3 de julio de 2020

La alegría de la vida

La alegría de la vida. Raymond Queneau. Hermida Editores, 2019
Traducción de Manuel Arranz
Detrás de obras como Zazier dans le métro y Cent mille milliars de poèmes —a pesar de los errores de recepción, no imputables al autor: la primera como obra cómica, cuando se trata de una novela seria; y como poesía la segunda, que sí que es propiamente una obra cómica— se esconde uno de los autores más imaginativos de la literatura europea del siglo XX —y que este humilde lector no tiene la pretensión de descubrir—.

Y esto es así hasta tal punto que, con independencia del éxito editorial, de público o de crítica, puede afirmarse que cada uno de los libros que escribió tiene un motivo, una justificación, una razón, aunque no sean explícitas ni tengan por qué percibirse inmediatamente después de su primera lectura. Tal vez la pregunta pertinente al plantearse la lectura de cualquier libro de Queneau no sea la habitual "¿qué nos va a contar el autor?" sino otra con bastante más enjundia como "¿por qué Queneau nos cuenta eso y por qué lo hace de esta manera?"

En todo caso hay que dejar bien dispuestos los receptores de la sátira, del sentido del humor y de la descodificación, y aprestarse a disfrutar aunque se nos escapen algunas de las  chanzas que va soltando a lo largo del camino. Cualquiera de sus textos sirve, pero esta Alegría de la vida (Le Dimanche de la vie, 1952) (apercibimiento al lector: no hay que fiarse ni del título) contiene algunos de los recursos que la historia de la literatura está obligada a reconocerle.

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