30 de junio de 2015

Lecturas de junio

Los viernes en Enrico's. Don Carpenter y Jonathan Lethem. Sexto Piso, 2015
Traducción de Javier Guerrero
San Francisco y Portland, años 50, en pleno auge de la generación beat. Cuatro aspirantes a escritor cruzan sus vidas: Charlie, la eterna promesa, el modelo de escritor destinado a grandes hazañas literarias. Jaime, su esposa, bloqueada por un sentimiento de inferioridad debido a las capacidades de su marido. Dick acaba de publicar un relato en Playboy, pero duda de su talento. Y Stan, un asaltante de viviendas, descubre su vocación literaria mientras cumple condena por robo. Con estos personajes prácticamente arquetípicos, Carpenter especula con las cuestiones que son tan antiguas como la propia escritura: la supuesta preeminencia de la inspiración sobre el oficio. La envidia por las capacidades y los éxitos ajenos. La legitimidad del egoísmo celoso o del desprendimiento condescendiente. Muestra la cara menos literaria de la vida de los aspirantes a escritores y los obstáculos que ésta les presenta. Bucea en las distintas motivaciones de los protagonistas: la redención de una vida conflictiva; la necesidad, la obligación; el objetivo de una vida; o, simplemente la adquisición de fama y dinero. Y para fama y dinero, está Hollywood, el lugar donde se materializan los sueños -siempre por un módico precio, generalmente en forma de renuncia- pero también donde con más facilidad tienden a convertirse en pesadillas. Carpenter escribe sin artificios, sin distracciones, con naturalidad y con la honestidad de quien tiene algo importante que contar y no quiere distraer con trucos de ilusionista; la recuperación de este Los viernes con Enrico's, completado con la admirable maestría -tanta, que es muy difícil rastrear su huella- que sólo es posible desde el más genuino homenaje por Jonathan Lethem, es una excelente noticia, ojalá todos los inéditos póstumos fueran como éste.
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Una danza para la música del tiempo: Primavera. Anthony Powell. Anagrama, 2000
Traducción de Javier Calzada

"Los hombres que trabajaban en la esquina se habían montado en plena calle una especie de campamento, cuyo perímetro parecía marcado por las luces rojas de unas lámparas de seguridad montadas sobre trípodes, al borde de una sima en la carretera que conducía a la red de desagües subterráneos. Y allí, reunidos en torno a un cubo lleno de ascuas de carbón colocado frente a la entrada de su refugio, se distinguían varias figuras humanas dedicadas a frotarse el cuerpo con los brazos y a restregarse las manos, como si fueran comediantes que, con sus exagerados gestos, estuvieran representando una pantomima para dar expresión formal a la idea del frío extremo. Uno de ellos, un tipo enteco enfundado en un mono azul, más alto que los demás, con la actitud jocosa y una nariz larga y puntiaguda como la de un bufón shakesperiano, se adelantó de pronto y, como si ejecutara algún ritual, arrojó a las brillantes ascuas de carbón cierta sustancia..., aparentemente los restos de un par de arenques medio envueltos en papel de periódico. Su acción provocó la erupción de una viva llamarada y después la de una columna que el viento del noreste arremolinó en su ascenso. Y mientras la oscura humareda flotaba por encima de los tejados, la nieve comenzó a caer suavemente del cielo grisáceo, con copos que se deshacían con un leve siseo al alcanzar el cubo. Las llamas remitieron de nuevo y los trabajadores se apartaron del fuego como si todas aquellas ceremonias hubieran concluido de momento; unos para descender dificultosamente al interior de la zanja y otros para retirarse a las sombras de su refugio de lona alquitranada. Los copos agrisados seguían cayendo indecisos, mansamente, mientras el aire se impregnaba de un olor áspero y amargo a gas. Despuntaba el día."
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Presentación de la obra en: http://jediscequejensens.blogspot.com.es/2015/06/una-danza-para-la-musica-del-tiempo-i.html
Reseña completa en: http://jediscequejensens.blogspot.com.es/2015/06/una-danza-para-la-musica-del-tiempo-ii.html 
Una danza para la música del tiempo: Verano. Anthony Powell. Anagrama, 2001
Traducción de Javier Calzada
"Al igual que uno de los "fantasmas" de Stonehurst, la guerra se cernía a los pies de tu cama cuando despertabas por la mañana, y, a diferencia de otros espectros más pasajeros y acomodaticios, si gigantesca forma, lejos de disiparse de inmediato, permanecía como una sombra borrosa, amenazadora, cada vez mayor y de creciente densidad. Las grises y parpadeantes secuencias proyectadas en la pantalla mostraban con tenaz persistencia primeros planos de demagogos fornidos, coléricos, gesticulantes, que reforzaban sus frases con patadones en el suelo; océanos de brazos alzados; soldados con casco de acero desfilando en columna; carros blindados atronando el espacio al avanzar por el adoquinado de amplios bulevares. La crisis no remitía. El cataclismo ya no podía demorarse más."
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Reseña completa en: http://jediscequejensens.blogspot.com.es/2015/06/una-danza-para-la-musica-del-tiempo-iii.html 
Una danza para la música del tiempo: Otoño. Anthony Powell. Anagrama, 2002
Traducción de Javier Calzada
 "Se agotaba el tiempo. Ahora que se había levantado una vez más el telón de aquella vieja y aclamada representación -La guerra- en la que, por lo visto, me habían asignado en esta ocasión un papel de comparsa, los días que faltaban para que tuviera que incorporarme a mi unidad serían necesarios para los ensayos con vestuario. Tendría que aprenderme bien mis entradas. Cuanto más pensaba en ello, más adecuada me parecía la metáfora. Por otra parte, las ropas, si no todo el hombre, constituyen por lo menos una parte muy importante de él, especialmente cuando se trata de uniformes."
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Reseña completa en: http://jediscequejensens.blogspot.com.es/2015/06/una-danza-para-la-musica-del-tiempo-iv.html

Una danza para la música del tiempo: Invierno. Anthony Powell. Anagrama, 2003
Traducción de Javier Calzada
"Cada década recriminatoria plantea nuevos enigmas: cómo vivir mejor, cómo escribir mejor. La de los cincuenta, en principio menos aceptable para uno que la de los cuarenta, tiene, como mínimo, la ventaja de confirmarle sus peores sospechas acerca de la vida, liberándolo así de un considerable trecho de expectativas vanas y de típicas fantasías que son tan obstructivas para la creación literaria como para la vida. Puede que el quincuagenario ya no sea dueño de sí, pero, con todo, lo es de una pasable experiencia miscelánea de la que echar mano a la hora de formar opiniones, distorsionadas o no, que por lo menos hasta cierto punto puede llamar "propias". Pasado el medio siglo, una conclusión inevitable es la de que muchas cosas que al principio nos parecían increíbles no deben situarse ni mucho menos en una zona más allá de toda credibilidad."
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Reseña completa en: http://jediscequejensens.blogspot.com.es/2015/06/una-danza-para-la-musica-del-tiempo-v.html

26 de junio de 2015

Los viernes en Enrico's

Los viernes en Enrico'sDon CarpenterJonathan LethemSexto Piso, 2015
Traducción de Javier Guerrero
Inciso: 
"Kenny estaba leyendo Ulises por tercera vez, y pensaba que era la mejor novela que se había escrito en inglés. Marty sólo había leído partes y sentía que era extraña, un irlandés tratando de escribir sobre un judío desde dentro.
-En sencillamente imposible -sostuvo. 
Charlie había leído el libro y disfrutado de lo que podía entender. Pensó en la increíble vida de James Joyce. La ceguera. El dolor. El exilio. El sufrimiento.
-James Joyce está muerto -dijo finalmente, y lágrimas calientes corrieron por sus mejillas."  
San Francisco y Portland, años 50 del siglo pasado. Cuatro aspirantes a escritor cruzan sus vidas: Charlie, veterano de la guerra de Corea, personifica la eterna promesa, el modelo de escritor dotado y destinado a grandes hazañas literarias que consigue una beca de escritura para terminar una novela al mismo tiempo que consigue su licenciatura. Jaime, su esposa, también desea ser escritora, pero un hondo sentimiento de inferioridad con respecto a las presuntas capacidades de su marido y el nacimiento de una hija la incapacitan para decidirse a escribir. Dick acaba de alcanzar el éxito cuando Playboy le publica un relato, pero ese mismo éxito, y el miedo a no perder el nivel mostrado, le hacen dudar -interiormente, porque exteriormente es la imagen de la autoconfianza- de su capacidad y de su supuesto talento. Y Stan, un asaltante de casas sin ninguna preparación académica que asiste a las clases de escritura creativa de Charlie, descubre su vocación literaria mientras cumple condena por robo, y parece que es el único consciente de sus limitaciones, de que solamente puede escribir acerca de lo que le ha ocurrido.
"[...] sentado en el borde de la cama con las once páginas en sus manos, reconoció una gran similitud entre robar y escribir. Ambos eran asuntos intensamente privados."
Con estos personajes prácticamente arquetípicos -y algunos personajes secundarios-, Carpenter especula con las cuestiones que son tan antiguas -y tan debatidas- como la propia escritura: la supuesta preeminencia de la inspiración -cualidades innatas, capacidades cultivadas- sobre el oficio -la vocación, el trabajo duro-, y sobre la argumentación de qué opción es mejor, o más deseable o más legítima. La envidia por las capacidades ajenas -y por el éxito, por supuesto-, que puede romper matrimonios, afectar negativamente a la amistad y provocar enfrentamientos difícilmente resolubles.
"Charlie sintió una vergonzosa envidia por la capacidad de Stan para capturar el lugar común, mientras que él se quedaba colgado en grandes ideas que nunca lograba plasmar bien."
 La legitimidad del egoísmo celoso -por si acaso ese compañero escritor que no ha alcanzado aun el éxito puede que sea mejor que uno mismo- o del desprendimiento condescendiente de "ofrecer ayuda" al menos dotado.
"Nada es tan puro como pensabas que sería de niño. Por ejemplo, la escritura. O el amor. O la amistad."
Muestra la cara menos literaria de la vida de los aspirantes a escritores y los obstáculos que ésta les presenta. Bucea en las distintas motivaciones de los protagonistas para escribir: para Stan, escribir representa la redención de una vida conflictiva, una forma de ganarse la vida sin tener que delinquir. Para Jaime es una necesidad, una obligación, aunque lo oculta como una forma de pasar el tiempo en las noches insomnes; no obstante, consigue publicar y cierto reconocimiento. Para Charlie es el objetivo de su vida, y reviste tanta importancia que el exceso de autoexigencia lo lleva a embarrancar en un perfeccionismo paralizante y a renunciar a la publicación de su manuscrito, toscamente editado, por una cuestión de principios. 
"No puedes pasarte diez años de tu vida escribiendo una novela sin dejar un montón de ti mismo en ella."
Para Dick, se trata simplemente de la adquisición de fama y dinero. Y para fama y dinero, está Hollywood, el verdadero Eldorado a mediados del siglo pasado, el lugar donde los dólares cambian de mano con una rapidez pasmosa, donde más fácil es hacer realidad los propios sueños -siempre por un módico precio, generalmente en forma de renuncia- pero también donde con más facilidad tienden a convertirse en pesadillas.

Carpenter escribe sin artificios, sin distracciones, con naturalidad y con la honestidad de quien tiene algo importante que contar y no quiere distraer con trucos de ilusionista; la recuperación de este Los viernes con Enrico's, completado con la admirable maestría -tanta, que es muy difícil rastrear su huella- que sólo es posible desde el más genuino homenaje por Jonathan Lethem, es una excelente noticia. 

22 de junio de 2015

Una danza para la música del tiempo V. Cuarta estación: Invierno


Los libros sí amueblan una habitación
"Había dos versiones principales. Una afirmaba que, en lo peor de una borrachera, al tratar de sacar de un enorme mueble-librería  con puertas de cristal un ejemplar de The Golden Treasury para verificar una cita que necesitaba para un programa de radio, Bagshaw hizo que se desplomara sobre él aquel gran mueble. Mientras llovían sobre él un volumen tras otro, se decía que hizo el siguiente comentario: "Los libros sí amueblan una habitación". Otros narraban una historia diferente. Afirmaban que Bagshaw, tal como vico al mundo, había dicho esas palabras en tono conversacional al acercarse al sofá en el que estaba tumbada, también en cueros presumiblemente, la esposa de un conocido crítico teatral  (que asistía al estreno aquella noche de El carro de las manzanas), en el momento en que el clandestino encuentro alcanzaba su clímx emocional en es estudio del marido, cuyas paredes estaban completamente revestidas por estanterías llenas de libros. Se decía que Bagshaw había pronunciado aquellas palabras, murmurando más bien -como el tributo de un revolucionario a los valores burgueses-, en el instante de avanzar rápidamente hacia su presa: "Los libros sí amueblan una habitación". 
Desmovilizado totalmente y reintegrado a la vida civil, Nick se siente aquejado de una modalidad de melancolía, a la que denomina melancolía postbélica, cuyo síntoma principal es la irresolución. Lejos de la disfunción modernamente diagnosticada como estrés post-traumático, la irresolución conlleva la incapacidad, pasiva, para tomar decisiones que afecten al futuro, como si ante la falta de la situación bélica que, por su propia naturaleza, las requería referidas a un único marco, se hubiera perdido la capacidad de decisión; como si, fisiológicamente hablando, la ausencia de adrenalina, una vez superada la sensación de peligro, provocara una paralizante apatía. La experiencia de la guerra es tan intensa y su final tan abrupto -la desmovilización-, que la mente es incapaz de responder de forma adecuada a tal inminencia, siendo preciso un período de aclimatación, de habituación a la nueva situación, más o menos prolongado en función de los intereses que el individuo es capaz de generar en sustitución de los que había generado en el período bélico.
"[…] poco a poco se iban juntando laboriosamente las texturas tradicionales de la existencia, en el intento de reafirmar una especie de identidad personal que era, empero, confusa. Incluso si -como algunos pensaban- el respiro fuera a ser meramente temporal, no por ello era mal recibido, por más que brillara ahora por su ausencia en el esperado alborozo que había seguido a la anterior guerra.”
Esperando, pues, que todo volviera a la normalidad pre-bélica, Nick basa parte de su terapia inconsciente en regresar a la universidad y en escribir un libro, que piensa titular Borraja y eléboro, sobre La anatomía de la melancolía, el texto de Robert Burton. De lo que se trata, en definitiva, es de poder desplazar el marco de recuerdos, de experiencias y de referencias desde la guerra, pues la intensidad de la experiencia bélica exige la derivación de todos los recursos emocionales, hasta cualquier otro centro de interés, en el bien entendido que ese desplazamiento será más o menos oneroso en función de aquella intensidad.
"En la misma página del título no sólo aparecía el retrato del propio Burton, con gorguera y solideo, sino también figuras ilustrativas de su tema: la locura de amor, la hipocondría, la melancolía religiosa. Estaban además los emblemas de los celos y de la soledad, junto con los grandes remedios para la melancolía y la locura: la borraja y el eléboro. La gran obra de Burton había sido desde siempre uno de mis libros favoritos. Estudiarlo ahora a fonfo representaría un notable cambio con respecto a escribir novelas. El libro que pensaba escribir se llamaría Borraja y eléboro."
Nick recuerda viejas relaciones en el college y, poniéndose al corriente acerca de los avatares de otros antiguos alumnos, se entera de que Widmerpool ha seguido escalando puestos hasta llegar a ser miembro del Parlamento.

La muerte de Erridge, cuñado de Nick, y el consiguiente funeral, reune a los familiares supervivientes en una especie de catarsis colectiva; rasgando el velo de la tristeza por el funeral, tiene lugar un incidente desagradable pero chistoso con la esposa de Widmerpool.

La desmovilización provoca cierto aire de aislamiento: las relaciones personales sufren un cambio radical, no sólo por el hecho de que su escenario natural, el campo de batalla -dicho en sentido amplio, no únicamente geográfico-, desaparece, si no también porque desaparecen del entorno los individuos con los que sólo le une la excepcionalidad de la situación bélica, prolongando y complicando el lapso de tiempo requerido para la adaptación.
“Mientras tanto, yo seguía trabajando sobre Burton y en otras tareas. Los tres meses pasados en el campo después de mi desmovilización habían supuesto una cierta ruptura con mis antiguos conocidos del ejército: los agregados militares extranjeros con los que había desempeñado la labor de “enlace”. Regresabas a un mundo diferente. De vez en cuando alguno de ellos podía tener un gesto recordatorio, como el detalle de invitar a un antiguo colega relegado ahora a la vida civil; alguna vez la invitación obedecía sólo a que tu nombre figuraba aún en una lista de nombres sin revisar, y se te convocaba por error. Pero, en conjunto, los encuentros que derivaban de ello eran muy infrecuentes.”
Bagshaw -“los libros sí amueblan una habitación”-, editor, y Trapner -la caracterización del cual como un individuo que pretende vivir de su oficio es empleada por Nick para exponer, no sin cierta sorna, los tópicos acerca de los escritores, de la literatura y del mundo/mundillo literario en general-, un escritor de tres al cuarto que ha escrito una novela y sobrevive a base de reseñas y artículos, se convierten en  parte de las nuevas relaciones profesionales de Nick, que es invitado a colaborar en una nueva revista literaria, Fisión. Es en el seno de esa revista donde se producen algunos de los comentarios más mordaces referidos al mundo editorial y literario. Primero es Trapner quien carga, no desinteresadamente, contra los críticos:
"-¡Qué envidiable es la vida del crítico literario, la riqueza visual de que goza! Todo aquello que hace de esos tipos de Fleet Street unos seres superiores. Su saber universal, su exquisito gusto, sus amores idílicos, sus matrimonios felices, su optimismo, su erudición, su conocimiento del auténtico significado de la vida, su libertad frente a las tentaciones del sexo, su sencillez de corazón, su simpatía por las masas, su compasión por los desgraciados, su generosidad..., particularmente esta última, para acoger con los brazos abiertos a cualquier farsante que aparezca en el horizonte. No es sorprendente que, a los ojos de la mayoría de esos críticos, las experiencias de un mero escritor les parezcan tan a menudo triviales, sórdidas y falsas de significado."
Posteriormente, en boca de Moreland, un músico cuyo papel principal se recoge en varias novelas anteriores del ciclo, carga contra las “nuevas generaciones” de escritores, que disfrutan de la oportunidad de escribir -y, por extensión, de llevar a cabo cualquier realización artística- y de hacerlo bien, pero la malogran por la más inútil de las reacciones -eso que se ha llamado “postureo”- contra unos clásicos que no es que no se hayan asimilado, es que ni siquiera se han leído:
"-He estado releyendo a Ben Jonson últimamente. Es un escritor que me cae simpático: me recuerda que la vida humana es siempre lo mismo. Recuerdo que Maclintick [un personaje de la novela] insistía mucho en eso cuando se dedicaba a estudiar a los compositores del Renacimiento. Aun concediendo que el asesinato era entonces algo más fácil, Maclintick creía que la vida del músico no ha cambiado apenas. ¡Qué cargante es esa suposición de que las personas de ahora son orgánicamente diferentes de las del pasado…, la Generación Perdida, los Nuevos Poetas, la Era Atómica…, como se refleja esta última en el nombre de tu nueva revista…! Ante las narices de los modernos es ante quienes me siento yo mucho más inclinado a pedorrearme.”
Tampoco el mundo editorial queda a salvo del certero retrato de Nick: envidias, rencillas, venganzas, ojerizas; conflictos entre autores y editores, entre críticos y escritores, entre editores y críticos, todo un catálogo de enfrentamientos que culminan con el que enfrenta al crítico con el editor de un libro cuya reseña es negativa y debería publicarse en la revista que edita el mismo que ha editado el libro.

Reaparece Widmerpool, ahora Secretario Ministerial, pero, como siempre, envuelto en intrigas; parece tener problemas con su reciente esposa con respecto a los que está determinado a que no sean óbice ni impedimento para su carrera política; un desenlace inesperado le pone en un aprieto, pero lo "soluciona" a su manera, con una admirable sangre fría y un dominio de la situación del que puede hacer gala sólo quien ostenta el poder.

La escritura es un ejercicio de memoria personal, tan insensible a los condicionamientos estilísticos como dedicada a recuperar ese proustiano tiempo perdido, no recreándolo -desde este punto de vista sería desperdiciarlo, malograrlo: como intentar revivir una momia, cuyo interés estriba no en cómo vivía y cómo era, si no en cómo ha sobrevivido más o menos intacta al paso de los siglos- si no recuperándolo. Una danza para la música del tiempo es, fundamentalmente, al igual que la obra de Proust, una obra sobre el tiempo.
"Mientras contemplaba a través de los pilares el brillo de las gotas de lluvia en los adoquines del gran espacio abierto, al evocar en mi mente todos aquellos sucesos, muchos de ellos me parecían inevitables, como siempre que uno evoca el pasado."
Una discusión literaria sobre el naturalismo desemboca en un conflicto matrimonial que acaba con el "ahogamiento" del único ejemplar de un manuscrito inédito. Con posterioridad, para cerrar la novela, un encuentro inesperado retrotrae de nuevo a Nick al pasado: el prefecto del college ejerciendo como bibliotecario, episodio que conlleva una nueva actualización de datos sobre sus compañeros de escuela. 

Reyes temporales
"Kennst du das Land, wo die Zitronen blühn? Ofrécete una oportunidad. Vivirás como un rey una vez allí.
-¿Como uno de esos reyes temporales de que se habla en La rama dorada, que tienen todo a su disposición durante un año, un mes o un día..., pasado el cual los ejecutan? ¿Muerte en Venecia?
-Una ejecución ritual sólo, en estos tiempos más ilustrados, la imagen de una virilidad declinante. La del hombre descrito por Mann. Pero lo que importa es ser un rey temporal. La retribución de los reyes congresuales sólo adopta la forma, bastante severa sin duda, de tener que volver luego a la vida diaria. Pero aun así, Nicholas, volverás con renovada energía. Como el nuevo rey, en realidad."  
Así como existen hechos que evocan sucesos ocurridos hace largo tiempo, también algunos lugares poseen la capacidad de revivir experiencias pasadas. Bajo esa evidencia, la asistencia a una conferencia en Venecia le trae a Nick el recuerdo del viaje que hizo con sus padres cuando niño; el poder de evocación de Venecia alcanza incluso para especular acerca de si el gondolero cantante que los entretiene en la terraza de un café es la misma persona que se encontraron en aquella ocasión.

Nick indaga en la figura del escritor exiliado por la guerra, entre el compromiso político asumido por un intelectual preocupado por la realidad del conflicto bélico y su adscripción al bando "correcto", y la posibilidad de regresar, finalizada la guerra, a su país de origen con el marchamo de opositor al invasor cuyo compromiso se ha mantenido inalterable a pesar del exilio y de las condiciones adversas. Todo ello obviando, por supuesto, la comodidad de ejercer la resistencia en un país favorable a las tesis propias, en contraposición con los intelectuales resistentes de fronteras adentro, tal vez menos valorados porque su voz es inaudible debido al control del invasor, y sin tener en cuenta el peligro real al que está sometido de persecución y muerte por parte de las autoridades del régimen invasor.

Ante la intermitente aparición de Widmerpool, Nick pone en evidencia algunas -otras- de sus contradicciones; por ejemplo, su adscripción a un partido político que no representa en absoluto sus ideas parece sugerir que sólo se trata de una forma transitoria y meramente utilitaria de acceder al poder; por otra parte, esta vez quizás más privada, algunas indiscreciones con respecto a su vida sexual parecen sugerir un gusto por ciertas perversiones que sólo pueden ser satisfechas mediante pago -y más teniendo en cuenta las peculiaridades de su vida matrimonial, que entre su inadaptación y la actitud permanente belicosa de su esposa, es un verdadero infierno: "Las discordias matrimoniales giran en torno de la envidia más que de los celos"-. Widmerpool, por cierto, ha perdido su escaño en el Parlamento pero ha sido nombrado Lord vitalicio.

Nick coincide en la conferencia de Venecia con participantes de todo el ámbito anglosajón, circunstancia que le permite llevar a cabo el ejercicio de distinguir, a distancia, un profesor americano de uno británico:
"Era un hombre de treinta y pocos años, delgado, con un bigotillo negro que dejaba ver una estrecha franja de piel del labio superior por encima y por debajo de él en toda su longitud. A primera vista había poco en él que lo identificara como norteamericano pero, mirándolo con más detenimiento, algo en la fina estructura ósea de sus brazos y piernas, junto con la textura y el tono amarillento de su tez, sugería su nacionalidad. Sus movimientos corporales, flexibles y no exentos de posibilidades atléticas, evidenciaban una extrema tensión nerviosa, también más americana que europea. Llevaba gafas de un leve tinte azulado. Su aspecto, inconformista en conjunto, no indicaba marcadamente ninguna afiliación identificable. [...] Tras la gratificante, pero subjetiva, valoración de mis escritos, se mostró menos locuaz. De hecho, fue casi imposible conducirlo a otros temas, pues se quedó casi completamente en blanco, falto de esa reserva de conversación ligera y razonablemente bien informada que caracteriza la vida académica británica y no tanto la americana."
La experiencia, como conocimiento a posteriori, es la combinación entre la observación, la implicación personal y el recuerdo; este último componente puede provenir de tres caminos distintos -o de la combinación entre todos o sólo algunos de ellos-: el recuerdo de hechos aislados; el recuerdo de los n exos que unieron a esos hechos aislados componiendo una "situación"; y el recuerdo de las sensaciones íntimas asociadas a todo ello.
"[...] la eterna cuestión de lo que constituye la experiencia. Un examen profundo de lo ocurrido en cualquier tiempo dado provoca, en sí mismo, un elemento de natural, como cuando se mira un gran cuadro a través de una lupa: el efecto de conjunto se pierde."
Nick y algunos asistentes a la conferencia efectúan un recuento de viejos conocidos que han fijado su residencia en Venecia. Después del paréntesis de la guerra, la ciudad ha atraído por igual a nobles retirados como a contrastados playboy y arribistas de toda especie. Reaparece Pamela, la mujer de Widmerpool, junto con uno de esos playboy cuando todos los congresistas realizan una memorable visita a un palazzo para ver un fresco de Tiépolo; también aparece Widmerpool, que es puesto en evidencia, una vez más, por su esposa. La presencia omniscente de la pareja lleva a Nick a reflexionar acerca de la evolución de las mujeres de cierto estatus con el transcurso del tiempo: la madurez que huye de la juventud e intenta, al mismo tiempo, huir de la vejez.
"Aquella brisa de unos años vente no tan venturosos me recordó un poco a la anterior prometida de Widmerpool, la señora Haycock (prima lejana de Baby, por otra parte), aunque Baby había sido con mucho la mejor parecida de las dos. Baby había tenido el acierto de detenerse antes de que fueran visibles en ella los estigmas que una vida de fiestas tardías y amoríos superficiales había dejado en la señora Haycock. Sin embargo, había experimentado también en menor medida el mismo endurecimiento y masculinización de sus rasgos, el enronquecimiento de su voz para parecerse más a un ladrido; de elementos, en suma, tendentes a un cambio de sexo, fruto de los constantes ajustes de maridos y amantes: un fenómeno, en suma, comparable a las características femeninas que desarrolla un hombre a fuerza de empeñarse en ser un donjuán."
El mundo del arte, omnipresente en la serie en cualquiera de sus manifestaciones, es nuevamente citado y analizado por los presentes: de la pintura barroca al realismo socialista, pasando por la novela naturalista y las adaptaciones para Hollywood.

También el mundo de los medios de comunicación ha sufrido un profundo cambio -y, como consecuencia, el de la propia información- con la popularización de la televisión. La forma, la modalidad de emisión, ha acabado provocando cambios en el propio mensaje, y la influencia sobre el público que puede conseguir un redactor o un presentador de televisión está a años-luz de la que podía cosechar, por ejemplo, el director de una revista. Esa capacidad de influencia ha dado lugar a la creación de lobbies cuyo poder no radica tanto en la información de que disponen si no en el dominio del medio propagador.
"La excursión a Venecia no había renovado mis energías para escribir. En conjunto, las prioridades ya establecidas, las continuidades personales, el confuso esquema de cosas que componen la vida cotidiana, y las rutinas diarias continuaron prácticamente como antes. La conferencia se instaló en mi espíritu como una especie de sueño, uno de esos sueños formados por elementos de la vida real, que se detienen en el límite justo de la pesadilla pero que, sin embargo, dejan turbadoras corrientes de fondo que circulan durante las horas del día y taponan las fuentes de la imaginación -cualesquiera que sean- haciendo que su enigmático flujo corra más perezosamente que nunca y a ratos cese por completo."
La cuestión de qué es escribir y cómo hacerlo -más allá de la cuestión principal: ¿por qué escribir?- es un tema que atraviesa la obra de manera transversal, por supuesto principalmente en función de la relación entre recuerdo y escritura. Siendo como es cierto que Nick está escribiendo auto-ficción, es decir, un personaje implicado en la trama escribe acerca de su propia vida -no sabemos si Powell también lo hace, pero este extremo es ahora irrelevante-, son ciertamente interesantes algunas reflexiones del protagonista acerca del acto de escribir y acerca del punto de vista narrativo, de su importancia y de las convecciones a las que debe adherirse el lector.
"[...] toda novela necesita un punto de vista desde el que narrarla. Un corolario de ese hecho es que toda narración que uno oye tiene que ajustarse, en el espíritu del que la escucha, a los prejuicios del que la cuenta en la práctica, porque la mayoría de los oyentes aumentan, reducen o descartan gran parte de lo que se les narra."
Con independencia de la importancia que tiene la guerra en el ciclo narrativo de Powell, al que dedica una parte importante de su extensión, Powell se centra con más detalle en el efecto que tiene sobre los individuos y en cómo ese efecto se prolonga a lo largo de la vida; es interesante la observación acerca de la sensación de camaradería que proporciona al haber estado expuesto a un peligro cierto entre quienes lo han sufrido, y de cómo esa camaradería sólo puede experimentarse mientras el peligro está presente: el recuerdo no basta para prolongarla cuando la situación es ya otra.
"Cuando se ha vivido algo tan trascendental como una guerra, que ha puesto patas arriba las existencias de todos, descartando las vidas personales y reorganizando todas las relaciones, existe la tentación, una vez concluida, de volver a lo que queda de aquel tinglado, de examinar toda su parafernalia como te salió al paso, hurgar entre sus elementos retorcidos u llenos de herrumbre y valorar sus méritos y defectos. Aquellas comidas de antiguos oficiales, lindando con lo morboso, brindaban la ocasión de abandonarse al escrutinio de los recuerdos. Afines al vicio, aquellas reuniones más pronto o más tarde, como la mayoría de los vicios, empezaban a aburrir. Ya las primeras revelaban la brecha que con la desmovilización se producía inmediatamente entre el presente y lo que había sido apenas un momento antes. Pero en cada ocasión posterior la brecha se ampliaba perceptiblemente, creando un abismo cada vez más infranqueable."
Como es natural, a medida en que el protagonista se va haciendo mayor, abundan las reflexiones sobre la edad, las expectativas, los grados de cumplimiento y las imposibilidades.
"Cada década recriminatoria plantea nuevos enigmas: cómo vivir mejor, cómo escribir mejor. La de los cincuenta, en principio menos aceptable para uno que la de los cuarenta, tiene, como mínimo, la ventaja de confirmarle sus peores sospechas acerca de la vida, liberándolo así de un considerable trecho de expectativas vanas y de típicas fantasías que son tan obstructivas para la creación literaria como para la vida. Puede que el quincuagenario ya no sea dueño de sí, pero, con todo, lo es de una pasable experiencia miscelánea de la que echar mano a la hora de formar opiniones, distorsionadas o no, que por lo menos hasta cierto punto puede llamar "propias". Pasado el medio siglo, una conclusión inevitable es la de que muchas cosas que al principio nos parecían increíbles no deben situarse ni mucho menos en una zona más allá de toda credibilidad."
Wirmerpool, que sigue con sus intrigas, se ha visto envuelto en una situación embarazosa, una cuestión de espionaje, pero al final el caso es sobreseído "por no existir interés público" en seguir el proceso; es decir, la influencia política del acusado ha logrado paralizar el proceso. Posteriormente, la impuntualidad de un coche de alquiler que debía recoger al matrimonio a la salida de una fiesta provoca un inesperado altercado.

Escuchando armonías secretas
"Los torsos de ambas chicas estaban enfundados en unas camisetas decoradas con una única palabra: ARMONÍA [...]. Esta descabellada caracterización no resultaba desmentida del todo por la palabra-lema que ambas chicas lucían sobre el pecho: una humorada gráfica que hoy bien podría haber salido de la rúbrica de un manuscrito medieval, escrita en el estandarte o las armas de una figura menor representada al margen." 
Nick e Isobel acogen en su casa a un grupo de jóvenes, entre los que se encuentra una sobrina, liderados por un chico enigmático y devotos de lo que parece ser un rito paleolítico pasado por el tamiz new age.

A lo largo del texto, Nick se pone bajo la advocación de varias obras de la literatura universal; en esta última novela del ciclo, el papel es encargado al Orlando furioso, el poema de Ludovico Ariosto. Es aprovechando esa lectura cuando Powell -pues es indudable que es el autor quien habla- habla de cómo leer a los clásicos:
"Aquella noche estaba yo pasando sus páginas con la sensación -esencial para disfrutar de la lectura madura de un clásico- de no tener que detenerme ni un segundo en cualquier pasaje que amenazara con provocarme la más mínima sensación de tedio."
El recuerdo de la visita de ese grupo de jóvenes, punteado por al lectura de Ariosto, encamina a Nick hacia la época, un poco antes de la I Guerra Mundial, en que conoció al doctor Trelawney, impulsor de un culto esotérico de rígido ritual, que fue en su día motivo de mofa por parte del círculo del narrador. Unas palabras mencionadas por una adepta, "el alma liberada se eleva hacia el viento de Poniente y contempla la puesta de sol mientras oye armonías secretas", le hace sospechar que aquellos jóvenes profesaban una especie de doctrina derivada de aquélla.

A medida en que va transcurriendo el tiempo de una vida, el repositorio -permítase la imagen simplificadora- de los recuerdos va aumentando su volumen, al igual que lo hace el número de esas abstracciones  que, para abreviar, llamamos experiencias. No es extraño, pues, que cada vez más hechos inicialmente desconectados de esos recuerdos posean el poder de evocarlos: "recuperaciones lunares del Valle e las Cosas Perdidas", por seguir con la referencia a Ariosto.

Reaparece Widmerpool, después de la muerte por suicidio de su esposa y de su desaparición temporal tras su acusación de espionaje. Un incidente en la ceremonia de su nombramiento como rector de universidad lleva a Nick a recordar otro caso parecido ocurrido cuarenta años atrás y a especular acerca de la diferente actitud de Widmerpool en respuesta al incidente, y en cómo esas reacciones, de naturaleza prácticamente opuesta, si se hubieran cambiado entre sí, podrían haber supuesto una resolución de ambos casos completamente distinta.

Otro viaje al recuerdo lo constituye la muestra de fotos del grupo de amigos caracterizados como Los Siete Pecados Capitales que les tomaron en su juventud, por parte de la viuda del fotógrafo; de nuevo este regreso al pasado supone una actualización del estado de los fotografiados, y una estrategia narrativa sumamente efectiva para mostrar la evolución de los personajes que han formado la columna vertebral de la historia.

Entre las numerosas reflexiones sobre la escritura, algunas de las cuales figuran anteriormente, parece especialmente pertinente la reflexión que sobre la biografía, la novela y la ficción pone Powell en boca de Trapnel, un escritor infravalorado en vida, un personaje peculiar sobre el que un conocido de Nick está escribiendo una biografía:
"La gente cree que, por el hecho de ser inventada, una novela no es verídica. Pero es exactamente al contrario. Una novela, precisamente por ser inventada, es verdad. Las biografías y las memorias nunca pueden ser enteramente verdaderas porque  no pueden incluir todas las circunstancias concebibles de lo sucedido. La novela sí puede incluirlas. El propio novelista las decide, y su decisión es vinculante. El biógrafo, incluso el mejor y en el mejor de los casos, sólo puede mostrarse intencionalmente empírico. Y cuando es uno mismo el que escribe su autobiografía, es prisionero de su propio egocentrismo y siempre hay que desconfiar de lo que cuenta. A diferencia de los anteriores, el novelista es un dios, que crea a su personaje y lo hace respirar y caminar. La criatura, creada a su imagen y semejanza, ofrece información sobre ese dios. Y así, en cierto sentido, uno sabe más cosas de Balzac y de Dickens a través de sus novelas que de Rousseau y de Casanova por sus Confesiones. [...] Sólo la novela puede transmitir ciertas verdades de las que es imposible dar una definición exacta La biografía y la autobiografía se ven obligadas a buscar la definición exacta, y es así como pierden la verdad."
Una cena de celebración por la concesión de un premio literario, de cuyo jurado forma parte Nick, provoca otro incidente con Widmerpool, que parece decidido a conseguir ser odiado por sus semejantes, ahora que disfruta de una posición inexpugnable, revelando de ese modo una supuesta deriva masoquista, no sólo en las rerlaciones sexuales, un tema repetidamente comentado por algunos de sus conocidos. En su origen, más que una opción elegida conscientemente, parece una contrapartida del poder, en todos los ámbitos, que acumula, como si el único dolor que pudiera sufrir fuera el infligido como consecuencia de su propia decisión de sufrirlo. Tal vez sea este afán de autocastigo -más que cualquier otra consideración o desviación- lo que le lleva a conocer al líder del grupo esotérico citado anteriormente, a ligarse a él y a perder totalmente el juicio bajo su dominio psicológico.
"[...] esta historia me ha estado obsesionando..., no sé bien por qué. Tal vez porque parece empezar muy bien y acaba mal. Aunque probablemente es así como deben concluir las buenas historias."
Abocado ya al final del ciclo narrativo, Powell le da fin mediante un fastuoso último capítulo que recoge, ordena y resume la obra en su integridad, cerrando círculos, haciendo aparecer a las personas -las que han sobrevivido- que ha conocido Nick a lo largo de su periplo, y cerrando  espectacularmente una de las obras de ficción más brillantes que ha dado el siglo XX con el regreso al principio, confirmando esa concepción circular del tiempo, verdadero protagonista de la narración, y el inmenso poder generativo de la memoria materializado en el fuego de carbón y los copos de nieve.
 "Nos dijimos adiós. Henderson tenía razón al decir que la temperatura estaba bajando. Estaba oscuro fuera, y hacía más frío. Cayó un copo de nieve. Al principio aislado, pero enseguida siguieron otros el camino abierto. Los obreros que arreglaban la calle frente a la galería se preparaban ya para dejar el trabajo. Algunos se estaban congregando alrededor del fuego que habían encendido en un cubo. El olor de mi chimenea, cuyo humo tal vez se fundía con los olores metálicos de la cantera que flotaban en la plateaba bruma, me recordó ahora aquel cubo de los trabajadores lleno de brasas de carbón, ardiendo en el exterior del refugio en plena calle."
Esta circunstancia le trae a la memoria uno de los pasajes más conocidos de Anatomía de la melancolía, y lo lleva al evocador cierre de la narración:
"Los golpes sordos que llegaban de la cantera no eran ya más que un eco infinitamente lejano. Cesaron por completo una vez que se oyó un largo gemido de sirena... La galopada de los centauros se desvaneció, mientras las últimas notas de su caracola resonaban en mares hiperbóreos. Hasta la medida formal de las Estaciones pareció quedar suspendida en el silencio invernal."
Otros recursos relativos a la obra, ya publicados:
Una danza para la música del tiempo I. Presentación
Una danza para la musica del tiempo II. Primera estación: Primavera
Una danza para la música del tiempo III. Segunda estación: Verano
Una danza para la música del tiempo IV. Tercera estación: Otoño

18 de junio de 2015

Una danza para la música del tiempo IV. Tercera estación: Otoño


El valle de los huesos
"La mano del Señor vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu del Señor, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos, y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor, y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera." (Ezequiel, 37, citado por Powell).
Ha estallado la II Guerra Mundial y Nick, con la ayuda de las influencias de Widmerpool se incorpora a un regimiento galés de la reserva como subteniente; posteriormente, es enviado a Irlanda a un cuartel de formación del que se nutre el ejército regular y que es entrenado ante la posibilidad de que Alemania invada a Irlanda como cabeza de puente para, posteriormente, invadir la Gran Bretaña. Como es lógico, las incidencias que se producen entre los reclutas y los suboficiales, ninguno de ellos soldados profesionales en sentido estricto, son continuas y variadas.
"El ejército, a la vez, el mejor y el peor lugar para los egoístas."
Los cuarteles de la reserva actúan como niveladores de clase: puede que exista cierta conciencia de clase entre los suboficiales de la reserva, que no son militares de carrera si no profesionales y aristócratas a los que se dota de un cargo -militares diletantes sería una consideración bastante cerca a la realidad- por cuestiones que nada tienen que ver con el ejército ni con la guerra ni con la disciplina castrense; la tropa, en cambio, es de extracción popular, con lo que el choque entre clases es inevitable. Esta experiencia acaba significando un baño de realidad para el oficial, y la constatación de la existencia de otras clases sociales, con sus aspiraciones y su identidad perfectamente válidas.
"La guerra desvelaba a las personas que se estimulan con el desastre."
Naturalmente, ni la rígida cadena de mando ni la obediencia debida pueden evitar que el ejército sea ese lugar en el que se reproducen los mismos conflictos que en la vida civil, pero cuya resolución varía en función de su especificidad: la cadena de mando supone una dejación de las responsabilidades de los subordinados que, para un miembro de la clase dominante, lo alejan del mundo civi. Pero el ejército también puede ser una oportunidad para que anodinos ciudadanos con trabajos burocráticos se sientan importantes y asuman el reto de convertirse en héroes.
"Como Kedward me había explicado al principio, la mayoría de los oficiales del batallón eran empleados de banca. Éste era uno de los aspectos de la unidad que le conferían su peculiar sensación de uniformidad, de existir casi como dentro de una familia. Incluso cuando uno se hallaba personalmente fuera de este clan, su carácter homogéneo ofrecía en sí mismo una cierta cordialidad para el intruso, más que lo contrario. Hasta entonces, nadie me había dado la impresión de que le disgustara especialmente aquella actividad profesional en su vida civil; no más de lo que suele quejarse la gente de su propio trabajo, cualquiera que sea. Todos parecían pertenecer a una casta, claramente definida, poderosa en su terruño: casi a una sociedad se creta, entre cuyos miembros existía un perfecto entendimiento en lo tocante al mundo exterior. Los iniciados podían quejarse tal vez de inconvenientes específicos, pero sin que esas quejas implicaran jamás un deseo de dedicarse a otra cosa."
Nick regresa a Londres, de permiso, inmerso en la extrañeza de volver a casa; algunos reencuentros sirven para reubicar viejas amistades y alimentar el fuego de viejos rencores.
"Hablar con Barnby acrecentó la sensación que yo ya tenía de haber sido liberado de una prisión, pero a la vez me hizo sentir otra nueva: la de que yo estaba hecho precisamente para esa vida de prisión, y nada más."
Posteriormente, Nick visita a la familia en su exilio campestre, se suceden reencuentros inesperados y se actualiza el estado de amistades y conocidos a la vez que se manifiestan extrañas nuevas alianzas. La vida social sigue, a pesar de la movilización y de la guerra, por los mismos derroteros. Trasladado a un nuevo destino, Nick estrena paternidad. Debido a un incidente, se produce una reestructuración de la unidad donde sirve Nick, y mediante ese extraño modo militar de repartir recompensas y castigos, un compañero suboficial es degradado por una falta en el reglamento y Nick es enviado a un nuevo destino, donde servirá a las órdenes de un viejo conocido.
"-Un escritor francés que había sido oficial de carrera [Nick se refiere a Alfred de Vigny, cuya obra Servitude et grandeur militaires (1835) es citada en varias ocasiones a lo largo de la Danza... ] decía que lo esencial de la vida militar era su vertiente de terrible aburrimiento. Que su atractivo, si tal es, consiste sólo en un golpe de suerte excepcional que se te presenta en el camino."
El arte del soldado
"Cerré mis ojos y los volví  hacia mi corazón./ Como un hombre pide vino antes de combatir,/ pedí una bocanada de anteriores y más felices visiones/ que me infundieran la esperanza de estar a la altura de mi papel./ Pensar primero, combatir después: el arte del soldado;/ el sabor de los viejos tiempos pone todo en su sitio."   Childe Roland to the Dark Tower Came. Robert Browning, 1855, citado por Powell.
Nick es confundido con un actor por el dependiente de una tienda a la que va para adquirir un capote militar, confusión que le provoca una reflexión sobre la parecida naturaleza del teatro y de la guerra, metáfora que se extenderá a lo largo de todo el volumen.
"Se agotaba el tiempo. Ahora que se había levantado una vez más el telón de aquella vieja y aclamada representación -La guerra- en la que, por lo visto, me habían asignado en esta ocasión un papel de comparsa, los días que faltaban para que tuviera que incorporarme a mi unidad serían necesarios para los ensayos con vestuario. Tendría que aprenderme bien mis entradas. Cuanto más pensaba en ello, más adecuada me parecía la metáfora. Por otra parte, las ropas, si no todo el hombre, constituyen por lo menos una parte muy importante de él, especialmente cuando se trata de uniformes."
La guerra ha avanzado y la situación en el campo de batalla es desesperada: Francia ha caído y el resto de Europa ha sido ocupado, se prevé una inminente invasión de la Gran Bretaña y han comenzado los bombardeos sobre Londres y otras poblaciones.

La composición de la tropa no es precisamente un ejemplo de conjunto de individuos eruditos; la extracción social de los soldados rasos y de algunos de los suboficiales no corresponde a titulados universitarios, y por esa razón -conocido como es que, en el ejército, una de las peores conductas es hacerse notar o destacar en algo que rebase el testosterónico ámbito castrense- hay aficiones que más vale guardarse para sí.
"Yo no intentaba ocultar aquel hábito [la lectura] a pesar de sus indeseables implicaciones. El hecho de admitirlo lo colocaba a uno, como mínimo, en una rara pero reconocida categoría de personas de las que no cabía esperar grandes cosas."
La tarea de Nick, con el grado de subteniente, es asistir a Widmerpool, mayor, que es quien le ha reclamado como ayudante, con la doble intención de, manifiestamente, ofrecerle un cargo acorde con sus merecimientos -y hacer que se sienta en deuda con él, por supuesto-, pero también, dada la peculiar personalidad del sujeto, marcado por ese complejo de inferioridad que arrastra desde la época del college, hacerle evidente su progreso en la carrera militar.
"Aunque desde los tiempos en que habíamos ido a clase juntos yo le había seguido viendo intermitentemente -muy intermitentemente, de hecho- durante más de veinte años ya, trabajando a sus órdenes descubrí en Widmerpool muchos aspectos que yo desconocía. Como ocurre con la mayoría de las personas vistas a través de los ojos de un subordinado, su carácter se apreciaba con mayor agudeza desde abajo. Este nuevo ángulo de observación me reveló, por ejemplo, lo difícil que era trabajar con él, en particular por un secretismo nacido del perpetuo temor, casi obsesivo, de que las tareas completadas por él pudieran ser atribuidas al trabajo de algún otro."
Las intrigas de Widmerpool, servil con sus superiores, enfrentado a sus pares, a quienes considera manifiestamente inferiores a él mismo, y tiránico con sus subordinados, para que sea nombrado el candidato de su elección para un cargo que ha quedado libre da una medida precisa de todo lo que está dispuesto a hacer para poder mantener de ese modo su influencia e ir acumulando "capital" con fines, aun desconocidos, futuros.
"Widmerpool se adelantó con aquellos aires de tomarse a sí mismo muy en serio y de aparentar importancia que siempre daban una falsa impresión de sus capacidades y que a menudo estaban calculados para provocar la irritación de las personas que trataban con él, aunque no estuvieran ya particularmente enojadas."
Y ni siquiera, o precisamente por esa razón, el caso de la aparición de otro antiguo colega de escuela desempeñando un empleo degradante es capaz de remover su compasión.

Nick disfruta de un nuevo permiso en Londres: la vida militar es tan absorbente, y Nick se la toma tan en serio, que es dudoso dónde colocar el paréntesis, si en la vida castrense o en la vida civil. Inmerso en la guerra, el ambiente social en el que se desenvolvía Nick en tiempo de paz está tan descompuesto e irreconocible que el ejército, con su congruencia y su homogeneidad, ha tomado su lugar como ambiente dominante.

De vuelta al cuartel, el poco conocimiento del francés de Nick malogra la posibilidad de un ascenso y de su traslado al continente.

De vuelta a Londres, se producen algunos reencuentros, pero un bombardeo inesperado provoca una tragedia familiar.
"Los coches de bomberos se habían ido ya. La calle estaba desierta. Pensé en lo capaz que era Eleanor de manejar una situación así. Molly lo había sido también cuando ocurría un desastre. Me pregunté qué sería de Ted. Lo más extraordinario era que, viendo la casa desde fuera, todo parecía absolutamente normal. Los vigilantes habían pegado en la puerta una especie de aviso de que el edificio había sido dañado por una bomba; pero, por lo demás, nada indicaba que el lugar hubiera sufrido un ataque aéreo en el que habían muerto varias personas. Esta ausencia de manifestación exterior era comparable por la suerte sufrida por el [restaurante] Madrid horas antes, cuando el rumor de las conversaciones dentro de un restaurante había sido suficiente para ahogar el sonido de la alarma, el ruido de los cañonazos."
De regreso al acuartelamiento, Widmerpool aprovecha un incidente sin importancia para mostrar su verdadero rostro y llevar a cabo su largamente planeada venganza contra aquellos que lo infravaloraron y se mofaron de él en su edad adolescente.
"El egoísmo, igualmente rechazable en su aspecto exterior como en su esencia, es, sin embargo, necesario para la supervivencia del individuo. Aunque sólo fuera por esta razón, tal vez no debería mirarse con excesivo desprecio. Despreciable o no, rara vez hay que escarbar mucho para encontrarlo debajo de la superficie de las cosas." 
Los filósofos militares
"Pennistone ho había querido revelarme antes de su marcha cuáles eran sus planes para después de la guerra: sólo me había dicho que me reiría mucho cuando me enterara.
-Pienso que ese trabajo la atraerá -siguió Finn-. Necesita un cambio. Está cansado de tanta...
Hizo una pausa buscando la palabra justa.
-¿... labor de enlace?
-No, no -dijo Finn-. No me refiero a su trabajo aquí. De tanta... filosofía."
Avanza la acción en una Europa sacudida por una guerra cuya duración se subestimó, y que, con la implicación bélica del ejército imperial del Japón, ha acabado implicando a regiones alejadas del continente.
"Un cielo huraño se cernía sobre las filas de atestados autobuses que avanzaban penosamente hacia Whitehall. Singapur había caído hacía cinco o seos semanas. El temor de los medios oficiales al efecto desmoralizador que pudieran tener sobre la opinión pública había hecho que se restara importancia a los excesos de los japoneses, aunque quienes tenían acceso a una documentación que circulaba sólo con relativas restricciones estaban al tanto de lo que ocurría. La retirada de Birmania estaba a punto de llevarse a efecto. Los bombardeos sobre Londres, por más que habían disminuido en conjunto, rebrotaban de vez en cuando como una enfermedad incurable. La información de que a los polacos se les permitía por fin dejar Rusia era una buena noticia. Fue recibida como una nota esperanzadora. Tenía, además, especial importancia para mí en mis nuevas circunstancias."
Nick es ascendido a capitán, siguiendo a una "lógica militar" para los suboficiales que no están en el frente, y trasladado al cuerpo de inteligencia como oficial de enlace con el ejército polaco, para cuyo desempeño vuelve a estar bajo las órdenes indirectas de Widmerpool, un personaje, como ha quedado ya patente en los volúmenes anteriores del ciclo, cuya sobra es alargada.
"Cargaba en las dos manos con un gran fajo de documentos y a la vez hacía una serie de divertidos movimientos con la cabeza y los brazos en dirección al grupito de los que esperaban, dando a entender que estaba muy satisfecho de sí mismo: como un perro encantado de demostrar sus habilidades para traer el periódico en su boca."
En ese contexto se produce un  nuevo reencuentro con un colega del college: el tiempo ha pasado, y el posible progreso en el aspecto económico o puramente social siempre es en detrimento del personal.

Nick se detiene en el detalle del día a día en la sección: la pormenorización del trabajo, la importancia ineluctable del escalafón y su superioridad sobre la lógica; el implacable papel de la burocracia administrativa; las complejas relaciones con los oficiales polacos, con irreconciliables diferencias de criterio pero también de coordinación. Se trata de la guerra desde la retaguardia: un estado de suspensión cuyos interludios aprovecha para simultanear la lectura de literatura inglesa del siglo XVII con Marcel Proust:
"Como la muela dolorida de Finn [alude a un episodio en el que Finn, su superior jerárquico, sufrió la extracción de una muela sana en lugar de la dañada] durante aquella famosa marcha, la guerra seguía lanzando punzadas de dolor, jalonadas por interludios en los que, más de una vez, parecía que alguien había extraído apresuradamente la muela sana."
Un paréntesis familiar: reencuentros con conocidos a los que la guerra ha convertido en extraños; algunos de los sujetos que ejercían de nexo en la intrincada red de relaciones han desaparecido y los que han sobrevivido se ven obligados a obviarlos, inmersos en una situación de extraño aislamiento, como si dos islas contiguas hubieran perdido el istmo que las había unido. Nick es adscrito a la coordinación con los ejércitos belga y checo.

En el acuartelamiento, siguen las intrigas. Y, naturalmente, reaparece Widmerpool, que ha ido progresando en el escalafón y adquiriendo progresivamente más poder en la sombra, mientras que si vida personal, que guarda a buen recaudo, es altamente insatisfactoria.
"Su desprecio por los no educados en los principios morales era también nuevo: la clase de tema que, en principio, se sentía inclinado a evitar. Siempre había hecho un misterio de su vida sexual..., aunque esto no tenía nada de particular. La vida sexual de la mayoría de la gente es un misterio, sobre todo la de aquellos que parecen hacer mayor ostentación de ella. Esa es la conclusión a la que llega uno finalmente. Así y todo, Widmerpool había mostrado en ese aspecto una excepcional mezcla de vehemenciaa y de ineptitud [...]. Pocas cosas hay más fascinantes que los hábitos sexuales de los otros vistos desde fuera: la maraña en que se entretejen los hilos del deseo, de la ternura la conveniencia o la esperanza de algún provecho."
Llegan los últimos episodios de la guerra en Europa con la liberación de París; tiene lugar una expedición de oficiales aliados al continente, un incidente religioso y, en plena costa atlántica, Nick sufre una reminiscencia proustiana -al tiempo que Powell rinde el debido homenaje a la obra bajo cuya sombra se cobija Una danza para la música del tiempo-:
"En el momento de pronunciar la última letra, las escamas se desprendieron de mis ojos. Todo se transformó en un instante. Todo volvió a mí -como la magdalena mojada en el té- en un torrente de recuerdos... Cabourg... Acabábamos de salir de Cabourg..., del Balbec de Proust. Apenas unos minutos antes, y me encontraba de pie en la explanada en la que, luciendo su gorra de polo y acompañada por el grupito de chicas a las que él había supuesto las amantes de los ciclistas profesionales, Albertine había irrumpido en la vida de Marcel Proust. A través de los altos ventanales del comedor del Grand Hotel -que proporcionaba a los que estaban fuera la sensación de mirar al interior de un acuario- se podía ver a Saint-Loup, sentado a la misma mesa que Bloch, proclamando mendazmente su familiaridad con los Swann. Un poco más allá, siguiendo el paseo, se alzaba el Casino, con sus paredes llenas aún de tronados carteles como el que Charlus -luciendo su sombrero de paja negro- había fingido examinar, tras un intento concienzudo de valorar los atractivos físicos y las posibilidades del Narrador. Aquí había pintado Eltsir; allí jugaba al golf el príncipe Odoacro... Pero... ¿dónde estaba el pequeño ferrocarril que los había llevado a todos a la villa de los Verdurin? Tal vez discurría en una dirección distinta a la que ellos seguían ahora; o tal vez, más probablemente, no existiera ya."
Con el devenir de la guerra ya decidido, es la hora de las intrigas de los servicios secretos y de la gestión de la inminente victoria: donde hay vencidos hay pastel para repartir y el que llega primero se lleva la mejor parte; comprendiendo y aceptando que los rusos extenderán su influencia y se adjudicarán el dominio de la Europa oriental, los aliados europeos occidentales y los neutrales van tomando posiciones.

Muerto Stringham y desaparecido Templer -y definitivamente liquidada la sociedad de exalumnos del college-, Widmerpool ha seguido medrando y progresando profesionalmente,
"-He llegado a la conclusión de que disfruto teniendo poder -confesó [Widmerpool]-. Es algo que me ha enseñado la guerra. En este contexto, más de una vez se ma ha ocurrido que me gustaría gobernar...";
aunque parece que en el terreno sentimental ha acabado encontrado la horma de su zapato.


Otros recursos relativos a la obra, ya publicados:
Una danza para la música del tiempo I. Presentación
Una danza para la musica del tiempo II. Primera estación: Primavera
Una danza para la música del tiempo III. Segunda estación: Verano

Otros recursos relativos a la obra, en próximas publicaciones:
Una danza para la música del tiempo V. Cuarta estación: Invierno

16 de junio de 2015

Bloomsday

http://www.prospectmagazine.co.uk/arts-and-books/james-joyce-you-cant-ignore-the-bastard
"Stately, plump Buck Mulligan came from the stairhead, bearing a bowl of lather on which a mirror and a razor lay crossed. A yellow dressinggown, ungirdled, was sustained gently behind him on the mild morning air. He held the bowl aloft and intoned:
-Introibo ad altare Dei.
Halted, he peered down the dark winding stairs and called out coarsely:
-Come up, Kinch! Come up, you fearful jesuit!"

¡Feliz centésimo undécimo Bloomsday!

12 de junio de 2015

Una danza para la música del tiempo III. Segunda estación: Verano


I. En casa de lady Molly
"Uno aprende a su debido tiempo que, tratándose de personas y de emociones, la regla de cálculo del tiempo admite improbables ajustes."
La nostalgia es un sentimiento inútil y molesto. Nick presenta a la familia Tolland, su futura familia política, tan extensa y variada que es un mundo en sí misma.
"La vida está llena de íntimos ensueños, instantáneos y sensacionales, representados en atención a un único espectador."
Ya en la edad de tomar una decisión con respecto al matrimonio, Nick se da cuenta de que se trata de una cuestión esencialmente social; una aparición le servirá para apoyar su hipótesis. Pero las noticias que vienen del continente no son nada halagüeñas; estamos en los años 30 y el auge del fascismo comienza a verse como una amenaza en la propia Inglaterra. Nick ha publicado una novela, encontrando así, como de casualidad, una profesión para la que ni siquiera tenía vocación.

Gran parte de la novela se sitúa en casa de lady Molly, familiar de los Tolland, que se revela como el ombligo del mundo, el omphalós generador de las relaciones entre los hombres, los muertos y los dioses.

"A ninguno se le negó jamás, por así decir, un plato en la mesa de los Jeavons. Su hogar era un territorio libre, donde no parecían aplicarse las reglas normales y donde podías tropezarte con todo tipo de personas. Aunque tal vez esta descripción sugiera un exceso de compañía divertida. Lovell, ciertamente, no se refería a ella en términos tan elogiosos: "Difícilmente encontrarás allí personas inteligentes", solía decir, como dando a entender lo mucho que valoraba a semejante tipo de personas, aunque sin definir los rasgos que podían ayudar a reconocerlas. "Y rara vez verás alguna que, en mi opinión, merezca ser considerada elegante de veras". Dicho lo cual, solía suavizar un poco su crítica añadiendo: "Pero, aun así, en casa de Tía Molly encuentras absolutamente de todo".
La cercanía del conflicto, el segundo en lo que va de siglo, provoca un choque generacional, ahondando la brecha existente entre los que vivieron la I Guerra Mundial y los que no, ambos con muy diferentes visiones acerca del conflicto en ciernes.

Powell es preciso sin ser exhaustivo; en contra de la descripción enumerativa, utiliza la descripción restringida de características particulares. Por ejemplo, a la hora de presentar a Umfraville, un personaje secundario:

"Aunque ahora vestido de esmoquin, Umfraville no había cambiado gran cosa desde la noche en que nos conocimos en Foppa. Elegante, algo caballuno, perfectamente a gusto consigo mismo y con cuantos le rodeaban, se las arreglaba para sugerir a la vez la inminencia del abismo de escándalo y de bancarrota que amenazaba con tragárselo en cualquier momento a él y a quienquiera que tuviese la desgracia de hallarse cerca de él cuando sobreviniera el desastre."
En una determinada posición social -Una danza para la música del tiempo es una crónica, eminentemente, de la clase alta británica- el matrimonio es una necesidad: 
"Caminé por calles desiertas, pensando que yo también debería casarme pronto. Un cambio que se presentaba en términos de acción más que de reflexión, con el espíritu con que a menudo se casan hasta los más prudentes: en una crisis de placer y ansiedad, de excitación y de opresión."
en el caso de los hombres, para estabilizar su vida sexual -más que la sentimental- y para abandonar, al menos aparentemente, las conductas y compañías dudosas que se toleran en un joven pero que son socialmente mal vistas en un adulto.
"Un trasfondo de otros acontecimientos oscureció en gran medida los pasos que condujeron a mi compromiso con Isabel Tolland. De esta crisis de mi vida recuerdo sobre todo una sensación de tremenda inevitabilidad, el sentimiento de que el destino estaba resolviendo sus propios problemas y de que cualquier exceso de reflexión estaría fuera de lugar. El matrimonio, como ya he dicho, es una forma de acción, casi de violencia: una afirmación de la voluntad. Su órbita no puede ser trazada con precisión, si se trata de evitar equívocos y arrepentimientos. Sus hechos tal vez sólo puedan ser conocidos por deducción. Es un estado del que se ha eliminado toda objetividad."
Finaliza la novela con la psicoanalización de un personaje, Widmerpool, que a estas alturas ya se adivina como troncal, e incluso como némesis del propio Nick.

II. El restaurante chino Casanova


El texo comienza pulsando el ambiente artístico y musical en los prolegómenos de la II Guerra Mundial, y los ajustes de cuentas entre artistas, ese extraño deporte gremial.

"Yo escuchaba todo lo que se estaba diciendo sin sentir, como llegué a sentirlo más adelante, que de alguna manera yo también formaba parte de la misma comunidad, y que cuando la gente se hacía eco de las habladurías acerca de temas tales como el de Carolo y su chica, lo que uno estaba oyendo era un trozo, por infinitesimalmente pequeño que fuera, de su propia vida."
La casa de lady Warminster es la recreación de un mundo en miniatura. Nick se suma, con su matrimonio, a la numerosa y variopinta familia Tolland, regida con mano de hierro y guante de seda por su suegra.
"La mayoría de sus coetáneos admitían, en general, que Katherine Warminster, en lo concerniente a sus hijastros, merecía elogios por el buen trabajo realizado con ellos. Por mi parte, a mí me agradaba lady Warminster, aunque al propio tiempo tengo que confesar que nunca me sentía totalmente cómodo en su presencia. Estaba inmaculadamente libre de cualquiera de los defectos típicos de las suegras; agradable siempre, buena anfitriona, afectuosa incluso, a su manera; pero siempre un poco alarmante: un ave elegante, con muchas horas de vuelo..., quizá un ave de presa..., lista para precipitarse y atacar desde los helados picos de las montañas en que prefería vivir apartada."
Ha comenzado la Guerra Civil española, vista con cierta indiferencia política por la clase alta inglesa, pero con la curiosidad anecdótica por lo que sucede en una tierra exótica de la que se posee un conocimiento parcial y eminentemente folclórico; Erridge, un cuñado de Nick, personaje parcialmente inspirado en George Orwell, marcha a combatir con las Brigadas Internacionales.
"Cerró la tapa del gramófono, que empezó a difundir una vez más las sombrías y amenazadoras notas que sugerían su fondo español: cielos tostados, polvorientos llanos, serranías ásperas, sarcófagos de mármol negro de los difuntos reyes bajo techos artesonados con arabescos, bloques de pisos art nouveau frente a los que pasaban chirriando y tintineando achaparrados tranvías; tricornios de charol de la Guardia Civi; almohadillas de cuero lanzadas a la arena bajo carteles publicitarios anunciando remedios para la impotencia y la viruela... Éstas y un centenar más de cambiantes abstracciones cubistas, combinando sus elementos visuales con la pachanga de la música taurina..., y ahora -sobre este paisaje-, abrasados por el sol, camiones, destartalados como jamelgos de picador, subiendo cuestas en primera entre un olor a gasolina..., o ahora, ateridos por el viento helado y tapados hasta las cejas como el abrigado trío del Invierno de Goya, soldados moros conduciendo reatas de mulos por desfiladeros velados por la nieve..."
Asistimos a una velada literaria en Hyde Park Gardens: "Querido -pero imprescindible- enemigo mío": las relaciones entre los escritores.
"La relación mutua entre escritores, cualquiera que sea su edad, siempre es delicada, pero no tanto -como comúnmente se piensa- por cuestión de celos, cuando por la naturaleza intensamente personal de la cotización de la obra de un escritor."
En ese ambiente literario, el narrador reflexiona acerca de la creación y las relaciones literarias: los límites y condicionantes para hablar de uno mismo y de algunas de sus circunstancias:
"Un matrimonio futuro, u otro ya pasado, puede ser analizado y narrado en términos literarios por una cualquiera de las partes, pero es dudoso que ningún matrimonio existente pueda ser descrito en primera persona, directamente, de manera que el relato transmita sensación de realidad. Hasta los escritores que mejor han plasmado la sustancia de la vida matrimonial tienden a una estilización muy marcada y sacrifican la sutileza de la relación a cambio de narrar con detalle unos pocos aspectos aislados. Pensar con objetividad sobre el propio matrimonio es tarea imposible, casi tan difícil como hacerlo objetivamente sobre el matrimonio de otros, con tanta información disponible como tan escasamente digna de crédito. Cierto que la objetividad no lo es todo a la hora de escribir; pero, si uno tiene que dejarla a un lado, las dificultades de abordar el tema son descomunales, tan variadas y a la vez tan constantes son sus formas, tan variables y caleidoscópicas sus colores, aunque siempre los mismos."
Posteriormente, incluye otra reflexión acerca del paso a la posteridad, enfrentando el caso del escritor -personaje inspirado por John Galsworthy- que habría aceptado todo los honores que no le dispensaron que rechazó los que sí le concedieron; en esta discusión acerca de la literatura y de los escritores, Powell incluye una cita para la reflexión:
"-Lo mismo podrías decir que el Ulises tiene más "historia" que La cabaña del Tío Tom o El rosario -dijo Maclintik-. Y supongo que es cierto de alguna manera. Yo encuentro que todas las novelas pecan de improbables."
Aunque con la distancia que marca el estatus, la problemática política asoma a menudo en la trama, con visiones particulares de hechos diversos; por la parte que les toca debido a su posición, uno de los temas tratados es el de la abdicación de Eduardo VIII.
"Muy poco después de aquel encuentro con los Moreland se inició la crisis que condujo a la abdicación: uno de esos acontecimientos públicos que apasionan no sólo a los dedicados por temperamento a discutir eternamente lo que leen en los periódicos, sino a todo bicho viviente en el país, cualesquiera que sean su edad, sexo o clase social. El debate agotó por completo todos los aspectos constitucionales y emotivos del hecho [...]. Al final resultó que, una vez dado el paso, la abdicación se convirtió en historia y que todo volvió a la acostumbrada rutina con mucha mayor facilidad de lo que popularmente se preveía."
El suicidio de un personaje secundario provoca una reflexión interesante. A diferencia de una muerte natural, el efecto de la muerte por suicidio sobre los que rodean al suicida son mucho más devastadores porque aunque todos podemos morir en un momento determinado -y lo acabamos haciendo, finalmente-, la proporción de azar que interviene en la muerte natural nos procura la parte de esperanza que supone pretender que aun no nos ha llegado el momento. El suicidio, en cambio, posee un trazo de inevitabilidad que lo hace terrible -y son conocidas esas hipótesis del carácter contagioso del acto en sí-, a pesar de que depende, a diferencia de la muerte natural, de una decisión voluntaria. La paradoja está en que tememos más algo que depende de nuestra voluntad que aquello que depende del azar.

III. Los bondadosos

Situados temporalmente a finales de la década de los años 30, previa a la II Guerra Mundia, Nick inicia una larga digresión para volver a su infancia, en los prolegómenos de la otra gran conflagración mundial del siglo, con el fin de encontrar antecedentes, tanto personales como políticos y sociales, que ayuden a entender el entorno en que se desenvuelve. Recupera el mito de Las Furias -Las Erinias o Las Euménides, Las Bondadosas o Benévolas; es posible que exista un lapsus de género en la traducción al castellano del título- para relatar la amenaza que representaban para Albert, un servidor en casa de sus padres, las sufragistas, o para la doncella Billson -protagonista de un chistoso incidente- las apariciones de un supuesto fantasma; en todo caso, el capítulo le sirve para ejecutar un impresionante repaso a una servidumbre ciertamente peculiar.

Después de esta descompresión de la realidad presente, Nick reflexiona acerca de la dificultad de describir un hecho, sea cotidiano o excepcional, de la imposible neutralidad y de la deseable implicación:
"Pero la descripción verbal de cualquier hecho debe estar siempre infinitamente distante del hecho en sí, de manera que cuando exageramos o subestimamos algo, con frecuencia atinamos mejor con la verdad que cuando nos limitamos a declararlo lisa y llanamente. Teniendo en cuenta, además, lo desesperantemente difícil que es cualquier intento de expresar con exactitud las complejidades y recovecos del carácter y de las emociones humanas."
La digresión sigue con el relato detallado desde la visión de un niño del ejército -su padre es capitán- y de la vida militar, las visitas castrenses y una controversia acerca de la caridad hasta terminar con la muerte de Archiduque Francisco Fernando de Austria y los inevitables aires de guerra, para volver a los prolegómenos de la II Guerra Mundial.
"-Cualquiera de estas bellas mañanas, los alemanes se presentarán aquí o entrarán en Francia. Nadie podrá censurarles que lo hagan. Todos lo están buscando. Y nos encontrarán enzarzados en alguna discusión con los irlandeses, sufriendo una huelga de la industria del carbón o presenciando un partido de críquet. En Francia, los ministros del gabinete estarán desafiándose unos a otros en duelo, mientras sus esposas descargan sus armas contra editores de periódicos. Y, cuando lleguen los alemanes, tendremos un gran espectáculo: el de la Nación en Armas de Clausewitz."
 De nuevo aparece la vida artística, el medio en que profesionalmente se desenvuelve el protagonista, la relación con el arte de la gente común y de los propios artistas, sobre todo en la música y en la pintura. La asunción de mitos personales, inducidos por una educación orientada a una determinada carrera apoyada en una tradición familiar -en este caso, la militar y la musical- condiciona la visión del mundo.
"Desde temprana edad, Moreland había sido considerado por su tía, y por los demás de su círculo, un muchacho llamado a desarrollar una brillante carrera en la música. Su propia infancia había sido orientada hacia ese supuesto. Mi más modesta ambición -y, en realidad, no animada especialmente por mis padres- era llegar a ser militar. Eso comportaba, obviamente, una forma divergente de verse cada uno a sí mismo. En la medida en que alguna vez comparamos nuestras notas acerca de nuestros respectivos ambientes en la infancia, Moreland siempre sostuvo que el mío le parecía el más extraño de los dos."
La visión de la guerra desde las islas es ciertamente peculiar, como algo ajeno, como un enojoso engorro que afecta a algunos detalles de la vida cotidiana pero cuya influencia no va mucho más allá. En el Parlamento, reproducido en miniatura en una cena, se hacen patentes las diferencias a la hora de abordar la implicación británica en la guerra.
"Al igual que uno de los "fantasmas" de Stonehurst, la guerra se cernía a los pies de tu cama cuando despertabas por la mañana, y, a diferencia de otros espectros más pasajeros y acomodaticios, si gigantesca forma, lejos de disiparse de inmediato, permanecía como una sombra borrosa, amenazadora, cada vez mayor y de creciente densidad. Las grises y parpadeantes secuencias proyectadas en la pantalla mostraban con tenaz persistencia primeros planos de demagogos fornidos, coléricos, gesticulantes, que reforzaban sus frases con patadones en el suelo; océanos de brazos alzados; soldados con casco de acero desfilando en columna; carros blindados atronando el espacio al avanzar por el adoquinado de amplios bulevares. La crisis no remitía. El cataclismo ya no podía demorarse más."
Asistimos al reencuentro de Nick con Templer, Stringham y Widmerpool, los compañeros del college, presencias constantes en el ciclo, cuyas apariciones parecen el principal testimonio del paso del tiempo, como si esos reencuentros adquirieran el papel de hitos donde se reformulan las relaciones y se cierran y reabren etapas. En las sucesivas descripciones, tanto formales como de estatus, el narrador apoya en ellos su visión del paso del tiempo y de los cambios producidos.
"Vi que ya no se trataba de que Stringham y Widmerpool se hubieran equiparado como amigos en la mente de Templer; la realidad era que Widmerpool se hallaba ahora infinitamente por delante de aquél. Es lo que se desprendía del tono de Templer [...]. Lo que daba un matiz algo hiriente a aquella situación era ver cómo se yuxtaponían en Templer de un lado su completa aceptación de Widmerpool y, de otro, su casi también completa indiferencia por su viejo amigo Stringham. Probablemente Templer no había visto a Stringham desde el día en que se presentó en el cuarto que ocupaba éste en el college y después nos metió a todos en una cuneta con su flamante coche recién adquirido. Cierto que, para ser sinceros, yo también llevaba mucho tiempo sin ver a Stringham, en tanto que Templer, a fuerza de llevar mucho tiempo haciendo negocios con Widmerpool, había llegado a considerarlo un amigo."
Suceden cambios en la familia: la muerte de la suegra de Nick y Erridge intenta sentar cabeza; la vida en la familia refleja el tiempo de caos y cambios en Europa. Fallece el tío Giles, el verso suelto de la familia.

En un ambiente social cerrado y endogámico, era común que las parejas se intercambiaran, situación que provoca alteraciones en las relaciones personales.
"Duport, por lo que a mí respectaba, era un caso típico. Yo había amado a su mujer, Jean, y, aunque ya no la amaba, nuestra relación había segregado semejante ingrato residuo: un inalterable, por más que oculto, lazo con su ex marido. Como una especie de castigo. A mí podía no gustarme la forma como se comportaba Duport, con Jean o con el mundo en general, pero mis propios actos lo habían convertido, al menos en un pequeño aspecto, en parte de mi vida. Estaba ligado a él para toda la eternidad. Más aun, por la misma razón, yo no estaba en situación de poder censurarlo: había minado mi propia posición como crítico. Esa reaparición de Duport fue como un profundo tajo en el Tiempo."
Cierra el texto la firma del tratado de no agresión entre Alemania y Rusia, la confirmación de los malos augurios y el estallido de la guerra. 

Otros recursos relativos a la obra, ya publicados:
Una danza para la música del tiempo I. Presentación
Una danza para la musica del tiempo II. Primera estación: Primavera

Otros recursos relativos a la obra, en próximas publicaciones:
Una danza para la música del tiempo IV. Tercera estación: Otoño
Una danza para la música del tiempo V. Cuarta estación: Invierno