Cuadernos. Volumen IV. Georg Christph Lichtenberg. Hermida Editores, 2019 Traducción de Carlos Fortea |
A medida que va haciéndose mayor, Lichtenberg evidencia una evolución tangible en su pensamiento: conserva un profundo y contrastado optimismo a pesar de la depravación que observa a su alrededor —este Cuaderno J está redactado en lo más álgido de la Revolución Francesa y, aunque residente en Alemania, Lichtenberg hace gala de estar muy bien informado—, un optimismo muy personal y poco antropológico que no le impide censurar de forma implacable todo aquello que considera reprobable, incluyendo a algunos escritores y pensadores contemporáneos, a los que trata con una dureza extrema. Confeso partidario de la Ilustración y enemigo implacable del Romanticismo, particularmente el alemán, y de las organizaciones religiosas, exhibe un sólido escepticismo y no se inhibe a la hora de tomarla irónicamente contra la religión cuando esta pretende imponerse a la razón.
De los más de 1000 aforismos contenidos en el volumen, he escogido, a título de muestra, algunos relacionados con los libros y la escritura:
«Si enseguida me doy cuenta de que muchos reseñistas no leen los libros que reseñan tan modélicamente, no veo qué daño puede hacer leer el libro que hay que reseñar».
«Un librito de ayuda en caso de emergencia para escritores podría venir bien».
«Sus libros eran todos muy amables, por lo demás tenían poco que ver entre sí».
«Ese libro primero hay que trillarlo».
«En los poemas líricos suele indicarse el pie así: _‿‿︱ ____︱ _‿‿‿︱. Si se indicaran los pensamientos con "uno" y los sinsentidos con "cero", a veces la frase tendría este aspecto: 000︱000︱000︱»
«En vez de traducir, las cabezas que no saben hacer nada deberían dedicarse a hacer registros».
«Puede que las normas acerca de cómo escribir versos sean buenas en sí y revelen conocimientos, pero a mí siempre me parecen como la receta de los cangrejos del por lo demás excelente sir Kenelm Digby: hay que coger algunos cangrejos viejos, picarlos y echar agua por encima».
«Poner el vino de otros en botellas, achisparse un poco y creer que le pertenece a uno. Algo así hacen la mayoría de los escritores alemanes».
«Los malos poetas y novelistas dejan algunas cosas al curso de la naturaleza, y la disposición del lector es la que tiene que explicarlas. Ellos ponen las meras experiencias, que el verdadero conocedor del corazón humano explica».
«Tenía la peculiaridad de que nunca leía libros malos, pero en cambio los escribía, prueba segura de que, o no había entendido lo que había leído, o no tiene que haber entendido lo bueno como tiene que ser entendido».
«Considero las recensiones una especie de enfermedad infantil que más o menos ataca a los libros recién nacidos. Hay ejemplos de que los más sanos perecen de ella, y los débiles la superan a menudo. Algunos no llegan a sufrirla. Se ha intentado a menudo prevenirla con amuletos tales como prefacios o dedicatorias, o incluso inocularla mediante juicios propios, pero no siempre sirve».
«Hay deposiciones que parecen pliegos superpuestos. Algunos escritores parecen hallar gusto en el método inverso, y escribir libros que presentan como deposiciones».Otros recursos relativos al autor en este blog:
Notas de Lectura: Cuadernos. Volumen I
Notas de Lectura: Cuadernos. Volumen II
Notas de Lectura: Cuadernos. Volumen III
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