15 de julio de 2019

Descripción de Olonne

Descripción de Olonne. Jean-Christophe Bailly. Editorial Días Contados, 2019
Traducción de Pablo Moíño. Prefacio de Leonardo Valencia
"¿Qué es un libro? ¿Palabras que picotean en torno a la exactitud de un recuerdo para dar consistencia a la elongación del tiempo?"
Olonne es una ciudad francesa de provincias, situada en la vertiente atlántica del Hexagone, que tiene la particularidad de no figurar en ningún mapa oficial. Aunque esta ausencia de la cartografía no significa que no sea un lugar concreto; lo es porque Jean-Christophe Bailly la construyó sobre el papel, con su propio plano a escala —un mapa que no representa un territorio sino que lo construye—, con sus calles, sus plazas, sus bulevares y, por supuesto, sus habitantes; una ciudad fugaz que el narrador de Descripción de Olonne (Description d'Olonne, 1992) abandona tras una estancia de tres años, acaso en busca de la perspectiva necesaria con el fin de percibir la realidad lejos de la influencia del propio objeto y para convertir el presente, omnipotente en su ineluctabilidad, en un pasado sembrado de historias que están a punto de fructificar.
"Olonne, Olonne, es el nombre ya, lo debe ser, de un recuerdo, de una carta doblada que a cada instante puedo volver a abrir y tanto más fácilmente cuanto que ella lo hace consigo misma, en mí, con todos sus pliegues y todos sus poros, de estasis en estasis como en una sola aventura."
A partir de esta creación, Olonne adquiere el estatuto de realidad con todas sus características y sus limitaciones, y se inscribe, después de esa adquisición, en el terreno del conflicto permanente entre realidades opuestas que luchan por imponerse: la realidad de la Olonne creada por el pensamiento de Bailly y la ciudad recreada por el recuerdo del narrador.
"Soñar: he ahí una de las actividades de Olonne. De modo que es justo que, lejos de ella, me ponga yo a mi vez a soñar con ella, a soñar que todavía sigo allí. A eso se unen obsesiones de maquetista y la sensación de sacar a la superficie un mundo perdido. Cada palabra, en este libro, está a barlovento de un adiós, pero así es el río del tiempo, donde las palabras llegan para atrapar su propia vibración mimética, siempre demasiado lenta, sin embargo."
En esa transposición que implica a la invención, al recuerdo y a la propia realidad, insegura e inconstante, multifacética, hipotética, el estilo es la geometría de la planificación urbana; los capítulos, sus barrios; los monólogos, los grandes bulevares; los diálogos, los cruces de las calles. Cada componente del plano posee un equivalente en la construcción narrativa; cada lugar es un escenario; cada personaje, un argumento: una calle, en la que residió el narrador durante su estancia en Olonne; una dirección, la del edificio cuya última planta fue su hogar durante los tres años de su alojamiento; el vecino pintor que hacía salir a su pareja en todos sus cuadros, con la luz como protagonista; una ópera que parece recrear como drama musical situaciones pertenecientes a la realidad cotidiana; el paladiano edificio de un faro construido a veinte kilómetros del mar, que es conocido con el nombre del ingeniero que lo ideó y que murió antes de terminarlo; la pagoda china erigida por capricho de un duque-filósofo; la amante de un desaparecido autor de éxito; el asesino anarquista que aniquiló a un antisemita de un solo disparo; la isla convertida en merendero los días de fiesta... "Al principio fue el Verbo...": la palabra como génesis de la creación.
"Tiempo pasado junto al tiempo, como depósito, apartado de toda narración, clavado en la brutalidad más suave: un rincón del mundo, muy hermoso, y pasos que resuenan. Lo que yo hacía ahí, en Olonne, era eso, tratar de resonar así, pasar junto al tiempo para sentirlo pasar, inenarrable y puro. Pero al volver, con un gesto habitual de la memoria, solo puedo remover los sembrados de huellas y de ruinas que a mi pesar son míos y de los que absurdamente se dice que el tiempo los envuelve. "Fuera" permanece la ficción a la que intento dar caza. Me parece que todo el misterio radica en la posibilidad de ese paso fuera de sí, conciencia aireada según la cual la estancia logra alcanzarse por momentos, resonancia completa que sin embargo no es nada más que el desplazamiento de una sombra."
El narrador puede recrear episodios, pero la totalidad de la realidad se le escapa por entre las grietas del recuerdo, con lo que esa realidad queda incompleta; consciente de esa limitación, solo puede buscar refugio en las enumeraciones de elementos inconexos con la esperanza de que, por sí solos, se vayan ubicando en su lugar correspondiente para completar la imagen. La descripción debe generar los hechos; el espacio —los espacios— crean el tiempo.
"El presente que se nos presenta (y que se vuelve, más rápido de lo que podamos pensar, un pasado) no lo vemos nunca, nunca de esa forma. Al extraerlo del flujo en el que está inmerso, la fotografía lo confunde y lo expone a una especie de eternidad desocupada; lo deposita, fuera de él, como un fruto robado del que no se sabe si es la vida la que lo arranca de la muerte o, al contrario, si es la muerte la que lo arranca de la vida."
El propósito es aislar la ficción de todo marco reconocible y someterla a un entorno que se va creando a medida que aquella avanza, pero que lo hace en su integridad, sin mediar ni boceto del entorno físico ni borrador de la inasible trama.
"Me lo envió cuando yo ya no vivía en Olonne, la ciudad cercana en la que el genio corre así por el baldío, y leerlo fue para mí como exponerme al peligro de lo que me acecha desde que voy allí con el pensamiento: caminando sobre esa cresta quebradiza donde lo que fue y lo que no fue existen igualmente, como la mano derecha y la mano izquierda de un cuerpo que permaneciera invisible. Son esas manos las que me sujetan la cabeza, y el cuerpo, el cuerpo sutil —la ciudad entera, y mi sombra— ni siquiera está por llegar."
El poder generador del recuerdo es tan potente que el narrador, al rememorar su estancia en Olonne, reproduciría tantas ciudades como veces lo intentara. Es cierto que las características físicas del lugar permanecerían prácticamente idénticas —pero no por entero; las características y particularidades que nuestro recuerdo le imprime a la realidad provocarían que existieran diferencias a cada rememoración, cada recuerdo del lugar evocaría un escenario ligeramente distinto y, por tanto, nuevo—, pero no pueden obviarse las ligeras variaciones que significarían, para un observador externo —para nosotros, los lectores—, la existencia de lugares distintos.

La vida carece de argumento; sin embargo, no es una sucesión de instantes inconexos a los que nuestra ansia de propósitos intenta adjudicarle una relación causal, tal vez con el único fin de justificar algunas de nuestras decisiones. Las aspiraciones del ser humano son como un convoy avanzando a toda velocidad, sin conductor, por una vía muerta.
"... otra vuelta en el tiovivo, otra vuelta en la puerta giratoria, la lenta erosión de las estaciones, las crecidas del Sauve (con los niveles más altos grabados en la torre de La Pente), noches de campanillas y otras de mucho viento, ciudad coqueta y ciudad inundada de bruma, yo estaba allí pero ¿dónde se encuentra ahora, inmóvil y apoyándose en el borde de sus aguas vivas, soñando? Lo que abandonamos permanece, lo que encontramos sigue el camino y cada día que pasa aviva en mí a la vez el deseo de volver y el temor de hacerlo: lo que fui allí ya no podría serlo más, lo que vi allí ya no podría verlo más, verlo así, y todo lo inalterado, tan vasto y tan tranquilo, no sería sino una máscara de tragedia íntima diciéndome que ya no estoy allí, que ya nunca podría estarlo."
O tal vez se trate de un remedo, de una mala copia de una existencia irreal, inalcanzable, cuyas imperfecciones dan la medida exacta de la infidelidad al modelo, empeñado el ser humano en esconder sus carencias al mismo tiempo que proclama su pretendida superioridad sobre el resto de las cosas visibles e invisibles.

La lejanía del recuerdo hace menos vívida la experiencia, pero su rememoración repetida refuerza la verosimilitud de los episodios, inventados pero no irreales, que han ido contaminando el suceso original. Y lo hacen en tal grado que este puede acabar desapareciendo, enterrado por la avalancha de aquellos. Toda autobiografía se halla sujeta a este proceso; no se trata de un fenómeno que afecte a la fidelidad sino a la coherencia.
"Todo lo que vino aquí a lo largo de un presente que callo es ese presente que fue Olonne: bajo las aguas y haciendo aguas, una creencia desaparecida en la que creo aún, rota en tantos pedazos que solo tengo que acuclillarme en mí para reunirlos. Allí donde está el pasado, allí donde ya nada se mueve, no está la inexistencia. Pero ¿dónde se encuentra, en qué región? He arrasado en mi camino una pradera cuyas flores estaban muertas de antemano, lo que les evitaba tener que perecer, y fue como una serie de cabritillas en la que mi brazo no desempeñaba ningún papel. En la superficie del agua la piedra rebota y contamos las salpicaduras, pero ¿dónde está esa agua, qué es, es posible que esté toda entera en el alma? Y si es así, ¿dónde está el alma?"
Calificación: *****/*****

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