29 de enero de 2016

La invención del mundo

La invención del mundo. Olivier Rolin. Reverso Editorial, 2005
Traducción de Carlos Manzano
"¡Hónranos! ¡Danos vida! Nos alimentamos con el sacrificio de las palabras, ¡conduce enormes rebaños hasta nuestro altar! ¡Palabras ubérrimas, palabras sin tacha, de pelaje brillante, de hocico poderoso, habituadas a pacer la hierba más tierna! ¡Palabras de piernas nerviosas, de cuernos acerados! ¡De arranques prodigiosos! ¡De alcances innumerables! ¡Palabras que hagan resonar la tierra bajo sus pezuñas pulidas, que arrojen fuego por las ventanas de la nariz! ¿Cómo podríamos nosotros, el mundo, vivir, si no se nos ofrece la sangre negra de las palabras, su carne roja, su grasa olorosa para que nos nutramos, su piel suave y lanuda o dura y áspera y leonada o blanca o negra para que nos vistamos con ella, sus huesos huecos para tocar la flauta?"
Olivier Rolin se propuso describir un día en la Tierra; para tal proyecto, recogió cuatrocientos noventa y un periódicos del día 21 de Marzo de 1989, día del equinoccio de primavera, escritos en treinta y una lenguas de todo el mundo y recreó aquellas historias que le fueron sugeridas por algunas de las noticias que contenían; este fue el material del que obtuvo La invención del mundo (L'Invention du monde,  1993).
"Llegaba yo a pensar que los libros -todos y los míos en particular- no eran, como en el sueño de mi vanidad, un espejo del mundo sino algo más: un montón de cosas efímeras añadidas al mundo."
Contar todo lo que sucede en el mundo en un día determinado, asumiendo que lo que acaeció realmente sólo puede ser re-creado, ni inventado ni reproducido; aprovechar el poder generador de realidades que tienen las palabras, y, por tanto, de mundos, mientras hacen que este en particular se construya al mismo tiempo que se va escribiendo.
"Yo escribo al dictado del mundo que creo."
Juan, el evangelista más literario, se permitió, al comienzo de su relato, enmendar al mismo Dios del Génesis: "En el principio era el Verbo..."; 
"No era correcto decir que el mundo no existía. Ya lo creo que existía... constantemente creado por las palabras."
de lo que se trata, en definitiva, es de la creación del mundo mediante la palabra, nombrar algo es crearlo, darle vida: "Entonces Dios dijo: hágase la luz, y la luz se hizo". 
"Lo que yo voy a construir para ti es un palacio de palabras [...]"
Después, leer lo creado -un mundo hecho de palabras puede leerse- es también otro acto de creación.

El conjunto de todo lo existente -el mundo, la Tierra, el planeta, la physis- no sería más que una hoja en blanco, sin pautas ni más regla que sus propios límites, en cuyo seno se inscriben las vidas de objetos y seres, inertes y vivos, y las infinitas relaciones entre ellos; un cuaderno multidimensional con conexiones multinivel que se materializan en cuanto se nombran, y que se mueve mediante la enumeración.
"[...] así como cada uno de los puntos del espacio se encuentra vinculado, trenzado, con todos los demás en los que se transforma, así también cada uno de los puntos del tiempo sólo está separado de los otros por un punto de vista, por una irisación."
Un hecho da lugar a una noticia; la noticia, elaborada, da lugar a una historia; un conjunto de historias representan un mundo. 
"Todo, cada uno de los episodios, cada uno de los versos o versículos de las historias fundamentales, se reescribía sin cesar en variaciones nuevas todas las veces: el mundo [...] era el conjunto de esos millones de reescrituras simultáneas."
La elección de unos hechos y el descarte de otros condicionan la existencia de las noticias, al igual que las mismas historias quedan modificadas, por una parte, por la orientación de la noticia-fuente, pero también por toda la variedad posible de elaboraciones por parte del escritor.  De este modo, el número de combinaciones es prácticamente inabarcable, dando cada una la posibilidad de invención de un mundo diferente mediante un proceso combinatorio plenamente oulipiano.
"¡Se concedió la inteligencia al hombre para que concibiera grandes, audaces fracasos! ¡La Torre de Babel! ¡El hidroavión gigantesco de Howard Hughes! ¡Finnegan's (sic) Wake! ¡Prometeo!"
Excede la intención de este lector abarcar ni siquiera una parte significativa del contenido de La invención del mundo; se trata de un proyecto de tal complejidad que debería ser asumido por personas más cualificadas. Sin embargo, me atrevo a recomendarlo a todo aquel lector que guste de bucear más allá de lo establecido como normal. Un reto.
"Os he ofrecido un relato que trataba de una multitud de hombres y mujeres esparcidos por la superficie de la Tierra, encerrados en el paréntesis de un día: ¡y me habéis creído! Había -como en el escudo labrado por un Dios para un héroe moderno- ciudades, llanuras, carreteras, mares surcados por navíos, el vuelo de las nubes, el ruido de la lluvia, el fascinante resplandor del fuego, el artificio de la luz y la noche. ¡Niños! ¡Eran cuentos para niños! Nada de todo eso, en lo que estáis acostumbrados a creer, existe."
Calificación: ****/***** 

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