30 de marzo de 2018

El fin de la muerte

El fin de la muerte. Trilogía Los Tres Cuerpos III. Cixin Liu. PRH, 2018
Traducción de Agustín Alepuz Morales
La Tierra, todavía amenazada por la bomba de relojería de la invasión trisolariana, sigue urdiendo estrategias de defensa, siempre bajo la observación de las sondas-espía. Aun con  esa limitación, y haciendo avanzar a toda velocidad la técnica, se decide enviar una sonda tripulada que se infiltre en la expedición alienígena para que, con la capacidad de intriga humana, pueda enviar información a la Tierra y boicotear la expedición. Simultáneamente, la ciencia terrícola no ha dejado de avanzar y la criogenización está a punto de conseguir "el fin de la muerte".

En cuanto a la gestión del asunto trisolariano, después de establecida una época de disuasión con los antiguos principios de la Guerra Fría del siglo XX, los extraterrestres empiezan a mostrarse colaboradores y comienzan a transmitir instrucciones científicas, como si adivinaran una amenaza de orden superior a la que su avanzada tecnología, a solas, no pudiera hacer frente, de modo que la Tierra acelera su progreso a pasos agigantados; el intercambio buscado consistía en que la Tierra se hiciera más fuerte gracias a los avances de Trisolaris, y este se hiciera más civilizado gracias a la cultura terrícola; eso contando con la buena voluntad de ambas partes, un deseo que nadie podía garantizar.

Sin embargo, pensar en términos de agonista y antagonista retrotrae a la Humanidad a sus épocas de inmadurez. El cambio de estatus conllevará cambios profundos en la concepción del espacio y del tiempo, y el dominio estará en manos no de quien posea el arma más letal sino de quien logre dominar las leyes de la física.

Brillante cierre de la Trilogía Los Tres Cuerpos, con nuevos personajes, nuevos escenarios y geniales giros de la trama, aunque con la especulación científica que la ha caracterizado, y con evidentes homenajes a algunos de los grandes títulos clásicos de la ciencia-ficción mundial.

Calificación: ****/*****

Recursos relativos a la obra en este blog:
Notas de Lectura de El problema de los tres cuerpos. Trilogía Los Tres Cuerpos I
Notas de Lectura de El bosque oscuro. Trilogía Los Tres Cuerpos II

26 de marzo de 2018

Fisiología del flâneur

Fisiología del flâneur. Louis Huart. Gallo Nero Ediciones, 2018
Traducción de Delfín G. Marcos
"El flâneur es el único hombre feliz que existe en la tierra, y es que aun no ha salido el caso de un solo flâneur que se haya suicidado; y, si nunca nuestro hombre se asoma a ese oscuro pozo, en aquellos momentos en los que le invaden ideas más tristes de la cuenta, en lugar de pensar en tirarse de cabeza a ese interminable abismo húmedo, se consuela de inmediato escupiendo en el agua y formando círculos en la superficie del agua. Esto le ocupa entre una hora y una hora y cuarto."
Me parece recordar que la primera vez que leí algo relativo al flâneur fue en una lectura temprana y parcial del Libro de los pasajes de Walter Benjamin; visto en perspectiva, no deja de ser curioso que mi primer acercamiento a este concepto tan inequívocamente francés, y en particular, parisino, fuera desde Benjamin, muy ligado a París, es cierto, pero a la vez tan alemán.

Después de hacer un somero y malintencionado repaso por las diversas definiciones de hombre, Huart llega a la conclusión de que lo mejor lo define es su capacidad de caminar sin rumbo; el hombre sería, pues, parafraseando a Platón, "un animal bípedo, sin plumas, con gabán, que fuma y pendonea". El flâneur, pues, no pasea, deambula.

Preocupado por la degradación que ha experimentado el uso del término, Huart aboga por una redefinición y por la vuelta al significado original, denunciando el mal uso y a los que han contribuido a la confusión.

Haciendo gala de ese humor serio que bebe en las fuentes de Voltaire y de Diderot y que se basa en poner en evidencia las incongruencias de ciertas conductas mediante la simple exposición y la reducción al absurdo de sus supuestos planteamientos teóricos. Por ejemplo, Huart dintingue al flâneur del pasmarote, del mirón, del granuja y del trotacalles, para pasar después a facilitar unos consejos para que todo aspirante pueda acceder, con garantías, al formidable oficio.

Calificación: ****/*****

23 de marzo de 2018

Una vez más para Tucídides

Una vez más para Tucídides. Peter Handke.  Editorial Tresmolins, 2018
Traducción de Cecilia Dreymüller
"Tanto más bonito, real y amplio resultaba el hecho de que durante esta hora simplemente se desenvolviera el escenario en sí, sin una novela que lo limitara." 
Una vez más para Tucídides (Noch einmal für Thukydides, 2007) es un conjunto de dieciséis cuadros, ubicados temporalmente entre 1987 y 1990, que proceden de la contemplación de eventos incidentales en los que la acción queda sustituida por la observación y la narratividad emerge de una mirada precisa y pormenorizada.

Como siempre en Hadke, su literatura se sitúa en los intersticios de los sucesos, en esos lugares en que la realidad es y no es al mismo tiempo, en los intervalos entre los pulsos, en los silencios entre las notas, y descubre aquello que la cotidianidad oculta bajo el velo de la irrelevancia, tras la máscara de lo infructuoso, al otro lado del muro de la inaccesibilidad.

La literatura no tiene que residir forzosamente en el hecho narrado, también puede hallarse en la mirada que lo revela; no en la luna, sino en el dedo que la señala. En este caso, el elemento primordial es el lenguaje, el cristal a través del cual se observa, pues es el principio que le confiere carácter y signo distintivo, cuando el escritor renuncia a su papel de fabulador para convertirse en traductor de instantes, escogiendo de entre todas las miradas posibles, completas y abarcadoras, aquella que va más allá de los hechos y que desvela todo aquello que se halla oculto bajo la piel de la realidad visible. Handke no descubre nexos, su literatura es una literatura de radicales libres, de posibilidades de conexión.

Calificación: ****/*****

Otros recursos relativos al autor en este blog:
Notas de Lectura de Los avispones
Notas de Lectura de La noche del Morava
Notas de Lectura de Ensayo sobre el lugar silencioso
Notas de Lectura de Los hermosos días de Aranjuez
Notas de Lectura de Lento en la sombra

19 de marzo de 2018

Las fronteras del significado

Las fronteras del significado. Tres charlas sobre música. Charles Rosen. Acantilado, 2018
Traducción de Francisco López Martín
"Comprender la música es creer que la comprendemos."
Charles Rosen, el músico e investigador norteamericano, especula acerca de la suposición  de que la música posea un significado, aunque no podamos desentrañarlo por más que la comprendamos, pero que no transmita necesariamente ningún mensaje más allá de procurarnos el placer de la escucha o de la interpretación. Comprender una música determinada, pues, no es tanto descifrar aquello que intenta comunicar como haber incorporado su forma en nuestro sistema de reconocimiento.

Los no profesionales -y, deseablemente, también ellos- sólo podemos comprender -o comprendemos  en mayor grado- a través del lenguaje de la tradición; sin embargo, de forma paradójica, la tradición es el criterio con menos autoridad para juzgar una obra musical -y, por extensión, cualquier obra de arte-.
"El efecto de la musicología en las interpretaciones suele consistir en alentar a los músicos más ambiciosos a convertirse en una molestia para el oyente."
La estupidez que ha llevado a enmendar algunas armonías del propio Beethoven -al que, una vez recluido bajo la calificación de clásico por la crítica, esta misma considera errores aquellos fragmentos que no pueden encuadrarse es esa clasificación- es un fenómeno del que es imprescindible huir.
"El intérprete tiene el deber moral de elegir la versión que le parezca musicalmente superior, al margen de las intenciones manifestadas por el compositor; asimismo, el pianista tiene la responsabilidad moral de tratar de convencerse de que el compositor sabía lo que hacía."
Rosen apunta también la idea de que la inmortalidad se alcanza cuando una obra trasciende la época para la que estaba destinada, el público o el entorno cultural, cuando sus características son valoradas por una época posterior en lugar de ser considerada anacrónica o superada, sea formal, sobre todo, o conceptualmente, todo ello en hábil combinación con cierto beneplácito del estamento cultural dominante y de una imperceptible predisposición del propio artista.

No hace falta -es más, actúa en su contra- explicar lo evidente cuando esto, por su propia naturaleza, a se muestra con suficiente claridad. Descifrar una partitura -lo evidente- no debería consistir en analizarla nota a nota sino en identificar -desvelar- las relaciones existentes entre ellas -lo dinámico-.
"El análisis más convincente no es el que esclarece lo esotérico, sino el que ilumina el lugar común. Nos ayuda a descubrir lo que aun no éramos conscientes de saber, saca a la superficie esa parte de la experiencia de la escucha de la que sólo teníamos una conciencia parcial."
Estupendo libro que, desde la brevedad y con los ejemplos suficientes, pone en la picota algunas de las convicciones a las que algunos aficionados, entre los que se encuentra este lector, y tal vez algún que otro profesional, podíamos sentirnos tentados a otorgar estatuto de incuestionables.

16 de marzo de 2018

Lucky Jim

Lucky Jim. Kingsley Amis. Impedimenta, 2018
Traducción de Eder Pérez Garay
Jim Dixon es un profesor universitario -lo que equivaldría en la actualidad, en el sistema español, a un profesor asociado, es decir, un profesor con todos los deberes y sin ningún derecho- inmerso en el intrigante mundo académico británico. Pero Lucky Jim (Lucky Jim, 1954, primera novela de Amis; por cierto, excelente elección del editor en mantener el título original) es mucho más que una novela de campus -toda una tradición en la literatura de la isla- al uso.

Dixon es un protagonista, aunque procedente de una familia plebeya, sujeto a las convenciones de la buena sociedad académica, obligado por razones profesionales a seguir los pactos implícitos en esas relaciones y a aceptar los códigos que rigen ese trato tan peculiar, pero con la suficiente inteligencia como para mantenerse, personalmente, al margen de ese mundo impostado y pretencioso.
"Imagínate en qué lugar queda la universidad. "Le hemos pagado un dinero a fulanito para que vaya a la universidad y ahora, pasados siete años, nos cuentan que jamás conseguirá un título. Han dilapidado nuestro dinero". Si instauráramos un examen de acceso que mantuviera lejos a los ágrafos y a los analfabetos, las matriculaciones caerían en picado, y la mitad de nosotros perderíamos el trabajo. Y no olvides la otra exigencia: "Queremos contar con doscientos profesores este año, y los conseguiremos sea como sea". Muy bien, bajemos la nota de corte a veinte puntos porcentuales, pero, por el amor de Dios, cuando pasen dos años... ¡que nadie se queje de que sus escuelas están llenas de maestrillos incapaces de sacarse el Graduado Escolar, y no digamos de preparar a nadie para que lo apruebe!"
Pero el mundo universitario, particularmente el que configuran sus superiores jerárquicos, a los que debe contentar y obedecer si quiere seguir disfrutando de su estatus académico, no es el único calvario que debe recorrer Dixon, que en su desempeño con las mujeres no es mucho más afortunado. 
"Los rasgos arcillosos del profesor dibujaron una expresión indefinible mientras su atención, como una escuadra de viejos y lentos buques de guerra, iniciaba un cambio de rumbo para enfrentarse a la nueva situación."
Rechazado o, peor, tomado a broma por las mujeres que podrían interesarle, es sometido a verdaderos estados de sitio por momificadas esposas de catedráticos y por colegas inteligentes pero de interés sexual nulo; en este grupo, como muestra, se halla el caso de una supuesta novia cuya relación prematrimonial tiende al infinito y que parece estar esperando unos sucesos que nadie conoce y que, probablemente, caso de suceder, pasarían por alto sin ser identificados. 
"Algún día descubrirás que el matrimonio es un buen atajo para llegar a la verdad. No, en realidad no lo es... Es sólo una buena manera de volver sobre tus propios pasos a fin de alcanzar la verdad. También descubrirás que los años de la ilusión no son los de la adolescencia, como nos dicen los adultos. Es en los que vienen inmediatamente después, los veintitantos, la falsa madurez, por así decirlo, cuando nos enamoramos hasta la médula por primera vez y perdemos la cabeza. Justo tu edad, Jim. Cuando caes en la cuenta de que el sexo es importante para más gente y no sólo para ti. Un descubrimiento así le hace perder el equilibrio a cualquiera..."
Y cerraría el círculo de sus pesares la comunidad de alumnos, esos seres estúpidos cuya tarea vital es darle trabajo, particularmente el grupo de los listillos, esos monstruos superpreparados especialistas en cuestionar sus conocimientos y sus aportaciones académicas.

Amis teje su novela en base a una sucesión de diálogos ocurrentes sostenidos por personajes más o menos inteligentes pero siempre ingeniosos, cuya fluidez ahorra al narrador largas peroratas acerca de los acontecimientos y que sirven para caracterizarlos con mucha más precisión que las más detalladas descripciones. El humor de Amis se sostiene sobre dos pilares: la sucesión de situaciones que pueden mover a la sonrisa pero que, a diferencia de otra literatura cómica, jamás traspasa la frontera del absurdo; y el uso de un estilo que busca la comicidad desde y entre la elegancia y la finura, pero que evita el trazo grueso y la astracanada formal.
"En su maletín llevaba un librito de versos escritos por un poeta contemporáneo al que, en su fuero interno, odiaba. Lo había comprado esa misma mañana para hacerle un regalo espontáneo a Margaret. La sorpresa aunaría a las mil maravillas una demostración de afecto con el halago inherente a la elección de un poemario. Un cierto recelo, bastante habitual en él, le invadió al recordar la dedicatoria que le había escrito en la página de cortesía, pero su buen humor le permitió acallarlo."
Otros recursos relativos al autor en este blog:
Cuentos completos. Kingsley Amis. Impedimenta, 2015
Stanley y las mujeres. Kingsley AmisImpedimenta, 2017

12 de marzo de 2018

Tres circunvoluciones alrededor de un sol cada vez más negro

Tres circunvoluciones alrededor de un sol cada vez más negro. Grégoire Bouillier. Hurtado y Ortega, 2018. Traducción de Albert Fuentes Sánchez y Ona Rius Piqué
"A menudo basta con saber algo para creer que uno sabe algo y sentirse en paz."
El día 6 de octubre de 1990 fue lanzada al espacio la sonda Ulysses con la misión de recabar datos sobre los polos solares. Después de una primera órbita alrededor de nuestra estrella, entre los años 1994 y 1995, y debido a su buen funcionamiento y a la posibilidad de alargar la misión -una pena de muerte conmutada en condena perpetua en función de su utilidad: seguir recabando datos-, se redirigió para una nueva órbita que tuvo lugar entre los años 2000 y 2001, y de nuevo una tercera en 2007 y 2008. El 30 de junio de 2009, una vez agotadas la fuentes de energía, se dio por finalizada la misión.

Tres circunvoluciones alrededor de un sol cada vez más negro es la recopilación en un solo volumen de los tres primeros libros publicados por Grégoire Bouillier: Informe sobre mi persona (Rapport sur moi, 2002), El invitado secreto (L'Invité mystère, 2004), y Cabo Cañaveral (Cap Canaveral, 2008), tres verdaderas circunvoluciones alrededor de un sujeto a examen.
"Bouillier significa "bosquecillo de abedules". Por eso conozco de qué madera estoy hecho, algo que no todo el mundo tiene la fortuna de saber."
El punto de partida de una vida es, como es natural, el nacimiento, pero el inicio de una autobiografía no tiene porque coincidir con ese momento, que se da por descontado, sino con cualquier otro hecho que, con el transcurso del tiempo, se ha convertido en relevante; la infancia de Bouillier se desarrolla en función de una infección microbiana que padeció a los cuatro años y se despliega como una sucesión de derrotas, cada una seguida de su pérdida correspondiente, como si se naciera con una equipación completa y la vida no consistiera no tanto en la adición de nuevos elementos sino en la pérdida paulatina hasta su total agotamiento, que es la muerte.
"Tenía trabajo y techo. Podía respirar un poco. Nada es definitivo."
La adolescencia, primera piedra de toque, llega tan corporal como poco romántica: no existen enamoramientos con pretensión de eternidad ni tragedias que rivalizarían con las clásicas, sino sólo un súbito cambio en la percepción del cuerpo de las mujeres, y ni siquiera las de su misma edad. Educado en un ambiente sexualmente liberal, el protagonista ha estado en contacto con los cuerpos desnudos desde su infancia; el descubrimiento no consiste, pues, en la revelación de un cuerpo distinto sino en el conjunto de significados agregados a esa revelación: es el verdadero descubrimiento de la alteridad, de ese otro que existe por sí mismo y no en función de uno.
"No soy nada. Estoy solo. El universo no me pertenece. Hay un mundo que es el de los adultos y no coincide con el de los mayores que conozco. Como un cambio de escala en detrimento mío. No me siento unido a nada. Se han cortado los puentes. Soy un extraño. Extemporáneo. Libre y vano."
El regreso a la realidad desde los abismos de la ensoñación nunca es incruento; cuando un paseo acelera su marcha y se convierte en una carrera desatada, es posible que no haya tiempo para detenerse al borde del precipicio, que falte el espacio necesario para frenar y no caer. El pasado insiste en su persecución y sorprende en el lugar y en el tiempo menos pensados.
"Su llamada me había vuelto a sumir en infernales vilezas que creía superadas y que de pronto ya no lo estaban, y sentí con espanto que retrocedía hacia negras ideas de las que me creía librado, convertido una vez más en presa de monstruos antiguos de rostros desencajados como si todos mis esfuerzos por escapar de ellos y seguir adelante no hubieran servido a la postre para nada y que nada servía nunca para nada."
Cuando la realidad, ese ente que creíamos inmutable, cambia sus parámetros, nos acomete a traición y nos oculta o nos modifica ese encaje en el que habíamos llegado a sentirnos cómodos, cualquier alteración de nuestra relación con el mundo pierde sus coordenadas conocidas, tanto físicas como morales, y el pasado, en lugar de llevarnos a terrenos sabidos -pues no otra cosa es la experiencia- no actúa sino como lastre que malogra nuestros repetidos intentos de adaptación.
"No me invento nada porque tengo demasiada imaginación como para caer tan bajo."
La individualidad no es más que una ilusión con la que pretendemos dotar de coherencia al conjunto de pensamientos y experiencias que fabulamos que componen nuestro yo. Sin embargo, esa coherencia no existe en la idea que tienen de nosotros los demás, que nos interpretan en función de numerosos parámetros condicionados por sus propias ideas y que pueden ser tan dispares como sus propias personalidades. Pero incluso nuestra idea de esa individualidad es falsa cuando en situaciones parecidas somos capaces de reaccionar con respuestas de lo más heterogéneas.
"Estaba convencido de que mis recuerdos no podían engañarme ni inventarse cosas. No los míos. Mis recuerdos eran los únicos que podían dar testimonio de lo ocurrido. Y, mira tú por dónde, también ellos me habían traicionado. Como todo."
Si el pasado, aquello que ha ocurrido, está siempre disponible, ¿qué determina que accedamos, o no, a un determinado episodio? Se ha considerado al proceso de la memoria involuntaria como desencadenante, y parece verosímil que explique casos como el que relata Marcel Proust, pero ¿qué sucede en aquellas ocasiones en las que el recuerdo persiste pero va cambiando de contenido en función de las experiencias posteriores? ¿Tan frágil es nuestro recuerdo como para que no pueda mantenerse con cierto grado de invariabilidad? ¿O es que nuestra capacidad de evocación posee la suficiente potencia como para modificarlo en función de las circunstancias? ¿O es la incontrolable fuerza del lenguaje la responsable de que una vez verbalizado un recuerdo, ese contenido por fuerza diferente del contenido de la memoria en sí mismo, lo borre y tome su lugar, dejándolo inaccesible para evocaciones futuras?
"Y de este abismo entre las palabras y los actos. El abismo de siempre. Aquí como en todas partes. Palabras tan poco a la altura de los hechos. Tan poco a la altura de los desórdenes del mundo. Sin afrontarlos. Conformándose con deslizarse en paralelo. Con deslizarse impunemente. Henchidas de sí mismas. Como de costumbre sin preocuparse de saber qué quieren decir. Lo que tratan de decir."
El mundo que se construye con palabras sólo puede ser destruido con palabras. Tal vez su final empiece a producirse justo cuando comienza a describirlo, y acaba demolido en el mismo monento en que se completa su explicación.
"... contar no mi vida, porque valía tanto como cualquier otra, sino lo que esta me había contado a mí y lo que me había parecido descifrar escuchando su lengua."
Con independencia de los designios del escritor, ya desde las primeras páginas se descubre el carácter biográfico, si bien con algunas particularidades que las distinguen de las autobiografías al uso. En su planteamiento, el uso sucesivo de tiempos verbales de presente y de pasado desarrollan cada escena a ritmos variables, acelerando y deteniendo la acción en función de sus intenciones. La ausencia de literatura, es decir, de ornamento y de elementos accesorios que puedan llegar a confundir o camuflar el mensaje, sacrificando la sinceridad en aras de la belleza es otro de los trazos particulares de Bouillier; la literatura y la impostura avanzan de la mano desde que el primer aedo congregó a un grupo de oyentes, pero la relación entre ambas, en el caso de una autobiografía, puede o no puede ser tan estrecha:
"En primaria, saqué mi mejor nota de redacción cuando describí el zoco de Marrakesh, con sus colores tornasolados y sus aromas embriagadores. La maestra leyó la redacción delante de todos los alumnos e incluso la hizo circular por otras clases. Aquel fue mi primer éxito ante el mundo. Me hizo reflexionar mucho acerca de la literatura y la impostura: nunca había estado en Marrakesh y no tenía olfato."
Pero, por encima de esas notas, secundarias aunque relevantes, se halla la aportación principal, en distinto grado en los tres libros, pero presente en todos ellos: Tres circunvoluciones alrededor de un sol cada vez más negro no es tanto la biografía de un personaje como el relato de los acontecimientos de una vida; "mi afán no era existir en este mundo, sino hacer existir un mundo."

A pesar de tratarse de unas memorias, un relato, por tanto, cuyo protagonista es el mismo autor, sorprende la franqueza con que desarrolla los hechos tanto de la infancia, en los que se supone un alto contenido de invención, como los de la juventud, observados con mayor objetividad, evitando, en el caso de las conductas reprobables, la más mínima justificación.

Algún día, todas las autobiografías se escribirán así.
"No vuelves cuando te vas. Todo ese dolor para nada. Sería ridículo."
Calificación: *****/*****

9 de marzo de 2018

Labranza arcaica

Labranza arcaica. Raduan Nassar. Sexto Piso, 2018
Traducción de Juan Pablo Villalobos
"Hago este registro en memoria del abuelo: al sol y a las lluvias y a los vientos, así como a otras manifestaciones de la naturaleza que hacían prosperar o arruinar nuestra labranza, el abuelo, al contrario que los discernimientos promiscuos de nuestro padre -en los que aparecían injertos de varias geografías-, respondía siempre con un eructo tosco que valía por todas las ciencias, por todas las iglesias y por todos los sermones de nuestro padre: "Maktub"."
Humedad, pesadez del aire, calor pegajoso, ambiente turbio que difumina los contornos de las cosas y hace que los seres vivos se muevan con desplazamientos lentos y morosos; el sol no ilumina, cae. Cierto sentimiento de laxitud se apodera del aire y los límites morales se relajan y tienden a desaparecer como si la llamada de lo salvaje ensordeciera la contención y los reparos.
"... toda palabra es una semilla: trae vida, energía, puede traer incluso una carga explosiva en su interior; corremos graves riesgos cuando hablamos."
Lo peor de ser derrotado en campo ajeno es tener que iniciar la huida sin tiempo para planearla, aunque siempre cabe la posibilidad de regreso cargando con el peso de la pérdida al lugar de origen. Cuando la derrota es en campo propio, en cambio, no queda sino el exilio. Labranza arcaica es la historia de un exilio.

Las sociedades cerradas se rigen por rituales: el aislamiento, físico, moral, provoca que determinados roles que destinados a desempeñarse fuera del ámbito del grupo se vean obligados a desarrollarse de forma endogámica, traspasando de este modo las fronteras morales convencionales y creando, para los individuos ajenos al grupo pero también para los propios -la impronta social es persistente-, el estigma del transgresor.

No todas las huidas tienen el mismo carácter; la huida de es siempre un regreso; la huida hacia, en cambio, es una partida sin retorno.
"Desde mi fuga, callando mi revuelta (¡tenía contundencia mi silencio!, ¡tenía textura mi rabia!), yo, a cada paso, me distanciaba de la hacienda, y si acaso distraído me preguntaba: "¿Adónde estamos yendo?", no importaba que yo, alzando los ojos, alcanzara paisajes muy nuevos, quizás menos ásperos, no importaba que yo, caminando, me condujera a regiones cada vez más alejadas, puesto que habría de oír, claramente, de mis anhelos, un juicio rígido; era un cascajo, un hueso riguroso, desprovisto de cualquier duda: "Siempre estamos de camino a casa"."
Cuando, en un grupo sometido a tiranía que se rinde a la situación de sumisión y asume su capitulación, un elemento se rebela, antes que tomarlo como un ejemplo a seguir, se le considera un traidor, la liberación es imposible. La frustración de los que siguen sometidos se convierte en anhelo de venganza, de tal forma que si el fugitivo regresa, en lugar de aprovechar su experiencia, será delatado y castigado por sus propios semejantes, que sustituirán al tirano en el papel represor.
""Pedro, hermano mío, eran inconsistentes los sermones de nuestro padre", dije de pronto con la frivolidad de quien se rebela, sintiendo por un instante, aunque fugaz, que su mano ensayaba con aspereza el gesto de reprimenda, pero enseguida retrayéndose callada y presurosa, era la mano asustada de la familia salida de la mesa de los sermones; qué rostros más saciados, nuestros rostros adolescentes alrededor de aquella mesa: nuestro padre en la cabecera, el reloj de pared a sus espaldas, cada palabra suya ponderada por el péndulo, y nada en aquellos tiempos nos distraía tanto como las campanadas graves que marcaban las horas."
El lastre es el ancla que nos encadena a lo firme, que permite que el movimiento tenga un punto de referencia fijo pero que, a menudo, impide avanzar. La vida está llena de lastres; algunos, como la edad, los suelta el simple transcurso del tiempo; otros, como la familia, deben ser liberados a fuerza de voluntad pues su propósito de permanencia es firme; pero existen algunos, como el pasado, que a pesar de poseer una cuerda que parece extensible hasta el infinito, jamás pueden liberarse del todo, su importancia les confiere vida propia e incluso pueden disfrutar de existencia independiente. Un lastre que ofrece la ilusión de liberación, el espejismo de la superación, el engaño de la desaparición, para ir soltando cabo hasta que permite vislumbrar, en un inaccesible arriba, algo que parece la boca del pozo pero no es más que la inaccesible piedra que corona el encierro.
"Yo, el hijo indómito, el eterno convaleciente, el hijo sobre el que pesa en la familia la sospecha de ser un fruto diferente; tienes que saber, querida hermana, que no me rebelo siguiendo principio alguno, ni cargo siempre con esta cara agria por gusto, ni con la rabia que vuelve ásperas las facciones, ni tampoco he elegido esconderme  o vivir en una pesadilla, como dicen; quiero reivindicar, querida hermana, el barro turbio de esta máscara, eliminando de los ojos la chispa de demencia que los incendia, removiendo las ojeras torvas de mi rostro adolescente, limpiando para siempre la marca que traigo en la frente, esa cicatriz sombría que no existe pero que todos presienten."
El regreso es una ilusión, nunca se vuelve al lugar del que se ha huido. Las ruinas que ha provocado la ausencia se imponen sobre el deseo de ocultarlas, e igual que el tiempo no puede recuperarse es imposible volver al lugar que ni fue y ni puede volver a ser.

 El hijo pródigo regresa al lugar físico que abandonó, pero la herida que dejó a las personas que descuidó no puede borrarla ni el tiempo ni el mismo hecho de su regreso; si acaso, reabrirá las viejas afrentas y reactivará los reproches, suscitando nuevas venganzas para las antiguas rencillas.
"... ya no reconozco los valores que me aplastan, me parece una triste simulación vivir en la carne de terceros, y no entiendo cómo se puede ver nobleza en el remedo de los despojados; la víctima ruidosa que aprueba a su opresor se vuelve dos veces prisionera, salvo que se entregue a esa pantomima movida por su cinismo."
No hay que rastrear las huellas del perdón en la actitud del padre del pródigo; la reacción humana natural es la de su hermano; el fugado es aceptado de nuevo porque su vuelta significa que acepta la autoridad del padre. Todo regreso significa una renuncia a los principios que provocaron la huida y la aceptación de la jerarquía. Todo regreso es, finalmente, una sumisión.
"El tiempo, el tiempo y sus aguas inflamables, ese río largo que no se cansa de correr, lento y sinuoso, él mismo descubriendo sus caminos, recogiendo y filtrando de diversa dirección el caldo turbio de los afluentes y la sangre rojiza de otros canales para construir con ellos la razón mística de la historia, siempre tolerante, pobres y confusos instrumentos, con la vanidad de los que reclaman el mérito de darle el curso, no cabiendo a pesar de todo disputarle el cauce en el que ha de fluir, cabiendo menos aun a cada cual remontarlo a contracorriente."
Calificación: ****/*****

5 de marzo de 2018

La Comedia humana VI

La Comedia humana. Escenas de la vida de provincia. Volumen VI. Honoré de Balzac. Hermida Editores, 2017. Traducción de Aurelio Garzón del Camino
"La Francia del siglo XIX está dividida en dos grandes zonas: París y la provincia; la provincia, envidiosa de París, y París no pensando en la provincia sino para pedirle dinero. En otro tiempo, París era la primera ciudad de provincia, la corte prevalecía sobre la ciudad; ahora París es toda la corte y la provincia es toda la ciudad."
El sexto volumen de La Comedia humana da inicio a la segunda sección, "Escenas de la vida de provincia", perteneciente a la división "Estudios de costumbres". Inasequible al desaliento, Hermida Editores sigue cumpliendo con el compromiso que supuso editar el primer volumen de esta opera magna de la literatura occidental; como en las ocasiones anteriores, me limitaré a redactar una pequeña introducción a cada una de las obras incluidas en el volumen, haciendo más hincapié en los detalles sociales y de las costumbres que en la acción propiamente dicha.

Si bien en buena parte de las novelas de la serie "Escenas de la vida privada" los protagonistas pertenecían a la nobleza de provincias, aunque a menudo eran tomados en consideración en contraste con el estrato social equivalente de la capital, es en el presente ciclo en el que Balzac pone bajo su punto de mira a esa vida de provincia con la condescendencia del que se siente superior pero también con la determinación del arqueólogo que no sólo debe descubrir los vestigios del pasado sino también interpretarlos.


Ursule Mirouët


Por más que la ambición sea un sentimiento que permanezca siempre alerta sin importarle el medio en que se reproduce, su objeto sí difiere en función  de la localización: la pequeña nobleza de provincias, en contraste con la capitalina, que tiene acceso a la corte -real, imperial o republicana, pero corte al fin y al cabo-, aquella conserva el nombre y algunas propiedades, invendibles debido a sus inasumibles hipotecas, pero va justa de efectivo; la burguesía, en cambio, sobre todo la de nuevo cuño, aunque de origen campesino o comerciante, puede carecer de nombre y distinción, pero dispone de una buena cantidad de dinero procedente de las rentas de sus inversiones, conservadoras pero altamente provechosas. A este estrato  social pertenecen los protagonistas de Ursule Mirouët (Ursule Mirouët, 1842), las verdaderas fuerzas vivas de la localidad: Minoret, el médico retirado; el abate Chaperon, el párroco; el capitán Jordy, militar licenciado, y Bongrand, el juez de paz. Todo el grupo, como es costumbre en Balzac, es descrito tanto físicamente, con la exactitud del observador atento, pero también caracterizado moralmente, con frecuencia contrastándolos entre sí y, de este modo, anticipando sus acciones como quien ha trazado un recorrido calculado al milímetro.
"La competencia en todo exige grandes esfuerzos a aquel que quiere hacer una fortuna. Los medios ilegales requieren más talento y trabajos subterráneos que una empresa a la luz del día. Los éxitos mundanos, lejos de dar una posición, devoran el tiempo y exigen una enorme cantidad de dinero. El nombre de Portenduère, que su madre le decía ser todopoderoso, no era nada en París. Su primo el diputado, el conde de Portenduère, era una modesta figura en el seno de la cámara electiva, ante los pares y la corte, y no gozaba de suficiente crédito ni aun para sí mismo. El almirante de Kergarouët no existía sino por su mujer. Había visto a oradores y a personas procedentes del medio social inferior a la nobleza o bien a hidalgos modestos ser personajes influyentes. El suma, el dinero era el eje, el único medio y el único móvil de una sociedad que Louis XVIII había querido crear a ejemplo de la inglesa."
La herencia del doctor es codiciada por tres familias colaterales que ven amenazada su aspiración por la mera existencia de Ursule Mirouët, la ahijada del médico. Decididos a hacer valer sus derechos por encima del beneficio de una descendiente de bastardos, urden una conspiración que les asegure el porvenir aprovechándose de los recovecos de la ley francesa, siempre favorable a la legitimidad, y de la supuesta inocencia de la ahijada. Balzac no se contiene a la hora de desvelar la envidia y la mezquindad de esa nobleza, en versión provinciana, preocupada no tanto por su subsistencia como por pretender y afianzar una posición en la comunidad que precisa de inyecciones constantes de bienes y de efectivo que su propia situación, menguada como consecuencia de múltiples avatares testamentarios, ya no puede asegurar. En provincias todo es más duro, menos sutil; las deudas, más insostenibles; las venganzas, más sangrientas; las enemistades, más irreconciliables; las luchas por el poder, más cruentas.

El caso del noble arruinado que intenta paliar su situación mediante un matrimonio de conveniencia con una heredera plebeya es un tema recurrente en La Comedia humana; a pesar de esta repetición, en cada visita al tema Balzac planea diversas variaciones en el polinomio de afectados como si quisiera cubrir, en el conjunto, todas las opciones posibles, sabedor de que este era, además de un asunto novelesco, una situación común en los convulsos tiempos históricos de la Francia contemporánea: una vez más, el declive de la nobleza de provincias, obligada a claudicar ante el empuje de la burguesía adinerada.

"Los tontos obtienen más ventajas de su debilidad que las personas de talento logran de su fuerza. Se contempla, sin ayudarle, a un gran hombre que lucha contra la suerte, y se financia a un abacero en quiebra, pues la gente se cree superior protegiendo a un imbécil, mientras que le enfada no ser igual a un hombre de genio."
Pero Balzac nunca escribe una sola novela cuando escribe una novela. Ursule Mirouët es una novela de costumbres que se convierte en una historia de amor para terminar transformándose en una narración de intriga cuyo suspense resuelve la sagacidad de un personaje secundario en la composición pero primordial en la trama.

Eugénie Grandet


Eugénie Grandet es una de las obras mayores de Balzac y, junto con Papá Goriot y Las ilusiones perdidas, una de las novelas que mejor representa las intenciones éticas de su literatura. Escrita en 1835, cuando el proyecto de La Comedia humana aun no había sido formulado, fue probablemente uno de sus disparadores, pues fue con ella con la que dio comienzo a la serie "Escenas de la vida de provincias"; fue en su novela inmediatamente posterior, la mencionada Papá Goriot, donde empezó a utilizar el recurso de hacer reaparecer personajes presentados en novelas anteriores. En todo caso, Eugénie Grandet, perteneciente a la primera época del escritor, representa su consagración definitiva como novelista de gran audiencia pero también el establecimiento de un estilo que, después de haber sido ensayado en algunas obras precedentes, acabará definido y unido inseparablemente a su autor.
"El señor Grandet inspiraba, pues, la estimación respetuosa a la que tenía derecho un hombre que no debía jamás nada a nadie, y que, como antiguo tonelero y antiguo viticultor, adivinaba con la precisión de un astrónomo cuándo era necesario fabricar para su cosecha mil cubas y cuándo quinientas únicamente; que no faltaba nunca a uno solo de sus tratos; que tenía siempre cubas para vender cuando estas valían más que el género que había que cosechar, y podía guardar siempre su cosecha en sus bodegas esperando el momento oportuno de vender su tonel en doscientos francos cuando los pequeños propietarios daban el suyo por cinco luises."
La vida de provincias posee personajes sin equivalente directo, al igual que sucede en el caso contrario, entre los habitantes de la ciudad; las diferencias inherentes al medio natural podrían ser una razón de esa disparidad aunque más parecen la resultante de la disparidad sociológica: la presencia del séquito real hace exclusivas de la capital la existencia del cortesano de modo parecido a como la importancia de los bienes raíces y su rentabilidad otorgan al cacique rural, dicho sea en sentido amplio, un papel preeminente en la provincia. 

La acción principal, como en otras muchas obras de la serie, se sostiene en la existencia de un círculo íntimo de personajes alrededor del protagonista; en este caso, los Cruchot, juez de familia funcionarial y adinerada, compuesta por el padre, el hijo y un abad; y los Des Grassins, banquero, formada por los mismos parientes; ambas familias, por supuesto, con un pretendiente dispuesto a cortejar a la joven hija de la casa.

"Había recibido la espantosa educación de ese mundo en el que en una soirée se cometen con el pensamiento y con la palabra más crímenes de los que pueden castigar los tribunales, y en el que las frases ingeniosas asesinan las ideas más grandes; en el que nadie es tenido por fuerte sino cuando se le cree hombre positivo; y allí, ser hombre positivo es no creer en nada, ni en los sentimientos, ni en los hombres, ni aun en los hechos, porque en ese mundo se fabrican también hechos falsos. Allí, para ser un hombre positivo es necesario pesar cada mañana la bolsa de un amigo, saber colocarse políticamente por encima de cuanto sucede de un modo provisional, no admirar nada, ni las obras de arte, ni las acciones nobles, y atribuir como único móvil el interés personal."
Balzac afina su sentido de la ironía, y si bien su tratamiento de los personajes contiene invariablemente altas dosis de causticidad, parece regodearse especialmente en los protagonistas principales y en mayor medida en función de su importancia en la trama, llegando, a menudo, a componer verdaderas caricaturas no exentas de generosas dosis de una mala baba proverbial.
"Y le lanzó una verdadera mirada de provincias, donde por costumbre ponen las mujeres tal recato y prudencia en sus ojos que les prestan la golosa concupiscencia peculiar también a los eclesiásticos, para quienes todo placer parece un robo a una falta."
Pero la relativa calma de la vida de esos provincianos, con sus preocupaciones mínimas fruto del ocio y de las rencillas domésticas, se ve interrumpida por la llegada del sobrino de Grandet -todo lo malo viene de París, de la capital sólo puede esperarse lo peor-, dejado en tutela a su tío como última voluntad por un padre arruinado. Esta llegada acaba no sólo con la paz  familiar, impuesta a hierro y fuego por el cabeza de familia, sino que también rompe, con ecos babilónicos, el equilibrio del triángulo entre los dos pretendientes y Eugènie, y convierte un conflicto local en un enfrentamiento global. Pero la provincia no está dispuesta a vender su derrota a cualquier precio, y la amenaza de un enemigo común provoca alianzas imprevistas, olvidando momentáneamente sus diferencias, contra el invasor capitalino.
"Después de haber saludado a los tres Des Grassins, los tres Cruchot se volvieron a su casa, empleando ese genio analítico que poseen los provincianos para estudiar en todos sus aspectos el gran acontecimiento de aquella velada, que alteraba las posiciones respectivas de cruchotistas y grassinistas. El admirable sentido práctico que dirigía las acciones de aquellos grandes calculistas les hizo comprender a unos y a otros la necesidad en que se encontraban de establecer una alianza momentánea contra el enemigo común. ¿No debían impedir mutuamente que Eugénie se enamorase de su primo y que Charles pensase en su prima? ¿Podría resistir el parisiense las pérfidas insinuaciones, las calumnias disfrazadas, las maledicencias envueltas en elogios y las negativas inocentes que iban constantemente a agitarse en torno suyo y a enviscarse del mismo modo que las abejas envuelven en cera el caracol que ha caído en su panal?"
Desde el momento en que existen o parece que vayan a existir culpables, en la literatura del siglo XIX, se hace necesaria la redención. El sobrino parisino llega con aires de Mesías a la atrasada provincia para redimir a su familia y rescatarla de la rusticidad. Sin embargo, el aciago destino ha querido que, visto en una necesidad perentoria, tenga que confiarse al buen hacer de quien creía un bruto pueblerino y ceder su papel de redentor a cambio del de redimido. Y, por encima de los asuntos terrenales, sobreviene la última y verdadera redención espiritual, la que actúa sobre las cuestiones morales y la única que se revela de forma desinteresada.

Pero esa amplia redención quedaría corta si no alcanzara al personaje que más se la merece, y ante el hecho de que ninguno de los protagonistas puede ofrecérsela, será el propio Balzac el encargado de administrarla y de hacerla extensiva a ese ámbito provinciano del que se ha burlado a lo largo de toda la novela.

El ilustre Gaudissart

El objeto de la segunda serie de La Comedia humana es la vida de provincias, pero ese sería un propósito demasiado amplio y poco concreto para las intenciones abarcadoras del novelista. Por más que sus obras mayores, en esta serie y en la que la precede, versan sobre personajes emblemáticos de esa ubicación geográfica, el fresco se completa con pequeños apuntes, obras de menor extensión y ambición, referidas a personajes anecdóticos pero que, en su insignificancia, constituyen el relleno imprescindible para dar consistencia al edificio. Entre esas obras menores se cuenta El Ilustre Gaudissart (L'Illustre Gaudissart, 1833), que Balzac incluye bajo el epígrafe de "Les parisiens en province", centrada en la vida y desventuras de un viajante de comercio.
"Nuestro siglo ha de ser un eslabón entre el reinado de la fuerza aislada, abundante en creaciones originales, y el reinado de la fuerza uniforme, aunque niveladora, que da igualdad a sus productos, los lanza por masas y se rige por un pensamiento unitario, última expresión de las sociedades. Tras de las saturnales del talento generalizado, tras de los últimos esfuerzos de civilizaciones que acumulan los tesoros de la tierra en un punto determinado, ¿no vienen siempre las tinieblas de la barbarie?"
Se trata de uno de los textos más cómicos de La Comedia, en el que se enfrenta la pretensión capitalina, de retórica hueca pero grandilocuente -la parodia de la jerga del vendedor de seguros es sublime-, con la sencillez travestida de inocencia -y encarnada, paradigmáticamente, en el personaje del loco del lugar- del inculto pueblo llano de la provincia.

La Musa de la provincia

Uno de los personajes más representativos de la provincia es el enésimo vástago de familia local que, por algún hecho de armas o por circunstancias menos heroicas y confesables, se trasladó a París en épocas pasadas, viviendo y medrando en la corte borbónica por varias generaciones, hasta ser devuelto, por la pérdida de favor del rey o por las frecuentes turbulencias políticas, a su provincia de origen, a la que llega con los honores por los servicios prestados y dispuesto a civilizar a los palurdos locales, entre los que no es raro encontrar algún familiar lejano cuya presencia tenderá a evitar, sin apercibirse de que ese fue también su origen. Ese trasvase, no obstante la pérdida de prestigio social de la capital, acostumbra a conllevar otra clase de beneficio: liberado de las convenciones, el provinciano podría sacar rédito de su pasada posición y exigir, al fin, a sus deudores capitalinos, nobles y cortesanos, la restitución de sus créditos. La cola de león pasa a ser cabeza de ratón, es cierto, pero en una posición económica mucho más favorable de la que disfrutaba en París.

Esa superioridad, por supuesto, acostumbraba a manifestarse a través de un matrimonio sonado, generalmente con alguna noble de familia arruinada o, liberado de las convenciones gracias a su fortuna, con la mujer escogida, sin más condicionantes ni intenciones inconfesables. Este es el caso de  La Braudaye con Dinah, La Musa de la provincia (La Muse du département, 1843, que completa la subdivisión "Les parisiens en province), una mujer "cuyas excelencias aparentes eran falsas y cuyas excelencias ocultas eran reales" tan admirada por los hombres como envidiada por sus congéneres.
"En la admiración que se inspira, o en la acción de un papel que se representa, existe un no sé que de embriaguez moral que no permite a la crítica llegar hasta el ídolo. Una atmósfera, producida quizá por una constante dilatación nerviosa, forma una especie de nimbo a través del cual se contempla el mundo por debajo de sí. ¿Cómo explicar de otra manera la perpetua buena fe con que se llevan a cabo tantas repeticiones de los mismos efectos, así como el continuo desconocimiento de la sensatez que ofrecen tanto los niños, tan terribles para sus padres, como los maridos, tan familiarizados con las inocentes artimañas de sus mujeres?"
La Musa de la provincia, con su multiplicidad de tramos narrativos, fragmentos alegóricos, elipsis y digresiones, su volátil trama que aparece y desaparece, sus avanzados personajes complejos y multifacéticos, es una de las novelas más completas y modernas de toda la serie. Contra la regla que el mismo Balzac confiesa haberse autoimpuesto y de la cual nos informa puntualmente, incluye fragmentos de poemas y de una novela, relacionados con uno de los protagonistas y tangencialmente ligados a la trama; con todos esos recursos, el autor completa el dibujo de un personaje complejo que puede representar lo habría sido Emma Bovary si entre sus defectos no se hubiera contado la estupidez.
"En la vida, esta clase de situaciones violentas no terminan, como en los libros, por la muerte o por catástrofes hábilmente preparadas, sino que acaban, mucho menos poéticamente, por la repugnancia, por la marchitez de todas las flores del alma, por la vulgaridad de los hábitos, y, con mucha frecuencia también, por otra pasión, que despoja a una mujer de ese interés de que suele rodeársele tradicionalmente. Ahora bien, cuando el buen sentido, la ley de las conveniencias sociales, el interés familiar, todos los elementos, en suma, de lo que bajo la Restauración se llamaba "moral pública", por odio a la expresión "religión católica", son reforzados por el sentimiento de heridas demasiado vivas; cuando la fatiga del sacrificio continuo llega a ser casi desfallecimiento, y, en esta situación, un golpe demasiado violento, una de esas cobardías que los hombres no dejan ver sino a las mujeres de quienes se siguen creyendo dueños, viene a colmar la repugnancia y el desencanto, la llegado la hora propicia para el amigo que persigue la curación."
Calificación: Hors catégorie 

Otros recursos relativos a La Comedia humana en este blog:
La Comedia humana. Escenas de la vida privada. Volumen I
La Comedia humana. Escenas de la vida privada. Volumen II
La Comedia humana. Escenas de la vida privada. Volumen III
La Comedia humana. Escenas de la vida privada. Volumen IV
La Comedia humana. Escenas de la vida privada. Volumen V