31 de enero de 2015

Lecturas de enero

Propósitos
Empieza un nuevo año de resúmenes de lecturas y, como es habitual, con nuevos propósitos. Teniendo en cuenta que el tiempo que puedo dedicar a lectura es forzosamente limitado -el tiempo para la lectura siempre es limitado- y que estoy convencido de que la mayoría de buenos libros, sin desmerecer algunos que se editan bajo el extraño nombre de "novedades",  se publicaron hace años, me planteo el propósito de no cegarme con los libros recién publicados y hacer más caso a los clásicos o a aquellos que, sin serlo, parecen haber superado con buena salud un tiempo prudencial, y reservar tiempo también para las relecturas.
Seguiré anotando en estos resúmenes solamente aquellos libros que he leído en su totalidad; los que, pasadas unas páginas, dejan de interesarme, o los que, simplemente, son malos desde el principio, en definitiva, aquellos que no merecen ni siquiera el tiempo que se les pueda dedicar, seguirán sin aparecer por aquí. No busquen en este blog, pues, reseñas negativas: no las hay.
Finalmente, sigo sin estar satisfecho con las calificaciones, aunque no se me ha ocurrido otro sistema que el de las *****. Sin  embargo, a partir de ahora, aparecerá otra calificación: HC, hors catégorie, como los puertos excepcionales del Tour de France, reservada para aquellos libros para los que no tiene ningún sentido -ni ninguna utilidad: ¿cómo voy a calificar El Quijote, o Crimen y castigo, o Ulises?- la calificación ya que su calidad ha sido ampliamente contrastada a lo largo del tiempo por voces más autorizadas que la mía.
Bienvenidos de nuevo. Allá vamos.
Los reconocimientos. William Gaddis. Editorial Sexto Piso, 2014
Traducción de Juan Antonio Santos. Prólogo de William H. Gass
Dice William H. Gass que los grandes libros no pueden explicarse, así que tanto ésta, que no existirá y que se reduce a las entradas anteriores encabezadas por el título del libro, que pretendía ser elogiosa, como el resto de referencias -mucho más fundamentadas y profesionales- a Los reconocimientos no son más que una versión reducida, falsa y prejuiciosa que proviene de una lectura pobre y parcial, que intenta, pretenciosamente, que la opinión del firmante prevalezca por encima de la intención del autor, que ni ha pedido ni necesita intérprete. Abandonen sus prejuicios -¡mira quien habla!- y lean Los reconocimientos, o se arrepentirán.
Notas de Lectura completas en: http://jediscequejensens.blogspot.com.es/2015/01/los-reconocimientos-iv.html
HC
¡Despidan a esos desgraciados! jack greenAlpha Decay, 2012
Traducción de Rubén Martín Giráldez. Prólogo de José Luis Amores
"Crítica sobre la crítica" podría significar el colmo del solipsismo, pero green resuelve con habilidad la salida de ese callejón porque en lugar de complacerse  con los clichés usuales, deconstruye razonamiento tras razonamiento, párrafo tras párrafo y arrasa y nivela unas críticas impresentables, zafias, ignorantes y pretenciosas, aplicando un criterio razonable y comedido: se puede instruir un proceso contra una obra de arte, lo que no se puede es dictar una sentencia."
Un libro curioso y especialmente conveniente no sólo para los lectores -partidarios o contrarios- de Gaddis sino para todos aquellos que, acríticamente, devoramos las reseñas de los periódicos, de los suplementos culturales y de los miles de blogs, incluido éste, y caemos en la tentación de dejarnos guiar por sus directrices.
Nota de Lectura completa en: http://jediscequejensens.blogspot.com.es/2015/01/los-reconocimientos-v.html
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En busca de la verdad. Thomas Berhard. Alianza Editorial,  2014
Traducción de Miguel Sáenz
Cartas, comunicados y entrevistas, de relativa importancia si se compara con su verdadera obra literaria, efectuados a lo largo de toda su vida, para que Bernhard pueda desplegar su ingenio, su mala baba y su fama, laboriosa y minuciosamente adquirida, de amargado, blasfemo, brutal, cascarrabias, chovinista, clasista, colérico, comediante, cómico, crítico, decadente, deprimente, desesperado, destructivo, doliente, elitista, engreído, exagerado, exasperante, fanático, genial, grotesco, horrible, independiente, insólito, intimidador, irónico, malcarado, malhumorado, misántropo, misógino, oscuro, perverso, prepotente, presumido, pretencioso, provocador, renegado, retorcido, sarcástico, sectario, sensible, solitario, temible, terrible, tiránico, trágico, violento, virtuoso, vital y absoluto genio. Relativamente interesante para neófitos en el austríaco, imprescindible para mitómanos. 
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Anatomía de la memoria. Eduardo Ruiz Sosa. Editorial Candaya, 2014
Anatomía de la memoria es, sin duda, una obra grande, procedente del Svalvard donde, dicen, están depositadas las semillas del futuro de la literatura en lengua castellana -hay quien asegura que lo mismo sucede con otras lenguas, como el inglés y las antiguas colonias de ultramar, o el portugués y África-. En todo caso, habrá que seguir a Ruiz Sosa en el futuro para confirmar que no se trata de una excepción y que la asimilación que muestra de los clásicos de la literatura hispanoamericana nada tiene que ver con el azar o con la inspiración: una apabullante riqueza de vocabulario sumada a un uso sobresaliente del ritmo narrativo y a una propuesta también formal -y que aquí no se ha podido reproducir debido a las limitaciones de la tecnología de Blogger- que no se agota en la originalidad extrema de su planteamiento.  Anatomía de la memoria es ambiciosa pero no pedante, arriesgada pero no imprudente, valiente pero no temeraria; un texto inteligente que obliga al lector a perseguir una trama que se escurre, se ramifica, avanza y retrocede, en un ejercicio estilístico de gran complejidad, un reto que no dejará indiferente al lector experimentado. Uno de las mejores novelas en castellano de 2014; no se la pierdan.
Nota de Lectura completa en: http://jediscequejensens.blogspot.com.es/2015/01/anatomia-de-la-memoria.html
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Sueños de trenes. Denis Johnson,  Penguin Random House, 2015
Traducción de Javier Calvo
Existen novelas que avanzan como un reloj de cuerda, en el que el paso del tiempo se intuye pero, si miramos las manecillas, no se ve; otras avanzan como un reloj de arena, en el que el tiempo transcurrido se va acumulando fruto del constante trasvase de arena del bulbo superior al bulbo inferior; otras, en cambio, avanzan como un metrónomo, en el que el tiempo absoluto no existe porque lo que importa es el constante martilleo de cada brazada.
Con una trama aparentemente sencilla y un tratamiento narrativo distante y desapasionado, Johnson consigue no tanto entristecer al lector como inquietarlo, provocarle incluso algo parecido a un cierto malestar por "estar presente" en el desarrollo de una historia tan terrible. Pero el verdadero acierto del relato es lo reducido de su extensión, la concentración que provoca esa cortante brevedad, que permite leerla en una sola sesión -se lo recomiendo- sin la posiblidad ni de distracción ni de reelaboración de la trama: Sueños de trenes no un fuego que consume sino un disparo seco y certero al centro de la cabeza del lector.
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Un hombre muerto en Deptford. Anthony Burgess. Alfaguara, 2008
Traducción de Ramón García
La recreación de la muerte de Christopher Marlowe, coetáneo pero no rival de William Shakespeare, enmarcada en la oscura época isabelina, punteada por hechos y personajes históricos pertenecientes tanto al bajo mundo de la farándula como de la alta política, las intrigas en materia religiosa pero también el caldo de cultivo de conspiraciones y extrañas alianzas entre imperios en que se debatía el futuro del mundo civilizado, en una apasionante novela histórica narrada por un testigo de la época -y al que la traducción no le hace la justicia que se merece-, en la que Burgess, bajo la sempiterna sombra de Joyce y con la impedimenta de la erudición del especialista, dicta otra lección de literatura. Como en las buenas novelas, Burgess no sólo requiere la plena atención del lector sino que exige también un bagaje de alto nivel de exigencia para percibir y relacionar la infinidad de referencias históricas y culturales pertenecientes al mundo isabelino, pero no exclusivamente, que va esparciendo, en clave casi hermética, a lo largo del texto. Impresionante.
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28 de enero de 2015

Anatomía de la memoria

Anatomía de la memoria. Eduardo Ruiz Sosa. Editorial Candaya, 2014
"Entre los años de 1972 y 1978 el espacio público sinaloense fue el medio a través del cual se difundió un proyecto político revolucionario enarbolado por estudiantes universitarios que pretendió instaurar en Sinaloa la dictadura del proletariado a través de la violencia. Apoyados por una organización político-militar de carácter urbano, la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S), desplegaron en esta entidad federativa un sinnúmero de acciones de agitación y propaganda armada convocando a los sectores populares a sumarse a su “revolución”.
"Dichos individuos aparecieron repentinamente en las instalaciones de la Universidad Autónoma de Sinaloa en la primavera de 1972. Pertenecían a la Federación de Estudiantes Universitarios Sinaloenses (FEUS) y las Juventudes Comunistas de México (JCM) en la entidad. Sus orígenes estaban en la ciudad de Culiacán, en diversas escuelas y facultades de la institución entre las que destacan la Preparatoria Central, Ciencias Químicas, Economía, la Escuela Superior de Agricultura y en menor medida Trabajo Social, Enfermería, Derecho, Contabilidad y Administración. Otro núcleo importante se ubicó en el puerto de Mazatlán, en la novel escuela de Ciencias del Mar.
"Los Enfermos, como los denominaron peyorativamente sus detractores dentro y fuera de la UAS, compartían otro rasgo común: eran moradores de las Casas del Estudiante Universitario Rafael Buelna Tenorio, Genaro Vázquez, Femenil, Unidad Habitacional de la Escuela Superior de Agricultura y Octubre Rojo.
"Después de haber participado y haberse fogueado en la movilización que la FEUS encabezó contra el rector impuesto Gonzalo Armienta Calderón, entre los años de 1970 y 1972 (durante el periodo de la llamada Reforma Universitaria), motivados por diversas circunstancias decidieron abandonar esa lucha a partir de la primavera de 1972. En lugar de buscar la transformación académico-administrativa de la también llamada Casa Rosalina, decidieron empeñar todos sus esfuerzos en el cambio radical de la sociedad aglutinados en torno al lema “Revolución o muerte. Venceremos”.
"Ya embarcados en dicho proyecto, sus actividades políticas y militares se tradujeron en invasiones de predios agrícolas y urbanos, ataques a centros comerciales, promoción de huelgas del transporte público de la capital, Culiacán, en demanda de mejores condiciones laborales para los trabajadores del volante, confrontación con grupos estudiantiles opositores a sus tácticas y estrategias, puestas en marcha de “ensayos insurreccionales” e incluso acciones violentas como el llamado “asalto al cielo”, efectuado en Culiacán y sus alrededores el 16 de enero de 1974.
Extracto del texto Escritura y revolución. Una historia política de Los Enfermos a través de sus producciones discursivas, de Sergio Arturo Sánchez Parra, Universidad Autónoma de Sinaloa, México. 
Juan Pablo Orígenes, un antiguo integrante del grupo revolucionario estudiantil Los Enfermos, escapa de la ciudad rumbo al norte pertrechado con un ejemplar de Anatomía de la melancolía huyendo de una memoria anclada en un pasado luctuoso, una huida imposible cuyas escalas detalla escribiendo en los márgenes del libro de Burton, anotaciones que no constituirán el reportaje de su viaje, a cuyo comienzo ya intuye interminable, sino el testimonio de la búsqueda de su pasado:
"La peor enfermedad es la soledad, escribió; luego, debajo de esa línea, muchos años después, con un pulso más firme, escribió: la peor enfermedad es el libro; y luego, con los años, con la vejez encima y con el pulso tembloroso de los que esperan la muerte: la peor enfermedad es el cáncer, y en lugar del punto agregó una coma y la palabra Madre."
Simultáneamente, Estiarte Salomón tiene la intención de escribir un libro que recoja la historia del movimiento, a cuyo efecto investiga antecedentes y se entrevista con algunos de los supervivientes de Los Enfermos. Ambos libros, el Burton anotado por Orígenes -el juego formal consistente en esta escritura en los márgenes se traslada, conceptualmente, a los encabezamientos de los capítulos del libro, tercero, de Ruiz Sosa- 
"Por eso escribimos, porque tenemos la esperanza de corregir lo que somos, lo que fuimos."
y el libro en construcción de Salomón constituyen el núcleo duro de la trama de Anatomía de la memoria.

¿Cómo se libra uno de la memoria? 
¿Cambiando de nombre? 
¿Huyendo del lugar donde ocurrieron los hechos que quiere olvidar?

Juan Pablo Orígenes mata a su perseguidor, Pablo Lezama, y suplanta su personalidad y su nombre para poder sobrevivir,

¿Qué hay en un nombre?

pero haciendo saber que él mató a Orígenes y que sigue persiguendo Enfermos.
"Hay que hacer memoria, que es lo único que nos salva. Hay que escribir el libro, porque el libro se ha perdido y sin escritura la memoria es un murmullo, el rumor de los desaparecidos."
¿Qué se recuerda después de olvidar?
"Se olvida la herida, pero no su dolor".
¿Es suficiente una voz para la memoria?
Cada uno de Los Enfermos tiene un recuerdo diferente de lo que sucedió en aquellos días.

¿Cómo interactúan nuestros recuerdos con los recuerdos de los demás?
¿Cómo éstos modifican a aquéllos? 
"Sospecho que mi vida es lo que no recuerdo".
¿El libro -la memoria-, mantiene con vida al que ya ha muerto?
¿Y al que todavía vive?
¿Le mata o le sustituye? 

La memoria deviene un matorral que defiende con su anfractuosidad aquello que se esconde en su interior, y que corta, hiere y marca a todo aquél que se atreve adentrarse en él, que cobra su tributo en jirones de ropa y de piel a quien intenta acceder a aquello que oculta.
"El futuro, que vamos construyendo sin que ocurra, se nos olvida con el tiempo; lo que no se olvida, después de todo, es el olvido mismo."
¿Cómo logramos que mienta la memoria?
Modificando el recuerdo acorde a nuestra intención, y repitiendo la evocación tantas veces como sea necesario para olvidar la modificación.
"Hay que acercarse corriendo al destino, para que el pasado no nos alcance."
De la totalidad de nuestro pasado, la memoria sólo contiene lo que no se ha perdido; el libro sólo es un inventario, un recurso contra la desaparición, contra la degradación, contra la pérdida, una relación de lo que fue, o de lo que no fue, una relación de lo que ya no volverá a ser jamás, la última defensa contra la disolución total, un último intento de evitar la imposibilidad de enunciar la frase "yo soy yo".

Si no recuerdas nada de lo que te ha sucedido,
¿cómo sabes que has perdido la memoria?
¿Por qué los demás te cuentan episodios que se supone que has vivido, pero que tú no recuerdas?
¿En qué medida esos recuerdos ajenos, que forman parte de su memoria, son también tuyos?
¿Existe una "memoria colectiva" que es más que la suma de todas las memorias individuales?
Y si es así, 
¿Quién es y dónde está el depositario? 
"El olvido es guardar los pedazos de una misma cosa en lugares diferentes."
En la vida real, los desaparecidos son los que no están, pero,
¿qué pasa con los olvidados?
Desaparecen de nuestro recuerdo, se desvanecen como lluvia que se evapora pero,
¿no han sido acaso, alguna vez, lluvia caída?
Los desaparecidos dejan su rastro, pero,
¿y los olvidados?
¿Acaso esa gota de lluvia que se ha evaporado no ha significado nada?
¿Es exactamente igual el mundo a como era antes de caer?
¿No han provocado ningún cambio en nuestra vida, de modo que ésta no es como hubiera sido si no los hubiésemos conocido?
¿Se les puede recuperar rastreando esos cambio?
¿Dónde están los olvidados?
"La memoria nos viene del pasado, no va hacia él."
De igual modo que no se puede viajar al futuro para observar las consecuencias de nuestros actos de hoy, tampoco podemos viajar al recuerdo para encontrar alternativas a aquellos de nuestros actos que, con el tiempo, se han mostrado inadecuados. Se puede preguntar al  pasado, pero jamás responde.

¿Es más fácil evocar los recuerdos asociados al odio, o los asociados al amor?
¿Qué llevan implícito ambos sentimientos para que la calidad de la memoria sea, si lo es, diferente?

Orígenes escribe para preservar la memoria, quiere conservar el recuerdo mediante el recuento de hechos y la utilización de un código sin apercibirse de que la degeneración física, cuyos efectos pretende combatir con la escritura, provocará también el olvido del código, como ese personaje literario que escribe etiquetas para recordar cómo se llaman los objetos y para qué sirven sin considerar que el final de la degradación sucederá cuando olvide leer. Otro de los personajes, Elio Román, en cambio, pretende conservar el recuerdo salvando objetos del olvido, de la pérdida, como si cada uno llevara implícito, adjunto, un arsenal de memoria activable mediante la mera observación, sin código, de manera directa e inmediata.
"Yo lucho por una memoria sin nostalgia; algunos llaman a eso olvido."
La distinción entre lo que se recuerda y lo que se cree recordar es fundamental.
"El pasado es una casa oscura donde entramos a ciegas y solos porque nadie nos puede ayudar a recordar lo que nosotros mismos, una vez, borramos y dejamos en silencio."
La reactivación de La Enfermedad que pretenden algunos de los protagonistas depende de que pueda recuperarse la Biblioteca Ambulante de los Enfermos, un conjunto de libros cuya posesión era peligrosa y que se enterraron en la época para salvarlos de la destrucción. Esa exhumación significa también desenterrar el recuerdo, un trabajo tan laborioso -los libros están en lugares poco accesibles, para esconderlos de miradas indiscretas- como delicado -no pueden malograrse porque se perdería la información que contienen sus páginas-. Y tan importantes son los libros en sí mismos como las notas marginales manuscritas en sus páginas.
"Es pasado está en otro lugar, sigue ocurriendo allá lejos, donde ya no estamos",
y la memoria sólo es un intento fútil, incompleto e imposible de trasladarnos allí.

Ruiz Sosa tiene la habilidad de plantear preguntas -de hecho, este lector considera que las 573 páginas de Anatomía de la memoria son una gran pregunta- cuyas respuestas sólo pueden obtenerse, si ello es posible, a través de un detallado examen de nuestros -los de los lectores- propios juicios. ¿Qué es el recuerdo? Depende de qué se busca en ese recuerdo, de cómo nos afecta, , de las consecuencias que nos trae retrotraernos al pasado, del peso con que ese pasado aplasta nuestro presente: un lujo, para quien no puede permitírselo; un peso, para quien es incapaz de soportarlo; innecesario, para quien no puede sacar nada de provecho; o síntoma de estar todavía con vida para el que no quiere o ni siquiera puede permitirse olvidar.
"Si nos faltara algo más, ya no podría faltarnos nada."
Así, cuando el recuerdo duele, el olvido es la única esperanza:
"Recordar; o reunir los pedazos de la memoria, lo que va quedando, tal vez esa es otra forma de la búsqueda, pero más bien es una especie de negación, un volver a pasar las cosas, por revivirlas, un volver a pasar las cosas por el corazón, volver a sentirlas: el recuerdo no es la nueva ocurrencia de las cosas, sino la constante sensación de su paso por nosotros, cuando uno lo que quiere es no volver a ningún lado en donde ya estuviera antes, en donde fuimos otros que ya no somos porque hemos ganado en lentitud y en dolores, en achaques, en tristeza, recordar es un puro látigo [...] Lo único que recuerdo es lo que quise olvidar."
De ese modo, la memoria no sería más que el humo residual de un fuego extinguido cuyas brasas es ya imposible reavivar.
"Zambrano [...] necesitaba saber algo sobre Lida Pastor, pero no dejaba de preguntarse, él mismo, ¿qué iba a hacer cuando la encontrara?, ¿con qué verla, si con los ojos del ahora o con los ojos del recuerdo?, ¿iban a revivir el tiempo que ya los abandonó?, ¿iban a recuperar algo de lo perdido, de lo que ya es irrecuperable?"
En situaciones políticas de violencia o de represión, cuando cada muerto es una alimaña que se ha eliminado o un héroe que se ha inmolado en aras de una consideración superior, cuando cada  muerto es instrumentalizado por uno de los bandos de la contienda, el verdadero rebelde es el que muere porque le da gana -"por su cuenta"-, el que, en lugar de sucumbir a la violencia de una tortura o a la inmediatez de un disparo, se deja apagar lentamente, sin ruido, sin espectáculo, sin la posibilidad de ser el muerto de nadie.

Anatomía de la memoria es, sin duda, una obra grande, procedente del Svalvard donde, dicen, están depositadas las semillas del futuro de la literatura en lengua castellana -hay quien asegura que lo mismo sucede con otras lenguas, como el inglés y las antiguas colonias de ultramar, o el portugués y África-. En todo caso, habrá que seguir a Ruiz Sosa en el futuro para confirmar que no se trata de una excepción y que la asimilación que muestra de los clásicos de la literatura hispanoamericana nada tiene que ver con el azar o con la inspiración: una apabullante riqueza de vocabulario sumada a un uso sobresaliente del ritmo narrativo y a una propuesta también formal -y que aquí no se ha podido reproducir debido a las limitaciones de la tecnología de Blogger- que no se agota en la originalidad extrema de su planteamiento.  Anatomía de la memoria es ambiciosa pero no pedante, arriesgada pero no imprudente, valiente pero no temeraria; un texto inteligente que obliga al lector a perseguir una trama que se escurre, se ramifica, avanza y retrocede, en un ejercicio estilístico de gran complejidad, un reto que no dejará indiferente al lector experimentado. Uno de las mejores novelas en castellano de 2014; no se la pierdan.
"Porque en los libros queda la esencia de los que escriben, pero también hay algo de los que leen, decía Orígenes; y llegó a la conclusión de que para lograr el regreso definitivo de la Enfermedad había que exprimir de los libros el contagio y esparcirlo por la ciudad, por el mundo, por la gente sana que no sabe que de verdad están Enfermos en algún lugar de sus cuerpos."

26 de enero de 2015

Sueños de trenes

Sueños de trenes. Denis Johnson. Penguin Random House, 2015
Traducción de Javier Calvo 
"Estaba completamente solo en su cabaña del bosque, hablando solo y sobresaltado por su propia voz. Hasta su perra se había largado a alguna parte, y no había vuelto a pasar la noche con él. Se quedó mirando cómo el fuego parpadeaba en las ranuras de la estufa y el telón movedizo de oscuridad total que lo rodeaba."
Una novela es el relato de lo que sucede en el transcurso de un tiempo determinado, pero también el ritmo al que ésta avanza permite una metáfora temporal. Existen novelas que avanzan como un reloj de cuerda, en el que el paso del tiempo se intuye pero, si miramos las manecillas, no se ve; otras avanzan como un reloj de arena, en el que el tiempo transcurrido se va acumulando fruto del constante trasvase de arena del bulbo superior al bulbo inferior; otras, en cambio, avanzan como un metrónomo, en el que el tiempo absoluto no existe porque lo que importa es el constante martilleo de cada brazada.

Hay quien sostiene que el comienzo de un libro, las primeras frases o el primer episodio, marcan de forma definitiva el resto de la obra; hay quien, exagerando, sostiene que lo importante es dar con la primera frase, y que cuando se acierta con ella el resto del libro se escribe solo. Lo que sí parece cierto es que el tono con que se empieza el relato suele dar un atisbo del tono en que se desarrollará la historia con posterioridad, y el caso de este Sueños de trenes (Train Dreams, 2002) se cumple a la perfección: sin ningún tipo de introducción, el narrador nos pone ante un intento de linchamiento mediante una descripción aseada y rítmica como un metrónomo.

La historia de Sueños de trenes es la historia de Robert Grainier, un peón que se alquila por horas o por trabajo realizado para los más diversos oficios, uno de los cuales, relacionado con el ferrocarril, le dejará una profunda huella: tender puentes que salvan precipicios.

La dureza de la vida salvaje no permite distracciones ni está condicionada por sutileza alguna: en la lucha del hombre contra la naturaleza, la supervivencia depende tanto de la capacidad de adaptación como de la benevolencia del medio, es realmente la otra cara de la epopeya de la conquista de los grandes espacios y la domesticación de lo salvaje; la existencia está sujeta a  tantos imprevistos, es tan precaria, que la supervivencia suele sustentarse más en el azar que en la habilidad: nunca la vida de un ser humano es tan barata como en un mundo de pioneros; y la ayuda que puede esperarse de un compañero siempre estará supeditada a las necesidades propias: la forma que toma el compañerismo es "te invito a beber si no tienes dinero, pero no esperes que te salve la vida si, con ello, la mía entra en riesgo". El tren, el leit motiv que recorre todo el libro igual que su existencia recorre la vida de Grainier, supone uno de los principales elementos civilizadores: los pioneros, con su sola presencia, humanizan el paisaje, los poblados constituyen la avanzadilla de unas sociedades en formación, los caminos posibilitan la comunicación y el intercambio, pero el elemento realmente civilizador es el que permite el transporte masivo de bienes y el trasvase de individuos.

La historia de Grainier es una historia trágica y el tratamiento narrativo que le confiere Johnson bebe más de la tragedia griega clásica que de las reformulaciones posteriores. 
"Viviendo en el Moyea, con tantas pequeñas tareas para distraerse, se olvidaba que era un hombre triste."
La marca del destino trágico es indeleble, no hay ninguna posibilidad de escapar del hado, los reveses que se sufren se encajan con la conformidad de la inevitabilidad, y ni siquiera es posible la expresión de los sentimientos: quien no es capaz de mostrar alegría, pues jamás ha tenido motivos para ello, tampoco, como si se hallase ante la otra cara de la misma incapacidad, se siente tan triste como para mostrar pesar, acepta las desgracias como si formaran parte de una inapelable cuota, y nunca se pregunta por la justicia en ese reparto de las adversidades, siendo lo máximo que puede experimentar una alelada confusión. ¿No hay pues, esperanza? No, a las vidas marcadas por la tragedia no se les permite la esperanza ni en los sueños.
"A veces se acordaba de Kate, de aquella chiquilla preciosa, pero no a menudo. La de su hija era una historia tan triste. Apenas había estado despierta, mucho menos viva."
Los seres marcados por un destino trágico no pueden desprenderse ni siquiera de su pasado, un pasado que les acecha, esperando encontrarles desprevenidos para lanzarles sus dentelladas. Las vidas prescindibles ni siquiera pueden aspirar a la redención, ni tan sólo la muerte altera nada de lo que les rodea.

Con una trama aparentemente sencilla y un tratamiento narrativo distante y desapasionado, Johnson consigue no tanto entristecer al lector como inquietarlo, provocarle incluso algo parecido a un cierto malestar por "estar presente" en el desarrollo de una historia tan terrible. Pero el verdadero acierto del relato es lo reducido de su extensión, la concentración que provoca esa cortante brevedad, que permite leerla en una sola sesión -se lo recomiendo- sin la posiblidad ni de distracción ni de reelaboración de la trama: Sueños de trenes no un fuego que consume sino un disparo seco y certero al centro de la cabeza del lector.

Otros recursos relativos a Denis Johnson en este blog:

Denis Johnson. "Esto no es una guerra, es una enfermedad". Heredero de una antigua tradición de literatura bélica que podría remontarse a los griegos clásicos, Johnson sitúa la acción de Árbol de humo en el entorno de la 
Denis Johnson · Random House Mondadori, 2013. Traducción de Rodrigo Fresán Una desesperanzada apología del marginado hundido en el submundo de las adicciones, los sueños irrealizables y la imposible redención, ...

16 de enero de 2015

Los reconocimientos V

¡Despidan a esos desgraciados! jack green. Alpha Decay, 2012
Traducción de Rubén Martín Giráldez. Prólogo de José Luis Amores
"La única preocupación del crítico es la inmortalidad: si él fuese inmortal, también podría escribir una gran novela algún día. Si un millón de críticos estuvieran tecleando sobre un millón de máquinas de escribir..."
No hay mejor forma que cerrar esta serie de Notas de Lectura de Los reconocimientos que haciendo mención a este ¡Despidan a esos desgraciados! (Fire the Bastards, 1962), un panfleto que fue publicado por primera vez en el magazine newspaper en el que su autor, Christopher Carlisle Reid, bajo el seudónimo de jack green, cargó inclemente contra los primeros críticos -a partir de esta mención, y a lo largo de todo este post, considérese esta palabra entrecomillada- que reseñaron la obra de Gaddis. Al poder considerarse "crítica de la crítica", green no reivindica la calidad y pertinencia de Los reconocimientos sino que pone en la picota ciertas tendencias de la crítica de la época -y, es de temer, de todas las épocas, la actual incluida- en basar sus juicios en un conjunto de clichés intercambiables para cuyo uso no es necesaria ninguna preparación intelectual previa ni tan sólo, en el peor de los casos, haber leído el libro que se reseña: tan grave es, para green, hacer una crítica con insidia  como hacerla con desidia; he ahí el método:
"Leed por encima la novela, sin prestar mayor atención, pero cuidando de tomar nota de cada punto disperso que se le ocurra a vuestra dispersa mente. Después de "terminar" el libro, siempre se puede establecer alguna relación entre las notas (no importa lo incoherentes que sean). Lee de nuevo el blurb, consulta en tu lista numerada de clichés y decido cuál es el más adecuado. Ahora reescríbelo bien en jerga especializada y recuerda: tus lectores tampoco han leído aún el libro."
"Crítica sobre la crítica" podría significar el colmo del solipsismo, pero green resuelve con habilidad la salida de ese callejón porque en lugar de complacerse  con los clichés usuales, deconstruye razonamiento tras razonamiento, párrafo tras párrafo y arrasa y nivela unas críticas impresentables, zafias, ignorantes y pretenciosas, aplicando un criterio razonable y comedido: se puede instruir un proceso contra una obra de arte, lo que no se puede es dictar una sentencia."
"Es un error trasladar ideales democráticos al juicio del arte."
Por otra parte, parece que Gaddis tomó buena nota de las críticas a Los reconocimientos, de los defectos que le achacaban y de las carencias que le descubrían, y haberlas tenido muy en cuenta a la hora de redactar su siguiente novela, Jota Erre; porque si un buen puñado de críticos incapaces intentaron menospreciar su primer libro con una serie de argumentos inconsistentes, ¿qué dirían cuando el autor, bajo el criterio de "¿no quieres caldo?", escribió una novela elevando a la enésima potencia esas carencias y defectos.

En el fondo, el dilema principal que parece caso de discusión es si el autor debe ponerse o no al nivel del lector, el argumento en el que coinciden la mayoría de críticos denostados por green, un argumento falaz que tal vez oculta la verdadera aseveración que el crítico no se atreve a formular, que el autor debe ponerse al nivel del crítico.

Un libro curioso y especialmente conveniente no sólo para los lectores -partidarios o contrarios- de Gaddis sino para todos aquellos que, acríticamente, devoramos las reseñas de los periódicos, de los suplementos culturales y de los miles de blogs, incluido éste, y caemos en la tentación de dejarnos guiar por sus directrices.

14 de enero de 2015

Los reconocimientos IV


The Recognitions. William Gaddis.  Atlantic Books, 2003
La reseña que no es

Dice William H. Gass que los grandes libros no pueden explicarse, así que tanto ésta, que no existirá y que se reduce a las entradas anteriores encabezadas por el título del libro, que pretendía ser elogiosa, como el resto de referencias -mucho más fundamentadas y profesionales- a Los reconocimientos no son más que una versión reducida, falsa y prejuiciosa que proviene de una lectura pobre y parcial, que intenta, pretenciosamente, que la opinión del firmante prevalezca por encima de la intención del autor, que ni ha pedido ni necesita intérprete. Abandonen sus prejuicios -¡mira quien habla!- y lean Los reconocimientos, o se arrepentirán.

Asistencia técnica

Los reconocimientos es un libro difícil por su extensión, por la complejidad de la(s) trama(s), por la infinidad de personajes y, tal vez, porque estemos desacostumbrando a nuestro cerebro a mediar en tareas que requieren alta concentración. Mi consejo de lector es que se sumerjan directamente en el texto, sin obviar que van a atravesar un paraje lleno de dificultades y de distracciones, porque de esa lectura van a sacar satisfacciones insospechadas, y dejen para una posterior re-lectura el acceso a los parajes difíciles, las excursiones a las múltiples digresiones y la comprensión total de su contenido. Sin embargo, si quieren proveerse de algunos accesorios adicionales que faciliten el camino, ahí van unos cuantos:

1.- He confeccionado un cuadro de seguimiento de la trama principal -o lo que he conseguido sonsacar de ella- y de las diversas digresiones del texto, con mención especial de los personajes principales que aparecen en cada sub-capítulo y de los textos y autores -Los reconocimientos en sí mismo contiene, también, una "guía de lectura" general relacionada, o seria o jocosamente, pues tanto aparecen libros y autores reales como imaginarios, con la trama- que se citan. Es seguro que este cuadro contiene multitud de errores, omisiones y despistes; sean indulgentes, espero corregirlo en sucesivas lecturas.

2.- Las referencias a Los reconocimientos en la blogosfera en castellano son innumerables pero de utilidad muy discutible; entre las que merecen la pena sobresale la que ha publicado Javier Avilés en su blog El lamento de Portnoy. 

3.- El website williamgaddis.org contiene un excelente despliegue de aparato crítico relativo a Los reconocimientos; es particularmente útil A Readers Guide to William Gaddis's The Recognitions: the annotations.

4.- En este mismo blog se ha publicado material relacionado con otras obras de Wiliam Gaddis; ésta es la relación y los enlaces:


10 Feb 2014
¿Cómo consigue Gaddis reproducir los ambientes sin poder describirlos? ¿Cómo logra interesar al lector? ¿De qué manera nos acerca a los personajes? Con maestría, indudablemente, con el oficio suficiente para dotar de ...
17 Nov 2008
Allá por la segunda mitad del siglo pasado, William Gaddis empieza a recoger información para escribir una historia de la pianola y de la reproducción mecánica de la música y de las demás artes, en general, en Estados ...
04 Feb 2012
William Gaddis es uno de esos autores que provocan adhesiones inquebrantables, incomprensibles incomprensiones o rechazos furibundos, pero raramente indiferencia. Bastante e inexplicablemente ignorado por el ...

12 de enero de 2015

Los reconocimientos III

The Recognitions. William Gaddis. Penguin Books, 1986
El universalmente conocido el origen espurio de las grandes obras de la literatura universal; nunca existió un Miguel de Cervantes que escribiera El Quijote, ni ningún William Shakespeare a la pluma del cual que debamos Hamlet o Rey Lear, ni ningún Moisés que escribiera el Pentateuco. En algunos casos, puede que los verdaderos autores fueran  personajes anónimos en pleno rapto de inspiración cuya confesión de autoría les hubiese supuesto problemas familiares, la cárcel, la tortura o la muerte; en otros, y es completamente comprensible, tal vez lo que les impidió darse a conocer fuera la pura vergüenza; en otros, finalmente, una elevada posición social jamás les permitiría atribuirse el fruto de un trabajo tan denostado, vil y falaz  como la escritura. El mérito de William Gass -otro escritor que tampoco existe, evidentemente- en la reveladora introducción que Sexto Piso ha incluido en su traducción de Los reconocimientos es el descubrimiento de que jamás ha existido ningún escritor llamado William Gaddis; revelación de la que se deduce, a poco que se excite la perspicacia del lector, de que la inmensa mayoría de los escritores que firman sus obras con el nombre de pila William -que no es más que la contracción escrita de la corrupción de la expresión Well, I am- jamás han existido (Shakespeare, Gaddis, el propio Gass, Gibson, Golding, Congreve, Davenant, etc.); de hecho, ya que las obras sí que existen como queda demostrado al  someterlas a la prueba de existencia del obispo Berkeley, existen varias teorías, de seguimiento variable, acerca de su autoría: hay quien apuesta por la existencia de un grupo selecto, oculto, endogámico y dinástico de Grandes Maestros de la Literatura que, en las entrañas de la Tierra, se ocupan de redactar Las Grandes Obras Maestras de la Literatura Universal y de darlas a conocer periódicamente, y que, naturalmente, no pueden ser publicadas más que bajo seudónimo. Otro grupo de Críticos Excelentemente Informados, particularmente la facción Yo Sé Cosas Que No Te Creerías,  aboga por la autoría extraterrestre, es decir, por que son las hiperevolucionadas inteligencias venidas de más allá de La Puerta de Tanhauser las que redactan esas Obras Maestras y, atendiendo al grado de evolución inteligente que alcanzamos los terrícolas, las van dando a conocer. La humilde aunque fundamentada opinión de este blogger, sin embargo, es que estos nombres no son realmente más que el nom de plume que han adoptado algunos escritores de éxito a fin de que sus obras más experimentales, difíciles, abstrusas e ilegibles no afecten negativamente a su fama ni les resten ni un ápice del fervoroso favor del público. En palabras del autor-conocido-como-William-Gass, no serían más que el disfraz de santón hipócrita que lucen diversos charlatanes. Total, una pobre, burda y malintencionada falsificación.
"Como una historia que oí una vez, me la contó un amigo, alguien a quien traté hace tiempo, una historia sobre un cuadro falsificado. Era un Tiziano falsificado que alguien había pintado sobre otro cuadro antiguo, y cuando rasparon el falso Tiziano encontraron debajo un cuadro antiguo sin ningún valor, el falsificador la había utilizado porque era un lienzo viejo. Pero había algo más bajo aquel cuadro sin valor, y cuando lo rasparon encontraron debajo un Tiziano, un Tiziano auténtico que había estado allí todo el tiempo. Era como si cuando el falsificador estaba trabajando, y no sabía que el original estaba debajo, quiero decir que no sabía que lo sabía, pero ello lo sabía, quiero decir que algo lo sabía. Quiero decir, ¿entiendes lo que quiero decir? Que debajo de eso está el original, que lo... auténtico está ahí, y en la superficie... si sólo puedes ver... ¿entiendes lo que quiero decir?"

10 de enero de 2015

Los reconocimientos II

The Recognitions. William Gaddis.  Dalkey Archive Press, 2012
Introduction by William H. Gass
-¿Tú que haces cuando no trabajas?
-¿Y tú que haces cuando no lees?

Solamente los lectores profesionales tienen la suerte -o la condena- de aunar lectura y trabajo; el resto de mortales, aparte de la tarea de hacer compatibles las diversas facetas de nuestra vida -laboral, familiar, social...-,  nos vemos obligados a sustraer el tiempo de lectura de nuestras horas de ocio, es decir, simplificando, leemos cuando no trabajamos, con más constancia cuando disponemos de más tiempo, con más intensidad cuando la materia del libro nos interesa, con más dedicación cuando hay que preparar una charla, con más detenimiento cuando se acude a un club de lectura; pero siempre es una actividad secundaria de la que no depende nuestro sustento y que, por tanto, relegamos a un segundo plano en nuestras prioridades.

Sin embargo, algunas -pocas, contadísimas- veces la lectura de un libro en concreto consigue absorber tanto nuestra atención que trastoca nuestro sistema de sistema de prioridades, ocupa la totalidad de nuestra conciencia y hace que nuestra vida común sea un paréntesis que abrimos entre las sesiones de lectura; libros voluminosos o libros complejos o libros excelsos, libros que te hablan de tú a tú, que exigen toda tu atención mientras los lees pero que siguen trabajando de manera solapada en tu mente cuando, forzado por las circunstancias, estás haciendo otra cosa, como esa música o ese incidente que no logras sacarte de la cabeza y que no puedes obviar porque no hay nada con la suficiente fuerza para sustituirlo. La mayoría de las veces, leemos cuando no trabajamos; otras, trabajamos cuando no leemos, por ejemplo, libros como Los reconocimientos.
"¡Y tú!, ¿qué quieres tú? [...] ¡Tú y tu obra, tu preciosa obra, tu precioso Van der Goes, tu precioso Van Eyk, tu precioso no Van Eyk sino lo que yo quiero! Y tu canciller Rolin, míralo ahí, míralo. Sí, ¿por qué no le pintaste una Virgen con Niño y donante? ¿Crees que es diferente ahora? ¿Que ese carrilludo canciller Rolin no era igual que él? Sí, ¡maldíceme por todo lo que es feo! [...] Vulgaridad, codicia y poder. ¿Es esto lo que te asusta? Es lo único que ves a tu alrededor, ¿y crees que entonces era diferente? Flandes en el siglo XV, ¿crees que era todo igual que La adoración del cordero místico? ¿Y qué me dices de las pinturas que nunca hemos visto, de la basura que ha desaparecido? Sólo porque nos quedan unas cuantas obras maestras, ¿crees que eran todas obras maestras? ¿Y qué me dices de las pinturas que nunca hemos visto y que nunca veremos?, que eran tan malas como cualquier otra cosa que se haya hecho. Y tu precioso Van Eyk, ¿crees que no vivía hundido hasta el cuello en una corte afectada y vulgar? ¿En un mundo donde todo se hacía por las mismas razones por las que se hace hoy?, ¿por vanidad y avaricia y lascivia?, ¿y el egoísmo ilimitado de esos cancilleres Rolin? ¿Crees que sabían la diferencia entre lo que era grotesco y lo que era hermoso?, ¿que su vulgar ostentación no ahogaba la belleza en todas partes, en todas partes, igual que lo hace hoy? ¡Sí, maldita sea, escúchame ahora y jura por todo lo que es feo! ¿Crees que algún pintor hacía algo que no fuera venderse?  Esos bellos retablos, ¿crees que glorifican a alguien que no sea el hombre vulgar que los encargó? ¿Crees que Van Eyk no maldecía tener que prostituir su genio, tener que malgastar sus talentos en toda suerte de celebraciones vulgares, a merced de gente que odiaba?

8 de enero de 2015

Los reconocimientos I

Los reconocimientos. William Gaddis. Editorial Sexto Piso, 2014
Prólogo de William H. Gass. Traducción de Juan Antonio Santos
Las Notas de Lectura que aparecen agrupadas en la pestaña "Lectiones" de este blog ni son ni pretenden ser crítica literaria; solamente son impresiones de lectura, algunas de ellas en mayor o menor grado atinadas y otras, seguramente, improcedentes; conexiones que se establecen entre los libros que voy leyendo y mi propia experiencia personal; ideas que percibo en lo leído con las que coincido -ideas que haría propias-, vete a saber por qué razón,   e ideas que me resultan completamente ajenas; reflejo inevitable, con frecuencia adrede, de unos gustos personales que no configuran ningún valor absoluto pero sí cultivado, para bien o para mal, y modelado, con cuestionable habilidad, a lo largo de una vida lectora; y confeccionadas, y publicadas aquí desde hace relativamente poco tiempo, con la intención de que puedan ser útiles a quien desee acercarse a algunos de los libros que he leído y me han parecido interesantes -y sólo a esos; los libros que no me gustan no aparecen aquí, principalmente por dos razones: porque los abandono sin terminarlos -ars longa vita brevis-, pero también porque no quiero hacerme responsable públicamente de provocar la huida de nadie de la lectura de un libro; para eso ("no, hombre, no compres este libro, déjame que te recomiende otro") ya tengo mi trabajo- y pueda experimentar la misma o parecida sensación que todos los lectores sentimos, sepamos explicarlo con mejores o peores argumentos, mientras leemos y al cerrar ese libro que nos ha gustado tanto.

Sirva esta inusual introducción para postular -porque desde ahora mismo me confieso incapaz de justificarlo argumentadamente- la afirmación de que Los reconocimientos (The Recognitions, 1955) es uno de los mejores libros del siglo XX que he tenido la fortuna de leer. Y uno de los mejores que leerá quien se ponga, con la impedimenta adecuada, a ello.
"Muy bien, escucha, tengo ideas, pero ¿por qué habría de agobiarte con ellas? Es tu trabajo, y algo como escribir es muy íntimo, ¿no? Qué... qué frágiles son las situaciones. Pero no tenues. Delicadas, pero no endebles, no indulgentes. Delicadas, por eso se rompen, deben romperse y uno debe juntar los trozos y mostrarlo todo antes de que vuelva a romperse, o dejar esos pedazos a un lado durante un  momento cuando se rompe alguna cosa y uno se vuelve hacia ella, y todo sigue ocurriendo. Por eso, casi todo lo que ahora se escribe, cuando uno lo lee van uno dos tres cuatro y te cuentan lo que ocurrió como reportajes periodísticos, sin adjetivos, sin frases largas, sin truco alguno en apariencia, y finalmente creen que creen realmente que la forma en que lo vieron es la forma en que ocurrió, cuando en realidad... [...] No... uno nunca se queda sin aliento cuando le cuentan cosas que ya sabe, cuando lo exponen todo linealmente, como si los términos y el tiempo, y la naturaleza y el movimiento de todo fueran secretos de la misma magnitud. Escriben para gente que lee con la superficie de su mente, gente con hábitos de lectura que les exigen lo mínimo, gente enseñada a leer en busca de hechos, que sabe lo que va a venir a continuación y quiere saber lo que viene a continuación, y se enfada con las sorpresas."

2 de enero de 2015

Identidades

Don DeLillo, 1991
http://www.pbs.org/wnet/americannovel/timeline/delillo.html
"Hace ya algún tiempo que tengo la sensación de que tanto novelistas como terroristas se encuentran inmersos en un juego de habilidad [...] Lo que ganan los últimos lo pierden los primeros. El grado de influencia que logran sobre la conciencia de las masas depende de [la decadencia de los primeros] como modeladores del pensamiento y la sensibilidad. El peligro que representan equivale al [fracaso de los escritores] a la hora de resultar peligrosos.

[...] Beckett fue el último escritor que realmente dio forma a nuestro modo de ver y de pensar. Después de él, la mayor parte de las obras tienen que ver con explosiones en vuelo y edificios demolidos. Tenemos ahí una nueva y trágica narrativa."

Don DeLillo, Mao II