posiciones de dominio, es decir, que han vencido a la memoria porque son los que generan el relato; pero es igualmente injusto con los que ejercieron su responsabilidad, sea delatora, ejecutora o cómplice, a sabiendas de que su poder era absoluto y que su posición de dominio les otorgaba una impunidad a salvo del juicio del tiempo.

Las manchas de sangre son muy resistentes, hace falta mucha intención y productos especiales para borrarlas de según qué superficie. Si lo que se mancha es una parte del cuerpo -"Out, damned spot! Out, I say!"- bastará con un buen enjuague de agua; si lo que se ha manchado es una página de un libro, es indeleble, no se puede hacer desaparecer sin estropear la página. En todo caso, jamás se desintegra por sí sola, es una labor que no se puede dejar en manos del tiempo, nunca desaparece por sí misma. Incluso en algunas ocasiones en que parece haberse borrado reaparece con insistencia, y aunque no con la misma intensidad, sí que reafirma su presencia con una huella que delata su existencia. Por esta razón, aquellos individuos marcados con su señal, como lady Macbeth, arrastrarán el estigma por toda la eternidad.
"Aplasta la cara contra el pavimento, alguna esquirla le ha herido superficialmente, pero no le importa; la sangre derramada por alguien es buena, es la sangre derramada contra alguien la que es malvada.
Entre la documentación recopilada, el promotor ha coleccionado escritos relativos a la Risiera di San Sabba
"La Risiera estaba delante de mí, roja, tosca, negra, mortal. Por ahí dentro habíoan pasado tantos rostros de Dios, torturados, masacrados. Huesos humillados",
el único horno crematorio que existió en Italia, con lo que se enemistó con la biempensante burguesía triestina, para quien el silencio y el olvido suplían la penitencia del pecador. Borrando el recuerdo, el hecho es destruido, como el niño que cree que tapándose los ojos, es decir, no viendo, se convierte en invisible.
"También de la desaparición hace falta darse cuenta, de lo que no hay, y no es fácil. Es más, el acto de desaparecer y sobre todo el de hacer desaparecer es objeto privilegiado de ocultación y de olvido. De eliminación, ha dicho en el juicio el doctor Wulz. Borrar la ausencia, anular quién o qué ya no está; apagar no sólo el recuerdo del que se ha ido, sino también la conciencia de que él, ella, alguien se ha ido. Quien ya no está estorba, es una cuenta no saldada, un agujero en la pared; se hace entonces de todo para ignorar que no está, que no ha estado nunca, para eliminar o cubrir ese agujero."
El "Museo total de la Guerra para la llegada de la Paz y la desactivación de la Historia" y, por extensión, No ha lugar a proceder, son el ajuste de cuentas necesario -y recupero del olvido una vez más las leyes de Memoria Histórica- con los opresores que salieron libres y contra la guerra en general por el sistema de reducción al absurdo; como gran parte de la literatura antibélica, desde Las aventuras del buen soldado Svejk hasta Johnny got his Gun, mostrar la insensatez de la guerra para provocar la reacción contraria. Es cierto que el estilo de Claudio Magris es, algunas veces, intrincado, exigente, y que requiere una concentración máxima en la lectura, pero No ha lugar a proceder no es un libro solamente necesario, el antídoto contra el olvido, es también un libro imprescindible.
"Por eso ahora he decidido hablar y he escrito esa lista de comensales. Naturalmente ponga también mi nombre en la lista de los incitados; yo ya lo he hecho, mi lugar está en el patíbulo como todos los demás. Soy, debo ser considerado un imputado. Que colabora pero no para que le reduzcan la pena. No puede haber reducciones, porque no hay condena. Ése es precisamente el infierno de todo eso; la amnistía general, la absolución antes del proceso, el no ha lugar."
Calificación: *****/*****

17 de junio de 2016

La Comedia literaria

La Comedia literaria. Catherine Meurisse. Impedimenta, 2016
Traducción de Lluís Maria Todó
"Todo lo que usted quiso saber siempre sobre la literatura francesa y nunca se atrevió a preguntar" podría ser el título (el francés es Mes hommes de lettres (2008)) de este estupendo cómic debido a la ilustradora francesa de Charlie Hebdo. Prepárense para un divertido viaje desde la Edad Media, en la que Renart se les ofrecerá de guía, hasta la pareja más salsarosescamente mediática de la literatura europea, con escalas en los principales escritores del hexágono representados con algunas de sus virtudes y la totalidad de sus defectos para sorpresa de inadvertidos y deleite de connaisseurs.

No es la primera vez que Impedimenta nos sorprende con un álbum ilustrado de referencias literarias -sin ir más lejos, el extraordinario cómic Vida y opiniones de Tristram Shandy, caballero-, pero en este caso, aparte de su indudable valor tanto literario como gráfico, no puedo eludir la mención a las licencias que se ha tomado el editor, como el cambio de título a la balzaquiana traducción y el fabuloso plagio a las portadas de La Blanche de Gallimard, colores incluidos, que son a la vez un acierto y un guiño a los lectores francófonos que, a este lado de los Pirineos, hemos convertido en icono tanto a Balzac como a las míticas cubiertas.

No se dejen engañar por la supuesta poca seriedad del formato, aparquen sus prejuicios, aquellos que los tengan, acerca de la bande dessinée, porque el libro es un placer.

Calificación: ****/*****

13 de junio de 2016

De cómo tratar con las personas

De cómo tratar con las personas. Adolph F. Knigge. Arpa Editores, 2016
Traducción y estudio introductorio de Rafael Hernández Arias
No cabe ninguna duda de que el siglo XVIII es la edad de oro de la filosofía, tornada literatura más por la forma que por el fondo, moralista. Recogiendo los frutos de la Ilustración y sin perder de vista el Humanismo renacentista, aunque depurado del elemento religioso y apoyado en los nuevos hallazgos científicos -la "filosofía", en esa época, todavía poseía intención de abarcar la totalidad del conocimiento humano, de ahí que la ciencia se convirtiera en uno de sus aliados más fieles-, un nutrido grupo de escritores franceses generó una nueva filosofía moral -se les denomina, precisamente, "moralistas"-, algunos explotando la potencia del aforismo, otros mediante auténticos tratados, cuya influencia ha llegado incólume hasta nuestros días. A estos autores franceses se les añadieron, poco tiempo después, algunos escritores centroeuropeos entre los que destaca Adolph Freiherr Knigge, perteneciente a una familia aristocrática, masón y miembro fundador de los Iluminati de Baviera, autor de este De cómo tratar con las personas (Über den Umgang mit Menchen, 1788), un texto que logra compatibilizar las contribuciones a la filosofía moral de los clásicos griegos y latinos con la filosofía práctica para la vida de Montaigne.

Knigge toma como punto de partida el hecho de que la diferente procedencia geográfica o de educación, aún en un mismo país, o de clase social, puede generar una diversidad de costumbres que pueden llegar a ser contradictorias -y que se experimentan cuando se viaja a un lugar distante del propio, por ejemplo-; así que dedica su libro a contemplar toda la casuística, recomendando un trato diferenciado en cada caso, pero siempre bajo el principio que denomina esprit de conduite:

"El esprit de conduite: el arte de comportarse con la gente, un arte que a menudo el tonto, sin estudiarlo, lo capta antes que el juicioso, el sabio o el ingenioso; es el arte de hacerse notar, de hacerse valer y respetar, sin ser envidiado; de acomodarse a los varios temperamentos, opiniones y pasiones de los hombres, sin caer en la falsedad; de adaptarse fácilmente al tono de cada sociedad sin perder las peculiaridades del propio carácter ni rebajarse a una vil adulación."
A continuación, un completo resumen, comentado -que no debe sustituir la lectura de este extraordinario libro-, de las instrucciones de Knigge para ser, en definitiva, una buena persona.

Sobre el trato con los demás. La moderación es la regla principal que debe regir nuestras relaciones con los demás, sin hacer caso de las apariencias, ni de las propias ni de las ajenas; es necesario ser tolerante con las opiniones ajenas y nuestra conducta debe ser discreta para que nuestros hechos y nuestras opiniones lleguen solamente a aquellos que afecta o interesa.


Sobre el trato con uno mismo. La denominada "regla de oro" de todas las religiones debe tomarse en consideración en un sentido diferente: nuestro trato con los demás debe ser tan irreprochable que deberíamos tratarnos a nosotros mismos igual que los tratamos a ellos.


Sobre el trato según el temperamento. Knigge parte de la clasificación hipocrática de los cuatro temperamentos, colérico, flemático, sanguíneo y melancólico, para plantear que debe adaptarse el trato con los demás en función de su carácter; la carga de la adecuación recae siempre sobre el propio individuo: cuando, a pesar de nuestra tolerancia, el trato entre en conflicto, debe rehuirse siempre la confrontación. Knigge efectúa una distinción primordial entre las personas con defectos y las que hacen de estos defectos un principio vital; partidario siempre de la moderación, aconseja tolerancia y comprensión en el trato con los primeros, pero también recomienda evitar a los segundos, a los que considera irrecuperables.


Sobre el trato con personas de distinta edad. El trato con personas de la misma edad refuerza las convicciones y homogeneiza el temperamento; por esa razón, siempre pueden sacarse ventajas del trato con personas de edades diferentes: la juventud puede aprovechar de los mayores su experiencia, y éstos el empuje de aquéllos.


Sobre el trato entre parientes. El parentesco condiciona el trato de forma que los criterios que se aplican en el trato en general no son de aplicación en este caso, aunque tampoco se puede favorecer a nuestros parientes tan desinteresadamente si de ello resulta que se acaba actuando injustamente con el resto de las personas.


Sobre el trato entre cónyuges. La convivencia y la costumbre rigen y distinguen el trato entre cónyuges, y la existencia de un vínculo permanente ofrece matices a ese trato. En este ámbito, el cumplimiento de los deberes propios y la observación de las normas deben ser más estrictos que en el resto de casos. Este estado modifica también el trato que sostenemos con otras personas, pues una efusión excesiva podría provocar indeseables conflictos con el cónyuge. Sin embargo, ninguno de ambos cónyuges debe aprovecharse de su condición para obtener una situación ventajosa: cada cual debe ejercer su rol sin invadir las atribuciones del otro; naturalmente -para Knigge-, la desigualdad es imprescindible.


Sobre el trato entre enamorados. Las reglas de trato generales tampoco pueden aplicarse en este caso, pues los enamorados "son poco aptos para la vida social"; hay que huir de ellos en toda ocasión y dejarlos en su mundo.


Sobre el trato con las mujeres. (Knigge, previsor, y eso que la crítica feminista todavía no existía, comienza el capítulo con pies de plomo). El trato con mujeres virtuosas y honestas es imprescindible para completar la educación de cualquier varón, pues es la mejor forma de adquirir peculiaridades del carácter femenino que son imprescindibles tanto para el trato social como para el propio enriquecimiento moral; en todo caso, y con carácter general, todo irá bien si ellas se mantienen en su lugar y los varones respetan esa distinción cuidadosamente.


Sobre el trato entre amigos. Las amistades más duraderas son aquellas que tienen sus origen en la juventud y se entablan entre individuos con circunstancias similares. La naturaleza del vínculo, voluntario y desinteresado, hace que el trato deba ser regido por la lealtad y la complicidad.


Sobre el trato entre señores y sirvientes. Aceptada sin más la circunstancia de la desigualdad, no se debe corregir con el trato la posición social de cada cual: la proporcionalidad en la relación es la opción más deseable: ni complicidad con los sirvientes ni despotismo.


Sobre el trato con los vecinos. Los vecinos son la fuente de trato más próxima después de los familiares, y las buenas relaciones con ellos son fundamentales en una vida ordenada; nunca debe darse lugar a malentendidos ni a enemistades.


Sobre el trato entre anfitrión y huésped. La hospitalidad es un requerimiento humanitario al que no se puede dar la espalda y que debe regirse por "la prudencia mundana y el conocimiento humano": procurar que nuestro huésped se encuentre como en casa.


Sobre el comportamiento con personas en situaciones especiales. La honradez y el amor a la verdad, antes que la condescendencia, son las actitudes válidas cuando nos relacionamos con personas en situaciones especiales; en todo caso, la regla a seguir es la proporcionalidad y no aprovecharse de la situación en beneficio propio ni esperar nada a cambio.


Sobre el comportamiento con gente en situaciones especiales. (La distinción entre "personas" en el capítulo anterior y "gente" en este, es literal). La confianza en uno mismo es la estrategia óptima contra los enemigos. Contra la maledicencia, lo mejor es el enfrentamiento público; si hay que tomar partido en una discusión, hacerlo por quien tiene la razón de su parte y mantenerse fiel a él hasta el final. Tampoco en este caso debemos aprovecharnos de la debilidad ajena y sí, en cambio, guiarnos por criterios racionales.


Sobre el comportamiento en distintas ocasiones de la vida. Circunstancias inusuales requerirán comportamientos excepcionales: en los viajes, presencia y frialdad de ánimo son imprescindibles.


Sobre el trato con los grandes de la tierra. El trato con los grandes debe tener en cuenta su especial educación y su aislamiento de la sociedad desde su infancia. En todo caso, ese trato es función de si se depende de ellos o se es libre; en el primer caso, hay que retenerse pero sin caer en la adulación, ante todo, precaución, mostrar sumisión pero sin comprometer la propia dignidad; en el segundo, mantener el respeto que se debe guardar a cualquier persona merecedora de consideración.


Sobre el trato con personas humildes. Afabilidad y cortesía, nunca condescendencia: cuanto mayor sea el grado de privilegio de que presuma el poderoso, mayor será el grado de vejación que sentirá el humilde.


Sobre el trato con cortesanos. Knigge muestra verdadera ojeriza contra los cortesanos, a los que parece relegar al último escalón de la civilización como la clase más abyecta e indeseable. La adaptación para tratar con estas personas, cuando son poderosas y el trato con ellas imprescindible, debe limitarse a lo justo y procurar que no se convierta en una influencia perjudicial para nuestro carácter; es en ese círculo donde la moda dicta su sentencia con mayor influencia.


Sobre el trato con eclesiásticos. El respeto que muestra Knigge hacia las ideas religiosas no alcanza de ningún modo a los profesionales de las creencias; el trato con ellos debe ser tomando todas las precauciones, sin confiarles ningún asunto de importancia, e impidiendo que cojan confianza con esposas e hijas.


Sobre el trato con académicos y artistas. Tampoco los supuestos académicos se libran de las invectivas de Knigge: hay que tomar más precauciones para criticar sus producciones que hacerlo a su persona, su vanidad es inagotable.


Sobre el trato con personas de diversas profesiones en la vida civil. Knigge cierra la sistematización, aunque seguirá unas cuantas páginas más con varios bonus track, poniendo en el punto de mira algunas profesiones "civiles" que requieren, sea por su importancia social, sea por su relevancia intrínseca -incluso por pura utilidad- un trato especial: médicos, juristas, militares, comerciantes, libreros y editores, profesores particulares, artesanos, judíos (!) y campesinos.


Sobre el trato con personas de toda índole. No parece tanto un asunto de consideración personal como el resultado de la observación de la frecuencia en el trato el hecho de que Knigge deje para el final ocupaciones pintorescas cuya relación con la mayoría de individuos es muy esporádica o prácticamente inexistente: los aventureros, a quienes respeta consideradamente; los jugadores, a los que desprecia y con respecto a cuya adicción se muestra muy previsor; y los "embajadores místicos", del trato con los cuales aconseja huir.


Sobre las sociedades secretas y el trato con miembro de las mismas. Knigge concluye la relación del trato con los seres humanos con un grupo que conocía a la perfección. A pesar de su adscripción a uno de ellos, advierte de su peligrosidad e inutilidad y de su degeneración paulatina, aunque su origen haya sido prometedor, ya que todas terminan generando espíritu de secta.


Sobre el modo de tratar a los animales. Considerado por el propio autor como una digresión, las ideas de Knigge en este apartado serían aceptadas, con algunos reparos, por los modernos "animalistas", pues se basa en el respeto hacia los seres inferiores, aunque -aquí, el reparo-, defiende la dieta carnívora.


Sobre la relación entre autor y lector. Finalmente, barriendo para casa, Knigge defiende el papel del escritor honesto atacando a aquellos que quieren gustar a todo el mundo, y reniega de las reseñas amañadas. En cuanto al lector, aconseja no desacreditar de forma ligera el libro ni deducir de éste aspectos personales del autor, y guiarse para la elección de lecturas antes de opiniones que sepa autorizadas que de reseñas interesadas.


Calificación: Hors catégorie

10 de junio de 2016

El viajero de Altruria

El viajero de Altruria. William Dean Howells. Tropo Editores, 2016
Traducción de Irene Oliva Luque
"Ah, no deben ir a Altruria. Deben dejar que Altruria venga a ustedes."
El señor Homo, un viajero de un lejano, aislado y oculto país insular llamado Altruria -un nombre suficientemente explícito- llega a los Estados Unidos de América para una estancia prolongada; a medida que transcurre el tiempo y se acrecienta su conocimiento del país, se le hacen patentes las contradicciones que la civilización contiene a la luz de la razón.
"¿Era de verdad un hombre, un ente humano, una persona como nosotros, o no era más que una especie de solución espiritual, enviada para que el momento precipitase toda la sinceridad que hubiese en nosotros y para mostrarnos cuál era la verdad en cuanto a nuestra forma de relacionarnos?"
La literatura ha empleado el motivo del viaje a un nuevo país donde las circunstancias son distintas de las del origen del viajero en multitud de ocasiones -particularmente durante y después de la Ilustración-, generalmente bajo dos variaciones: cuando el individuo procedente de un país civilizado viaja a un país más atrasado y descubre sus ventajas, y el del viajero cuyo origen es una tierra aislada del progreso que emprende viaje a un país más refinado y se apercibe de sus carencias. El viajero de Altruria (A Traveller from Altruria1894) es una parábola, una novela filosófica de cuando todavía se escribía este tipo de novelas, que se enmarca en el segundo caso de los citados; no se trata de un viaje a Utopía, sino que es la propia Utopía, personalizada en un individuo representativo de aquella sociedad, la que se traslada a la sociedad imperfecta. Inscrita en la tradición del diálogo filosófico del Siglo de las Luces, a diferencia de éstos, los conflictos no se desarrollan entre la aristocracia y el pueblo sino entre los oligarcas y los sometidos; se trata pues de un testimonio del camino que ha recorrido la utopía desde sus inicios, desde textos como Utopía de Tomás Moro o La nueva Atlántida de Francis Bacon, hasta finales del siglo XIX, itinerario en el que este concepto ha ido cediendo contenido filosófico para dotarse gradualmente de argumento de carácter social. 
"Aún estamos lejos de pensar que nuestra civilización sea perfecta, pero estamos seguros de que nuestros ideales cívicos son perfectos. Lo que ya hemos logrado es garantizar a todo un continente la paz perpetua, fundar una economía en la que no existe la posibilidad de miseria, poner fin a la ambición social y política, dejar de utilizar el dinero y eliminar el azar, hacer realidad la hermandad de la raza y vencer el miedo a la muerte." [Parlamento del señor Homo a sus anfitriones] 
La crítica real se este tipo de textos consiste en poner en evidencia ante los satisfechos habitantes las carencias y las contradicciones de su "sociedad perfecta" desde un supuesto escalón inferior de civilización, revelando, en este caso, como el más puro sentido común lo que es visto como candidez por los americanos.
"No resultaba fácil dar por sentada la inocencia que suscitaba la consulta de mi amigo altruriano. Las dudas relativas a su sinceridad era algo que ya había experimentado con anterioridad, y estaban destinadas a acosarme, igual que ahora, una y otra vez. Lo primero que pensé fue que claramente estaba probando conmigo una muestra de ironía barata, una mezcla del débil sarcasmo y la falsa sensiblería que nos hace sonreír cuando aparece en las filípicas de los agitadores industriales. Por un momento no supe si había sido víctima de un representante sindical de vacaciones, que dedicaba su ocio estival a recorrer el país disfrazado de viajero de Altruria y a endosarse a personas con las que no tendría nada que ver con su verdadera personalidad. Pero al instante me percaté de que era imposible."
La sociedad americana está representada por unos personajes que rozan el estereotipo: al novelista y narrador se unen un banquero, un sacerdote, un abogado, un médico, un profesor y un industrial jubilado, una dignísima representación de las fuerzas vivas de aquella sociedad. La perplejidad del altruriano, patente ya en los primeros encuentros con los aborígenes, se va incrementando teniendo en cuenta que el país que visita está bajo la férula de la doctrina protestante más estricta; su sorpresa habría existido de todas formas, pero quizá no hubiese sido tan súbita si hubiera viajado a un país católico. Tal vez teniendo en cuenta este condicionante es por lo que el señor Homo es visto como un peligro por las fuerzas vivas locales, ya que pone en cuestión, razonadamente, los principios rectores, fundamentalmente aquellos que se apoyan en la desigualdad, de la sociedad norteamericana.
"A todos nos complace conocer la realidad, siempre y cuando no se espere que hagamos nada al respecto; en ese caso, la negamos."
La presente edición de Tropo Editores en la primera traducción de esta obra al castellano y una de las pocas disponibles del total de la producción del autor, particularmente prolífico en varios géneros literarios; ni siquiera su obra tal vez más conocida, Indian Summer, cuenta con traducción española. Es increíble, y esto no tiene nada que ver con la reseña, es solamente una reflexión en voz alta, la cantidad de excelente literatura que, por dejadez o por ignorancia, permanece inalcanzable para el lector en castellano.

Calificación: ***/*****

6 de junio de 2016

El ruido del tiempo

El ruido del tiempo. Julian Barnes. Anagrama, 2016
Traducción de Jaime Zulaika
"El arte pertenece a todo el mundo y a nadie. El arte pertenece a todas las épocas y a ninguna. El arte pertenece a quienes lo crean y a quienes lo disfrutan. El arte no pertenece más al pueblo y al Partido de lo que perteneció en otro tiempo a la aristocracia y a los mecenas. El arte es el susurro de la historia que se oye por encima del ruido del tiempo [...]. Todas las definiciones verdaderas del arte son circulares, y todas las definiciones falsas del arte le atribuyen una función específica."
Un hombre de treinta y un años recuerda episodios de su vida, una infancia en una familia de posición desahogada, un primer amor en un sanatorio para tuberculosos y sus inicios como compositor, mientras espera delante del ascensor -tres horas, cinco cigarrillos- en un impersonal bloque de apartamentos de Leningrado, aguardando a los hombres del NKVD que vendrán a detenerlo. Este es el arranque de la nueva novela del británico Julian Barnes, El ruido del tiempo (The Noise of Time, 2016), que recrea algunos episodios -Barnes es un maestro a la hora de convertir, literariamente, la parcialidad en una totalidad- de la vida de Dmitri Shostákovich; la novela está estructurada en tres grandes capítulos: el que corresponde a su juventud, "En el rellano", centrado en las noches que pasa junto al ascensor, en el que los conceptos clave serían la libertad del artista y la denuncia; 
"Era posible que pareciese un hombre humillantemente expulsado noche tras noche por su esposa; o un hombre indeciso que la abandonaba noche tras noche y después regresaba. Pero era probable que pareciera exactamente lo que era: un hombre, como miles de otros en la ciudad, aguardando su detención noche tras noche";
el que atañe a la madurez, "En el avión", relato de un viaje a los Estados Unidos de América para asistir a lo que acaba convirtiéndose en un acto de propaganda del régimen soviético en Occidente, que representa la época de acomodación tras ser rehabilitado y nombrado "compositor del pueblo"; 
"Cuando decir la verdad se volvía imposible -porque conducía a una muerte inmediata- había que disfrazarla. En la música popular judía, la desesperación se disfraza de danza. Y, por ende, el disfraz de la verdad era la ironía. Pues el tirano rara vez tiene el oído afinado para oírla. La generación anterior -aquellos viejos bolcheviques que habían hecho la revolución- no lo habían comprendido, y en parte fue por esto por lo que tantos de ellos perecieron. Su generación lo había captado más instintivamente";
y, finalmente, "En el coche", que se refiere al coche oficial, con chófer, que le facilita el estado, período de la vejez en el que el compositor recoge los frutos de su sumisión al poder agazapado en tras la excusa del "profesionalismo" inocente.
"Ya no temía que lo asesinaran; lo cual era verdad y debería haber sido una ventaja. Sabía que le permitían vivir y recibir la mejor atención médica. Pero en cierto sentido era peor. Porque siempre era posible rebajar a los vivos a un estadio inferior. No se puede decir esto de los muertos."
Shostákovich era un compositor burgués, o mejor (o peor, aún), un burgués compositor, cuando los deseos -quiero decir, las órdenes- de las organizaciones culturales soviéticas era adiestrar a los obreros para que llegasen a ser compositores. La representación de la ópera Lady Macbeth de Mtsensk ha cosechado una crítica devastadora en Pravda -las faltas de ortografía invitan a pensar que el crítico ha sido el propio Stalin-, y Dmitri adivina que será arrestado por desviacionista. El ruido del tiempo es la historia del conflicto entre el arte y el Poder, pero también la narración de la colisión que se produce en el interior del artista entre su ansia de expresión y la autocensura; de hasta qué punto es uno capaz de traicionar su instinto artístico para conseguir el favor del Poder o, incluso, conservar la vida; de cómo hacer prevalecer el poder generador del arte sobre las ansias de amputación de aquellos miembros del cuerpo social que no servían a las arbitrarias directrices del Poder. Es decir, la compatibilidad o la contradicción entre la honradez personal y la honradez artística, y la vinculación entre ambas: ¿se podía ser honrado personalmente pero corrompido artísticamente? Preguntas ociosas, porque la realidad es que ninguna renuncia pone al artista a salvo de la arbitrariedad ya que  esta carece de mecanismos lógicos, menos aún cuando no son palabras lo que se juzga contrario o conforme al Poder, sino música, un lenguaje complejo que requiere descodificación para ser comprendido.
"No quería convertirse en un personaje dramático. Pero, a veces, cuando la mente le patinaba a altas horas de la noche, pensaba: así que la historia ha conducido a esto. Todo aquel esfuerzo e idealismo y esperanza y progreso y ciencia y arte y conciencia para que todo acabe así, con un hombre junto a un ascensor y un maletín a sus pies que contiene cigarrillos, ropa interior y polvo dentrífico; plantado ahí y a la espera de que se lo lleven."
Sin embargo, ¿es el castigo físico, en cualquiera de las variadas formas que puede adoptar -el NKVD era especialista en explorar nuevos procedimientos de tortura-, lo peor que puede sufrir un artista? ¿O el verdadero castigo es la irrelevancia artística, la creación funcionarial? ¿Y qué decir del peor de todos los castigos, el olvido?
"Quizá esto fuese una de las tragedias que la vida urdía para nosotros: es nuestro destino ser en la vejez lo que en la juventud nos hubiera merecido el más grande desprecio."
Aceptar las directrices del Poder tiene otra consecuencia además de coartar la libertad política de la que debe disfrutar cualquier artista: la transformación en "artista oficial" del régimen, la instrumentalización de la obra para validar una determinada orientación política, para complementar el discurso e incluso la represión. La producción artística se relega a un segundo plano y se otorga toda la relevancia a la persona, más fácilmente manipulable, más rápidamente desechable si un cambio de orientación de las directrices del poder así lo dictan.
"Cuando todo lo demás fallaba, cuando sólo parecía haber insensatez en el mundo, se aferraba a esto: a que la buena música sería siempre buena música, y que la gran música era inexpugnable. Se podían tocar los preludios y las fugas de Bach con cualquier tiempo, con cualquier dinámica, y seguiría siendo gran música, a prueba incluso del pobre manazas que tocaba el teclado con diez pulgares. Y de la misma manera no se podía tocar cínicamente una música semejante."
Después de una época desigual -aunque la veneración por el inglés de este lector resiste a pruebas más duras-, Barnes vuelve a su contrastado estilo francés que, sumado a la elegancia en la escritura y al dominio del tono, no hace sino confirmar su inclusión en ese llamado por su editor español dream team de la literatura británica de autores nacidos en la década de los cuarenta; ya les gustaría a algunos miembros de su generación haber mantenido el tipo con tanta solidez.

Calificación: ****/*****


Nota: la lectura de El ruido del tiempo me ha traído a la memoria otra gran novela, grande también en extensión, Europa Central, uno de cuyos protagonistas era el compositor ruso, aunque aquella se centraba en sus líos de faldas; algo debe tener el personaje para que autores tan dispares como William Vollmann y Julian Barnes coincidan en adjudicarle el papel protagonista de sus obras de ficción.





Vídeo de la entrevista concedida por Julian Barnes a Kirsty Wark con motivo de la publicación de El ruido del tiempo, emitido por la BBC el 28 de Enero de 2016

Otros recursos relativos a Julian Barnes en este blog:
31 Oct 2014 ... Barnes estructura su libro más personal en tres relatos en los que especula acerca aquellas cosas que pueden juntarse y de las ...
jediscequejensens.blogspot.com