Prólogo de Rodrigo Fresán. Traducción de Mariano Antolín e Inga Pellissa
"... entonces que le den por culo a la vida real. La vida real no me impresiona."
La guerra del Vietnam fue, también, el claro precursor de lo que, con posterioridad, ha dado en llamarse "guerra retransmitida".
"... no cabe duda -dijo Converse- de que esta guerra va a estar bien documentada. Hay más información disponible que mierda suelta por las calles."En este caso, este concepto avant la lettre forma también parte de la trama ya que el protagonista es un periodista norteamericano destacado en Indochina, un perdedor freelance que sobrevive vendiendo crónicas de dudosa veracidad a los medios de la metrópolis y viviendo en un relativo cuerpo de rey gracias a lo que pueden comprar, en un país arruinado económica y moralmente, los dólares americanos. Dog soldiers, a pesar de su título, no es, sin embargo, una novela bélica al uso: la profesión de su protagonista dota al relato de un punto de vista no militar, más "neutral", por tanto; además, en toda la primera parte de la obra, las localizaciones de la acción no son exclusivamente en el campo de batalla, sino también en lugares en los cuales si no la guerra sí las batallas y las escaramuzas pueden verse como algo lejano, e incluso ajeno.
En la época en que las víctimas directas de las guerras eran principalmente soldados, cada baja era un elemento que debía reponerse para mantener el equilibrio entre los bandos contendientes; cada baja, por tanto, tenía un determinado valor económico y estratégico. Las guerras modernas, en cambio, no distinguen ninguna calidad específica entre las bajas ya que los civiles también son objetivos militares; este hecho hace que todo sea mucho más fácil porque esas vidas, que no tienen ningún cometido bélico específico, tampoco tienen ningún valor.
"El reparo moral a veces quedaba superado por asuntos más importantes y profundos. Uno debía tener una visión más amplia."A pesar de la localización de buena parte del relato, el sudeste asiático no es el protagonista, ni siquiera llega a tener la entidad de personaje: es el locus de la novela, pero le imprime, ya no a la acción, sino también al tono narrativo, un carácter determinado; consigue transmitir al lector la sensación de que la narración sólo puede tener lugar en ese ambiente, de que la acción no es trasladable a otro ámbito sin que la novela pierda su identidad: Vietnam es el Yoknapatawpha de Dog soldiers.
Vietnam, como la mayoría de encrucijadas, deja una huella tan profunda que deslocaliza a quien ha estado ahí; la referencia cinematográfica seria, ahora, El cazador (The Deer Hunter, Michael Cimino, 1978). El protagonista volverá a Occidente, cargado con un alijo de heroína que va a solucionar sus problemas económicos y a suavizar su aterrizaje en la sociedad civilizada (civilizada como contrario a militarizada), pero, por la razón que sea, en este caso la beligerancia de los carteles de importación y distribución de la droga, nada comprensivos ya en la década de los setenta, la redención no es posible: parece como si el pecado cometido en Vietnam, pecado en el sentido más amplio y con toda la amplitud de ámbito que se quiera, sólo pueda purgarse en Vietnam.
"Si pudiera volver a Vietnam probablemente estaría a salvo. Allí uno puede esconderse en cualquier agujero eternamente."No se trata de individuos excepcionales, por supuesto. Los personajes de Dog soldiers son personas normales que ahondan en su condición de perdedores por haberse enfrentado a retos imposibles de asumir por puro aburrimiento; por pensar que las normas, o la ausencia de ellas, que rigen en la "civilización" son las mismas bajo las que se vive en lugares donde un hecho excepcional las relaja irremediablemente; para demostrarse un valor que no estaba a su alcance, y que acaban destrozados por ese pedazo de mundo ineluctable llamado realidad.
"Durante aquellos segundos, le pareció absurdo que se le hubiese permitido avanzar por su estúpido camino, persiguiendo nociones e insignificantes placeres. Se sentía avergonzado por la despreocupada arrogancia con la que se había creído ajeno a la creación. En el fondo de su corazón convenía en la necesidad moral de su propia aniquilación."Novela desmitificadora donde las haya, incomprensiblemente inédita en España, pasa cuentas sin ningún atisbo de piedad tanto con la sociedad norteamericana de la época, una de las más tristes para aquel país hasta la llegada a la presidencia de la familia Bush, como con los otrora admirados precursores del anti-sistema: Woodstock era todo paz y amor, pero también tenía letrinas, y el logo no sería tanto el mástil de una guitarra eléctrica con una paloma de la paz como una cucharilla doblada y una Magnum Parabellum. El conflicto moral, a pesar de las flores en el cabello, viajó a través del mar de Indochina y llegó a los Estados Unidos de América para quedarse.
Un buen complemento a la lectura, inexcusable, de Dog soldiers lo constituye el visionado de la película Nieve que quema (Who'll stop the rain. Karel Reisz, 1978), una adaptación de que, por lo que parece, no contó con el beneplácito pleno de Stone, pero adecuada como complemento de la lectura de la novela.
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