17 de marzo de 2025

Trésor caché

 

Trésor caché. Pascal Quignard. Éditions Albin Michel, 2025

«Cuanto más pasa el tiempo, más huyo de la muerte. Es algo que se aleja cuando nos acercamos a ella; la profusión de la experiencia, el caudal de recuerdos y la comparación de los sufrimientos hacen que no mengüe, pero sabemos que podemos escapar de ella. Hay una forma de redención que llega a fuerza de haber domesticado nuestros propios miedos. La muerte es un vacío como cualquier otro, como el éxtasis, como la felicidad. Hay algo un poco desintegrado en nuestra experiencia que debemos amar por la libertad que nos ofrece».

Pascal Quignard es un escritor que ha experimentado, a lo largo de su extensa obra, con diversos géneros literarios: el relato en Princesa vieja reina,  el ensayo en La respuesta a Lord Chandos, el tratado filosófico en la serie Pequeños tratados la literatura de cariz memorialístico en La lección de música y la novela en Las solidaridades misteriosas. Sin embargo, tal vez su aportación más interesante resida en aquellas obras que constituyen una amalgama irreducible de géneros literarios, como en la serie Último reino, un proyecto a largo plazo, inconcluso, en el que se combinan todos los citados.

Su último libro publicado, Trésor caché, es una novela; o al menos eso es lo que reza en su portada, roman, aunque el aspecto novelístico se reduzca a que parece, a primera vista, una obra de ficción narrativa, pero en la que, como es habitual, aparecen elementos que transitan entre los temas esenciales cuyo rastro puede encontrarse en la mayoría de sus escritos: la crónica y la memoria, el arte y la historia, el misticismo y la filosofía, la soledad y la muerte.  

En 2019 Quignard publicó una de sus últimas obras más relevantes: La Vie n'est pas une biographie, sobre la imposibilidad de que lo escrito —la biografía, en general; la autobiografía, en particular— pueda asimilarse a lo que intenta representar —la vida de los otros, especialmente la propia—. Bajo ese misma paradigma, contando con esa limitación, se puede establecer que una novela puede limitarse a contar una historia, pero esa novela no será nunca la historiaTrésor caché narra la historia de Louise, una mujer de cincuenta y un años de vida insustancial —una circunstancia reflejada en el estilo del inicio de la narración, banal—, traductora, divorciada y viviendo lejos de su hija, que pierde a su gato Peer. Al enterrarlo en su jardín —un jardín epicúreo y voltaireano a la vez—, descubre un tesoro, un cofre lleno de oro. Viaja a Capri y conoce a un hombre, Luigi, profesor universitario de sesenta y dos —aquí, Quignard abandona la banalidad de su estilo para convertirlo en brillantemente poético—. En el transcurso de un año diversos acontecimientos, personales, naturales, mayoritariamente azarosos, transforman su vida por completo; unas modificaciones alternativamente relatadas desde el punto de vista de un narrador omnisciente y en primera persona. Aunque el hecho de que se cuente una historia, se introduzcan unos personajes y exista una trama que los una pueda parecer que todos esos elementos novelísticos son solamente una excusa para que el autor, de forma parecida a otra obra reciente, L'amour la mer, o de la más antigua Villa Amalia —existen más de una coincidencia entre Louise y Ann  Hidden— o en su acostumbrado estilo de fragmentación y combinación —que no se limita a los capítulos, sino también a las unidades temáticas e, incluso, a los párrafos, que podrían considerarse novelas dentro de novelas integradas en un inagotable perpetuum mobile en el que la cronología lineal no tiene ningún papel—, exhiba su erudición en esos temas que le apasionan y que forman parte de los leit motiv de su obra: la muerte, el duelo y la soledad, la naturaleza — particularmente los animales, pero también los escenarios donde se desarrolla— y la omnipresente música.

«Tenía siete años. Siempre había presentido que un día me alcanzaría un dolor luminoso. Sabía que ese dolor inexplicable vendría de aquella hora en que todo, cuando era niña, se había perdido. Al final de mi infancia caía una especie de nieve en silencio. Todo debía surgir del fondo del mundo, como el sol surge  de la noche».

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