20 de noviembre de 2020

Emily Eterna

 

Emily Eterna. M. G. Wheaton. Alianza Editorial, 2020
Traducción de Raúl García Campos

Emily es una CA, una Conciencia Artificial, con gran capacidad empática, que consiste en una interface interactiva con la mente de los sujetos humanos y cuya finalidad, en principio, es ayudar a estos a superar sus traumas mediante el aprendizaje a partir de las respuestas emocionales y ambientales; es, de hecho, la psiquiatra perfecta, libre, por definición y estructura, de todas las interferencias a que están sujetos los individuos humanos que se dedican a esa profesión. Emily Eterna (Emily Eternal, 2019) es la última novela publicada y primera traducida al castellano del norteamericano M. G. Wheaton, un escritor especializado en thriller policíaco.

Millones de años antes de lo previsto, el sol ha colapsado y está iniciando el proceso para convertirse en una gigante roja y en muy poco tiempo destruirá todo rastro de vida en la tierra; la humanidad no tiene escapatoria y se encamina a la extinción definitiva.

Ante esa amenaza, algunos ingenieros implicados en el proyecto de Emily proponen que su software sea cargado con la totalidad del material genético de la humanidad —"robarles el alma", en palabras de la propia Emily— y que sea lanzado al espacio profundo llevando esos retratos genéticos—tanto el ADN molecular como los recuerdos— camino de una hipotética civilización futura. Sin embargo, tal proyecto cuenta con una oposición inesperada, la de la propia Emily; una vez convencida de la importancia de la misión, accede y comienzan los preparativos para el volcado de la información.

Todo ese contenido analizado, escogido y almacenado provoca una progresiva humanización de Emily y el descubrimiento de ciertas características humanas que no constaban en su programación, aunque también empieza a ser consciente del poder que supone disponer de los recuerdos, las aspiraciones y los desengaños de toda la humanidad, incluidas aquellas personas reales de su entorno con las cuales no siempre está de acuerdo. Todo ello le confiere un dominio sobre los demás no muy distinto del que la humanidad atribuye a los dioses.

«En ese sentido, supongo que entiendo que se me compare con un dios. De hecho, lo que estoy haciendo podría calificarse de milagro. Puedo acceder a todas las personas vivas, desde un feto de siete meses (edad a la que el cerebro humano se ha desarrollado lo suficiente para elaborar recuerdos) en New Haven hasta la bisabuela más anciana de Virginia, pasando por todos los puntos que haya de por medio. Y, al igual que un dios, conozco las esperanzas y los sueños, los temores y los deseos que pueblan sus mentes, como si los compartieran conmigo por medio de un sinfín de oraciones».

Aunque en el fondo Emily, que conoce a la perfección su origen, lo que se siente es demasiado humana; sin embargo, el verdadero dilema que es incapaz de dilucidar es la constatación de su inmensa supremacía, fruto de la tecnología más avanzada, que la hace infinitamente superior en velocidad y capacidad de procesamiento y memoria a cualquier humano, junto con la constatación de su simplicidad cuando se compara con cualquiera de esas vidas que está almacenando: es un producto perfecto, pero no es más que un producto.

«Aunque la doctora Choski tuvo la amabilidad de decir que me había convertido en algo muy aprecido a un ser humano, sigue existiendo una diferencia fundamental que cada uno de los retratos se encarga de recordarme. Mi ser, las diferentes partes que me compongo, ocupan 100 terabites de espacio de almacenamiento. ¿Uno solo de esos retratos biogenéticos? Más de 1.000».

Pero en paralelo con el proyecto inicial, parte del equipo humano ha ideado un plan alternativo con el fin de sustituirlo a cualquier precio, un intento que Emily y sus compañeros procurarán  detener con la ayuda de algunos individuos superhumanos, una especie de postsapiens (o, en la jerga de moda, transhumanos) capaces de modificarse infinitamente debido a una anomalía en su ADN.

N. B.: Hasta aquí, a grandes trazos, el planteamiento de la novela, que ocupa, aproximadamente, las primeras cien páginas de las trescientas de que consta; es una propuesta muy sugerente, programada con originalidad y con una base técnica verosímil y bien documentada. El desenlace, en la tercera y última parte del texto, es imaginativo y con las dosis de expectación requeribles para ese tipo de novelas; pero el tercio medio, el nudo de la novela, cae estepitosamente en el abismo de la fórmula bestseller, con episodios inverosímiles a beneficio de inventario, rutinarios y estériles, propios de la literatura de consumo rápido e irrelevante. Y es una lástima, porque el planteamiento prometía.

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