8 de enero de 2015

Los reconocimientos I

Los reconocimientos. William Gaddis. Editorial Sexto Piso, 2014
Prólogo de William H. Gass. Traducción de Juan Antonio Santos
Las Notas de Lectura que aparecen agrupadas en la pestaña "Lectiones" de este blog ni son ni pretenden ser crítica literaria; solamente son impresiones de lectura, algunas de ellas en mayor o menor grado atinadas y otras, seguramente, improcedentes; conexiones que se establecen entre los libros que voy leyendo y mi propia experiencia personal; ideas que percibo en lo leído con las que coincido -ideas que haría propias-, vete a saber por qué razón,   e ideas que me resultan completamente ajenas; reflejo inevitable, con frecuencia adrede, de unos gustos personales que no configuran ningún valor absoluto pero sí cultivado, para bien o para mal, y modelado, con cuestionable habilidad, a lo largo de una vida lectora; y confeccionadas, y publicadas aquí desde hace relativamente poco tiempo, con la intención de que puedan ser útiles a quien desee acercarse a algunos de los libros que he leído y me han parecido interesantes -y sólo a esos; los libros que no me gustan no aparecen aquí, principalmente por dos razones: porque los abandono sin terminarlos -ars longa vita brevis-, pero también porque no quiero hacerme responsable públicamente de provocar la huida de nadie de la lectura de un libro; para eso ("no, hombre, no compres este libro, déjame que te recomiende otro") ya tengo mi trabajo- y pueda experimentar la misma o parecida sensación que todos los lectores sentimos, sepamos explicarlo con mejores o peores argumentos, mientras leemos y al cerrar ese libro que nos ha gustado tanto.

Sirva esta inusual introducción para postular -porque desde ahora mismo me confieso incapaz de justificarlo argumentadamente- la afirmación de que Los reconocimientos (The Recognitions, 1955) es uno de los mejores libros del siglo XX que he tenido la fortuna de leer. Y uno de los mejores que leerá quien se ponga, con la impedimenta adecuada, a ello.
"Muy bien, escucha, tengo ideas, pero ¿por qué habría de agobiarte con ellas? Es tu trabajo, y algo como escribir es muy íntimo, ¿no? Qué... qué frágiles son las situaciones. Pero no tenues. Delicadas, pero no endebles, no indulgentes. Delicadas, por eso se rompen, deben romperse y uno debe juntar los trozos y mostrarlo todo antes de que vuelva a romperse, o dejar esos pedazos a un lado durante un  momento cuando se rompe alguna cosa y uno se vuelve hacia ella, y todo sigue ocurriendo. Por eso, casi todo lo que ahora se escribe, cuando uno lo lee van uno dos tres cuatro y te cuentan lo que ocurrió como reportajes periodísticos, sin adjetivos, sin frases largas, sin truco alguno en apariencia, y finalmente creen que creen realmente que la forma en que lo vieron es la forma en que ocurrió, cuando en realidad... [...] No... uno nunca se queda sin aliento cuando le cuentan cosas que ya sabe, cuando lo exponen todo linealmente, como si los términos y el tiempo, y la naturaleza y el movimiento de todo fueran secretos de la misma magnitud. Escriben para gente que lee con la superficie de su mente, gente con hábitos de lectura que les exigen lo mínimo, gente enseñada a leer en busca de hechos, que sabe lo que va a venir a continuación y quiere saber lo que viene a continuación, y se enfada con las sorpresas."

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