13 de junio de 2009

¿Qué pequeño ciclomotor de manillar cromado en el fondo de patio?


¿Qué pequeño ciclomotor de manillar cromado en el fondo de patio?
Georges Perec, Ediciones Alpha Decay.
Traducción de Marisol Arbués y Hermes Salceda

¿Para qué en estos tiempos, y con la que está cayendo, en el sector del libro y en todos los demás, se edita un Perec, por más que se trate de un inédito?

Esto no es una respuesta, es simplemente el primer párrafo de ¿Qué pequeño ciclomotor de manillar cromado en el fondo de patio?, pero puede ayudar a responder a la pregunta: “Había un tío, lo llamaban Karamanlis, o algo así. ¿Karatoro? ¿Karavaca? ¿Karagüevo? Bueno, Karaalgo. En todo caso, no era un nombre cualquiera, era de esos que se te quedan, que no olvidas así como así.”

Un insólito y estrambótico grupo de amigos, que suelen compartir pantaguélicas comilonas y etílicas y ahumadas sobremesas, tienen que acudir en ayuda de un conocido, amigo a su vez del propietario de ese petit vélo à guidon chromé au fond de la cour del que nos habla el título, que no quiere ser movilizado para la campaña de la guerra de Argelia que promueve el general De Gol (sic). Teniendo en cuenta las particularidades de los componentes del grupo, no es de extrañar que la batería de soluciones sean absolutamente desquiciadas, aunque la propia disparidad de opiniones facilita una vía de solución que, a pesar de no contar, en principio, con el favor del interesado, es validada por la mayoría de la asamblea. La ejecución y consecuencias de esa solución se resolverá en un sorprendente e hilarante final digno de los hermanos Marx.

Perec es un escritor anacrónico, de otro tiempo, que no tiene nada que ver ni con el mercado bestselleriano ni con la binarización de la cultura -1, todo; 0, nada-: es un escritor de matices, de un gusto exquisito aunque frecuentemente se sirva envuelto en modesto papel de estraza; leer a Georges Perec es, sobre todo, divertido y hasta orgiástico porque el parisino es un gamberro es su acepción más literal, un autor que escapa a cualquier intento de clasificación porque sobrevive a los intentos de escasillarlo escurriéndose de entre las pinzas de los asépticos canonistas con una puñetera sonrisa de despedida. Sin embargo, ahí quedan, para la verdadera posteridad y para escarnio de rankings, además de otras joyas de pequeño formato, un Prix Renaudot a los 29 años por Las cosas (Les choses, 1965), un imposible e inigualado tour de force alfabético en El secuestro (La disparition, 1969) y una de las novelas mayores del siglo XX, magna síntesis de su poética, La vida: instrucciones de uso (La vie: mode d’emploi, 1978).

Si son lectores de Perec, corran a por esta escurridiza joya de envoltorio tan modesto y de título tan fantástico; si no lo son, no cabe duda de que este petit vélo es una excelente introducción al peculiar mundo, aunque decir universo sería más justo, de uno de los últimos escritores geniales (de genio: inteligencia o talento extraordinario, que produce creaciones artísticas, literarias o científicas, originales y de excepcional valor) de la vieja Europa.

Por cierto, mi respuesta a la pregunta del primer párrafo es la siguiente: para solaz de los lectores que se lo merecen. Es posible que para el editor no sea suficiente, pero lo indudablemente cierto es que pocos autores ofrecen una recompensa del mismo calibre que la lectura de Perec.

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