George Orwell fue amigo mío. Adam Johnson. Seix Barral, 2017 Traducción de Carles Andreu Saburit |
"La vida está llena de sucesos: pasan y tú te adaptas, te apañas como puedes y sigues adelante."Mientras disfrutamos de una vida concentrada en factores externos, en nuestra interacción con objetos y con personas, cercanos o lejanos, existe una sub-vida de procesos mentales y físicos que tienen lugar en nuestro cuerpo y en nuestro entorno cuya existencia no alcanza el umbral de nuestra percepción pero que influye extraordinariamente en nuestros actos conscientes. Los personajes de los relatos de Johnson parecen moverse a lo largo de esa frontera, a veces a un lado, a veces a otro: han sido víctimas involuntarias de algún suceso no previsto, y esa exposición les ha provocado una disociación que no han sido capaces de asimilar. El resultado no los ha situado al otro lado de la realidad pero sí que ha provocado la imposibilidad de discriminar dónde está la frontera entre aquélla y la ficción. De ahí sus dificultades para manejarse en el mundo real y sus continuas escapadas a lo imaginario.
La mítica relativa al ser humano, acentuada por las doctrinas de ese batiburrillo de pretensiones trascendentes que ha dado en llamarse "psicología humanista" y cuyo testigo ha recogido esa versión post-moderna del psicoanálisis que es la autoayuda, pretende que nos crecemos ante las dificultades y que ofrecemos la mejor versión de nosotros mismos cuanto mayores sean éstas. Los protagonistas de Johnson no se encuentran en situaciones-límite sino que ven su existencia alterada por desviaciones que parecen afectar únicamente a sus vidas cotidianas, no a los grandes hechos ni a las decisiones vitales; pero su vida cotidiana incluye unas características tan particulares -los seres humanos corrientes solamente tienen una vida cotidiana- que cualquier incidencia que les afecte constituye un reto insalvable.
Una lucha sorda y constante con la inevitabilidad de lo real cuando esto se percibe como solamente una de las opciones posibles de relación entre el sujeto y lo que le es externo. Es justamente esa característica de inevitable lo que lleva a los personajes de Johnson a una extraña, por incuestionable, aceptación de todos los reveses con los que tropiezan, casi como si se tratara de una predestinación. Cualquier reacción, cualquier decisión, es incontestablemente errónea pero suele ser la única que tienen a su alcance.
A su manera y por distintas razones los personajes de Johnson arrastran un estigma que condiciona todas reacciones y sus reflexiones, aunque ninguno de ellos parece consciente de lo que significa ni en qué medida su conducta está siendo mediatizada por esa marca. La complejidad de su situación es de tal calibre que toda excusa que no proceda de la ignorancia traspasaría los límites de la verosimilitud, y los sujetos se verían impedidos de superar la disonancia que la aceptación les provocaría.
Sus rebeliones, por tanto, no suponen grandes renuncias ni cambios fundamentales, no significan giros importantes en su vida ni atisbos de reinicio, solamente tienen que ver con ligeras modificaciones para unas vidas con el sendero fijado de antemano al que únicamente pueden aplicarse, si acaso, ligeros cambios de rumbo que, en definitiva, no podrán alterar sustancialmente un destino prefijado por unas fuerzas externas cuyas motivaciones nadie puede adivinar.
Definitivamente, un libro electrizante; el jurado del National Book Award no da puntada sin hilo.
Calificación: *****/*****
No hay comentarios:
Publicar un comentario